Y le gano.

No importa si fue injusto (porque lo fue), no importa si estaba en desventaja (porque lo estaba) y mucho menos va a importar los problemas internos que sufría (porque los sufría). Ya no importa. Ya perdió.

Aunque al argentino le doliera en el alma, aunque tuviera ganas de llorar desconsoladamente hasta quedarse dormido, él no podía, tenía que seguir adelante.

Victoria ya no estaba, su musa de cabellos marrones y ojos vivaces, la chica que había adorado hasta el día de hoy, ella que siempre había estado ahí… ella, la que ya no está más.

-Maldito ingles hijo de la re mil puta que te re mil pario- Masculló el argentino, corriéndose el pelo que le caía por la frente como un gesto de cansancio.

Cegado por problemas internos, luchó como pudo y el supo desde el principio que no sería suficiente. Meterse en una guerra con los ingleses había sido una idea (impulso) totalmente estúpida, pero... era Victoria. Vicky...

...la misma que decidió con una sonrisa que el infeliz del cejón había ganado y se marchó con él hacía Londres, no solo terminando de lastimarlo físicamente, sino también rompiéndole olímpicamente el corazón.

Una lágrima amenazó con deslizarse por su mejilla y cuando Martín se la iba a limpiar (Ni siquiera estando solo se dignaría a llorar) se dio cuenta realmente de la tristeza infinita que comprimía en su pecho y con un lamento se largo a llorar, necesitando sacar todo ese peso de encima.

Después de llorar un rato, paró súbitamente cuando el sonido de los golpes de su puerta lo sobresaltaron. Se secó las lágrimas con la manga, mientras tomaba respiraciones en un intento de calmarse. Cuando lo logró, suspiró y abrió la puerta.

-¿Qué querés? –Dijo con un mal humor evidente y en un tono de mierda al ver a su vecino parado en el umbral de la puerta.

-Martín... estai... ¿llorando? –Murmuró el chileno sorprendido.

"Que genio que sos, boludo. Como nunca llorás te olvidas justamente de cuanto se te nota cuando sí lo haces. Porque no salí con una bolsa en la cabeza, una de plástico, hubiera sido práctico…" Pensó para sí mismo el argentino, quien ni siquiera se molesto en dar una respuesta y simplemente empujo la puerta esperando que se le cerrara en la cara Manuel y, siendo la personalidad del otro, se ofendiera y lo dejara en paz. Pero Manuel arruinó sus planes, deteniendo la puerta y cerrándola recién cuando él ya había entrado.

-Martín, Miguel me conto lo que pasó, ¿Estai mal, no? –Preguntó torpemente, obviamente preocupado pero sin saber bien cómo manejar la situación.

-No, si estoy tan feliz de la vida... –Gruñó con sarcasmo pero su voz se quebró al final. Sintiendo el mismo peso en el pecho que antes, Martín se sentó en el sillón tratando de no perder la compostura frente al chileno.

Manuel se sentó al lado suyo y frunció el seño. Dubitativo, puso su mano en el hombro de su amigo, sin tener la menor idea de cómo ayudarlo.

-Humm…

-¿Qué?

-Gracias –Murmuró el rubio con una sonrisa casi asomándosele en el rostro.

Él sabía que a su vecino le costaba muchísimo dar muestras de afecto, a diferencia del argentino, quien ni siquiera dudo en tirarse en sus brazos en busca de un abrazo reconfortante.

La primera reacción de Manuel fue echarse atrás pero ya estaba atrapado entre esos cálidos brazos que lo retenían colgándose de su cuello. La imagen llorosa de Martín cuando le abrió la puerta se le pareció como un flash por la mente y reconsidero dejar por única y última vez que el argentino lo abrazara sin rechazarlo.

Martín sintió nuevamente intensas ganas de llorar, sacando toda su pena de una vez. Ahora ya no importaba porque el ojimiel ya lo había visto, así que ¿Por qué no?

Manuel sintió las lágrimas en su cuello y se sorprendió. Miguel le había contado la gran pelea entre sus amigos Arthur y Martín, por Victoria, quien finalmente se fue con el ingles (no sabe si por obligación o simplemente quería irse). De todas formas, el chileno no se atrevía a asimilar que su amigo hubiera sido tan cruel como para hacer llorar a Martín.

Martín. Llorando. Cualquiera pensaría que es una mentira.

Manuel estaba enojado, enojadísimo con Arthur, ¿Quién pensaría en lastimarlo? (emocionalmente, porque físicamente cualquiera estaría tentado de pegarle un buen golpe de vez en cuando). Martín era como un perro, o un bebe, es molesto y un poco estúpido, pero nunca pensaría en hacerle daño a alguien y nadie pensaría en hacerle daño a un perro o un bebe, ¿O sí?

Como sea, Manuel se sentía incomodo, y no solo fue por el abrazo; un amigo que fuera capaz de tomar ventaja en una pelea solo por orgullo (y no estamos hablando de herir a cualquier persona, hablamos de Martín) realmente le daban ganas romperle la nariz y no volverlo a ver nunca más. Pero eso no iba a pasar, claro.

Martín tembló, llorando incontrolablemente. Todavía le dolía su gran orgullo y lo que era más importante, el cuerpo. Se sentía para la mierda, pero ambos dolores no tenían comparación con haber perdido a Victoria.

"Victoria… Vicky… no te vayas…" Suplico con sus últimos alientos. Recordó estar temblando como ahora, cegado por el dolor y el frio, sin tener la suficiente fuerza como para llorar o gritar. Ella se limito a mirarlo y con un dulce y cruel caminar se alejo, mientras él se desmayaba.

Lloro con más fuerza, tosiendo. Le dolía el pecho, el frio que hizo en las Malvinas ese día había sido superior a cualquier otro y boludo como era el argentino, se enfermo.

-Perdón… -Gimió tanto para Manuel como para sí mismo y agradeció tener algo de compañía en estos momentos de mierda.