Hola! hace años que no subo nada, pero ya tenía algunas ganas de escribir alguna historia así que aquí está ^^ cuando me dieron las vacaciones me puse manos a la obra, al final decidí subirlo gracias a un mensaje de Mistery-thief :) que me animó, así que gracias ^^ y bueno no se que tal quedó el primer capítulo, así que me gustaría que me dejarais comentarios sobre si seguir escribiendo o no, ya que no se si gustará xD, también acepto críticas constructivas
Se lo dedico a todas las personas que les gusta la pareja de Kaito y Aoko tanto como a mi =D
Los personajes no me pertenecen, son de Gosho Aoyama
Aclarado esto ya podéis disfrutar del primer capítulo, creo que es un poco corto pero bueno ahí lo tenéis ^^
Capítulo 1
La vibración de una campanilla que se dejó escuchar en todo el establecimiento, el cierre de una puerta y el delicioso olor a chocolate recién preparado que no te deja más opción que aspirarlo e irremediablemente quieres probarlo.
Adoro esa sensación y recuerdo con total claridad la primera vez que lo sentí, desde ese momento no dejé de entrar, en cuanto tenía la menor ocasión, en la pastelería que se encontraba en la esquina de mi larga calle.
La primera vez que entré estaba con mi padre, atravesamos esa puerta de cristal que golpeó suavemente la campanilla colgada del techo y entramos en el mismo momento que salía de la trastienda una joven esbelta, con el cabello azabache recogido con una pinza celeste, mismo color de su vestido y por último portaba un delantal de flores.
-Buenos días, ¿qué desean?- pronunciaron sus labios terminando en una enorme sonrisa.
-Buenos días, señorita. Mi hijo y yo veníamos a recoger una tarta para mi mujer- respondió mi padre con su encantadora sonrisa.
-¿La de tres chocolates?
-Exacto
-¿Tiene chocolatinas?- Pregunté con los ojos bien abiertos imaginándome la deliciosa tarta.
-Sí, pequeño, como me encargó tu padre.
-¡Bien!-grité emocionado y dando saltitos. Mi padre comenzó a reírse y me levantó en brazos, luego le entregó el dinero a la joven y ella fue a buscar la tarta.
-Seguro que a mamá le encantará.
-Seguro que sí Kaito.
A mi madre le encantó el pastel, tal y como yo había supuesto, pero a quien realmente le fascinó fue a mí, porque el chocolate es lo que más me gusta y esa tarta estaba deliciosa.
Los fines de semana siempre regresaba a la pastelería, unas veces solo, otras acompañado por mis padres. Ellos se tomaban un café y yo siempre tenía sobre mi plato un pastel de chocolate, daba igual de que tipo que fuese siempre y cuando fuera de chocolate.
La joven era muy simpática y siempre nos recibía con una sonrisa. Ya nos conocía de sobra y siempre que llegábamos me decía : "Mira Kaito hoy he preparado varios pasteles de chocolates para que elijas el que más te apetezca"
Uno de esos días en los que mis padres me encargaron algunos de esos magníficos pasteles, yo acababa de salir de la pastelería cerrando la puerta con cuidado y despidiéndome agitando la mano desde fuera.
Me dirigía a mi casa, muy decidido a no retrasarme porque sino mis padres perderían la paciencia, se preocuparían y acabarían viniendo a buscarme como la última vez. Pero toda la voluntad que había puesto en llegar rápido a casa se desvaneció cuando me fijé que en la plaza que está situada frente a la pastelería, allí se encontraba una niña, más o menos de mi edad, sentada en un banco llorando estruendosamente así que me acerqué a ella.
-¿Estás bien?-pregunté algo preocupado. Como no respondía me situé frente a ella y volví a formular la misma pregunta, pero no conseguí respuesta alguna, así que empecé a hacer algunos sencillos trucos de magia, que mi padre me había enseñado, la niña dejó de llorar centrándose en lo que yo estaba haciendo.
Uno de esos trucos me salió fatal, ya que todavía no lo dominaba muy bien, y la pelotita que había hecho desaparecer se me escapó del bolsillo, provocando una gran carcajada en la niña.
Me quedé paralizado observándola, era adorable y esa sonrisa irradiaba luz. Cuando dejó de reír me miró fijamente con esos preciosos ojos azules que estaban iluminados y me sonrojé apartando rápidamente la mirada. Localicé la pelotita y se la regalé, eran esas pelotas de goma multicolores que botan muy alto y salen de regalo en las maquinitas al echarle dinero.
Ella la retuvo entre sus pequeñas manos y me dio las gracias con una gran sonrisa, cosa que hizo sonrojarme de nuevo.
-¿Cómo te llamas?- me preguntó curiosa.
-Kaito- dije mirando al suelo.
-¿Vienes mucho a la pastelería, verdad?
-Sí- me sorprendí un poco y levanté la cabeza.-¿Cómo lo sabes?
-Pues lo se porque los dueños son mis padres.- la noté un poco sonrojada y miró al suelo.
-Pero yo nunca te he visto.
-Eso es porque siempre estoy detrás del mostrador.-seguía sin mirarme.
-La próxima vez sales a saludarme, ¿vale?- le dije sonriendo, esta vez si me miró y también sonrió.-Vale
-¿Qué te pasaba antes?- le pregunté acordándome de que había estado llorando hace un momento.
-Es que... antes estaban aquí unos niños muy malos, ellos le estaban pegando con unos palos a un pajarito que se había caído de un árbol y creo que se ha muerto-empezó a sorberse los mocos y creí que iba a empezar a llorar otra vez.- intenté que pararan pero me empujaron y acabé en el suelo...-siguió contándome lo ocurrido pero cada vez se le entrecortaba más la voz.- y...y después me tiraron los palos y se fueron corriendo.- ahora sí empezó de nuevo a llorar, no tenía que haberle preguntado, ahora me sentía mal al verla llorar... eso me pasa por curioso.
-Anda, no llores otra vez- intenté tranquilizarla de nuevo pero no paraba, así que me acerqué a ella, le puse mi mano en su hombro y con la otra le levanté el rostro para que me mirara sosteniéndola por el mentón.- a ver ¿quiénes son esos? Que como los vea por aquí se van a enterar de quién soy yo. – al mirarme dejó de llorar y empecé a secarle las lágrimas con mis dedos.- No pasa nada, la próxima vez que esté yo aquí estarás conmigo y no te molestarán más- me sonrojé bastante cuando estuve diciendo eso, me sentí extraño como si tuviera que protegerla y no podía permitir que alguien le hiciese daño. Después de esto murmuró una simple palabra- Gracias- me dijo, ya sin lágrimas, pero muy sincero y sus ojos se iluminaron. -¿Por qué?- pregunté desconcertado. –Por animarme- después de eso ya no sabía que hacer, los dos nos quedamos en silencio, un tiempo, mirándonos, no era de esos silencios incómodos que te pasan cuando estás con alguien que acabas de conocer o cuando ya no tienes algún tema del que hablar con la persona que te acompaña con la cuál no hay mucha confianza, sino que éste sí era cómodo, me sentí bien, a gusto, como si nos conociéramos de toda la vida, era una sensación increíble, no sabría cómo describirla.
-¡Kaito!- escuché a lo lejos, sacándonos del trance, giré la cabeza poco a poco y allí estaba mi padre con una mirada preocupada.-Kaito, estábamos muy preocupados, pensábamos que te había pasado algo.-decía mientras se acercaba.
-Lo siento papá, es que estaba con...- ¡oh! No sabía su nombre, se me había olvidado preguntárselo, me di la vuelta hacia en banco y ella ya no estaba.
-Vamos hijo.
-Si... papá- lo dije lentamente como si acabara de salir de un sueño, cogí los pasteles que deposité con anterioridad en el banco y entonces escuché la puerta de la pastelería abriéndose, levanté la cabeza y allí estaba ella, entrando mientras agitaba el brazo despidiéndose de mí y con una gran sonrisa. – Vamos Kaito- insistió otra vez mi padre, corrí hasta situarme junto a él y volví a echar otro vistazo a la pastelería, pero ya había entrado.
