Capítulo 1: Delito y Castigo
Cometí el peor error de mi vida.
¿Alguien ha oído eso de "Los medios impuros desembocan en fines impuros"? Pues no es más que la absoluta verdad.
¿Por qué, en el nombre de todo, tenía que ser visto por él? ¡Justamente por él!
Ah, no espera… Sí sé porqué…
Jodido karma…
-·-·-·-
Yo… debo estar muy desesperado.
La conciencia me estaba carcomiendo sin piedad, como un ave carroñera a un putrefacto cadáver en medio del desierto. No podía, deliberadamente, haber tomado los guantes de látex que ahora estaban en mi bolsillo; no podía tener un dolor de cabeza por las vueltas que le di a esta idea; no podía haber tomado el juego de llaves de dirección cuando nadie estaba viendo; esos no podían ser mis pasos, no podía estar dirigiéndome a la caja fuerte del instituto. No podía.
Pero ahí estaba, dentro de la sala de maestros, después de clase cuando ya no había casi nadie en el edificio, en frente de la caja fuerte con las llaves en la mano enfundada en un guante y… ¿Qué sucede conmigo?
Suspiré en dirección al techo, resignado ante mi evidente falta de escrúpulos en ese momento.
Podría no hacerlo, lo sé, pero por más que intento no puedo encontrar otra salida. Es decepcionante pensar en ello cuando siempre has tenido ciertas expectativas sobre tu intelecto y una reputación que te has esforzado en mantener. Siempre pensé que podría encontrar la respuesta correcta para cualquier cosa que se presentara en mi camino, pero estaba a punto de echar todo por la borda.
Tragué duro, y el nudo que pasó me lastimó la garganta. Tomé aire una vez más tratando de darme valor y dirigí mi temblorosa mano hacia la cerradura de la caja fuerte, intentando que la llave entrase –cosa que mi repentino párkinson me estaba dificultando—.
Oh, dios, ha entrado.
El cúmulo de revoltijos que sentí en mi estómago casi me hace vomitar. De un segundo a otro me puse más nervioso de lo que ya estaba, sentía que era observado en ese preciso momento, hasta me pareció oír la respiración de alguien más, expectante de cómo seguiría mi vergonzosa acción.
Tomé una bocanada de aire tan profunda como me lo permitieron mis pulmones y comencé a girar la llave lentamente, con suavidad, como si el más mínimo ruido que pudiera emitir me delatara frente a todo aquel que pudiera juzgarme.
Una vuelta.
Oh, dios, mis piernas estaban a punto de fallar.
Dos.
El dinero de Sweet Amoris, producto de las contribuciones de padres y proyectos de recaudación de los estudiantes, estaba frente a mí y yo…
… estaba a punto de tomarlo…
Mi vista estaba empañada y mi nariz dolía, justo como cuando era pequeño y estaba a punto de llorar. Me daba asco a mí mismo. Era repulsivo ver mi mano dirigirse lenta y temblorosa hacia el dinero y saber que no iba a detenerse. Toqué la superficie del fajo y mi cuerpo dio un violento sacudón, una señal de alerta en mis cinco sentidos "Aun puedes parar" pero me aterraban mucho más las consecuencias de esa opción. Deslicé los dedos por el resto de los billetes y los cerré poco a poco, como en cámara lenta, hasta tener el dinero aprisionado fuertemente, más por los nervios que otra cosa.
Por favor, alguien deténgame.
Cerré la caja fuerte y puse el dinero dentro de un archivador, en medio de un montón de otros papeles, y di vuelta hacia la puerta para salir del salón. Parecía que iba a caer al suelo de un momento a otro, mis piernas reflejaban perfectamente mi interior, asustadas hasta temblar, como si usara pantalones cortos en pleno invierno.
Salí al pasillo y me recargué en los casilleros para tratar de tranquilizarme, mis nervios eran un desastre y aún faltaba ir a la oficina de la directora a devolver la llave. Respiré lento y profundo para que mi corazón bajara un poco el ritmo de sus desbocados latidos. Cuando logré calmarme un poco y sentí que mis pasos podrían ser más firmes, comencé a caminar hacia la dirección.
Abrí la puerta apenas un trecho para verificar que no había nadie dentro. Sin moros en la costa, entré dando los pasos más ligeros y silenciosos que pude hasta llegar al escritorio, donde estaba el cajón de las llaves. Lo abrí y la coloqué dentro. Tan simple como eso.
Estuve paranoico, escuchando voces y viendo sombras por cada rincón hasta que llegué a la acera, fuera del instituto. Pude notar claramente la mejoría en mi cabeza al no estar caminando por los pasillos sintiendo que se cerraban a mi alrededor. Inhalé hasta casi reventar mis pulmones unas treinta veces antes de dar el primer paso para alejarme del edificio, escenario de mi asqueroso acto, luego de mancharme las manos.
Alguien allá arriba debe haberse apiadado de mí, porque no hubo ningún percance en mi retirada.
-·-·-·-
Lo sabía. No puedes cometer crímenes sin que la justicia venga por ti.
¿Pero es esto realmente justicia?
Ahora mismo, estoy atrapado. Atrapado entre la pared y el perro rabioso, mientras agitaba frente a mis narices la perdición. Mi perdición.
—Así que el Señor Delegado tiene problemas económicos, eh…
En realidad no del todo, aunque sí necesitaba dinero para arreglarlo.
¡Pero aunque sé que merezco un castigo esto es demasiado! ¡De entre todas las personas que podían verme tenía que ser él! Y para colmo, el maldito tenía un celular con una definición increíble.
Casi todo mi recorrido estaba grabado en su pequeño aparato del demonio y yo, claro, como solo se espera de un idiota, dejé la puerta de la sala de profesores y de dirección abiertas mientras estaba dentro; cosa que ese tipo no desaprovechó para pararse en el marco y hacer primeras planas de mis acciones.
—No tienes que preocuparte, aunque no lo creas, puedo ser alguien muy discreto… pero mi silencio es muy valioso.
Definitivamente, Castiel tiene que ser el demonio.
Holi, chicks. Este fic comencé a subirlo en Wattpad y luego también en AmorYaoi, entonces pensé "Oye, Fanfiction también está ahí..." Pero wroooooong se me hizo taaan difícil subir el capítulo xD Soy bastante lenta para actualizar, ojalá esto no moleste mucho. De todas formas ¡Espero que les haya gustado!
Un beso, Ami 3
