Pequeña historia sin sentido para la actividad navideña del tópic Taiora. Iba a escribirlo todo junto cuando me enteré que eran 2 fics XD Así que tendrá aprte 1 y parte 2 XD

No me pregunten de dónde salió esto. Yo sólo abrí el Word y escribí.

Feliz DigiNavidad (¿?)

Disclaimer: ninguno de los personajes aquí presentes me pertenecen, sino a sus respectivos dueños.

De cómo el amor y el valor ablandaron su corazón

Capítulo uno: No en mi isla

Había una vez, en una pequeña isla llamada File, un majestuoso e imponente BlackWarGreymon de armadura y coraza negra que vivía en el pico más alto de toda la isla. Era orgulloso, engreído y frío. No dejaba entrar a nadie en su montaña.

Pero un día, unos niños cayeron del cielo digital. Porque esta isla está perdida en medio del océano que conforma el basto mundo de las redes y la internet. Hay muchísimos continentes que forman el gran mundo digital. La isla File no es más que una porción pequeña del mismo y estos pobres niños cayeron por error debido a una abertura que conecta el mundo real y éste. ¡Y eran muchos niños! Algunos cayeron en otros continentes y unos pocos en la Isla File. De ellos, sólo había un puñado: un grupo de doce muchachitos y muchachitas que iban y venían buscando la manera de irse. Algunos lloraban, otros intentaban mantener la calma y otros tantos buscaban salidas. Con el tiempo fueron amigándose con las criaturas del lugar, pequeños Digimon que se acercaron a ellos. Se volvieron muy amigos durante el tiempo que estuvieron.

Y el rumor siempre llegaba: en el pico más alto de la isla, el más malvado BlackWarGreymon vivía para hacer sufrir a todos con sus preguntas raras que nadie era capaz de resolver. Eso lo fastidiaba. El único que siempre le hacía frente era un Agumon osado, uno de corazón puro e intrépido. Y junto a él, su camarada Taichi Yagami, de once años y muy enérgico. Él y su mejor amiga Sora Takenouchi, y su compañera digital Piyomon, se quedaron en la Isla File cuando el grupo de doce chicos decidió separarse en busca de otros horizontes.

Sora era la que marcaba los días anotándolos en una piedra. Por sus cálculos, habían transcurrido unos dos meses. Calculaba que estaban cerca de diciembre si pensaba que se habían marchado de su mundo real a mediados de septiembre. Se recargó contra la piedra, suspiró y miró el océano con tristeza. Sus ojos rojizos estaban tan húmedos como las lágrimas del mar que mojaba la arena.

¿Cuándo volvería a casa? ¿Cuándo regresaría con su madre? Pero, ¿su madre querría verla? Discutía tanto con ella, ¡ella quería jugar fútbol, estar al lado de Taichi toda la vida y ser feliz! Era pequeña, pero comprendía a su corazón veloz al pensar en Yagami. No sabía cómo describirlo, pero era especial. Y eso al hacía sonreír.

—¿Sora? —Piyomon se le acercó con unos frutos. Los dejó en el suelo y se sentó—. Agumon y Taichi fueron a buscar leña, no tardarán.

La pelirroja asintió y se quitó su sombrero. Estaba haciendo algo más de calor y se abanicó con el mismo.

—Esta isla es tan extraña… En casa comenzaba a ser frío —Piyomon tomó una fruta, la peló y se la dio a Sora—. Gracias —la pelirroja comió con pocas ganas.

—¿Extrañas el frío? Cerca de las montañas… Ahí sí hace frío —humana y Digimon volvieron la vista hacia la cumbre más alta: efectivamente, allí había nubes grises, parecía que caía algo como la nieve y todo estaba cubierto de un trémulo aire de maldad. Piyomon tuvo escalofríos y se abrazó a Sora, quien suspiró y torpemente le acarició la cabeza. Le avergonzaba un poco demostrar ese tipo de cariño, pero intentó no pensar en ello.

—Cuando hace frío, en nuestro mundo, a fin de diciembre, celebremos una festividad con la familia y los seres queridos. No es autóctona nuestra, pero hay unas decoraciones tan bonitas… —El Digimon en forma de ave la miró, sorprendida. Le pidió que le contara más de aquél extraño festejo que ignoraba. Cuando Taichi y Agumon vinieron, encontraron dibujos en la piedra con forma de árboles en punta y estrellas.

—¡Oh, navidad! —exclamó el castaño dejando los troncos. Agumon se quedó viendo el dibujo y le preguntó a su camarada humano que era eso—. ¡Una de las mejores épocas del año! ¡Comes pastel, te dan regalos y todo está lleno de luces! Hikari se emociona mucho en esta fecha —Sora sonrió: Hikari era tres años menor a Taichi, y su hermana pequeña. Ella sabía lo mucho que la apreciaba—. Mira, Agumon, en Navidad nos ponemos unos sombreros largos rojos y blancos y esperamos a un tipo grande, con barba, que nos deje regalos… Aunque eso dicen las historias de otros países…

—¿Por qué no celebramos eso, Taichi? ¿Cuándo es? —Sora y Taichi se miraron, sorprendidos, y luego miraron a Agumon.

No faltaba mucho para la fecha navideña, si miraban el calendario que la muchacha había, rústicamente, hecho. Los cuatro decidieron ponerse de acuerdo y celebrar la navidad.

-.-.-.-

Entre los árboles, entre las sombras, oculto por la oscuridad de la noche, sólo sus ojos dorados se podían ver. Estaba furioso. Había ido a caminar, animándose a salir de su cueva, y oyó que esos intrusos iban a "festejar". ¡No se festejaba nada en esa isla! Le dio un golpe en seco a un árbol y lo partió al medio, despertando al anaranjado Agumon quien fue corriendo en la dirección del sonido. Se encontró cara a cara con BlackWarGreymon, por centésima vez en su vida.

—Sino se largan ahora, los largaré yo.

—No serías capaz de hacer eso —refutó Agumon. BlackWarGreymon frunció el ceño.

—¿Con qué derecho van a festejar algo? ¿Quién les dio permiso? ¿Con qué fin?

—No hay un fin para celebrar la felicidad —contestó Agumon.

Y allí el pequeño hacía flaquear al más grande. El Digimon de última etapa, confuso, enojado y confundido, pateó el suelo de rabia. ¡Agumon y sus estupideces filosóficas que no era capaz de entender!

—¡Me enfureces! ¡Me sacas de quicio! ¡No te soporto! Siempre que pregunto algo, siempre que intento buscar una respuesta, ¡no me la das! ¡No lo haces! —Se llevó las manos a la cabeza—. ¿Por qué no eres claro? ¿Por qué?

—Yo soy claro —confrontó Agumon, relajado—. Tú eres el que se empeña en vivir ciego —hizo una pausa y miró el cielo estrellado—. Tú no eres el dueño de nada, si queremos celebrar algo con nuestros amigos, lo haremos. Intento ayudarte, pero no quieres aceptar mi ayuda.

—¡Insolente! ¡GAIA FORCE!

La explosión no se hizo esperar. Agumon salió corriendo, desesperado, e hizo lo posible por llevarse a los demás fuera de la zona de peligro. Por un pelo se salvaron, pero entre el humo y las cenizas provocadas por tamaño poder, BlackWarGreymon apareció frente a los cuatro. Agumon y Piyomon defendieron a sus camaradas humanos.

—¡Es mi isla! ¡La próxima vez los mataré! —y se perdió por el camino que llevaba a las montañas.

OoOoO

Publicaré la segunda parte pronto! Ojalá les guste!