Las aventuras del tío alacrán

Capítulo I: Reencuentro

By Sweet Viictory


El hombre caminaba a paso firme por las calles de Atenas aquél domingo de otoño. A pesar de ser tempranas horas de la mañana, el vaivén de la gente recobraba la vida de la ciudad. Ver tanto movimiento le traía una alegría indescriptible, pues le daba la impresión, aunque fuera efímeramente, que podía verse tan normal como los demás ciudadanos. Por supuesto que a pesar de su vestimenta casual, compuesta por jeans, una sencilla camisa blanca y chaqueta de cuero negro, su gallardía natural no le permitía pasar desapercibido.

Finalmente concluyó su búsqueda. Alzó su azulada mirada para confirmar el nombre del establecimiento: Cosmos Caffe. Esbozó una sonrisa por la curiosa elección de dicho nombre. Justo al abrir la puerta del establecimiento, un hechizante y delicioso aroma a café le dio la bienvenida. A juzgar por lo atestado del negocio, pensó, al parecer Camus había acertado con su recomendación. El santo de acuario había mencionado lo popular que era el establecimiento; sin embargo, también había sugerido el no perderse de probar su café en su siguiente viaje a Atenas. Y como si hubiera sido una promesa, ahora ahí estaba él, esperando pacientemente en fila para ordenar un espresso.

—¿Milo?

Aquella femenina e interrogante voz lo sacó inmediatamente de su ensimismamiento. Reflexionó en la familiar voz y abrió sus ojos desmesuradamente cuando reparó en quién era. Había pasado algo de tiempo desde su último encuentro, pero aun así jamás olvidaría a esa persona. En el acto giró en redondo para encararla con la sorpresa plasmada en su rostro.

—¡Sabía que era tú! -dijo la joven, evidenciando su alegría en su genuina sonrisa- ¡Qué sorpresa verte!

—¡Mujer! -exclamó jubiloso, abrazándola efusivamente y levantándola con ello un tanto del suelo- ¿Pero qué haces aquí?

—Yo también estoy feliz de verte, Milo. Pero creo que me has tronado los huesos de la espalda. ¿Pues qué voy a estar haciendo? Comprándome mi cafecito matutino, ¿Qué más? -Milo rodó los ojos al cielo por la juguetona respuesta de la joven-

—Me refiero a que haces aquí, de vuelta en Grecia. ¡Yo te imaginaba en algún exótico lugar del mundo!

—Bien dicen que no hay lugar como el hogar

Le respondió en un tono que al de escorpio se le antojó escueto, poco característico de ella. Milo se tomó un segundo para observarla mejor. La dama, quien en su momento se había vuelto una amiga entrañable para el santo, continuaba igual de bella como él la recordaba. Con su belleza sofisticada, natural, y el mismo porte afable. Aunque también se veía notoriamente cansada, e incluso más delgada. Dichos atributos eran inevitablemente resaltados por su vestimenta negra de pies a cabeza, la cual le daba un aire misterioso a la chica. Otro detalle que también le parecía a Milo un tanto fuera de carácter para su amiga.

—¿Cuánto tiempo desde…?

—Tres años -se apresuró a contestar con nostalgia la joven. De pronto el despachador del café interrumpió su charla para preguntar si el de escorpio estaba listo para ordenar-

—Por supuesto. Un segundo, por favor. ¿Qué ha sido de ti? ¡Tenemos mucho de qué hablar! Anda, yo te invito el café. Y también un postrecito porque te veo casi en los huesos ¿Estás comiendo bien? -la joven rodó los ojos al cielo y asintió como si fuera la cosa más obvio del mundo-

-II-

Después de tener sus órdenes, ambos jóvenes tomaron asiento en una de las mesas del lugar para finalmente platicar sobre lo que se habían perdido durante los últimos años. La joven recordó cuanto extrañaba sus conversaciones con el santo de escorpio, pues él siempre irradiaba una energía tremenda, capas de animar hasta al más triste de los individuos. El santo no escatimó en animadamente compartir detalles con ella sobre su vida, recopilando desde las faenas que su deber como santo le acarreaban en el día a día, sus aventuras viajando, y por supuesto sus múltiples conquistas.

—¡Tú no cambias! -espetó carcajeándose la dama-

—¿Qué puedo decirte? Aún no encuentro a la indicada… -respondió casualmente, dándole un sorbo a su exquisito café- Sin embargo, eso no quiere decir que deba privarme de conocer a las no indicadas. Velo meramente con propósitos investigativos -y bajó un tanto sus gafas de sol para dedicarle una mirada pícara, haciéndola reír- ¡Suficiente de mí! Cuéntame, ¿Qué te ha traído de vuelta a Grecia? -La chica se limitó a suspirar cansadamente sin poder esconder un dejo de tristeza en la mirada-

—Es una larga historia…

—Y yo tengo todo el día para escucharla -Milo se recargó más en su silla, como para ponerse más cómodo, alentándola a seguir-

De esa forma su amiga le contó de igual forma de todo aquello que le había ocurrido en los últimos tres años en los que había permanecido fuera de su país. Trabajando, viajando de aquí a allá, conociendo personas, y trabajando más. Luego llegó al momento de su historia que estaba temiéndose llegar. Había disfrutado tanto del encuentro fortuito con el santo que no quería arruinarlo con sus infortunios. Sin embargo, recordó que no únicamente era un guerrero excepcional, pues Milo de escorpio también era un amigo incondicional. A duras penas se atrevió a contarle de sus aventuras en el amor, escandalizando con ello al santo.

—¿¡Te casaste!? -escupió el incrédulo escorpio- ¡Tú…!

—¡Óyeme! ¡Ni que fuera un esperpento!

—¡Si claro, eres todo un esperpento! -mencionó irónico- Vamos, bien sabes que eres hermosa -el elogio del santo desató un leve sonrojo en ella, ese era el Milo que conocía. Sin filtros ni tapujos- Me refiero a que tú siempre te paseaste con ese estandarte de mujer libre, fuerte e independiente. ¡Si hasta jurabas que no ibas a casarte antes de los treinta!

—La vida da muchas vueltas, Milo -soltó sencillamente, encogiéndose de hombros-

—¿Pero cómo? ¿Cuándo? ¡¿Con quién?! ¡Y más importante aún…!

—¿Qué cosa?

—¡Sin invitarme a la boda! -soltó ofendido como si aquello fuera la raíz de su disgusto- ¡Para amigos…! Para tu información yo si pensaba invitarte a la mía.

La manera en que le respingó la nariz, completamente indignado, la hizo reír débilmente. Aunque esto sólo causó que recordara la situación en la que estaba ella.

—Es que la historia no acaba ahí…

Entonces escorpio escuchó el resto, completamente absorto y anonadado en la historia. En efecto, la novedad para él era que su amiga se había casado poco después de su último encuentro. Sin embargo, ella le confesó que debido a la inesperada muerte de su esposo, se había visto obligada regresar a Atenas. No meramente por el hecho de que ahora se veía convertida en una joven viuda, sino porque además tenía la colosal tarea de ser la madre soltera de unas gemelas de casi tres años. Milo juró que prácticamente le había dado un síncope procesando tal tragedia. No pudo evitar sentir empatía por su amiga, pues sólo podía imaginarse el dolor que la embargaba en aquellos momentos. Sin duda alguna ahora tenía sentido su porte cansado y su lúgubre vestimenta. Delicadamente tomó su mano, como si con ello quisiera decirle que no estaba sola, que ahí estaba su amigo para apoyarla.

—Lo siento mucho…

Fue lo único que se atrevió a decirle, sintiéndose algo torpe por su trillada elección de palabras. Le extendió una servilleta con presteza, pues sus ojos marrones estaban atiborrados por las lágrimas que amenazaban con escaparse en cualquier segundo. Milo, intentando reconfortarla, acarició el dorso de la femenina mano. Era devastador atestiguar como su querida amiga, alguien tan jovial y de buen corazón pasaba por una desgracia como la que acababa de compartirle.

—Gracias, y no te preocupes. -ella le sonrió, conmovida- Honestamente no me da mucho tiempo de pensar en su muerte porque me enfoco exclusivamente en el cuidado de las niñas. Regresé a Grecia apenas hace dos semanas, pensando que mi familia me podría ayudar un poco con su cuidado mientras trabajo. Pero la verdad es un tanto difícil, mis padres viajan constantemente.

Milo hasta ese entonces reparó, pues si ella había regresado a Grecia, ¿Sería que alguien además de él conocía de su retorno? Sintió como nunca una vergüenza por el hecho de querer inquirir en ello, sobretodo por lo delicado que se había tornado su conversación. Incluso meditó si preguntarle o no; pero al final, prefirió no quedarse con la duda.

—¿Te has puesto en contacto con…?

—No. -respondió ella tajantemente, como si con ello también quisiera establecer que prefería permanecer en el anonimato-

—Sabes, estoy seguro de que si…

Intentó persuadir Milo a su amiga, como para animarla a compartir de su llegada con la persona a quién escorpio tenía en mente. Sin embargo, al reparar en la severidad de la mirada de su amiga, prefirió guardarse su comentario para después.

—Por el momento no deseo compartir donde me encuentro con personas de mi pasado. Agradecería que respetes mi decisión, Milo. -el santo asintió seriamente, aunque sintiéndose confundido por aquella decisión-

—¿Y cómo estás ahora? -comentó para cambiar de tema- Me preocupa verte tan desgastada. Me imagino que la maternidad no es nada sencilla...

—No te voy a mentir, mis hijas me motivan a continuar y pelear por ellas. Pero hay días en que no veo la luz, Milo. No he dormido bien desde el fallecimiento de mi esposo, te juro que podría quedarme a dormir en una banca en el parque si me fuera posible. Sin mencionar que ha sido sumamente difícil subsidiar a la familia únicamente con mi sueldo -suspiró apesadumbrada- De hecho, estoy en este lio…

—¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? -repentinamente el santo cambió su tono compasivo para adaptar uno más dramático- Es un mundo difícil para una madre soltera. Podríamos casarnos y yo velaría por las tres. ¡Nada les faltaría bajo mi cuidado! Además, creo que ya estoy listo para ser padre.

—¡MILO! -le regañó ella por su juguetona propuesta, sin poder ser muy convincente ya que la ocurrencia de él le hizo reír un poco- Aunque agradezco tu ofrecimiento, no es muy prometedor cuando le es anexada la palabra "creo"

—Al menos lo intenté, eh -y le guiñó coquetamente el ojo-

—La verdad no creo que haya algo que pudieras hacer, pero agradezco tu apoyo.

—Mejor cuéntame, ¿Cuál es ese lío que te preocupa? Quizás sí pueda ayudarte...

—Tengo una conferencia en Estambul en tres días y en verdad nos podría ayudar el dinero que me ofrecen por esa asignatura. El problema es que mis padres no pueden cuidar a las gemelas en ese momento ya que mañana parten de viaje. No tengo a nadie quien pueda ayudarme, así que supongo que tendré que ceder la tarea a alguien más.

Terminó apesadumbrada, echando su cabeza hacia atrás completamente derrotada. En ese momento, el conmovido Milo sintió como si una idea resplandeciera su mente.

—¡¿Qué tal si yo cuido de tus niñas?!

Soltó triunfalmente Milo, prácticamente gritando ¡Eureka! Ante tal sugerencia la joven dama lo miró con escepticismo unos momentos. Pero para toda respuesta, el asintió determinado, lo cual le pareció a la dama divertidísimo. Un santo dorado queriéndola hacer de niñero, ¡Ahora sí lo había visto todo! Sin más reparo, ella comenzó a reírse a carcajada limpia, contagiándosela al voluntarioso escorpio.

—Buena esa Milito -dijo limpiándose las lagrimillas que se le escapaban por reírse con tanto ahínco- No me había reído como hoy en un buen tiempo. Tienes un don para alegrar a las personas, te lo digo.

—No estaba bromeando. Hablo en serio

Y le miró con rostro sepulcral, indignado. Todavía que se ofrecía a ayudar de buena gana a su amiga, esta tenía el descaro de reírse de él en su cara. Como si fuera incapaz de cuidar a dos crías. ¡Total! ¿Qué tan difícil podía ser? pensaba Milo.

—No entiendo tu desconcierto. Tú necesitas la ayuda y yo con gusto puedo hacerlo.

—Milo, pero es que tu no puedes hacer tal cosa ¡Es imposible! -escorpio soltó un grito ahogado-

—No hay nada que no pueda hacer, para que te lo sepas. Soy un santo dorado completamente preparado para proteger a la humanidad, y creo que tus hijas están incluidas en esa categoría. ¿O acaso estás dudando de mis capacidades, por ser hombre? -cuestionó retadoramente- Eso es bastante sexista viniendo de parte de alguien que cree en la igualdad de género y todo eso.

—Un hombre puede cuidar de bebés...

—¿Lo ves? -concordó un sonriente Milo-

—¡Tú no!

—¡Pero tú sí que eres igualada!

—Milo, ¿Has cuidado alguna vez a un niño?

—Eso es completamente irrelevante -aseguró cruzado de brazos-

—¿¡Cómo que irrelevante!? No, definitivamente no. Muchas gracias por tu ofrecimiento, es muy dulce de tu parte el querer ayudarme. No sabes cuanto lo aprecio. Pero en verdad no sabes lo que dices, esto no sólo es cuidar a un bebé y todo lo que esto implica. ¡Sino multiplicar todo ese ajetreo por dos! Y mira que adoro a mis hijas, pero aquí sí se me regresó el karma con todas las travesuras que le armé a mi madre. -Milo negó con la cabeza-

—Insisto, puedo hacerlo. Y tú misma mencionaste que les vendría bien la ayuda. ¿O no?

La joven chasqueó los dientes viéndose atrapada por sus propias palabras. Lo pensó un tanto, no muy convencida. Al fin y al cabo, ella sólo estaría fuera por un día, y ni siquiera un día completo. Aunque también considerando que si en alguien podía confiar la vida de sus hijas ¿Quién mejor si no que un santo dorado? Incluso si este se tratara de Milo de escorpio. Otra cosa hubiera sido si Máscara Mortal fuese quien se ofreciera ¡Ahí sí que sería un no rotundo! Pero estaban hablando de Milo, un caballero ejemplar y valeroso. Se dispuso pues a aceptar su propuesta no sin antes establecer sus estrictas condiciones.

—Muy bien -Milo esbozó una sonrisa victoriosa- Pero antes que nada, debo enseñarte todo lo que necesitarás. Pasaremos a donde mis padres a recoger a las niñas para que las conozcas y aprendas lo que tendrías que hacer en mi ausencia. Ahora, si en algún momento sientes que cambias de opinión…

—No te preocupes, te doy mi palabra de que las protegeré con mi vida. -su amiga suspiró aliviada ante aquello, pero ahí no se acababa el asunto-

—¡Con tu vida Milo! De otra forma me las regresas con siquiera un chipote en la frente... ¡Te juro que no habrás conocido un enemigo más temible que una madre sobreprotectora! -inevitablemente el santo de escorpio tragó saliva-

—¿Algo más? -la dama rio de buena gana ante la ingenuidad del hombre-

—¡Por supuesto que sí! Si esto es sólo el principio. Milo, entiende que tienes prohibido, ¡prohibido! el mencionarle a nadie que me has visto o que me ayudarás en esto. ¡Especialmente a cualquier persona del santuario!

—Pero…

—Lo digo enserio. Si lo haces, y esto ocasiona que me busquen… Me veré obligada a partir de Grecia. -Milo se encogió de hombros, consternado por la resistencia y preocupación de la joven ante la posibilidad de salir del anonimato-

—No hay problema, mantendré esto entre nosotros. No te preocupes. -ella le señaló amenazadoramente- ¡Es una promesa, mujer! Ahora que ya tenemos los puntos sobre las "ies" ¿Será que puedo ver una foto de mis sobrinitas?

Preguntó alegremente el de escorpio como para aligerar la tensión del ambiente. Y también convencerse a sí mismo de que lo que acababa de hacer era por ayudar a una pobre madre en necesidad. Sin embargo, sorprendentemente esa petición pareció únicamente acrecentar la preocupación de su amiga, pues Milo casi podía jurar que hasta se había puesto pálida.

—No tengo fotos en mi teléfono -titubeó sin ser muy convincente-

—¡Ay por favor! Seguro eres de esas mamás que sobrecarga sus redes sociales con las fotos de sus críos

—¡Oye!

Pero el de escorpio le observó retadoramente, arqueando una ceja y sonriendo petulante. Ella rodó los ojos al cielo dándole la razón. Acto seguido, la bella dama procedió a sacar su teléfono, buscar una foto reciente de sus gemelas, y mostrársela al santo que tenía frente a sí. Una vez extendió su mano sobre la mesa, para permitirle ver la fotografía, no pudo contener un leve temblor en sus manos. Milo se percató de ello, considerándolo por demás extraño en su amiga. Tomó el teléfono sin miramientos y observó de buena gana la foto. Para incrementar la ansiedad de la dama, el de escorpio ladeó la cabeza al escrutar la foto, como si tratara de encontrarle sentido a una pintura abstracta. Las preciosas gemelas en la foto le resultaban tremendamente familiar… ¿A quién le recordaban esas pequeñas?

-III-

—Son preciosas, se parecen mucho a su madre -comentó sonriente, regresándole el teléfono a su amiga, quien no pudo evitar más que soltar un suspiro de alivio- ¿Cómo se llaman?

—Gloria y Victoria

—Que adorable, incluso riman sus nombres -Milo dijo burlonamente, aunque de haber sabido lo siguiente, nunca hubiera dicho nada-

—El nombre fue idea de mi difunto esposo

—¡Perdón! ¡No quise…! -"trágame tierra," era lo único que podía pensar el abochornado santo de escorpio. Pero su amiga meneó la mano como restándole importancia-

—Descuida, yo pensé lo mismo en cierto punto. Pero es un tributo a su padre.

—¿Estás segura que no quieres que le mencione a nadie del santuario de tu regreso?

—¡Que no, Milo! -refutó ella, evidenciando su frustración-

—Está bien, lo tengo entendido. -y continuó como no queriendo la cosa- Sólo iba a mencionar que Kanon estaría más que gustoso de proponerte matrimonio, más aun sabiendo que tienes gemelas. Sí sabías que siempre le atrajiste, ¿cierto? Aunque evidentemente él no iba a hacer nada por…

—¡Ya basta, Milo! -le detuvo inmediatamente, casi lograban terminar una conversación sin tener que mencionar aquél temido nombre. Sin embargo, si continuaban así, inevitablemente él saldría a la conversación. Decidió acabar con esa posibilidad por el momento- ¿Sabes qué? Lo que debemos hacer es ir a a recoger a las gemelas y darte un curso intensivo de todo lo que tienes que aprender. ¿Está listo para la tarea, Milo de escorpio?

—¡Andando! -apremió risueñamente el santo-

Y con ello la joven tomó del brazo al caballero dorado de escorpio, llevándolo dispuestamente a aprender todo lo que le fuera posible sobre cómo cuidar propiamente de un infante. Ella a pesar de sus dudas sobre dejarlo bajo la supervisión de sus hijas, estaba inmensamente agradecida con su amigo. Pues como había dicho, sí que estaban viéndose bajo dificultades financieras. Le daría un intento de buena fe a Milo. Al fin y al cabo, ya le había advertido que de ocurrirle algo a sus gemelas, ¡Ni el mismo Hades proporcionaría el infierno que ella desataría para cobrar venganza!

Por su parte, Milo estaba demasiado confiado, feliz de poder auxiliar a una querida amiga en necesidad. Y aunque ella le había puesto firmes expectativas, creía que lo más desafiante de la nueva misión anteponiéndose ante él, sería el pedir autorización del patriarca para ausentarse del santuario sin llamar la atención de sus colegas. Poco sabía Milo de la aventura que le esperaba cuando cuidara a aquel par de mini-demonios de Tasmania.

Continuará...


Saludos lectores! Aquí tienen a su humilde servidora con un doble chispazo de inspiración. Este fic corto se me ocurrió hoy mísmo, y vendría a ser un tipo spin-off con un proyecto que tengo a futuro. Será que Milo puede con la tarea y hasta termina haciéndola de papá soltero? En el siguiente capítulo lo descubriremos! Qué tal les pareció el principio de nuestra historia? Les prometo que aunque tuvo sus momentos tristones, esta es una historia de humor. Espero que no les haya molestado el hecho de que no revelé la identidad de la amiga del escorpión. Pero sí dejé una que otra pista para quienes me han leído desde... uf! el año de la canica, puedan hacer sus deducciones. Igual esta historia se va a enfocar exclusivamente en las aventuras que se le van a presentar al buen amigo de Milo.

Muchísimas gracias por leer!