Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling . No hay ninguna intención de lucro ni de infringir el copyright. La trama es enteramente mía así como los personajes originales que puedan llegar a aparecer. Este fic participaba (si, en el pasado) en el concurso "Mi Pareja Especial" celebrado por los Amortentia Awards. Supuestamente fui descalificada porque este fic es un proyecto de Long fic, y solo se permitían one shot o two shot.
N/A: Hola a todos los seres lectores de este mundo maravilloso. Les cuento que me inscribí en el concurso solo con la idea de hacer un Theomione, y luego cuando empecé a tipear, bum! Nada con coherencia, cada cez que me sentaba comenzaba a escribir una escena nueva sin conexión con la anterior, pero luego de meditarlo mucho logré enlazarlas, cosa que se verá con el tiempo a medida avance.
Hace casi un año comencé a escribir Sei He Ki, y hoy empieza a tener sentido.
Debo advertirles que hago saltos en las fechas. Espero no se mareen.
Quiero recomendarles insistentemente a la autora CygnusDorado, no solo porque es mi prima y a la familia hay que alentarla, sino, porque sus historias tienen contenido con criterio y poesía. Participa en este mismo concurso, también con un Theomione llamado "El mito de Hortensia".
Ahora a leer!
Sus críticas y opiniones son bienvenidas, no nos abandonemos, ya les amo!Abrazos Cósmicos!
CAPÍTULO REPOSTEADO, TIENE CORRECCIONES HECHAS POR LA HERMOSA BETA MARÍA AGUILERA MEDINA
(ES UNA GENIA!)
Sei He Ki
Capítulo 1: Yo Comprendo
23 de septiembre, 1996. Terrenos de Hogwarts
Hubo una tarde, de esas cuando la brisa aún mantiene la calidez típica del verano pero con el sol gentil del invierno, que el bosque prohibido, el cual contenía rasgos dorados, naranjas y rojos entre los profundos verde oscuros, fue testigo de un secreto, un simple desliz.
O al menos así decidieron llamarlo sus participantes. Eran dos, y como ha de suponerse, estando tan cerca de un colegio lleno de adolescentes, fueron una jovencita y un jovencito quienes, esa tarde especial y sombría, fueron artífices de un acto que les marcaría fuertemente, aunque no lo supieran en ese momento.
Era su sexto año en Hogwarts y el profesor Snape les había encomendado un proyecto de pociones, preparar el filtro de confusión, que requería, obligatoriamente, de un poco de trabajo de campo. Recolectar los ingredientes era lo que generaba, quizás, un nuevo desafió para el alumnado. Por eso, al finalizar la clase, solo dos alumnos se dirigieron. Tármica.
Conocedores de su paradero, fueron en búsqueda inmediata de la planta, no queriendo perder tiempo. Caminaron a la par pero distanciados, apenas se dirigieron miradas, ya que ignorarse mutuamente era cuenta corriente entre sus actitudes. Caminaron por el mismo sendero, adentrándose cada vez más. Gracias a que eran apenas las dos de la tarde, la luz proporcionada por el sol les dejaba ver con mucha claridad, proporcionándoles un sentido de seguridad. Aun así, llegó un momento en que la chica sacó del bolsillo interno su varita.
El muchacho la miró curioso, y, sin decir una palabra, la imitó. Ella asintió una sola vez con su cabeza. Entonces, los dos siguieron caminando juntos, pero separados, hacia el mismo destino.
Luego de una media hora de caminata, se toparon con la vertiente rodeada de un mágico aspecto creado por las plantas que formaban un claro en el bosque. Los dos se ataron un pañuelo que les cubriría la nariz y boca para evitar oler la planta que buscarían, puesto que su aroma, si bien no tenía el efecto característico de confusión que la poción obtendría una vez preparada, era capaz de crear un estado de alteración mental similar a la mundialmente conocida marihuana.
Observaron el lugar en búsqueda de la blanca florecilla que singulariza a la Tármica, pero no tuvieron mucho éxito.
Los primeros diez minutos, caminaron entre los mantos bordó que formaban las cientos y cientos de flores Chocolate Cosmos, la cual tenía un sabroso perfume a chocolate, de ahí su nombre. Estuvieron sin hablarse, ni mirarse, ni interactuar de ninguna forma. Ignorándose absolutamente. La siguiente media hora tuvo como resultado el resoplido frustrado del chico, quien se arrimó a una de las piedras que bordeaba el arroyo. Se sentó y guardó el pañuelo en su bolsillo. Dedicó los cinco minutos siguientes a seguir con la mirada a la muchacha, quien no se rendía tan fácilmente.
—Antes estaba lleno de Tármica en este lugar— le comentó a ella, sin darse cuenta.
—Lo sé. Es muy extraño como Chocolate Cosmos ha invadido la tierra.— le respondió también, sin notar que se estaban hablando.—¿Crees que ésta haya desplazado a la especie que buscamos?
—Probablemente.
Al final, ella, también sintiéndose agotada con su búsqueda, se acercó hasta el Slytherin y se sentó en el mullido pasto junto a la piedra en la que él se sentaba. Desató el pañuelo que le cubría las vías respiratorias, lo dobló pulcramente y lo guardó en su bolsillo junto a la varita.
Estaban extrañamente tranquilos, compartiendo el espacio como nunca antes lo habían hecho. Pero la tranquilidad no duró mucho.
A lo lejos y a sus espaldas, comenzó a escucharse el galope de varios centauros, acompañados de sus gritos feroces y un chillido infernal, correspondiente a alguna criatura que no podían ni adivinar.
Ella saltó alarmada pero dispuesta a salir corriendo, él se quedó paralizado.
—¡Corre, ven!— chilló susurrante, tomándolo del brazo y tirando de él para que la siguiera.
Fueron en dirección contraria al caos que se avecinaba, terminando debajo de unas raíces gigantescas, cubiertas de una capa de tierra con más Chocolate Cosmos, que formaban una pseudo cueva. Agachados, se acurrucaron muy pegados, respirando agitadamente. Unos treinta segundos después, pasó frente a ellos una acromántula de unos dos metros de alto, con flechas clavadas en todas sus patas y lomo, perseguida por la tropilla de centauros enfurecidos.
Solo fueron unos segundos, pero casi se infartan del susto. Escucharon como se alejaban, pero no se atrevieron a moverse por un minuto.
Ambos respiraban agitadamente, con el corazón golpeando fuerte en la garganta y pecho. Se agarraban con las manos en garra el uno al otro: ella, el hombro, y él, el antebrazo, manteniendo así el balance al estar en cuclillas en un terreno inestable de tantas raíces y barro.
Los jadeos mermaron, la adrenalina bajó. Quizás permanecieron en su escondite por unos cinco minutos, entonces, empezaron a reír suavemente, como si estuviesen jugando. Soltándose de su agarre, se dejaron caer en sus traseros, ya ahora, carcajeándose.
—¡Oh… por Merlín! ¡No… no sé qué es... taaaan… tan graciosoooo!— bramó, entre carcajadas, el adolescente.
—¡Lo sééé! ¡Haaahahaha! ¡Pero no… pu-pueeedo… parar!— le contestó gateando hasta la entrada de la cueva, entonces vio el motivo de tanta risa. Tármica. Una sola, pequeña y aislada, bañada en un encantador rayo de luz que entraba como un tajo entre los árboles.
—Mira… Ven.— le comandó, sin dejar de sonreír y jadear entre bocanadas alborozadas. Él se acercó, y, al ver la florecilla. una mirada de asombro y comprensión cruzó su rostro.
Las risas habían frenado, dando paso a sensaciones corporales nuevas que no podían describir, aunque tampoco se concentraron en hacerlo.
—Aquí estaba la maldita…
—¡Vocabulario!— le regañó la castaña, mirando fijo sus ojos verde agua. La severidad en el rostro de la chica generó cierta sensación de vergüenza, provocando que su postura y mirada fuera, repentinamente, de docilidad.
—Lo siento, señorita.— dijo agachando la cabeza. Ella cruzó sus brazos y levantó la ceja izquierda, con los hombros relajados y el mentón en alto. Se sentía capaz de ser demandante, aun desconociendo la causa de esta nueva actitud. Pero, al parecer, algún efecto debió tener en el muchacho, ya que a continuación, algo dubitativo, dijo con tono de pregunta.— ¿Señorita Granger?
—Mucho mejor. Ahora, creo que sería prudente dejar la planta, o trasplantarla a otro lugar, ya que puede ser la última en la zona.
—Tiene razón, haremos lo que usted crea conveniente.— susurró con la mirada en el suelo y los hombros algo tensos. Ella lo observó, y lo que vio le generó que se eriza toda la piel de su espalda hasta el cuero cabelludo.
—Señor Nott,— le llamó. Este levantó su rostro mirándola expectante, con nervios en sus gestos, pero también ese algo de ansiedad que te da cuando esperas que algo intenso suceda. —Yo perteneceré a la casa de los leones, pero… no muerdo.
Él solo asintió con una pequeña y tímida sonrisa. Entonces, el semblante de la adolescente se llenó de ardor, deseo en sus ojos, fiereza en su sonrisa que se despertaba sensualmente.
—A menos que yo quiera, y tú me lo permitas.
Muchas culturas hablan de tres partes en la composición del humano: Cuerpo, mente y espíritu, ligados, según muchos, por energía. Tres elementos individualmente indispensables, y conjuntamente indiscernibles.
Durante siglos, la medicina ha olvidado estos tres elementos como parte de un todo, tratando al cuerpo y la mente con químicos para sanarte, eliminando la enfermedad física, y olvidando los rastros mentales y espirituales que deja. Te envían al psicólogo para que controles tus emociones y te reconozcas a ti mismo. Y, mientras tanto, la sociedad ata tu espíritu a instituciones religiosas tóxicas, que lo único que consiguen es atontarte, dejarte pasmado, inactivo, conforme con tu contexto, incapaz de disfrutar libremente. Y díganme: ¿qué tiene eso de religioso, de espiritual? Religarse con uno mismo, con tu propia energía y la universal, no es algo que suceda por leer un libro antiguo y escuchar a un hombre sermonear sobre algún Dios, sea cual sea. La verdadera comunión con el Todo comienza a darse cuando trabajamos los tres elementos conjuntamente.
Cuando uno de ellos no está en equilibrio, es cuando comienzan los problemas. Nos enfermamos o angustiamos, vivimos con vacíos existenciales o manifestaciones similares.
O, al menos, esto es lo que comprendió. Esto que parece tan simple, pero se vive complejamente, es lo que debió entender para comenzar su propio proceso de equilibrio. Para poder controlar su magia, debía controlar su ser. Lo frustrante es: ¿quién se atrevería a insinuar que, ella, Hermione Jane Granger, no tiene control sobre su vida? ¿Después de todo lo que hizo por nuestra sociedad? Indignante, ¿verdad? Pero, si así se lo exigen, que así sea.
Fue así como, después de haber atacado mágicamente a Ron, en una circunstancia… ¿cómo decirlo? Delicada, vergonzosa, incontable, comenzó a ir a San Mungo para descubrir la cura a su falta de control mágico. Claro que los médicos del mundo mágico británico no fueron de mucha ayuda. Y, durante meses, solo empeoró.
Hasta que llegó un médico especializado en medicina holística, procedente de China. El Dr. Jian Zhen. Hijo de muggles, quienes, a su vez, eran practicantes de medicina china. Zhen había combinado los aprendizajes otorgados por sus padres y la cultura muggles con sus estudios mágicos herbológicos, dedicándose, entre otras cosas, a pociones sanadoras y acupuntura.
7 de Marzo, 1999. Hospital St. Mungo's
Bastó con que tomara su pulso para que el rostro del Dr. Zhen se transformara en uno de absoluta preocupación y saliera corriendo de la sala de consultas, que habían armado provisoriamente durante su estadía en Inglaterra.
Cuando volvió, se sentó junto a ella en la camilla y comenzó a explicar lo que sería de su futuro, y lo que podría ser si, voluntariamente, accedía al tratamiento que le proponía.
—Señorita Granger, debo aclarar algunos aspectos. Primero: Sospecho que usted está padeciendo un extraño caso de obscurial. Estoy seguro que conoce el término a la perfección y que, conjuntamente, entenderemos esto mejor. Como sabrá, los obscurus se dieron normalmente en niños en la antigüedad, por represión física o psicológica de sus facultades mágicas. Si bien usted tuvo la posibilidad de desarrollar su control durante los años en Hogwarts, dígame, ¿en su infancia tuvo la necesidad de reprimir manifestaciones de sus poderes?
—Pues. .. no lo había pensado así, pero sí.— pensó durante un rato, esperando así poder explicarse bien.—En cierta forma, contuve algo de ello, sobre todo en la escuela primaria. Los niños ya me consideraban extraña, y muchas veces retuve impulsos para resolver situaciones a través de la magia. Como en clase de educación física. O en los recreos, cuando sentía que debía defenderme de niños que me molestaban.
—¿Y en su hogar?
—No, mis padres siempre fueron amorosos y me apoyaron en todo. Por lo que la necesidad no se presentaba.
—¿Y qué hay de Hogwarts, alguna vez contuvo sus capacidades?
—En clase muchas veces los hechizos me resultaban muy sencillos, y si bien intentaba no destacar exageradamente, no creo que la represión sea comparable a las situaciones en mi escuela muggle. Y, por otro lado, practicaba, en la soledad que me otorgaba la biblioteca o las orillas del Lago Negro, cada hechizo, con antelación a las clases.
—¿Y hacer eso le relajaba?
—Sí. Me dejaba tranquila y energizada. Pero no comprendo— frunció el ceño —¿Cómo es posible que en un adulto se desarrolle un obscurus?
—En su caso, es solo una sospecha, no es algo que ahora pueda confirmar, pero sí quizás en unos días. Talvez aun no lo desarrolla.— aclaró y luego levantó dos dedos— El diagnóstico que realicé recién fue a través de una técnica milenaria muggle…— señaló sus dedos— Análisis del pulso…— demostró apoyando la yema de sus dedos alzados sobre el pulso de la muñeca contraria.— Y que nosotros, al ser poseedores de magia, comprendemos ciertos datos de manera más profunda que un muggle.— ella asintió, pero la duda se reflejaba en sus ojos, el temor.
Pasó alrededor de un minuto en silencio.
—Lo segundo que deseo aclararle es: usted también debe saber que, si bien el panorama suena terrible, confío en que el tratamiento será efectivo y la dejará muchísimo mejor de lo que alguna vez pudo sentirse.— le dijo, con un rostro amable y una sonrisilla que marcaba las arrugas de sus ojos.
—Comprendo, pero…
—La palabra comprendo no la usaría tan rápidamente señorita Granger.— la interrumpió suavemente. Y sonriendo calmo, le dijo. —Pronto tendrá el momento para dedicarse a la comprensión. Por lo pronto, le explicaré mi teoría. En su caso, sospecho de varias cosas. Por un lado, su autorepresión infantil, alta pero no severa, y adolescente, moderada pero particular. Por el otro lado, sospecho del estrés que la guerra misma le produjo. Pero dudo que eso sea todo. Aunque eso lo descubriremos en un futuro, en sesiones de sanación mental, o terapia psicológica, como le llaman los muggles. Lo que me lleva a explicarle el plan de recuperación que tengo en mente.
Agitó su varita y una esfera luminosa se proyectó en medio de la sala. Parecía un holograma, solo que con una definición muy realista. Las imágenes empezaron a transcurrir, y Hermione pudo observar unos jardines esplendorosos, altos árboles de variedades que jamás había visto, y, a medida que la visualización se movía, aparecían pequeñas construcciones muy antiguas de carácter oriental. Unas parecían pequeñas casitas o salones y otras templos. Todo a distintas distancias y con amplios espacios libres entre sí.
—En China, trabajo en una clínica privada de alta seguridad llamada Sei he ki. En esta, se practican sanaciones, con una mixtura de técnicas conjuntas, abocadas troncalmente a la recomposición del cuerpo, mente y espíritu. La medicina tradicional china, muggle y mágica, se conjuga con prácticas occidentales y alternativas, ambas también de índole muggle y mágico. Creemos que, con esto, englobamos las necesidades de un humano y, hasta ahora, exitosamente los llevamos a una recuperación espléndida.
La atención de Hermione volvió al rostro del doctor una vez que este dejó de proyectar las imágenes.
—Para su caso, específicamente recomiendo tres meses de tratamiento intensivo, y si antes o luego de eso la posibilidad del obscurus queda eliminada, veremos, acorde a su necesidad, cuánto tiempo continuar. Para esto, deberá trasladarse conmigo mañana mismo por la tarde. Espero eso le dé tiempo suficiente para dejar todo listo para su ausencia. Lamentablemente, me temo que no quiero arriesgar más tiempo del necesario sin que comencemos con su tratamiento.— terminó Jian Zhen, con una mueca que asemejaba una disculpa.
—Disculpe, pero cuando dice mi ausencia, ¿se refiere a ausencia total o parcial?— la idea de ausentarse de sus proyectos la asustó profundamente.
—Total, señorita Granger.— la declaración fue tan severa como su rostro, haciendo que su respiración se agitara, entrando en pánico.
Una electricidad se emitió de sus manos, y rodeó su cuerpo, las luces titilaban como si hubiesen bajas de tensión. Zhen la miró preocupado, no con miedo de ella, más bien por ella. Y, de pronto, la realidad la golpeó directo en la cara. Su situación era realmente grave.
La energía que había estado emanando involuntariamente comenzó a mermar, y un sentimiento de pérdida y derrota se asentó en la boca de su estómago. Si no accedía estaba pedida.
—No podrá interactuar con nadie por fuera de los que trabajan en, o son pacientes de, la clínica. Es un protocolo de seguridad para usted y para el resto de los pacientes. Cuidamos mucho la intimidad e integridad física y psicológica. Es así como tenemos tres tipologías de pacientes. Los de alta reclusión, solo pueden ver y ser vistos por el personal médico y terapeutas. De esta forma, su interacción con cualquier otra persona queda mágicamente baneada.— la miró para ver si le seguía en la explicación, y ella asintió, aun con algo de malestar en su rostro.— Luego están los de mediana reclusión, quienes pueden interactuar con cualquiera dentro del instituto, pero están impermeabilizados con el mundo exterior. Y, por último, los de baja reclusión, quienes poco a poco son reintegrados con el resto de la sociedad, empezando por familia y amigos cercanos, con el riguroso control del médico encargado de cada paciente.
—Entiendo. ¿Quién será el médico encargado de mí?
—Para usted, ese seré yo, por ser quien le lleve a Sei he ki. Es decir, todas las decisiones respecto de sus tratamientos serán mi responsabilidad, así como cualquier problemática o necesidad que se le presente podrá usted contar conmigo.— contestó con algo de afecto resbalando en sus palabras. Esto la hizo sentir un poco más segura con lo que estaba por ocurrir en su vida. —Por el momento, creo que esto es todo. Mañana por la tarde llegaremos juntos y le presentaré a los médicos y sanadores cabeceros como así también a la directora y fundadora de la clínica, Yanming Kong. ¿Alguna pregunta?
—Muchas, pero la mayoría no me parecen adecuadas para el momento.— contestó con una risilla nerviosa escapando de su garganta seca.—Por ahora, solo quiero saber que debo llevar conmigo.
El doctor la miró comprensivamente y con mirada cálida le respondió:
—Nada, señorita Granger. Solo usted y su varita. Mañana nos encontraremos aquí mismo. A las 15 hrs, firmaremos los documentos necesarios y luego se cambiará con una muda de ropa que le entregaré. Podrá despedirse de quien sea que venga a acompañarla y, a las 15:30, partiremos con el traslador internacional.
