Despertar
Unos tenues y tímidos rayos del astro que daba la bienvenida al nuevo día se escurrían entre las cortinas danzantes, a merced de la ligera brisa matutina que se adentraba por la puerta que daba al reducido balcón que disfrutaba la habitación. Las prolongaciones energéticas incidían justamente en unos ojos cerrados, que el portador cerró con más fuerza pues eran reticentes a saludar a la nueva jornada. Suspiró de mala gana y al fin articuló los párpados, sin embargo debido a las dioptrías que se adueñaban de su vista, precisaba de sus anteojos para enfocar correctamente y contemplar su dormitorio como de costumbre.
El Oficial Headbone fue palpando a su alrededor más allá de su cuerpo, cuando se dio cuenta e que algo sobre su pecho lo presionaba ligeramente. Un tacto suave y blando, carnoso y cálido fue lo que encontró: un brazo femenino que lo asía con cariño. Sobresaltado fue tentando a su alrededor en busca de las gafas perdidas y se topó con un bulto de formas curvadas, suaves y envuelto en las suaves telas que lo abrigaban por la noche. Alarmado por las indagaciones que estaba llevando a cabo a marchas forzadas, buscó con más ahínco los puñeteros cristales que le permitirían averiguar lo que allí ocurría. Alzó su brazo y, enganchadas de forma precaria a la cabecera de la cama, halló los curiosos anteojos. Los asió rápidamente y se los colocó sin titubeo, acomodándolos sobre su nariz.
Al fin su visión se clarificaba, se hacía más concreta y de una calidad envidiable, tal era su defecto oftálmico. Por fin pudo comprobar lo que ocurría: efectivamente una mujer morena lo amarraba por su pecho, acariciándolo juguetona aun en sueños como se encontraba la chica.
- ¿Kuniko…? – habló sorprendido el joven.
No obstante, su sorpresa se tornó en calidez y sosiego pues tenía junto a sí a la mujer que amaba y sonrió para sí, totalmente tranquilo, totalmente ajeno a lo que sentía a su izquierda. Justamente a la siniestra de la cama halló otro "bulto". Giró poco a poco su morena testa para contemplar el cuerpo que custodiaba su zurda. Le dio un vuelco el corazón cuando observó unos cabellos rojizos entre los que asomaba unas pequeñas protuberancias de color óseo revestido por un tejido aterciopelado.
- ¿N-nalya…! – gritó asustado agarrando fuertemente la sábana y tapándose hasta el cuello.
- Mmmh? – gimió adormecida la chica de la 9º y volvió su cara hacia nuestro amigo.
Pero, antes de que la oficial de la kyuubantai pudiera abrir sus ojos carmesíes al nuevo día, el joven salió del cuarto como alma que lleva el diablo. En el pasillo de los dormitorios, jadeando por la carrera, apoyado contra su puerta, Head llevaba la sábana en torno a su cintura escondiendo su bien esculpido cuerpo de shinigami mientras Sayu se paseaba por el lugar camino al dormitorio del teniente Killua.
- Buenas Head – saludó simpática la chica – Menuda la que montasteis anoche, eh?
- B-buenos días… - solucionó rápidamente con una sonrisa quebrada por los nervios, esquivando la pregunta.
Segundos después de eso, se escuchó un pequeño revuelo en el interior de la habitación, una voz a mayor volumen de lo que se considera normal, un grito furioso que sonaba de forma decidida, como una sentencia escrita y lista para ser ratificada:
- ¡HEADBONE!
Y a continuación, el chirriar de la puerta al articularse con el quicio. Era la oficial de la Novena la que salía más malhumorada de lo normal y a medio vestir. Pero solo pudo encontrar una nubecilla del mismo tamaño que Headbone, casi parecía un holograma que se esfumó a los pocos segundos. En ese instante, pasó por el lugar Gaijin que se quedó mirando a la chica de los cuernecillos y no pudo reprimir entornar sus ojos seductores al tiempo que asentía con la cabeza, satisfecho por su vista:
- Va a haber que visitar más a menudo la 9ª.
*CRASH*
Portazo en las narices.
