Mathew sentía que arañaba las paredes. Jamás debió haber aceptado estar encerrado en una habitación con Scott. El escocés se encontraba muy a gusto fumando un cigarrillo, ignorando el hecho de que el rubio prácticamente moría a causa del humo de cigarro, y eso que había una ventana abierta. Quería girarse, salir de esa habitación infestada de humo, irse caminando, olvidar a Scott, y poder salir de allí, para poder respirar aire fresco y medianamente puro. Pero, mierda, no podía. Porque la sola presencia de Kirkland lo hacía quedar retenido allí. ¡Ni siquiera se atrevía a pararse para ir a respirar un poco a la ventana!

— ¿Te molesta? —inquirió el escocés, después de observar el ceño fruncido del norteamericano por un buen rato.

El canadiense no pudo dar ningún tipo de respuesta. Se quedó sin palabras al ver esos penetrantes ojos verdes traspasarlo como si fuera invisible. Como si viera a través de él. Tal como todo el mundo lo solía ver. La diferencia era que el británico sí lo podía ver. Y se encargaba de recordarle que había al menos una persona dispuesto a reconocer su existencia.

Por eso no se iba. Por eso aguantaba aquel suplicio.

Y luego de que el europeo dejara su tabaco de lado para centrarse en él y sólo en él, el rubio se quedó con menos argumentos para irse.

La mirada esmeralda lo hizo estremecerse, y antes de salir de un leve trance, ya tenía los labios ajenos de Scott sobre los suyos. Pudo sentir el inconfundible gusto a tabaco que su novio casi siempre tenía, que, a pesar de odiarlo, muchas veces era camuflado por alguna pastilla de menta. Pero esta vez no había ningún otro sabor que le permitiera ignorar aquél sabor tan desagradable y agradable a la misma vez. Porque lo hacía arrugar la nariz, pero a la misma vez deseaba un poco más.

Pero intentó olvidar todo eso, para poder disfrutar a gusto de la forma en la que Scott lo pegaba a su cuerpo, abrazándolo por la cintura, devorando sus labios con hambre, como si disfrutara mucho más esos besos que el cigarrillo olvidado que se consumía en su mano libre.

De hecho, sí que Scott lo disfrutaba más que el maldito cigarro.

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Sí, volví del más allá para escribir sobre ellos. No dejaría que esta pareja fuera olvidada tan fácilmente :'). Bueno, es jodidamente corto D: Pero tenía que publicarlo. Necesitaba hacerlooo. :D. Creo que el día de hoy acosé demasiado a Matthew. ¡Feliz día de San Valentín!