Los personajes, lugares y demas no me pertenecen, son de Tolkien. Ruego a todos me disculpen por intentar un fic de El Señor de los Anillos, pero lo haré lo mejor que pueda. Glorfindel es un personaje que me encanta y no hay muchos fics romance sobre el en español, salvo los slash, de modo que escribiré algo nuevo. Este capítulo se le dedico a Ephira. No se cuando podré actualizar de nuevo, pues tengo exámenes.
También me gustaría pedir disculpas a mis lectores de Encuentros prohibidos en la noche, de Harry Potter. Lo siento, pero en estos momentos no me siento inspirada para continuar, sin embargo creo que escribir este fic me ayudará a retomar la costumbre. Gracias por vuestra infinita paciencia. Y Marbard, el próximo capítulo del GinTonic va por tí.
Lo escrito en cursiva son los pensamientos internos de la protagonista.
Capítulo 1: Del monte al monte.
-¿Y ahora dónde demonios encaja este hierro? - preguntó desesperada una muchacha que intentaba acampar en el monte.
Llevaba casi una hora intentando montar una tienda de campaña bastante antigua, pero no había manera. Las piezas y la lona se resistían a colocarse en su lugar correcto y ella estaba empezando a enfadarse, y además a eso había que sumar el hecho de que sus amigos la habían hecho el avión y no se habían dignado a hacer acto de presencia para ayudar un poco.
-Esta noche estos listos duermen a la intemperie... -bufó ella.
Habían organizado una acampada que se suponía debía ser perfecta. Para ello habían elegido una zona más o menos boscosa pero cercana a los límites del pequeño pueblo donde vivían. Con la excusa de comprar bebidas y comida, dejaron a la chica sóla en el bosque peleando con la tienda. Ya podía imaginarse a los demás tranquilamente bebiendo por el camino mientras que ella se lo curraba todo.
-A la mierda -dijo finalmente, soltando una barra con bastante brusquedad.
Se fué hacia su coche y sacó la mochila, definitivamente un paseo la sentaría genial, en medio de la naturaleza sentía que estaba en su territorio. Siempre la gustaron esos parajes perdidos que se pueden encontrar en el rincón más inesparado, un sitio donde, por ejemplo, el agua del río baja haciéndo ligeros remolinos y salpicando los juncos de las orillas... pequeños lugares que guardaban una magia especial para ella.
Caminó hasta uno de sus lugares favoritos, desde allí había contemplado sus mejores puestas de sol. El atardecer... que gran momento, todos los aromas se mezclan frescos y vivos, intensos y el sol se duerme y antes de irse a la cama besa nuestra piel con sus ultimos rayos, nos baña con una luz tibia y brillante, rodeados de semejante halo, nos sentimos misteriosos.
Un momento se quedó contemplando la escena, la cabeza girada en torno al sol mientras ella dirigía sus piernas en dirección contraria. De repente tropezó y cayó al suelo rodando. Fue una caída algo aparatosa, se golpeó con algunas piedas mientras rodaba por el suelo a la vez que se cubría la cabeza con las manos. Cuando se levantó no pudo por menos que despoticar:
-Eso me pasa por no mirar por donde voy... joder, que los vaqueros estaban casi nuevos...
Miró a su alrededor para reorientarse pero lo que vió la dejó impactada. Seguía estando en un bosque, seguía escuchando el sonido claro de un río, seguia oliendo a espliego, romero y otros aromas similares... pero la topografía le era completamente desconocida. Escudrinó a su alrededor y sacudió la cabeza con fuerza.
No puede ser que me me haya dado un golpe tan fuerte como para tener la realidad distorsionada...
Se movió un poco del lugar en el que se había levantado y volvió a mirar el paisaje nuevo que ahora la rodeaba. Francamente estaba perdida, la caída en teoría tendría que haber sido sólo de unos metros ¿no? Atónita, no sabía que hacer y solo se la ocurrió gritar:
-¿Holaaaa?
Como nadie respondió, volvió a intentarlo:
-Eooooo ¿alguien me escucha?
Por un momento se había hecho ilusiones y había esperado que cualquiera de sus colegas contestara. Bien, estaba perdida, no, estaba muy perdida... Su pueblo estaba a la vista del lugar que habían elegido para la funesta acampada, no podía ser que de repente las encinas hubiesen sido suplantadas por otro tipo de árboles más fondosos y que en muchos kilometros no se apreciara nada más que bosque salvaje.
-Vale, no ponerse nerviosos aún... -musitó ella que hablaba consigo misma para intentar tranquilizarse- ... ahora sacare el móvil, llamare a la peña y todo arreglado.
Abrió su mochila y efectivamente su teléfono móvil estaba alli, suspiró alividada de no haberle dajado olvidado en el coche. Con una sonrisa alegre y nerviosa en la cara, buscó el número de Bea, su mejor amiga, y llamó; pero para su total consternación el teléfono emitió unos pitidos muy desagradables... si, ese tipo de pitidos que te indican que no tienes cobertura.
-¡¿Cómo que no hay cobertura?! -gruñó perdiendo la paciencia- Aquí SIEMPRE hay cobertura... con todo lo que me saja la compañía telefónica y para una vez que me pierdo me salen con que no hay cobertura... serán...
Intentó el marcado de emergencia, pero nada, más de lo mismo... No sabía dónde estaba, no podía llamar, sólo contaba con una chocolatina y una botella de bebida energética que traía en su mochila y lo peor... donde quiera que estuviese no parecía haber nadie.
Descargó toda su rabia dandole una patada a una piedra, lo cual no fué buena idea porque se hizo bastate daño.
Desde luego dándole patadas a las piedras no voy salir de aquí.
En aquel momento quería llorar, se sentía totalmente desamparada, confusa e impotente. Pero tenía que sobreponerse, caminaría y caminaría hasta que diera con algo familiar. Donde quiera que estuviese no era posible que sólo hubiera campo, campo y más campo. Ahora lamentaba haber maldecido a la tienda de campaña porque la noche caía y empezaba a tener frío; se colocó la chaqueta blanca que llevaba anudada a la cintura y se decidió a andar. Lo mejor sería dirigirse hacia el río, pensó, pues así podria rellenar su botella en caso de que la bebida isótonica se terminara.
¿No querías naturaleza en estado puro? Pues toma.. aquí hay para dar, tomar y reglar.
Apenas había andado un par de kilómetros cuando escucho un lejano ruido, parecían caballos acercándose, se alegró de escucharlos porque con suerte esos caballos traerían a alguien montado sobre ellos.
-Ehhhh... -comenzó a gritar- ... Estoy aquiiiiiiiiiiii....
Efectivamente los caballos traían a alguien sobre ellos, pues la muchacha adivinó dos siluetas humanas.
Bien, estoy salvada.
Cuando los jinetes llegaron a su altura, detuvieron los caballos y se bajaron de sus monturas. Eran dos tipos idénticos, debían ser gemerlos sin duda, guapos, de pelo largo moreno y bastante altos.
-Disculpen... -preguntó ella con toda educación- ¿serían ustedes tan amabes de indicarme dónde estoy? Verán, es que reconozco que estoy un poco perdida...
Ambos chicos se miraron y uno de ellos contesto con una voz hermosa, casi musical:
-Muchacha, te encuentras el el Vado, dentro de los límites de los territorios de nuestro padre.
Perfecto... me he topado con unos pueblerinos bastate atractivos que se toman muy en serio la vigilancia vecinal.
-Bien, señor, pero... verá... ¿A cuanta distancia queda el pueblo más cercano? -Esa era su única preocupación ahora, llegar a la civilización.
Ambos chicos volvieron a mirarse y el mismo de antes contestó:
-A dos millas de aquí, se encuenta la Última Casa Simple al Este del Mar, nuestro padre es el Señor de Imladris y nadie puede vagar por el Vado sin su permiso.
¿Imladris? ¿Pero eso no era Rivendel? Pues segun Tolkien si y ella había leído mucho y siempre se sintió fascinada por su literatura. Los chicos sin duda, estarían bromeando a pesar de los serios que parecían.
-Ya, claro -respondió ella- y detrás de Rivendel está Hogwarts ¿no?
Los gemelos se miraron de nuevo con el desconcierto grabado en sus caras. Ella se fijó en que el atuendo que llevaban no era normal para nada, ropa ligera y sin embargo elegante; pero lo que más la asombró fueron las orejas: ¡Eran picudas! Vaya, estaba claro que se habían currado mucho los disfraces de elfo, por eso venían a caballo en vez de en un Todoterreno...
No me lo puedo creer, perdida aquí y lo único que me encuentro es este par de frikis... y luego decían de mi, a su lado soy una aficcionada...
-¿Cual es tu nombre muchacha? -preguntó el que no había hablado todavía.
-Lunnaris -respondió ella.
Era mentira, pero cada vez que algún tio raro la preguntaba siempre contestaba con su pseudónimo, nunca con su verdadero nombre. Y esos dos eran raros de narices.
-Bien Lunnaris -continuó él- no puedes caminar por estos territorios sin permino de Lord Elrond.
Joer, está pesadito con el rollo... Que yo sólo quiero irme a casaaaaa....
-Mira chaval -se sublevó ella- yo camino por donde me da la gana porque este es un país libre ¿sabes? y si tu papi no quiere que entren es sus tierras pues que ponga alambradas... así es la ley y si no te gusta ve y te quejas al parlamento.
-¿País libre? ¿Parlamento? -Preguntó con bastante confusión uno de ellos.
-Si, España, pais libre... Parlamento, políticos.. -dijo ella lacónicamente.
-¿A que te refieres exactámente cuando dices España? -interrogó un gemelo.
-¿Es que no sabes ni dónde vives? - ironizó Lunnaris.
-Si, claro que sí -contestó altivo- En la Tierra Media.
-Perdona un momento -intentó razonar la muchacha- ¿Has dicho la Tierra Media? Y Ahora me dirás que eres un elfo de verdad y que tu padre tiene grandes poderes curativos. ¡Ja!
Los dos gemelos se pusieron a hablar en una lengua desconocida para Lunnaris, sonaba melodiosa y hubiera disfrutado más de su sonido si no fuera porque se estaba dando plena cuenta de que se estaban comunicando en lengua élfica.
O estos dos estan tan obsesionados con el Señor de los Anillos que han aprendido élfico... o cabe la remotísima posibilidad de que ... Nahh, se me está yendo el tarro, por la caída y eso...
-Eres una humana extraña -observó uno de ellos.
Pues anda que tu...
-Tenemos la sospecha de que podrías ser un espía al servicio de los poderes oscuros. Te llevaremos a nuestro padre -sentenció el gemelo belicoso.
Ni de coña.
-No pienso ir a ningún sitio con vosotros -rebatió ella.
-Lo haras por las buenas -dijo el gemelo "amable".
-O por las malas -añadió el gemelo agresivo sacando una espada "de verdad" del cinturón.
Ella se lo pensó, no era bueno cabrear a dos tipos que estaban mal de la azotea de por sí, lo mejor sería acompañarlos e ir a ver a su padre, con suerte, lo de estos dos podría no ser genético.
-Está bien -accedió- Pero no montaré con él -añadió señalando al gemelo chungo.
Cuando habían cabalgado unos minutos, apareció ante los ojos de Lunnaris una casa (si se la podía llamar así), preciosa. Arboles por doquier, fuentes refrescantes, aromas de flores flagantes, maderas finamente trabajadas... Y la sensación de sentirse a salvo, como reconfortado. El corazón de la muchacha ahora descansaba tranquilo.
El que se suponía es padre se los gemelos se adelantó diciendo:
-Mae govanen.
-Mae govanen, Ada -respondieron ambos a la vez.
Después se pusieron a hablar en lengua élfica y como ella no entendiá nada, se limitó a disfrutar de la tranquilidad de lugar. El caso es que tendría que estar nerviosa pero no lo estaba. Sólo cuando el "elfo nuevo" la habló, pudo sentir otra vez la sensación de intranquilidad, pero no porque no se sintiera a salvo, si no porque empezaba a creer que de verdad estaba en la Tierra Media.
-Lunnaris, forastera, ¿cómo has llegado hasta aquí sin ser detectada?
El "nuevo" tenía también orejas picudas, hablaba con una voz que encerraba siglos de sabiduría, iba vestido a la usanza élfica, el mismo tipo de ropa que tantas veces había visto en las peliculas... Y en su mano, Vilya, el anillo de Aire. No, casi definitivamente eso no era una broma y aquella gente no estaba loca. Aunque en aquellos momentos ella hubiera querido que así fuese.
-Me caí... - respondió ella con total sinceridad aunque la respuesta había sonado bastante ridícula.
Fin del capítulo.
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