LA FUERZA DEL MAR

Prólogo

Las calles de Nueva York, se vaciaban lentamente, mientras la nieve caía con el bullicio característico de la ciudad. Los autos iban y venían, las personas igual; pero una en especial, no tiene un rumbo definido.

Después de su jornada en el teatro, el talentoso y prometedor, Terruce Grandchester, camina taciturno entre la multitud. Los demás transeúntes se cubrían presurosos entre sus abrigos, para evitar la gélida brisa que se colaba en el ambiente. A Terry no se le hacía diferente esa época del año, pues ya era algo habitual vestirse abrigadoramente, para evitar a las admiradoras indeseadas. Pero el frío que llevaba en su alma era más crudo que el tempestuoso invierno de Nueva York.

Las luces de las calles acababan de encenderse, y eso ocurrió treinta minutos más pronto de lo normal. Con ello, quedaba claro que el invierno se colaba en la ciudad, alterando el clima y controlando la luz del ambiente.

"Otro invierno. Otro cruel y frío invierno. Cada uno más cruel que el anterior…y el primero que marcó mi vida, fue el que se presentó aquella noche…cuando te vi partir…"

Una larga brisa le dio en el rostro, y hundió sus manos en los bolsillos de su chaleco para cubrirse. Dio un vistazo más a los dos caminos que tenía en frente.

Uno, lo llevaba a una taberna cercana, donde había pasado la mayor parte de su tiempo libre en los últimos dos años. El otro, lo llevaba a su departamento, que ahora le resultaba una cárcel, un lugar de confinamiento donde se hundía en una gran soledad. Suspiró hondamente antes de escoger la ruta que tomaría.

Había escogido regresar a casa. Era viernes por la tarde, pero algo le hizo recapacitar y tomar el camino que ahora seguían sus pasos. La parte cuerda de su razón, le recordó el compromiso que había adquirido, y que mañana puntual tendría que estar en la casa de las Marlowe. Sin embargo, no había desistido de recurrir a esa costumbre de embriagarse, pues guardaba consigo en su casa, varias botellas de licor.

"Allá, nadie me dirá cuando debo parar, cuando debo dejar de beber. Podré embriagarme hasta olvidaro al menos, podré evitar ese recuerdo tuyo…al menos por un rato, podré hacer a un lado mi desdicha, mi desventura, y este maldito deber que me ata a una vida de desgracias e infelicidades…"

Estando ya frente al edificio, subió uno a uno los peldaños de la escalera que lo llevó a la puerta de su departamento. Entró y observó su alrededor: el mismo lugar de siempre, frío y solitario. Se despojó del abrigo y buscó en su estante personal, una de sus botellas extra.

La descorchó sin prisa, y tomando una bocanada se sentó en el gran sillón que destacaba en la sala. Viendo a la nada, se maldecía mentalmente por llevar una vida tan miserable.

"Terrence Grandchester…el gran actor de Broadway, con un futuro prometedor, lleno de juventud…hijo de un noble duque, y una gran actriz…con una herencia suntuosa y un título en legado…comprometido infelizmente con una mujer que muchos quisieran tener…admirado por centenares de damas que le ofrecen sus favores por estar a su lado simplemente un rato… ¿cuántos hombres no quisieran estar en tu lugar?...

Es una lástima, porque yo me convertiría en el más bajo de los mendigos con tal de no llevar esta vida…lujos, fama, dinero, legado, ¿de qué me sirve todo eso cuando no tengo felicidad?, ¿de qué me sirve si no tengo amor?...amor…esa palabra se me fue de las manos, de los labios, de mi vida, hace tanto tiempo…se fue, y se fue para no volver, se fue…con una chica de ojos verdes, con una rubia con rizos dorados como el sol, con una pecosa que tenía la inocencia de una niña, pero el cuerpo de una mujer…"

Sus recuerdos volvían, por ello se aventuró a beber otro trago de esa botella que ya pronto se vaciaría.

"Candy…tarzán pecosa…mona pecas…como quiera que te llamaras, igual eras mi Candy…mi pecosa…mi pequeña pecosa…

¿Por qué, Candy? ¿Por qué decidiste por mí? ¿Por qué yo te dejé decidir por todos? Debí enfrentarte como antes, demostrarte lo que sentía, lo que siento por ti…"

El alcohol no le estaba ayudando, pues su mente seguía lúcida y cuerda. ¿Por qué era tan difícil olvidar su recuerdo? La segunda botella iba a la mitad, pero Terry no tenía planes de detenerse.

"Es inútil que haga esto…aunque beba hasta perder el conocimiento, igual sigues en mi mente…tu recuerdo me persigue, me atormenta, no puedo sacarte de mis pensamientos. Candy…no puedo olvidarte…no puedo olvidar lo que siento por ti. Pensé que olvidaría, que podría dejar atrás este amor, así como tú lo hiciste, pero no…no he podido, y contrario a mi pensar, sólo se ha acrecentado…cada día que pasa te amo más…al grado de parecerme, más allá de lo enfermizo, una locura, pues si te amara más de lo que te amo ahora, me volvería locoloco por ti, por ti, mi amor…"

Terry apresuró el líquido de la botella y así acabó por derrumbarse sobre el diván. Sus ojos se cerraron lentamente, pero ni en ese estado pudo olvidar su rostro.

"Todavía te recuerdo, como si estuvieras frente a mí. Tu aroma a rosas…tus ojos tan verdosos…tu naricita respingada…tus pecas, tus lindas pecas…tus sonrosadas mejillas…y tus labios…tus rojos labios, esos que me provocaron delirios cuando pude probar la miel de tu boca…

La belleza de esas mujeres en nada se compara con la hermosura que tiene tu ser…tu cuerpo…apenas y puedo mantenerme impávido cada vez que tu figura semidesnuda en el festival de mayo viene a mi memoria…ése uniforme si que era bueno para ocultar tus encantos…

Candy…extraño tu voz…quisiera tocar tus manos…si tan solo pudiera besar tus labios, una vez más…"

La imagen de Candy sonriendo, trepada al árbol de la segunda colina de pony, mirándole con ternura y cariño, fue lo último que vio el joven actor esa noche, pues el sueño, le dio al menos el consuelo que en esos momentos necesitaba: la visión de si mismo junto a la rubia, ajenos los dos a cualquier amarga realidad.

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Otro año transcurría, y las cosas seguían iguales para ella. La misma casa, las mismas personas, y el tiempo pasaba lentamente, como si quisiera prolongar su sufrimiento.

Después de aquella reunión en la colina de Pony, Candy siguió con su vida, tratando de hacer que cada día contara en ella. Pero algo en su pasado, le hace imposible ser feliz y continuar en paz con su alma.

Delante de todos, era la misma Candy. Feliz, alegre, fuerte, consolante, todo lo que ella fingía ser, pues estando sola, se dejaba hundir por los recuerdos de su desdichada realidad.

Se había prometido continuar su vida, y ciertamente, de alguna manera, sobrellevaba la pesada carga que llenaba su corazón.

Apoyándose en el respaldar de su cama, leyendo un libro al que ponía poca a tención, se dejó arrastrar por los pensamientos que consumían su alma.

"Dos años…dos largos años han pasado. Éste es el segundo invierno que me recuerda al peor de todos. Aquella noche…la noche de nuestra separación…"

Dos lágrimas corrieron por su rostro, pero ella se encargó de limpiarlas con el dorso de su mano derecha. Le dolía profundamente recordar aquello, pero más le dolía guardarlo dentro de sí, sin poder confesarse a si misma al menos, la realidad de sus sentimientos.

"Terry… ¿por qué fui tan débil?... ¿Por qué me rendí tan fácilmente, sin luchar?...

Es obvio ahora para mí, tus intenciones al hacerme ir a Nueva York…querías hablar conmigo, querías que juntos halláramos una solución, que pudiéramos seguir juntos a pesar de las dificultades…pero no, yo dañé todos tus planes, no te permití actuar y te relegué a un segundo plano, donde ya no tenías opinión ni decisión.

En estos momentos debes estar con ella, haciéndola feliz…tal y como lo prometiste, Terry…dudo mucho que no puedas hacer feliz a una mujer, porque sólo con verte yo era feliz en Escocia, en Inglaterra…ahora todo me es tan claro, siempre fuiste tú. Tú alegrabas mis días, le ponías color a mi vida, y me dabas ánimos para seguir adelante. Me ayudaste tanto en Escocia, y nunca pude agradecerte por ello…al menos, me queda el consuelo de haberte ayudado también."

Más y más tristes recuerdos venían a su mente. Candy tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para reprimir el llanto que trataba de salir de su garganta. Apretó con fuerza los ojos, pero aún así, no puedo contener las lágrimas que corrieron por su rostro. Cada lágrima dolía más que la anterior, pero no quería detenerse; al contrario, quería llorar, quería dejar salir ese sentimiento tan doloroso que llevaba consigo desde aquellos dos largos años.

"Terry…mi amor…me duele tanto esta realidad, donde no estas a mi lado. Quiero saber de ti, Terry…si eres feliz, si te sientes completo, si pudiste olvidarme junto a ella…pero no me atrevo a seguirte los pasos, y sólo sé que te has consagrado como un gran actor…lo sé por la Srita. Pony, pues ella si está al tanto de tu carrera.

Las veces que he ido a Lakewood, y me he encontrado a Elisa, ella me ha insinuado tus amoríos con otras mujeres. ¿Es cierto eso, Terry? ¿Buscas a otras mujeres por diversión? ¿Son ciertas tus aventuras amorosas con ellas? Quiero pensar que no…quiero imaginar que eres un hombre abnegado, dedicado a tu carrera y a tu esposa…aunque me duele saber que estás con ella, me duele todavía más el pensar que puedes buscar a otras, Terry…

"Quisiera verte...al menos una última vez...quisiera escuchar tu voz llamándome, diciéndome pecosa, incitándome a discutir contigo…

Terry…si mi sueño se hiciera realidad, juro ante Dios, que sólo te diría una cosa…Te amo Terruce Grandchester…Te amo y te confesaría mi amor de mil y un formas…lo haría antes Dios, ante el cielo y a las estrellas. Esta vez, no me dejaría ganar por el temor, por los miedos infundados, y tampoco me dejaría engañar por tu carácter huraño, ése que usabas para confundirme, porque ahora lo sé…lo hacías para esconder lo que estabas sintiendo, sin saber que yo te habría consentido mucho más que un beso…

Mi amor, ya nada puedo hacer...estoy condenada a vivir una vida sin ti, a despertar cada día sola, sabiéndote en brazos de otra, con la duda de saber si le correspondes con el corazón…

Esta noche, soñaré contigo…y al menos en mis sueños, serás mío…me entregaré a ti, Terry, tantas veces como tú me lo pidas…al menos allí, en mis delirios y visiones, podré demostrarte todo el amor que siempre voy a guardar para ti…"

El tibio cansancio de una tarde agitada, la hizo recostar la cabeza sobre la almohada. No descansó de sus pensamientos, pues, por el contrario, se dejó llevar por una linda fantasía, donde su eterno amado, le sonreía cálidamente, y la abrazaba sin que ninguno de los dos, se detuviera a pensar en el mañana. Candy cayó rendida esa noche, y sólo el cielo y las estrellas, fueron testigos de su promesa.

Notas finales:

¡Hola a todas y todos! Como lo prometí, ya estoy de vuelta. Hace poco publiqué una nueva mini historia, y al parecer fue bien aceptada (Nadie me corrió, ¡yupi! Jajaja). Es por ello que quise regresar para traerles este otro fic.

Lo sé, es un poco común y triste, pero necesitaba la base de la historia donde la dejamos (con Myzuki), para crear la poco ortodoxa locura que quiero plasmar, jijiji. Ustedes me dicen si les gusta o no con un review, ¿vale?

Avances del próximo Cap:

Candy decide dejar atrás la soledad y el pasado que tanto la agobia usando una solución drástica. Terry empieza a sufrir las consecuencias del camino que se resigno a tomar.

Nos leemos en una semana. ¡Bye!

Karlina