La botella de vino estaba medio llena; el libro a medio leer, abandonado sobre la mesa y la tele apagada y muerta. Lisa Cuddy miraba melancólica las llamas anaranjadas de la chimenea, viendo a través de ellas. Lo había intentado todo, quería ser madre con todas sus fuerzas y el destino se empeñaba en negárselo. Quizá había agotado su suerte en la vida después de tener una de las carreras más brillantes dentro de la administración médica, como si la vida le dijera que pudo elegir y ya no había vuelta atrás. Cuando era joven tuvo la oportunidad de formar una familia y tener hijos, pero era ambiciosa, una familia sólo serviría de lastre y ella quería brillar, ser la mejor entre las mejores y no sufrió ni un segundo por abandonar el sueño americano. Ahora, años después se cuestionaba su decisión, estuvo con un hombre el tiempo suficiente como para casarse y tener hijos, pero cuando él pidió su mano se negó, su trabajo era lo más importante. Si ahora pudiera volver atrás habría aceptado, tendría uno o dos pequeños y sería feliz.
Ya era tarde, tenía cerca de 40 años y su tiempo para ser madre se había acabado, lo había intentado todo, acostarse con hombres sin protección, arriesgándose a contraer una enfermedad sólo para poder tener un hijo, aunque tras la segunda experiencia abandonó, aquel no era el modo. Intentó la inseminación artificial, tampoco consiguió que su óvulo quedara inseminado, por último intentó la fecundación in vitro, el único óvulo fecundado que su cuerpo aceptó fue desechado al poco tiempo. Estaba desesperada, hacía un par de días que había ido a la última cita con el ginecólogo y le había dado una nefasta noticia: no estaba embarazada. El doctor había insistido en seguir intentándolo, el problema de Lisa ya no era el dinero, daría su fortuna por un hijo, pero ser madre no era su destino, así se había evidenciado. Estaba a punto de desechar la idea, de no volver a pensar en un bebé, en el embarazo ni en los niños pero aquella semana una drogadicta a punto de dar a luz llegó a urgencias con sobre dosis, nada pudieron hacer por la madre. El pequeño sufrió, tuvieron que esmerarse para que el pequeño no muriera, muchas drogas dentro de un ser tan pequeño, Lisa no pudo apartarse del niño en ningún momento, deseaba demasiado llevárselo con ella y no volver la vista atrás.
Pero Lisa Cuddy tenía un sentido de la responsabilidad demasiado grande, no podía hacer las cosas mal así que se vio obligada a llamar a los familiares del niño, intentó por todos los medios hacerlos desistir, les explicó todas las vías alternativas pensando ya en la llamada de la mañana siguiente a una abogada experta en adopciones para quedarse con el bebé pero la familia quiso hacerse cargo de él bajo cualquier circunstancia y ella tuvo que ver con el corazón roto como lo más cercano a un hijo que podía tener se marchaba. Esa noche era para llorar, quería drenar todos sus sentimientos aquella noche, ya no más, no más pruebas, ni inseminaciones, jamás sería madre.
Cuanto más alcohol consumía más nítida se hacía la escena que no dejaba de revivir, House diciéndole que jamás sería una buena madre, quizá aquello era una señal, un mensaje del cielo para que se rindiera. No había dejado de soñar con bebés y niños pequeños que la torturaban por no ser una buena madre, se burlaban de ella porque ni siquiera podía quedarse embarazada cuando para millones de mujeres era lo más sencillo del mundo.
Gregory House nunca se distinguió por hacer daño a la ligera, hería a las personas siempre con un fin concreto, siempre con el objetivo de un fin pero aquel día fue cruel porque podía, porque sabía cómo dañar en lo más profundo a Lisa Cuddy, porque le dolía la pierna y quería que a ella le doliera algo tanto como a él y así no ser desgraciado él solo. Wilson diría que estaba arrepentido pero él jamás lo admitiría, ni siquiera le gustaba pensar en aquel momento, fue cruel con la única persona, aparte de Wilson, a la que podía recurrir y supo en cuanto terminó aquella frase que había roto algo dentro de Cuddy, algo delicado y profundo. Había estado observándola desde aquel día, viendo hasta qué niveles había roto a su jefa, Cuddy andaba decaída, apenas hablaba con nadie y poca resistencia observaba cuando irrumpía en su despacho para pedir algo, intentaba ser fuerte delante suya, hacer como si nada hubiera pasado, pero había pasado y House veía en la mirada de Cuddy dolor por mucha fuerza de voluntad que pusiera en hacer ver frente a él que no había conseguido dañarla.
La había visto más de una vez en la zona de neonatos observando a los pequeños con anhelo y dolor, siempre se marchaba limpiándose las lágrimas. House podía ser muchas cosas, pero no era inhumano, ni cruel, en el fondo sabía que no había obrado mal pero no sabía solucionarlo así que se dedicaba a velar por ella en las sombras. Aquel día la vio más decaída de lo normal, tenía ojeras que intentaba sin éxito disimular con maquillaje y se fue pronto a casa, Lisa Cuddy nunca se iba pronto a casa. Cuando cogió la moto acabó conduciendo en dirección a casa de su jefa, sin saber bien por qué, al llegar frente a su puerta pretendía observar unos minutos e irse a casa sin ser visto. Algo en el ambiente le impidió hacerlo, todas las luces de la casa estaban apagadas y sólo se vislumbraba la luz del fuego de la chimenea. Por una vez siguió un impulso, avanzó hacia la puerta, sin saber qué iba a decir al llegar pero sabía que debía hacerlo, llamó con el bastón y en cuanto notó que la puerta se habría abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero cualquier sonido quedó mudo en su garganta.
Frente a él se encontraba una mujer, aunque no podía decir que fuera Lisa Cuddy, el pelo lucía más apagado y los rizos caían desganados alrededor de su cara; las ojeras, antes disimuladas, destacaban por su color malva y su hinchazón evidente y la cara lucía pálida, bañada en lágrimas. Jamás hubiera pensado en encontrarla en aquel estado, la esperaba triste pero no derrotada y con la mirada perdida. Cuando Cuddy abrió ni se molestó en adecentarse, no tenía más fuerzas para fingir que todo iba bien, ni siquiera mostró sorpresa al encontrar frente a sí a Gregory House. El alcohol había hecho mella en ella, la botella de vino blanco vacía atestiguaba el estado de la mujer, no pensaba con claridad, eso estaba claro. Se quedó unos segundos mirando al hombre frente a ella, no esperaba que dijera nada en realidad así que se quedó esperando pasivamente a que pasara algo. House no estaba seguro de nada, su parte racional le reclamaba que se fuera de allí, nada podía hacer por ella pero cuando la mujer notó el movimiento de retroceso del hombre entró en pánico. La imagen de una noche solitaria dando vueltas en la cama mientras sus demonios la atormentaban aterrorizó a Lisa Cuddy, no quería pasar la noche sola.
Cuando notó los labios de su jefa por un segundo pensó que había tomado demasiada vicodina pero reaccionó a tiempo para que ella no pensara que rechazaba el contacto, House no era un hombre recatado, si una mujer tan sexy y atrayente con la que compartía una tensión sexual adictiva lo besaba no iba a echarse atrás, por mucho vino que hubiera tomado ella o por muy dolida que estuviese. Agarró a la mujer de la cintura y la presionó para que comprendiera que quería entrar, ella lo acompañó dentro, sin dejar de besarlo. Le quitó la chaqueta húmeda y lo abrazó por el torso, era demasiado alto como para hacerlo de otra manera, él la sujetó por la cintura contento al ver que no llevaba sujetador, la llevó hasta la pared más cercana y comenzó a besarle el cuello, los gemidos de ambos subieron de tono, el calor subía y la excitación se notaba en el cuerpo de ambos, pronto sobró la ropa y los dos se internaron en la habitación de ella.
Tanto deseo y necesidad de contacto hizo que ambos disfrutaran como nunca de la noche, tuvieron sexo dos veces y durmieron como hacía años que no lo hacía, descansados y a gusto. House disfrutaba de la compañía de prostitutas al menos una vez en semana pero no se acostaba con ellas porque quisiera acostarse con ellas sino que lo hacía por aliviar una necesidad, sin sentimientos y sin pasión, nada comparable a lo que había compartido esa noche. Deseaba a Cuddy, desde hacía años, la tensión sexual y la química entre ellos era más que evidente además del cuerpo escultural y el bello rostro de la mujer hacía que aquello fuera distinto, anhelaba tocar la piel de ella y anhelaba que tocara la suya, no porque le pagara bien sino porque lo deseaba igual que él la deseaba a ella. Se sentía bien, deseado como no se sentía desde Stacy. Cuddy llevaba meses sin estar con un hombre, no tenía tiempo ni ganas de estar con cualquiera que buscara un polvo fácil, no es que esperara tener una relación formal con House después de eso, ni mucho menos, pero al menos tenía la seguridad de que él la deseaba desde hace tiempo y no sería sincera si no dijera que más de una vez soñó con acostarse con ese hombre de ojos magnéticos y atractivo natural.
A la mañana siguiente House se despertó desorientado, él dormía con almohada no con cojines, tardó unos segundos en descifrar que tanta luz no aparecía por arte de magia, aquella no era su habitación. Recordó la noche anterior y una sombra de sonrisa asomó aunque le daba miedo volverse, ¿Qué le diría? Había sido la mejor noche de los últimos 5 años pero no quería que aquello derivara en una conversación sobre sentimientos. Al final se movió un poco agradecido al notar que estaba solo en la cama, tampoco escuchaba sonido en el resto de la casa por lo que dedujo que Cuddy se había marchado al hospital. Cuando fue al baño encontró un post-it en el espejo del baño "Te he dejado el desayuno preparado. No llegues tarde. LC." Lo que no sabía House era cuánto le había costado a Lisa escribir aquello. Fue a la cocina y encontró café templado junto a una amplia selección de dulces y un plato de huevos y bacon. Desayunó con ganas después del ejercicio nocturno, se tomó la vicodina y salió hacia el trabajo.
No hablaron en todo el día, House llegó tarde y se fue temprano y Cuddy estuvo ocupada con una reunión de presupuesto, tampoco hubieran sabido que decirse. Cuddy estaba resuelta a olvidar lo ocurrido, ella estaba vulnerable y había sucumbido, no por nada House era su debilidad. Pero al encontrarse sola esa noche con el olor de Greg aún en las sábanas se sintió terriblemente sola, sabía que estaba a punto de cometer una locura pero no pudo resistir el impulso cogió el coche y condujo rumbo a su perdición. House no esperaba ver a Cuddy una temporada, esperaba que la mujer lo evitara para luego volver a la normalidad por lo que su sorpresa fue mayúscula al encontrarse al fruto prohibido en su puerta, no hizo preguntas cuando ella se abalanzó sobre él, ni cuando empezó a desnudarlo, le importaban bien poco los motivos, si Lisa Cuddy reclamaba su cuerpo eso es lo que tendría. Pasaron otra noche juntos esta vez más sosegada tomándose tiempo en conocerse. Aquella noche se durmieron antes y Cuddy tuvo el valor de abrazarlo mientras dormía, al menos no apartó el brazo.
También fue Cuddy la primera en levantarse, jamás llegaba tarde. Le costó hacer el desayuno por el desorden de House en la cocina pero al final lo dejó todo listo antes de marcharse permitiéndose echarle una última mirada antes de irse. Tampoco aquel día se vieron, Greg tenía un caso y Lisa pocas ganas de hablar, no volvieron a encontrarse hasta el sábado cuando House apareció algo borracho reclamando que no hubiera aparecido más por su casa. A la mañana siguiente Cuddy estuvo tentada de desaparecer hasta que estuviera segura de que él no estaría pero era hora de dejar de comportarse como adolescentes y enfrentar las cosas.
Greg esperaba que ella no estuviera y poder irse sin dejar rastro pero era domingo y Lisa no tenía nada que hacer, se giró y se encontró con unos ojos observándolo, Lisa supo leer perfectamente su expresión: no sabía qué hacer ni qué decir. Sonrió coquetamente para aliviar la tensión y le agradeció la noche pasada, y las otras, le dejó claro, para descanso del doctor, que aquello era sólo sexo y no pretendía pedirle nada más. Aprovecharon el día con nuevas travesuras y pararon para comer algo precocinado, la conversación la llevó Cuddy sin mucho entusiasmo de su compañero, hacia el atardecer el médico se despidió algo incómodo, no sabía si decir "hasta luego" o "adiós" así que Cuddy tomó las riendas, le dio un beso en la mejilla y le dijo que ya se verían.
Lisa no estaba nada segura de aquello, sabía que sentía algo por Greg desde hacía años y estaba jugando con fuego pero estaba dispuesta a quemarse por obtener su placer y compañía. En las semanas siguientes tuvieron algunos encuentros más, uno llegaba, tenían sexo y dormían juntos hasta que Lisa se marchaba temprano siempre tras dejarle el desayuno listo. Un día Cuddy entró en el baño algo nerviosa con un test de embarazo en las manos, ¿No era posible, verdad? Tras esperar el tiempo indicado no estaba segura de querer mirarlo pero al final lo hizo para encontrarse un positivo mirándola. No pudo contener las lágrimas de alegría pero quiso asegurarse antes de hacerse más ilusiones y llamó al técnico de laboratorio más discreto para analizar su sangre, un par de horas después tenía ante sí una analítica con un único resultado: estaba embarazada.
Tras el subidón de alegría la realidad la golpeó en la cara: el bebé era de Greg House. El peso de la responsabilidad cayó sobre sus hombros, sabía que tenía que decírselo no iba a ser de esas mujeres que ocultaban un hijo de su padre. Además, era su jefa y pronto notaría la barriga. Llamó al médico a su despacho al final del día con un nudo en la garganta que le impedía tragar, si House le decía que no quería que tuviera el niño las cosas se complicarían mucho sobre todo porque ella pensaba tenerlo pasara lo que pasara. El médico entró en el despacho sin saber qué esperarse, no había pasado las horas de consulta pero Cuddy ya no le molestaba con eso. Se le pasó la fugaz idea de que quisiera tener relaciones en su despacho y se excitó un poco al pensarlo.
- ¿Para qué me has llamado?
- House, quiero que te sientes, esto es serio – el médico se sentó cómodamente en los sofás de la sala intentando descifrar el asunto.
- No quiero que me interrumpas, ¿entiendes?
- Me entretendré mirando ese escote – Le guiñó el ojo provocativo pero no encontró respuesta en ella.
- Estoy embarazada… De ti. – La réplica no tuvo lugar, la expresión del médico pasó de la incredulidad al pánico en segundos – Sé que tendrás que pensar en esto y decidir si quieres que me lo quede o no…
- No mujer, te ha costado mucho meter un bichito ahí dentro, deja que juegue con tu útero un poco más.
Cuddy jamás pensó en una respuesta semejante dado la seriedad del asunto pero al fin y al cabo era House. Greg salió cojeando lo más rápido que pudo del hospital se subió en la moto y condujo hasta las afueras de la ciudad, nunca pensó encontrarse en una situación semejante. Era muy responsable con su sexualidad, siempre usaba condón y cuando estuvo con Stacy ella tomaba la píldora pero las primeras veces fueron tan inesperadas que no recordó protegerse y a eso había que añadir el hecho de que Cuddy se había sometido a un tratamiento de fertilidad dejando poco espacio al error. No quería hijos, nunca los había querido, ni siquiera había pensado en esa posibilidad y ahora había dejado a una mujer embarazada; no sólo a una mujer, a su jefa, a Lisa Cuddy. Le gustaba como estaban las cosas entre ellos incluso se planteó la posibilidad de invitarla a cenar un día de estos y ahora le decía que estaba embarazada.
Cuddy no cabía en sí de alegría, iba a tener un hijo. Por fin su sueño de tener un bebé entre sus brazos se haría realidad, no le importaba que el padre no quisiera hacerse cargo de él se había hecho a la idea de ser madre soltera hace mucho pero no pensaba quitarle la posibilidad a Greg de formar parte de la vida del niño… o niña. El sexo le daba igual, sólo quería acunarlo entre sus brazos, los nueve meses siguientes serían muy largos. Tumbada en la cama se puso a pensar cómo sería, ¿Tendría sus ojos o los de Greg? ¿A quién se parecería más? ¿Cómo serían sus manos? No dejaba de probar diferentes combinaciones aunque todas le parecían maravillosas, la ausencia de un cuerpo caliente no la notó tanto aquella noche.
Cuddy concertó una cita con el mejor ginecólogo del hospital, no estaba dispuesta a perder otro niño, le prescribió fármacos para afianzar el feto y le dijo que todo iba bien. House no aparecía, lo que la preocupaba, pero sabía que necesitaba estar sólo para asimilar la noticia. Necesitaba aclarar unas cosas con él por lo que al salir del hospital fue a su casa sin muchas esperanzas de encontrarlo pero cuando estaba a punto de irse abrió la puerta.
- Hola… - Parecía incómodo, no se lo reprochaba.- Pasa.
Para su sorpresa olía deliciosamente bien y se le abrió el apetito, apenas había comido de los nervios. House percibió la curiosidad de su acompañante y se vio forzado a decir algo.
- Son raviolis con salsa de setas, ¿Quieres?
- Es mi plato favorito.
- Lo sé.
Greg no confesaría que lo había cocinado pensando en ella con la intención de dejar un tupper en la puerta e irse. Le sirvió un plato y se sentó a su lado a verla comer. Cuando su hambre estuvo saciada no había ninguna excusa para no decir lo que había venido a decir.
- Mira, Greg, sé que esto no es lo que querías, no voy a obligarte a que te hagas cargo de nada, sólo creí que debías saberlo. No espero nada de ti, puedes estar tranquilo, no te negaré el sitio que te corresponde si lo deseas pero sé que nunca has querido hijos. Ni siquiera tiene que aparecer tu nombre en la partida de nacimiento.
- Está bien, puedes hacer lo que quieras – En su garganta murieron las palabras que de verdad quería decir: ¿Volvería a su lado para compartir las noches?
- Nuestra relación jefe-empleado seguirá como siempre y nadie sabrá que eres el padre, te lo prometo.
House sólo asintió con la cabeza, ella esperó deseando que él dijera algo más, pero no lo hizo. Se marchó mientras se secaba una lágrima, era estúpida por pensar que él le diría que la quería y quería tener ese hijo con ella pero nunca dejó de ser una mujer romántica. Greg cerró la puerta de un golpe, no sabía muy bien por qué. No había nada que impidiera que siguieran acostándose pero no era tan cruel como para pedírselo, él sabía lo que ella sentía por él o al menos lo sospechaba y no podía seguir con eso después de lo de aquella noche. Vio los ojos brillantes de felicidad de Lisa cuando le contó lo del embarazo, no habría podido pedirle que abortara aunque quisiera, nunca supo frustrar los sueños de Cuddy.
Quería que volviera, sólo sabía eso con certeza. Hacía tres meses que no habían vuelto a verse al menos fuera del horario de oficina, el embarazo avanzaba perfectamente y Cuddy lucía más radiante que nunca, House no podía estar cerca de ella sin pensar en lo guapa que estaba y en lo sexy que le hacía la barriga incipiente. Por el contario el humor de House empeoró, tomaba más vicodina y rehuía a todo el mundo, no pudo rehuir a Wilson una noche en la que no paraba de hablar de lo feliz que estaba por su amiga y su feliz embarazo y cuando Greg cogió sus cosas para marcharse estalló.
- Mira, House, no sé qué coño te pasa pero últimamente estás siendo muy cabrón, incuso para ti. ¿No soportas ver a otros ser felices? Cuddy ha cumplido su sueño de ser madre y tú sólo la evitas y tratas a todo el mundo como si fueran culpables de tu desdicha. Si no eres capaz de aceptar la alegría de alguien que siempre ha estado a tu lado eres peor de lo que creía.
- El feto es mío.
Con esas palabras consiguió su objetivo: Wilson no lo siguió hasta la salida ni hizo el menor ademán de hablar, se quedó paralizado mirando a su amigo esperando que le dijera que aquello era una broma. En cuanto reaccionó fue corriendo a casa de su amiga a confirmar la noticia.
Cuddy decidió atajar el problema, House estaba insoportable incluso para tratarse de él y parecía querer estirar el límite de todo y todos cuanto le rodeaban, Wilson se mostraba comprensivo pero su equipo no y se quejó repetidas veces a Cuddy. Encontró a House sentado en el sillón verde de su despacho dándole vueltas a la pelota, la miró al entrar pero no hizo ningún ademán de saludo. Ella se sentó en el posapies y lo miró, esperando que él la mirara, cuando por fin lo hizo se encontró con una sonrisa brillante y los ojos llenos de ternura.
- Son dos, no te lo había dicho hasta ahora, pero son dos. Mellizos – él levantó la vista, escrutandola y buscando una razón para que le dijera aquello, habían acordado no hablar del tema. – Sé que te prometí no decirte nada pero no he podido evitarlo.
Se notaba el orgullo de madre primeriza en la voz de Lisa Cuddy.
- Aquí está la ecografía, puedes hacer lo que quieras con ella.
Dejó un sobre cerrado sobre la mesa sabiendo que seguramente acabaría en la basura pero no le importaba, no iba a tener un hijo sino dos. Dos preciosos bebés. House no paraba de darle vueltas al sobre, lo había doblado y tirado pero luego lo había recogido para llevarlo a casa donde llevaba dándole vueltas unas horas. No sabía por qué había recogido el sobre pero se decidió: si lo había hecho era porque quería ver su contenido. Reconoció las formas blancas en el papel negro, dos figuras casi fantasmales aparecían en ellas pero su cerebro de médico reconoció al instante las partes del feto y lo más importante: el sexo. Eran un niño y una niña, Cuddy quería un bebé y ahora tenía dos, uno de cada sexo, debía estar rebosante de alegría. Aquella noche las pesadillas y el dolor lo llevaron al delirio, no fue a trabajar y se pasó el día tomando vicodinas y emborrachándose, cuando se convenció de que aquella noche tampoco dormiría salió de casa.
Cuddy se estaba bañando aprovechando para relajarse y masajear su pequeña barriga incipiente y hablándole a sus hijos. Cuando la puerta sonó estuvo tentada de no abrir pero quizá fuera algo importante, se puso la bata y abrió, al otro lado de la puerta estaba Gregory House. Apestaba a alcohol y su cara demacrada evidenció la falta de sueño de los últimos días.
- Necesito dormir.
Cuddy lo comprendió al instante, era su forma de decirle que quería pasar la noche con ella y lo más cercano a que aquel hombre aceptara que la necesitaba. La cojera de Greg era más pronunciada como si el dolor le pesara.
- Antes tienes que ducharte, no pienso dormir con ese olor a alcohol y que lo respiren los niños.
Le indicó dónde estaba la ducha y se tumbó en la cama a leer un libro, no pretendía pasar otra noche de sexo salvaje. Greg salió de la ducha con el pelo húmedo vestido sólo con ropa interior, Cuddy le dejó su espacio para no incomodarle y no levantó la vista del libro. Se tumbó a su lado sin saber muy bien que hacer, el cansancio acumulado le pesaba y encontrarse con otro calor entre las sábanas lo avivó. Cuddy pretendía seguir leyendo hasta que él se durmiera pero notó un roce y luego que le levantaban la camiseta del pijama, estaba a punto de echarle la bronca y dejarle claro que sólo iban a dormir pero entonces notó un leve peso en la barriga, miró por debajo del libro y vio la coronilla de House sobre la barriga. Intentó no llorar pero un par de lágrimas traidoras se resbalaron por su rostro, no se hacía ilusiones pero ese pequeño gesto le sirvió.
- Quiero que mi nombre aparezca – murmuró House al comprobar que Cuddy estaba despierta y seguramente llorando.
No era fácil para él decir aquello, se estaba comprometiendo a ser parte (Aunque sólo fuera en el papel) de la vida de dos personas y no estaba nada seguro de poder cumplir las aspiraciones que eso conllevaba pero desde que vio la ecografía sintió la necesidad primitiva de reconocer a su estirpe, aún ni siquiera había decidido si quería que llevaran sus apellidos. Al final Cuddy se quedó dormida con el libro entre las manos, él lo dejó sobre la mesa de noche y se volvió a dormir con la esperanza de un sueño reparador.
