N.A: Hola! Aquí les traigo una historia completamente AU para los que les gusta este género. Posee spoilers de todos los libros, así que quedan advertidos por si alguno no ha leído el séptimo libro, aunque lo dudo.
Antes de comenzar a leer deben saber que Harry, Ron y Hermione nacieron el año 1990 y no 1980, y Hermione tiene la misma edad que los chicos.
Espero que realmente disfruten el capítulo tanto como yo lo disfruté escribiéndolo.
Espero verlos a todos por aquí el próximo cápitulo :)
Ahora, enjoy it!
Por cierto, Standard disclaimers apply!
Capítulo 1: Hermione Granger
Octubre, 1997
¿Por qué la vida no podía ser fácil?
Ahí estaba ella de nuevo.
Tal vez era porque sus primos solían encontrar divertido romper sus juguetes y burlarse de ella.
Tal vez era porque sus tías solían hablar de lo bien que tocaba Elizabeth el piano y rebobinaban una y otra vez sus presentaciones de ballet en la televisión de la sala, comentando lo talentosa que era, mientras que cuando ella aparecía en pantalla no le dedicaban ni un segundo de su tiempo.
Tal vez era porque ella tenía los incisivos más largos que Elizabeth.
Tal vez era porque se encontraba sumamente incómoda en ese vestido y en esos zapatos de charol que su madre le había comprado la tarde anterior.
Pero sin importarle la verdadera razón, Hermione se encontraba sentada en lo alto de las escaleras intentando pasar desapercibida en la oscuridad del segundo piso, escuchando a lo lejos las carcajadas de su familia.
- Hermione, ¿estás bien? – su papá, Chris, preguntó al mismo tiempo que detenía su paso hacia al segundo piso y se arrodillaba frente a ella.
- Estoy bien papi – Hermione respondió y luego miró sobre el hombro de su papá, donde una nerviosa señora Hamilton le devolvió la mirada -. Tengo sueño, quiero ir a casa.
Chris intercambió una mirada con la mejor amiga de su esposa y luego volvió a mirar directamente a los ojos marrones de su hija de siete años.
- Tan pronto como tu tía Rose abra los regalos nos marchamos a casa a dormir, ¿está bien?
- ¿Puedes leerme Peter Pan antes de dormir? – Hermione preguntó; sus ojos brillando - . No quiero que mamá lo haga hoy.
- ¡Claro que sí! – respondió Chris mirando a su hija tiernamente.
Christopher Granger sabía exactamente porque su hija le preguntaba a él y no a Jane, su esposa: Hermione era una niña inteligente y, sobretodo, curiosa, llena de imaginación y preguntas. Por el otro lado Jane era una mujer que perdía la paciencia fácilmente. '¿Cómo el príncipe podía amar a la Bella Durmiente si nunca la conoció?', le preguntó una vez Hermione a Jane. Lo mismo iba para Blancanieves y Cenicienta. ¡Oh, Cenicienta! Chris tuvo que sofocar una risa al recordar cuando Jane llegó al cuarto después de haberle leído La Cenicienta a su pequeña hija, moviéndose de un lado a otro para calmar su ansiedad: ¿Sabes qué preguntó tu brillante hija esta noche? ¡Cómo es posible que no existiera otra niña en el reino que no usara la misma talla de zapato si ella, nuestra pequeña Hermione, compartía el mismo número con Lizzie y todos sus compañeros de clases! ¿Puedes creerlo? Para Chris era bastante fácil de creer: cuando le leyó El Rey Arturo por primera vez, Hermione no comprendía cómo un niño de establo podía llegar a ser el futuro rey de Camelot. '¿Qué le hace diferente al resto de los niños, papi?', insistía Hermione una y otra vez. De una manera u otra, Chris siempre se las ingeniaba para responder.
Magia.
- Estaré en sala junto a los demás por si necesitas algo, ¿está bien cariño? – preguntó, acariciándole la mejilla cariñosamente.
Hermione asintió con la cabeza y vio como su papá y la señora Hamilton bajaban las escaleras. Tan pronto como Chris y la señora Hamilton murmuraron entre ellos y se volvieron a mirarla por sobre sus hombros, Tom y Jamie aparecieron a los pies de las escaleras. Hermione vio a su padre dirigirle una última sonrisa antes de desaparecer del vestíbulo.
- ¡Hermione! – exclamó Jamie. Era un año mayor que Hermione, su pelo era castaño claro como el de ella y se asemejaban en muchas de sus facciones, pero sus ojos eran de un brillante color azul como los de Elizabeth.
- Hola Jamie – murmuró Hermione sin siquiera mirarlo, intentando pasar por el lado de Tom.
- ¿Qué estás haciendo? ¡Vamos a divertirnos! – exclamó Jamie tomando su muñeca. Hermione la apartó de su mano como si quemara.
- Déjala tranquila- dijo Tom, empujando a Hermione hacia la pared para poder pasar -, Elizabeth es mucho más divertida que ella.
Jamie se encogió de hombros y siguió a su primo, sacando la lengua a Hermione cuando pasó junto a ella. Hermione le dirigió una mirada cargada de rencor.
- ¿Qué? – espetó Jamie -, Lizzie juega fútbol y a las escondidas con nosotros. Tú nunca lo haces.
La verdad era que Hermione se moría de envidia cada vez Lizzie y sus primos jugaban fútbol y a las escondidas, y, aunque la invitaran a jugar, siempre decía no, pues Jamie y Tom no desperdiciaban la oportunidad de botarla contra el césped y burlarse de ella.
- Incluso tía Jane le ha dicho a mamá que ella es mucho más interesante que tú – agregó Tom -. Dijo que toca el piano como Morza y-
- Mozart – corrigió Hermione sin pensar.
- Ella misma admitió en la mesa que Lizzie es mucho más bonita que tú – espetó Tom rápidamente, avergonzado por su error.
Hermione no admitiría que las palabras de Tom le habían dolido, aunque sus ojos se llenaran de lágrimas e intentara fusionarse con la pared. Jamie rió antes de comentar,
- Tía Jane no te quiere, ella es demasiado interesante para que lo haga. Estoy seguro que tío Chris y tía Jane intentan abandonarte. ¿Quién querría tener como hija a un topo?
Lo último que Jamie sintió fue una fuerza brutal golpear su pecho antes de perder el conocimiento a los pies de las escaleras.
Después del pequeño 'episodio' como su mamá había decidido llamarlo, Jane había agarrado el antebrazo de Hermione, despidiéndose rápidamente de sus hermanos y cuñados -disculpándose una y otra vez por el comportamiento de su hija- y la guió fuera de la casa hacia el auto que estaba aparcado frente a la calle. Lo único que Hermione escuchaba era los tacos de su madre contra la acera y los pasos de Elizabeth unos metros más atrás.
- ¿Qué intentabas hacer allí dentro, Hermione? – exclamó Jane con enojo, maniobrando con las llaves del auto sin soltar la muñeca de la niña.
- No-no lo sé – respondió Hermione con lágrimas en sus ojos.
- ¡Empujaste a James y le has roto el brazo! – dijo su mamá suspirando, abriendo la puerta trasera del coche -. Entra Hermione.
Hermione obedeció y se metió al coche seguida de Lizzie. Hermione observó con una mirada cargada de resentimiento cuando su mamá acarició fugazmente el cabello rubio de de su hermana.
- Todo irá bien, lo prometo – le susurró Lizzie acariciando su mano. Hermione asintió y se frotó los ojos con cansancio.
- ¿Dónde está su padre cuándo más lo necesito? – murmuró Jane, encendiendo el incinerador del coche. Luego se volteó para mirar directamente a los ojos de su pequeña hija - ¿Qué pretendías, Hermione, matar a tu primo?
- ¡No! – exclamó horrorizada, preguntándose cómo su mamá podía pensar algo así de ella.
Más lágrimas se formaron en los ojos de Hermione.
- No fue mi culpa mamá – sollozó, apartando su mano de la de Lizzie, que observaba incómoda la escena sin saber qué hacer -. Tienes que creerme. No fue mi inten-
- ¡Dios mío Hermione! No sólo empujaste a tu primo escalera abajo, sino que también quebraste el cristal de todos los cuadros que estaban cerca tuyo ¿Cómo lo conseguiste?
- ¡Fue magia, mamá! Lo- lo juro, no fui yo.
Jane apretó el volante con fuerza hasta que sus nudillos estuvieron blancos. ¿Cómo su hija se atrevía a inventar una excusa tan barata? Es una niña, se recriminó mentalmente. Justo en ese momento Chris entró al coche y observó a Hermione consternado.
- Lo que faltaba – farfulló Jane, casi inaudible: Chris tenía una cierta debilidad por sus niñas.
- Pa-papi, no lo hice, ti-tienes que creerme – sollozó Hermione una vez más.
Jane y Chris se miraron fijamente uno al otro, decidiendo que hacer a continuación. Finalmente fue el padre de Hermione quien habló.
- Tu primo en este momento está en el hospital – dijo calmadamente, intentando no sonar tan rudo -. No sé cómo lo hiciste, Hermione, pero de lo que estoy seguro es que no fue magia, así que por favor no mientas.
- ¡Fue magia, papá! – respondió la pequeña -. ¿Por qué no me crees? Nunca he mentido.
- ¡Porque la magia no existe, Hermione! – replicó furiosa Jane, mirándola con enojo -. Y FIN de la discusión. No quiero oír ni una palabra acerca de magia, ¿entendido?
- ¡Tú me dijiste que la magia existía, papá! – dijo Hermione con una mirada cargada de esperanza -. Tiene que existir, tú mismo me contaste que-
- La magia no existe, Hermione – dijo Chris con voz monótona, bajo la intensa mirada azul de su esposa -, son sólo cuentos de hadas.
Hermione asintió lentamente con la cabeza mientras más lágrimas se deslizaban a lo largo de su delicado rostro.
Jane estaba segura que nunca en los siete años de vida de sus hijas había visto tanta decepción en los ojos de un niño. Hermione era una niña inteligente, pero como cualquier otro niño también creía en Santa Claus, el Hombre del Saco, el Ratoncito y, por supuesto, en la magia.
A pesar que el corazón le dolía cada vez que Hermione le dirigía una mirada por el espejo retrovisor, Jane se mantuvo fuerte y apretando el volante, le respondía a su hija con una mirada fría.
Y con eso, Hermione aprendió a no decir nada acerca de las cosas extrañas que pasaban a su alrededor.
Diez años después
Joe's era uno de los peores cafés para reunirse con gente, leer, escribir o simplemente para beber un café. Se encontraba a unas pocas cuadras de la vivaz Tottenham Court Road, pero por una extraña razón –pensaba Billie- los turistas y londinenses parecían evitar el lugar a toda costa y solo unas pocas personas, como obreros, jóvenes borrachos e inmigrantes, frecuentaban el café de vez en cuando.
La dueña del local era Billie O'Flynn, quien había cumplido 50 años el mes pasado. Ella misma era quien preparaba los cafés, sándwiches y pasteles para sus clientes. Su esposo Joe era el propietario original del local, pero él había muerto hace diez años y el café había quedado en las manos de su esposa. Como Billie y Joe nunca tuvieron hijos, ella solía tratar a su única camarera y empleada como la hija que nunca tuvo. Su camarera era una estudiante de secundaria de 17 años llamada Hermione Granger.
Hermione había estado trabajando en Joe's desde que había cumplido 16 y amaba el lugar a pesar que Joe's no fuera más que un café nocturno y gastado, con una ligera capa de grasa en todas sus mesas terminada en fórmica. Su aspecto le hacía recordar a la Taberna de Moe de los Simpson, aunque la señora O'Flynn era mucho más agradable que el mafioso de Moe.
Era precisamente por la fachada vieja, roñosa e impopular que Hermione consideraba que no encontraría mejor lugar en Londres para trabajar: era lo más anti-Elizabeth que existía. Ni siquiera le interesaba si Billie le pagara apenas £20 la semana y se dejara todas las propinas.
Billie había sido como una especie de madre-amiga para Hermione. Había perdido la cuenta de cuantas veces Billie había escuchado sus problemas de típica adolescente y le había ofrecido un hombro donde llorar.
La verdad era que Hermione y su madre se llevaban bien, siempre y cuando las peleas diarias no interfirieran en sus vidas. Hermione adoraba a su madre, y estaba segura que Jane también lo hacía, pero sentía que ella nunca la comprendía de la forma que necesitaba. En cambio, Elizabeth y Jane se comprendían a la perfección: parecía que siempre pensaban por igual y hacían las típicas cosas que las madres e hijas hacen juntas. Hermione solía sentirse terriblemente celosa respecto a la relación que existía entre su hermana y madre, aunque nunca se lo admitiría a nadie. Tal vez esa era la verdadera razón por la que recurría a Billie antes que su propia madre.
Esa noche en particular Joe's se encontraba desierto. Hermione dudaba que algún cliente pisara el local antes que terminara su turno. Desde el exterior podía oír a un borracho gritar a una chica '¿Y bien querida? ¿Quieres un trago? ¡Abandona al pelirrojo y ven con nosotros!'.
Hermione bufó; habían estado gritando estupideces a todas las chicas que se acercaban a Joe's y ya comenzaba a dolerle la cabeza. Con un gesto cansado, se restregó los ojos con la mano que tenía libre y bostezó.
- ¿Estás bien? – escuchó la voz de la señora O'Flynn, quien había aparecido de la parte trasera del local -. Luces más cansada de lo normal esta noche.
Hermione apartó la mirada de su teléfono móvil y suspiró.
- Estoy bien, supongo – respondió distraídamente, volviendo su atención al juego -. Hoy tuve examen de literatura y no me fue como esperaba.
- ¿Hay algo más? – volvió a preguntar Billie, consternada por el semblante de su camarera.
Por supuesto que hay algo más, pensó Hermione, pero ¿cómo explicarle a la señora O'Flynn que sentía un extraño temor a nada en particular, temor por lo que pasaría a continuación? Durante todo el día una presencia había estado acompañándola, fría y oscura. En ningún momento del día se había sentido completamente sola, aunque había evitado a cada uno de sus compañeros de clase que habían intentado acercársele para platicar. Se sentía expuesta al mundo y terriblemente insegura, como si algo le pesara profundamente en su pecho.
- Elliot Bronsdon me ha invitado a su partido de fútbol – dijo finalmente Hermione, deseosa de no seguir siendo la preocupación de Billie -. Mañana jugamos contra Abbey Gate College.
- ¡Oh, eso es fantástico!
Eso hizo sonreír a Hermione, aunque fuese a su pesar.
Elliot Bronsdon era el chico que Hermione había seguido desde que Billie la había contratado. Elliot jugaba de delantero en el equipo del instituto y era el mejor en ese puesto. 'Es lindo', le había contado tímidamente Hermione a Billie una vez, aunque Bellie, conociendo a Hermione mejor que nadie, sabía que la chica se refería a que ese tal Elliot Bronsdon era sexy. Hermione tenía cierta debilidad por los futbolistas, pero no mucha suerte.
La sonrisa en el rostro de Hermione desapareció tan rápido como había aparecido y sus ojos volvieron a la pantalla del aparato con una expresión sombría.
- ¿Es fantástico, no? – dijo dudosamente Billie.
Hermione apartó su mirada de su teléfono móvil nuevamente y asintió lentamente con la cabeza, suspirando.
- ¿Entonces por qué parecieras como si te acabaras de enterar que alguien ha muerto? – preguntó Billie, confundida -. Creí que era el sueño de toda chica que el chico que te ha gustado durante meses te invite a salir.
- No dije sí, pero tampoco no – explicó-. Lizzie nos interrumpió antes que alcanzara a responder.
Hermione estaba internamente agradecida con su hermana; lo único que había deseado en ese momento era desaparecer y encerrarse en su cuarto hasta que se esfumara esa sensación de pesar en su pecho.
- ¡Esa Elizabeth Granger, siempre arruinando tu vida! - Hermione se limitó a encogerse de hombros y sus ojos volvieron a caer en la pantalla del teléfono móvil -. Juro que cuando vea a esa chica voy a-
Pero Hermione nunca se enteraría lo que la señora O'Flynn haría si viera a Elizabeth porque un chico y una chica pelirroja irrumpieron el lugar. Ambos vestían de una manera bastante extraña y parecían un poco fuera de sí. Tomaron asiento en la mesa que daba una perfecta vista de la salida de Joe´s. Hermione sospechó que escapaban de alguien por las miradas que la pelirroja le dirigía a la puerta.
- Cariño, ¿puedes encargarte de esa mesa por favor? – Billie le preguntó, dirigiéndole una mirada comprensiva -. Te prometo que después de estos chicos cerraré el café para que puedas ir a casa a descansar.
Hermione asintió, guardando su teléfono móvil en el bolsillo trasero de sus vaqueros y atándose el delantal de medio cuerpo a la altura de su cintura; luego tomó la libreta de notas y un lápiz y se dirigió a los recién llegados.
- …no digo para que nos quedemos allí, pero sí averiguar lo que está sucediendo – oyó a decir al chico.
- ¡Sabemos lo que está ocurriendo! – le replicó la pelirroja -. Voldemort se ha tomado el Ministerio, ¿qué más necesitamos saber?
Voldemort.
Hermione inmediatamente sintió un escalofrío recorrerle de pies a cabeza y se detuvo en seco. Un par de obreros fornidos entró a Joe's y se sentaron en la mesa de al lado.
- Vale, vale, ¡era sólo una idea! – dijo el pelirrojo resignado; luego miró a Hermione de pies a cabezas y, cruzando los brazos a la altura de su pecho para comunicarle que estaba estorbando, le espetó: -¿qué?
Hermione decidió pensar más tarde en el repentino escalofrío y le dirigió una fría mirada al chico, claramente ofendida.
- Lindo traje – Hermione comentó, indiferente.
- ¿Te estás burlando de mí? – replicó irritado.
- ¡Oh, por supuesto que no! – dijo sarcásticamente -. Es lo que se usa hoy en Londres, ¿no?
La chica que lo acompañaba dio un respingo sin razón aparente y se apresuró a hablar, dejando al pelirrojo con la boca abierta y las orejas coloradas.
- ¡Venimos de una fiesta de disfraces! – dijo de forma demasiado rápido que hizo sospechar a Hermione que algo no andaba bien. Sin embargo, no parecían malas personas -aunque eso no significaba que dejara de creer que el pelirrojo era un patán-, por lo asintió lentamente.
- ¿Y bien?
- ¿Y bien qué? – espetó el chico.
- Si quieren permaneces aquí deben consumir algo – respondió Hermione irritada, moviendo impacientemente el lápiz entre sus dedos; luego notó que la pelirroja le dirigía una mirada nerviosa a la puerta. Sin poder contenerse, preguntó suspicazmente:-¿no estarán escapando de la policía, verdad?
Al ver que ninguno de los chicos respondería suspiró, resignada a que nunca sabría la razón por la que los pelirrojos se comportaban (y se vestían) de forma tan extraña. Rogó a nadie en particular que por favor no fueran prófugos de la justicia y peligrosos.
- ¿Puedo traerles algo para beber?
- No, olvídalo – respondió el chico con enfado -, nos vamos de aquí.
A Hermione ni siquiera le alcanzó el tiempo para suspirar aliviada: el pelirrojo había sido impulsado nuevamente a su asiento cuando hizo un ademán para levantarse, como si una fuerza invisible hubiera tirado de él.
Hermione nunca había estado tan desconcertada en su vida. Bueno, tal vez sí. Pero en ese momento no se le pasó por la cabeza cuando Salvatore Gianetti se había sentado frente a ella en la mesa de la biblioteca para pedirle ayuda con el inglés mientras que todas las chicas que rondaban el lugar le dirigían miradas cargadas de envidia. Incluso los obreros de la mesa de al lado parecían sorprendidos y dispuestos a abandonar Joe's.
- ¿Qué fue-?
- ¡Dos cervezas de mantequilla, por favor! – le interrumpió una desesperada chica pelirroja antes que pudiera continuar. Esto le dejó aún más desconcertada. ¿Cervezas de mantequilla? Tal vez esos chicos eran de otro país, pero no podía ser porque tenían un marcado acento británico.
- Quiero decir, dos cervezas, sólo eso – dijo nuevamente, más segura esta vez.
- Es una cafetería, no un bar por si no te has enterado.
- Esto más bien parece una ratonera – Hermione escuchó murmurar al chico.
Por suerte, Hermione no perdía el temperamento con facilidad. Había aprendido durante su vida que cuando pasaba, cosas extrañas comenzaban a suceder a su alrededor. Sólo bastaba con inspirar profundamente, cerrar los ojos y contar hasta diez.
Cuando abrió los ojos, mucho más calmada, una sonrisa que no pudo haber sido más artificial apareció en su rostro dejando incrédulos a los pelirrojos.
- Pediremos dos cafés – dijo finalmente la chica.
- El mío sin cucarachas, ¿está bien? – se apresuró a decir el patán.
Eso fue el colmo.
- ¡Por Dios! ¿Cuántos años tienes? ¿Seis?
Y sin darle la oportunidad de replicar con uno de sus comentarios inmaduros, abandonó a los pelirrojos y se dirigió a la barra echando humo por las orejas.
- Dos cafés – gruñó a su jefa, ignorando las cejas arqueadas de Billie y restregándose los ojos cansinamente.
- ¿Mal día, eh?
Hermione prefirió no responder.
La tetera avisó que el agua hervía y Billie se volvió para preparar los cafés, echando dos cucharaditas de café instantáneo en cada taza. Hermione había intentado convencer a Billie que adquiriera una cafetera para hacer café de grano, capuchinos y espressos en vez de esa porquería instantánea, pero Billie se negó rotundamente porque 'no genero demasiados ingresos y no puedo darme el gusto de una máquina que no sirve más que para hacer café. ¡Puedo hacer una taza de café con mis propias manos!'.
- Aún sigo pensando que una cafetera no le vendría mal a Joe's – dijo Hermione.
- Hermione, si no te gusta mi café, no te lo bebas. Es a mis clientes a quien debe gustarle.
Hermione suspiró y tomó los dos tazones de café de las manos de Billie.
Pues a tus clientes tampoco les gusta.
- Oh, por cierto – Billie señaló hacia los pelirrojos con el mentón -, se amable con los clientes.
Hermione se sonrojó con expresión aturullada, avergonzada de que su jefa la hubiera percibido su irritabilidad contra el chico pelirrojo. Hermione sonrió de lado y asintió con la cabeza, dirigiéndose a la mesa de los chicos con toda intención de no perder la paciencia por la inmadurez del chico.
-…mientras eso no les cause problemas, aunque deben haber sido arrestados ya.
Hermione depositó los tazones sobre la mesa y se marchó a la de los obreros sin decir ninguna palabra, pero sin antes dirigirle una mirada rencorosa y fría cuando el pelirrojo había dicho que el café estaba asqueroso y quería irse porque no quería beberse esa mugre.
Con los obreros tampoco tuvo suerte. En cuanto se acercó a ellos, el más grande de los dos obreros, que era rubio e inmenso, la apartó para que no estorbara. Ofendida, le dirigió una mirada fulminante al hombre.
Después todo sucedió demasiado rápido.
El chico pelirrojo había empujado a la chica que lo acompañaba hacia debajo de la mesa cuando dos luces, proveniente de los obreros, se estrellaron contra la pared de mosaico, haciéndola añicos justo donde segundos antes había estado la cabeza del pelirrojo. Apenas era consciente de la voz de Billie gritando desesperadamente para llamar su atención, cuando escuchó la voz de un muchacho gritar 'Desmanius' y un rayo de luz roja impactó el rostro del hombre rubio, desplomándose lateralmente, inconsciente. Temblando de pies a cabezas, Hermione vio como el compañero del obrero, incapaz de ver de donde había provenido la luz roja, apuntó al chico pelirrojo con un pedazo de madera alargada. Hermione vio horrorizado como unas brillantes cuerdas salieron de la punta de ésta y ataron al pelirrojo de pies a cabeza. Billie gritó y urgió a Hermione que se moviera del lugar, pero estaba paralizada escuchando los furiosos latidos de su corazón mientras sus apretaba el contorno de la mesa con todas sus fuerzas hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Otra luz roja apareció de la nada hacia el hombre, pero falló, rebotó en la ventana y se dirigió directamente hacia ella. Eso pareció hacerle reaccionar. Gritó cuando el rayo de luz roja impactó contra la mesa, rozando apenas su cabeza cuando intentó esquivarlo. Se cubrió el rostro con los brazos. Cuando la lluvia de cristales y madera dejó de caer, corrió hacia Billie, quien se encontraba en el suelo gritando desesperadamente y con lágrimas en su rostro.
- ¡Tenemos que salir de aquí! – jadeó Hermione, tomando el antebrazo de Billie para ponerla de pie -. ¡Rápido!
- ¡Expulso! – oyó al hombre gritar.
Hermione miró sobre su hombro en el preciso instante en el cual una mesa explotó. La fuerza de la explosión la hizo volar varios metros hacia atrás hasta impactarse contra alguien. Ambos cayeron al piso de madera.
- ¡Hermione! – escuchó a Billie gritar a lo lejos - ¡HERMIONE!
Hermione inmediatamente se puso pie, ignorando el estremecimiento y el peso en su pecho. La persona que se había estrellado con ella gimió por el repentino movimiento.
- ¡Cállate, asquerosa Muggle! – escupió el hombre; luego apuntó con el mismo objeto de antes a Billie -. ¡Avada Kedavra!
- ¡Petrificus Totalus! - gritó la pelirroja desde fuera de su campo de visión y el hombre se desplomó como una estatua con un ruido sordo sobre los restos de loza, mesa y café. Pero era demasiado tarde. Hermione miró con horror como la luz verde del hombre golpeó justo en el pecho a Billie, cayendo al piso de madera junto a la barra, sin vida.
Hermione corrió hacia el cuerpo de Billie y se dejó caer en sus rodillas mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Las luces se apagaron, dejando a oscuras el lugar, pero Hermione en lo único que podía pensar era en el cuerpo sin vida de Billie en sus brazos. No supo cuanto tiempo permaneció en el suelo. Cuando escuchó pasos acercársele y levantó su mirada, los chicos pelirrojos la apuntaban directamente con el mismo objeto con los que los obreros habían estado lanzando luces.
- ¿Qué hacemos con ella? – susurró el chico en la oscuridad.
Paralizada por el miedo, Hermione oyó como una voz que no pertenecía a ninguno de los chicos pelirrojos planeaba borrarle la memoria. Hermione cerró los ojos, intentando controlar los sollozos que deseaban expresarse con toda fuerza. Estaba segura que nunca había temido tanto por su vida.
¡Oh no! Nunca le dije a Lizzie que la quería a pesar que no podía soportar estar en la misma habitación que ella. ¿Y papá? La última vez que lo vi fue hace un mes. ¡Oh, voy a morir sin despedirme de mi familia!
Hermione sofocó un sollozo, aún con los ojos cerrados y apoyando su frente con la de la Billie; su fría mano entre las suyas.
- Nunca he hecho un Encantamiento Desmemorizador – dijo la voz desconocida.
- Yo tampoco – respondieron los chicos derrotados.
Voy a morir, voy a morir, voy a morir. Quiero ir a casa.
- Entonces necesitamos un lugar seguro para escondernos – dijo el chico -, un lugar donde el Ministerio no pueda entrar.
¿Ministerio? ¡Oh, Dios mío!
- Grimmauld Place – susurró el otro chico detrás de ella -, y ella vendrá con nosotros.
Hermione creyó que se desvanecería allí mismo.
- ¿Estás loco, Harry? – exclamó la chica, claramente disgustada -, ¡es una Muggle!
- Lo sé, pero no tenemos opción. Una vez que nos encontremos en Grimmauld Place Lupin podría ayudarnos con el Encantamiento Dememorizador.
- Pero…
- Ginny, ¿qué otra cosa podemos hacer? Es la mejor opción que tenemos. Si lo dices por Snape, él es sólo un mortífago. Si todavía tienen el Rastro sobre mí, tendremos multitudes de ellos sobre nosotros donde quiera que vayamos.
- Tú eres el jefe – dijo el chico pelirrojo -. ¿Ahora qué hacemos?
- Quemaremos el lugar para no levantar sospechas – susurró el chico con autoridad -. Ginny, tú despertarás a Rowle y tú, Ron, a Dolohov. Yo invocaré las llamas; luego nos Apareceremos: Ron, Desaparecerás con Ginny y yo con la chica. A la cuenta de tres, ¿está bien? – hubo una pausa -. Bien, uno… dos… ¡TRES!
- ¡Enervate!
- ¡Incendio!
Cuando Hermione sintió una mano descansar sobre su hombro y las llamas comenzaron a iluminar el lugar, su instinto de sobrevivencia se apoderó de ella. Se volvió hacia su atacante y comenzó a moverse desesperadamente, pateando y lanzando puños por aquí y por allá. No podía ver quien sostenía el agarre en sus muñecas. Vio un rayo de luz verde rozar su cabeza y cuando unos fuertes brazos la rodearon, gritó con todo lo que tenía.
En un abrir y cerrar de ojos, habían desaparecido de Joe's.
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Próximo capítulo: Cuando Harry conoció a Hermione.
