Los monstruos son reales y los fantasmas también.
Viven dentro nuestro, y a veces, ellos ganan.
–Stephen King
Su cara aun parecía la de una niña, con los rasgos algo toscos y la forma redondeada, pero sus ojos vacíos y sin vida la hacían ver aun mayor de lo que era.
Encendió un cigarro y cerró los ojos mientras exhalaba el humo, recordando las veces que jugaba a ser grande. Que estúpida había sido al querer crecer tan rápido, sin saber que al hacerlo, su inocencia y alegría se irían para jamás regresar.
Las paletas habían sido remplazadas por cigarros, los caramelos por pastillas para dormir y su sonrisa se había convertido en una mueca de dolor.
En vez de jugar con muñecas, jugaba con corazones, porque el suyo estaba tan hueco que hacía tiempo había dejado de doler, y lo único que podía sentir era un profundo vacío que estaba segura que nada podría llenar.
–Sakura, ¿Estas bien?–
Llamó su hermana desde el otro lado de la puerta, y se dio cuenta de que su cigarro se había terminado, y el dolor en su garganta le indicaba que otra vez se había puesto a llorar y a gritar como una loca.
Se limpió las lagrimas antes de abrirle la puerta a su hermana Karin, quien sonreía tomada del brazo de su novio
–Si, estoy bien… ¡Sasori! ¿A que se debe la visita?–
A pesar de que odiaba al pelirrojo con toda su alma, tuvo que poner su mejor sonrisa y hacer como que nada pasaba. Ese era su trabajo, tragarse sus sentimientos para no incomodar a su familia.
–Tu hermana y yo vamos a casarnos, ¿No es genial? Quise que fueras la primera en saber–
Aquella noticia le cayó como un balde de agua fría, y tuvo que luchar para no ponerse a llorar y a gritarle a Sasori que era un cabrón por hacerle eso, pero como siempre, se quedó callada.
–Me lo dio anoche, y no puedo esperar para mostrárselo a todos–
Karin se veía mas feliz que nunca, y ¿Quién era ella para destrozar esa felicidad? Sólo había sido la hermanita ingenua que se enamoró de su cuñado.
–¡Que gusto!–
Tomó la mano de la pelirroja y dio un saltito mientras veía la joya y se aguantaba las inmensas ganas de llorar que sentía en ese momento
–Tengo que cambiarme para bajar a la fiesta, pero en unos minutos estoy con ustedes–
Se despidió antes de cerrar la puerta, y recargándose en la superficie de madera recordó aquello que quería olvidar mas que nada:
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La mansión Haruno estaba aparentemente sola, a excepción de una pareja dentro de la habitación de la mas pequeña
–Te amo–
Le había dicho Sasori aquella tarde, haciéndola sentir en el mismísimo cielo; Esto, hasta que recordó que él le pertenecía a su hermana, y lo mas que podía esperar de él eran unos cuantos besos a escondidas
–Si me amas, ¿Por qué no dejas a mi hermana?–
Había dicho la pelirrosa, arrepintiéndose en el instante en que esas palabras salieron de su boca
–Tu sabes que no puedo, mi Cerezo. Te conocí demasiado tarde, pero te prometo que cuando seas mayor de edad, voy a dejar todo por ti, y nos vamos a ir a donde tu quieras, lejos de todos–
Aquella idea de los amantes fugitivos le pareció encantadora, y se imaginó huyendo del mundo entero con él al estilo Bonnie y Clyde.
–¿Enserio lo prometes?–
–Te lo juro, pero antes…–
Sintió los labios de Sasori sobre los suyos, en un beso bastante diferente a los que normalmente se daban, y cuando sus manos subieron por las piernas de ella sin permiso, lo alejó
–N-no creo que esto este bien. Karin salió hace mucho tiempo, y esta a punto de regresar–
–Lo sabía. Todo eso de que me amabas eran mentiras–
–¡No! Quiero hacerlo, pero no estoy lista–
–Karin lo estuvo a tu edad, pensándolo bien, debería quedarme mejor con ella–
La pelirrosa lo tomó del brazo, impidiendo que se levantara
–Esta bien, pero tienes que prometer que algún día estaremos juntos–
Él sonrió, y la acostó en la cama
–Te lo juro. No sabes cuanto te amo–
A cambio de esa promesa vacía que jamás iba a cumplir, ella le entregó todo aquella tarde de verano, sin saber que estaba cometiendo el error que le destrozaría la vida
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–Sakura, ¿Estas lista ya? Los invitados te están esperando–
La voz de su madre la sacó de aquel recuerdo, y rodó los ojos
–No tengo ganas de salir ahora, ¿Por qué no lo convierten en una fiesta de compromiso? Estoy segura de que a esa gente le interesará mucho mas que despedirse de mi–
Después de lo que le parecieron horas de un discurso de su madre sobre la puntualidad y el respeto, decidió cambiarse y bajar un rato a fingir que las visitas le caían bien.
Saludó a varias personas que jamás en su vida había conocido, y aunque toda la gente parecía sincera cuando le deseaba lo mejor en aquella nueva etapa, ella se sentía igual de sola que siempre.
Sus amigos la habían abandonado, y sinceramente no le importaba para nada a su familia. De pronto la casa se sintió fría y vacía, a pesar de que las vecinas chismosas y las amigas de su madre y hermana estaban ahí, encima de ella.
Sintió unas terribles ganas de llorar, pero se mordió el labio inferior y guardó sus lagrimas para cuando nadie la viera, como siempre.
–¡Es bellísmo, Karin!–
Gritó Tayuya, una de las amigas de su hermana, con voz chillona. Las demás respaldaron la opinión de la primera con agudos grititos.
Dejó de ser el centro de atención, y eso le gustó bastante.
Como era de esperarse, después de tan solo diez minutos, su despedida se convirtió en una fiesta para celebrar el compromiso de su hermana, y cuando decidió que nadie la extrañaría, fue de regreso a su habitación, borrando aquella sonrisa que siempre mostraba frente a la gente
–Felicidades, graduada–
Sintió el aliento de Sasori en la nuca, y apretó los puños para no golpearlo ahí mismo
–Lo mismo digo, eres el pendejo mas suertudo que conozco por tener una mujer como mi hermana–
–Aunque no es mi Haruno favorita, al menos no en la cama–
Aquella frase la hizo repudiarlo aun mas, si era posible
–Eres un cerdo Sasori, un maldito cerdo traidor–
–Lo dice la que se acostó con el novio de su hermana. No tienes vergüenza–
–Yo no quería hacerlo, tu me…–
El pelirrojo la empujó contra la pared, y en el momento en que sus labios se encontraron, Sakura le dio un rodillazo en la entrepierna
–¡Perra!–
La muchacha lo tomó del cabello, y le estrelló la cabeza contra la dura pared, haciéndolo gemir de dolor. La adrenalina corría por sus venas, haciéndola sentir mas viva que nunca. Eso de golpear al pelirrojo le gustaba bastante.
–Ya no soy una niña, y ya no te tengo miedo–
En ese momento, al ver lo asustado que se encontraba el pelirrojo, se dio cuenta de que era verdad. Después de tres años de vivir una pesadilla por culpa de él, el miedo había sido reemplazado por un inmenso odio
Le dio un ultimo puñetazo en el estomago, antes de correr a su habitación y encerrarse, sabiendo que nadie se percataría de que ella no estaba en la fiesta.
En esa casa ella nunca había valido nada.
Vio por el ventanal hacia la calle vacía, imaginando que los amigos que solía tener la esperaban afuera. Seguramente estarían en el café de siempre, olvidándose de ella poco a poco.
Sacó la información de su compañera de departamento, Ino Yamanaka, una rubia de ojos azules. Pensó que se veía bastante hueca y tonta, pero intentaría llevarse bien con ella. Sería bonito tener una amiga, para variar.
Comenzó a hacer sus maletas, imaginándose la vida que le esperaba en la gran ciudad de Tokio, lejos de aquella mierda de pueblo, y la basura que eran las personas en él.
Soñando que en aquel lugar encontraría la forma de deshacerse de aquellos fantasmas, errores y miedos que la perseguían, y al fin volver a ser feliz.
