Hola a todos. Quiero agradecer a todas las lectoras que han estado siguiendo mis historias. Son un gran motor para seguir escribiendo, sobre todo en momentos difíciles. Esta historia es una historia que surgió de una montaña de ideas que han ido tomando forma. Ultimamente mi cabeza imagina mucho y muchas cosas y pienso que debo materializarlo, esto es una terapia para mi y quisiera compartir el resultado de esta terapia con ustedes. Les entrego el primer capítulo de esta historia que ustedes juzgarán si continua.

Aclaro que los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sólo los tomo prestados para construir una historia con fines de entretenimiento.


Los pequeños instantes entre el ocaso y la aurora


Capítulo I


-¡Policia, Policia!

-¡no, señor, por favor, no llame a la policía, le juro que no lo vuelvo a hacer, pero por favor no llame a la policía, me esperan en casa!

-Eso debiste pensarlo antes, jovencita

-Se lo suplico, por favor, suélteme

-¡Policia!

Bajó del auto y caminó rumbo a la tienda del señor Gustav. Un chico corrió a avisarle que gritaba desde hace varios minutos por un oficial, él fue aunque con cierta reticencia. Aquel distrito le pertenecía a su amigo George, pero como estaba enfermo él debía cubrirlo aunque no fuera exactamente un policía, sino detective. Cuando llegó miró en la entrada al viejo Gustav sosteniendo con demasiada fuerza a una joven rubia igual de delgada que el bastón que agitaba el dueño de la tienda.

-¡oh, Albert, al fin un verdadero policía!- el detective sacó una pequeña libreta color negro y un lápiz con el que escribió "Otro atraco millonario al señor Gustav" No era la primera vez que el anciano se quejaba con él cada vez que iba de compras a su mini súper. Le decía "hay una ladrona que se lleva mis productos, muchos de ellos" Lo cierto es que no podía creerlo, ese mini súper tenía cámaras de seguridad por todos lados y siempre que esa supuesta ladrona entraba estaban apagadas o fallaban, eso era demasiado sospechoso. Pero ahora que veía a esa pobre niña colgando de las gigantescas manos del señor Gustav, Albert pensó que ese anciano seguía exagerando. Por lo delgada que se veía no parecía ser capaz de cargar más de dos litro de leche.

-Dígame, señor Gustav, ¿qué ocurrió?

-¡qué no ves! - zarandeó a la joven que mantenía el rostro escondido bajo su gran cabellera rizada -la atrapé, pretendía llevarse todo eso sin pagar - señaló un gran cartón de cervezas a sus pies.

Albert levantó una seca y miró a la joven.

-¿cerveza? - dijo intentando buscar la mirada de la chica, pero ésta rehuía - ¿dime, qué intentaba hacer con un cartón de cervezas señorita?

-¿cómo que qué? - contestó exasperado el señor Gustav- Es una delincuente y además alcohólica

-¡NO SOY ALCOHOLICA! - respondió con furia mirando con rencor al señor Gustav que la soltó por el susto que se llevó. Aprovechó que la habían soltado y corrió lo más fuerte que pudo sin tomar descanso o siquiera respirar. No se detuvo hasta que sintió que el señor Gustav y ese policía habían quedado muy lejos. Respiró profundo para recuperar el aire perdido, limpió su frente y caminó despacio, pensando en qué hacer para que no la castigaran al volver a casa con las manos vacías.

Dio un par de vueltas para asegurarse de que nadie la siguiera y emprendió el camino a casa, aun pensando en qué decir. Suspiró agobiada. "¡Qué voy a hacer!" dijo suplicante mirando al cielo...

-Eso me gustaría saber, señorita - una voz varonil la asustó. Reconoció el tono aterciopelado y firme de esa voz, ese...ese era,

-¡El policia!

-¡no! - el la sostuvo del brazo, como lo había hecho el señor Gustav, pero con delicadeza, sólo quería que no se fuera -no huyas, por favor, sólo quiero aclarar algunas contigo

La súplica la sorprendió "No huyas, por favor" era la primera vez en su vida que alguien le decía "por favor" Él notó que estaba más tranquila y que no correría, entonces la soltó

-Tampoco soy policia - aclaró. Ella lo miró con el ceño fruncido- soy detective en realidad. Vivo a unas cuantas calles del mini súper, por eso me llamaron, además de que el encargado de esta zona es mi amigo y yo estoy cubriéndolo

A ella le pareció que sonaba con mucha naturalidad lo que decía. No entendía por qué se explicaba con una persona como ella, tan...tan, mal vestida, parecía una indigente y seguro aquel hombre tan atractivo lo pensaba. Pero lo cierto es que se equivocaba, Albert no hacía otra cosa que no dejar de mirarla. Apenas vio sus ojos cuando volteo hacia él asustada, lo sorprendió la intensidad y la claridad de su mirada esmeralda. Las pecas en su nariz le daban un aspecto infantil o más bien...tierno, como se dijo a sí mismo. Tampoco entendía por qué se explicaba con ella, pero sentía que debía hacerlo...

-No quise hacerlo, no...no soy alcohólica

-Eso es evidente - dijo sin pensarlo. Ella dio un paso atrás para confrontarlo - lo que quiero decir es que sé que no lo es- continuó- tampoco la voy a arrestar, sólo necesito saber ¿por qué pensó en robar ese cartón de cervezas?

Bajó la mirada avergonzada

-Mi padrastro me envió por él

-Su...padrastro -el semblante de Alber cambió totalmente. Le pareció que había adquirido un porte aún más fuerte, como de hierro y su seriedad daba la impresión de ser un hombre impenetrable - su padrastro la maltrata

-No - se apresuró - no siempre

-Por favor, puede confiar en mi, la ayudaré

-Él nos tiene atrapadas a mi hermana y a mi, se queda con nosotras por el dinero de la asistencia social, no nos da nada. No podemos ir a la escuela, no salimos y cuando quiere algo, me envía a mí y encierra a Annie y si no vuelvo con lo que pide él...- la chica se soltó a llorar

-El qué...señorita, qué hace?

-él nos golpea con lo primero que encuentra

-¿Puede decirme su edad?

-La...la mía?

-Claro - él sonrió

-15 años

-y - sacó su libreta color negro y su lápiz - ¿cuál es su nombre?

-Can..Candy White

-¡Candy, qué lindo nombre para una señorita! -ella bajó la mirada sonrojada

-y su hermana...¿cómo cómo se llama y cuántos años tiene? - dijo anotando todo en su libreta

-Annie y tiene 12 años

-Muy bien, señorita Candy White - dejó a apuntar y le extendió la mano- mi nombre es Albert Andrew, detective de NY, un gusto en conocerla

-¿va a arrestarme por el cartón de cervezas? - preguntó angustiada. Él empezó a reír con soltura

-No, por supuesto que no - le tendió la mano para ella le diera la suya - vamos a hacerle una visita a su padre..

-¿perdón, qué? - se soltó - ¡no, no puede hacer eso! ¡si usted llega nos matará!

-No, Candy, no les pasará nada, se lo prometo. Yo las protegeré - volvió a ofrecer su mano - además no iremos solos

La subió a su auto y una vez adentro encendió el manos libres y marcó...

-¡Albert, dónde demonios estás, tenemos reunión con el teniente en cuarenta minutos!

-Necesito refuerzos, Terry

-¿qué, para qué, dónde estás?

-Cerca de casa, necesito un par de hombres, estoy frente a un caso de explotación y maltrato infantil

-De acuerdo, envíame tu ubicación y mandaré a dos oficiales

-¿qué nos pasará a mi hermana y a mí? - preguntó Candy cuando él cortó la llamada

-Estarán mejor, se los prometo...

Lo dejó conducir mientras iba mostrándole el camino. Estaba nerviosa, no dejaba de jugar con sus manos, su pierna temblaba. Cuando llegaron él la miro echa un manojo de nervios. volvió a prometerle que todo estaría bien. Esperaron diez minutos a que los dos oficiales llegaran y cuando lo hicieron, Albert le pidió quedarse dentro del auto, le aseguró que su hermana estaría bien, él mismo la sacaría de casa. Ella asintió y esperó. Habían aparcado a media calle de su casa. El edificio podía verse desde donde estaba, aunque no podía distinguir bien lo que sucedía, miró la cortina rosada de su cuarto ondear hasta los miró salir. Primero los oficiales que habían esposado a su padrastro. Tuvo miedo de salir, hasta que vio al detective sujetando a Annie. Hasta entonces salió del auto y corrió a abrazar a su hermana.

Albert debía pedirle más explicaciones a Candy, especialmente por la apariencia de su hermana. Era claro que no eran hermanas consanguíneas, Annie tenía el cabello azabache y liso, mientas Candy era rubia y de rizos. Además, por lo que vio en su casa, había más fotos de otras niñas de la edad de Annie. Eso no parecía ser un simple caso de maltrato infantil como pensaba. Necesitaba interrogar a Candy, pero lo haría después, primero se aseguraría de su bienestar.


CONTINUARÁ