Hola, Hola a todos…

De nuevo yo aquí con un atacazo artístico que me llevó a escribir este fanfic, la verdad es que venía desde algunos días atrás, pero por cosas del destino recién lo pude pasar a las letras jaja.

Bueno, espero pronto continuar mis otros fics, ya que he solucionado gran parte de mis problemas que me tuvieron sin inspiración y por lo tanto fuera de los fanfics.

Este fic va con una dedicación especial a mi mejor amiga Lirio Negro, la única e incomparable… tú sabes linda. Eres una de las personitas que me inspira demasiado y mi compañera en el mundo de Resident Evil… "We`re partners"

Desde ya, gracias a todos los que se tomen unos minutos de su tiempo para leerme y a los que dejen reviews.

Todos las críticas, consejos y etcétera son bien aceptados ^^

Un abrazo a todos.


"Los personajes de la historia no me pertenecen, estos son propiedad de CAPCOM, yo solo los utilizo con el afán de entretener y sin ningún tipo de fin de lucro.

Toda utilización de la historia, reproducción y distribución queda prohibida sin mi previa autorización."


¿Qué haría si la vida le diera una nueva oportunidad? Si pudiera continuar los asuntos que dejó inconclusos, si pudiera continuar su lucha contra el bioterrorismo… Esos fueron sus pensamientos al despertar. Pero para lograrlo, primero debe sobrevivir una vez más. Un Fanfic sobre Piers Nivans, y con una cosa mucha de Jill x Chris

RESURRECCIÓN.

Capítulo I: "El despertar de un soldado abatido"

01 de Octubre de 2013

Un hombre alto y robusto caminaba a paso apresurado, abatido y recto por los pasillos del último piso del edificio de las instalaciones de la BSAA donde se encontraban las oficinas del alto mando, su semblante parecía irritado, como si estuviera enfadado por alguna razón, mientras la mueca dibujada en sus labios dejaba vislumbrar que la cólera que llevaba dentro estaba a punto de explotar.

- ¡Chris espera! – Aquella voz femenina hizo que disminuyera su prisa. – Aun no es seguro. – vocalizaba mientras lograba alcanzarlo.

- ¿Crees que me voy a quedar sentado esperando? – Sus ojos denotaban una furia tremenda y una impotencia aún más grande. – Esto tiene que terminar en este mismo momento.

Diciendo esto, continuo con su marcha irrumpiendo bruscamente en la oficina del alto mando de la central cerrando la puerta tras él.

La mujer que lo había alcanzado minutos antes se quedó ahí, pasmada y con un sin número de dudas en la cabeza, ¿Qué es lo que iba a ocurrir ahora? Solo eran rumores, y Chris… él había reaccionado de esa manera. Jill llevaba años siendo su compañera, habían luchado juntos codo a codo para detener el bioterrorismo que amenazaba con destruir el planeta algún día, pero a veces ciertamente lo desconocía.

- Chris… - Dijo en un susurro mientras se llevaba la mano al pecho.

Estaba preocupada por él, no podía negarlo porque realmente desde aquel momento el castaño no había vuelto a ser el mismo, desde lo de Edonia como solía referirse el mismo a ese suceso que había marcado su vida y su carrera en la BSAA.

Sin duda alguna desde entonces… desde entonces había parte de su pasado que se había perdido junto con sus recuerdos en esa ocasión.

Desde que desapareció sin dejar rastro... nada ha vuelto a ser lo mismo…

Habían cosas que solamente él y ella habían vivido juntos, momentos que ahora solo ella podía recordar, y esas memorias en ocasiones la abatían llevándola hasta las lágrimas, y lo peor de todo era que nadie más conocía el porqué de su dolor, por supuesto, no es que ella fuera a contárselo a nadie, era muy reservada con esos asuntos y a veces eso le pesaba.

Seis meses después de su escapada, Piers Nivans había dado con su paradero. Chris jamás se había ido de Edonia, siempre estuvo donde mismo, solo que despojado de la mayoría de sus remembranzas y sumido en el alcoholismo y el tabaco. El joven soldado le había avisado en cuanto lo había hallado, pero tenían a su haber una importante misión en China, por lo cual ella no pudo verle sino hasta terminado el trabajo.

Piers…

Tres meses exactos habían pasado ya, y ni ella ni Chris lo habían superado. De hecho Jill suponía que eso era lo que últimamente lo traía tan irritable. Conocía lo suficiente a ese hombre como para darse cuenta de que estaba sufriendo en silencio por todo lo ocurrido, por no haber podido impedir todas esas muertes, tanto en Edonia como en China. Chris se sentía desesperadamente culpable y no importaba lo que ella o los demás miembros de la BSAA le dijeran como consuelo para intentar aminorar ese padecimiento, absolutamente nada de lo que hacían servía para levantar la moral del capitán. Más aun después de que el alto mando había considerado la posibilidad de destituirlo de su cargo, porque consideraban que no estaba en condiciones físicas y psicológicas para seguir ejerciendo con la labor de la organización.

Solo espero que esto termine pronto... sería lo peor que podría pasarle.

Se quedaría parada afuera de la oficina hasta que el capitán Redfield saliera, no estaba segura de sí querría hablar en cuanto lo hiciera, pero si tenía la certeza de que estaría ahí por si hacía falta. No volvería a dejarle solo nunca más.

Aquella brisa cálida que resoplaba dando cabida a la noche, era la clara bienvenida al verano, sin embargo, las calles del centro de la ciudad estaban desiertas. No eran más de las nueve de la noche y ni una sola persona transitaba por las aceras o se ejercitaba en el parque como era costumbre de los lugareños, tampoco había coches o transporte público circulando por las calles. Solo estaba él, un joven alto, de piel mate, cabello castaño y ojos color miel, caminando desorientado mientras se tambaleaba de un lado a otro e intentando mantener el equilibrio.

Podía sentir como su cuerpo se desangraba a cada paso que daba y un calor infernal que le recorría en cada milímetro haciéndole creer que ardería en llamas en cualquier momento, pero a pesar de lo exhausto que se sentía, continuaba con su marcha. Debía encontrarlos, debía reunirse con ellos. No sabía exactamente donde se encontraban o si estarían buscándole o esperándole, pero no tenía más opciones. Sin titubear dio otro paso, pero su caminar se detuvo en ese mismo instante, entonces observo con detenimiento su brazo derecho, el cual palpitaba frenéticamente, como si algo estuviera empujando desde adentro, algo que le incineraba las venas, arterias y nervios y se extendía rápidamente a su musculatura. En ese momento el dolor supero todo umbral permitido dejándolo tendido en el suelo e instintivamente llevó su mano izquierda hacia su extremidad adolorida aferrándose a ella con fuerza.

- ¡Noooo! ¡Otra vez no…! Así no… - un grito ahogado y rasposo escapó de su garganta mientras contemplaba horrorizado como su miembro torácico parecía incendiarse consumido por una especie de danza macabra de color anaranjado que consumía su ropa y posteriormente su propia carne.

Dio un respingo al momento que abría los ojos, su cuerpo estaba temblando y empapado en sudor frío. Intentó focalizar con la vista algún objeto buscando desesperadamente la repuesta a una pregunta que azotaba su mente con violencia.

- ¿Dónde estoy? – murmuró al mismo tiempo que intentaba incorporarse.

El lugar estaba envuelto en una densa oscuridad, por más que intentaba buscar un ápice de luz proveniente de alguna ventana, lo único que hallaba era más y más lobreguez. Podía sentir la humedad en el aire que impactaba contra su torso desnudo y entrando por sus fosas nasales. La estancia en la que se encontraba apestaba a muerte, a moho y un ligero aroma marino se colaba por algún sitio acompañado de una brisa tenue y cálida.

Dio un paso atrás y tropezó con una pared a su espalda, extendió el brazo para recorrer la habitación, por lo que podía apreciar, no era muy grande y era un lugar cerrado con poca ventilación ya que el aire se percibía muy viciado. Después de darle la vuelta, pudo darse cuenta de que era un cuartucho de no más de dos metros de ancho por dos de largo, fabricado con algún material como roca.

¿Qué demonios…? Esto parece una prisión de la edad media.

Su estómago dio un vuelco y su cuerpo se estremeció con esa sola idea y sin percatarse de lo que estaba haciendo, inconscientemente había llevado su mano izquierda y se estaba tocando el brazo derecho el cual se encontraba cubierto por una especie de vendaje muy suave y a la vez pegajoso. Deslizó sus dedos por toda la tela, esta se extendía hasta su cabeza, más específicamente hasta su frente, tenía cubierto la mitad del rostro y el brazo derecho a cabalidad.

¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Debería estar muerto?

Las dudas de lo que había ocurrido se aglomeraban entre lo último que lograba recordar y lo que estaba percibiendo en ese preciso instante, mas sin embargo, sus divagaciones fueron interrumpidas por el sonido de un click que provenía desde abajo y al frente de su posición, algo se oyó caer en el suelo, seguido de una voz masculina que murmuraba a regañadientes y unos pasos que parecían provenir desde el otro lado de la habitación.

Esta vez un aroma a puré de patatas instantáneo y hamburguesas recalentadas inundó la estancia.

- Vaya… servicio a la habitación… ¿Qué más se puede pedir? – dijo con tono sarcástico y rápidamente se acercó a lo que parecía ser una puerta. - ¡¿Eh?! ¡Oye tú! Sé que hay alguien ahí afuera. – exclamó el joven mientras golpeaba la portezuela, pero no obtuvo respuesta. - ¡Mierda!

- Créeme, es inútil. Jamás responden. – la voz melodiosa de una mujer resonó desde abajo de la pared derecha. – Pensé que estabas muerto, llevas varios días inconsciente.

- ¿Qué? – preguntó el chico con confusión. - ¿De qué hablas?

- ¿No sabes nada verdad? – suspiró para luego continuar. – Será mejor que comas algo, o se te enfriará la comida… y frío tiene peor sabor.

Había comido la mitad de la porción que le habían servido, a decir verdad hacia mucho que no comía algo tan horrible, aunque con el hambre que sentía en ese momento no podía siquiera pensar en dejar de hacerlo.

Se encontraba agachado en el suelo frente al plato comiendo con la mano, el servicio a la habitación era el peor que había conocido hasta ahora, ni siquiera le habían traído cubiertos. Rió en su fuero interno por la ocurrencia, cuando paró de comer abruptamente y se quedó mirando a la nada.

Los recuerdos comenzaron a hostigar su mente con brutalidad, pudo visualizar una especie de túnel que daba salida a una cápsula de escape con una compuerta cerrada, en algún sitio que parecía estar derrumbándose, cayéndose a pedazos sobre lo que quedaba de él, pero no podía hacer nada más que solo mirar su brazo que palpitaba por segmentos con un chasquido húmedo. Estaba sentado en el suelo, apoyado en una muralla metálica abrigando ese dolor punzante en todo el cuerpo, al que ya se estaba acostumbrando desde hacía un rato mientras el nivel de agua seguía subiendo a cada segundo que pasaba llegándole ya hasta la cintura, lo que inevitablemente le permitía ver el reflejo de su rostro en el líquido. Una mueca de asco se dibujó en sus labios y frunció el ceño mientras con su mano aun normal tocaba su cara. Una especie de fluido de color verdoso mezclado con sangre recorría su frente y su extremidad derecha. En ese momento la tristeza lo embistió con fuerza, llevándole a pensar en lo que se venía ahora, iba a morir solo y lo aceptaba, agradeciendo que sus seres queridos no lo vieran en ese estado. Sus padres y sus hermanos, no pudo impedir soltar unas lágrimas mientras se acordaba de ellos ¿Cómo tomarían la noticia de su muerte? Cerró sus cansados ojos, recordando aquellos momentos cuando cenaban juntos, cuando su cariñosa madre le cocinaba esos filetes que tanto le gustaban, cuando su padre les contaba sus historias, anécdotas y hazañas llevadas a cabo en sus años de servicio en el ejercito de los Estados Unidos, cuando su hermana adolescente se levantaba de la mesa para ir a contestar su teléfono celular, y de su hermano mayor que siempre escuchaba con atención a su padre con la admiración prendada en sus ojos de color verde.

- ¡Eh! Oye ¿Estas bien? – otra vez la voz de esa chica, aunque le agradecía en silencio haberlo sacado de ese lugar.

- Estoy… bien. – su voz sonó entrecortada, no se había dado cuenta del nudo que tenía en la garganta hasta ese instante. - ¿Sabes dónde estamos o que es este lugar?

- Lamento no poder ayudarte, pero sé lo mismo que sabes tú. – su tono de voz era afligido, trago saliva y continuo. – Ni siquiera sé porque estoy aquí, vi cuando te trajeron, pero es cierto que pensé que estabas muerto o mal herido, estabas cubierto de vendas… – una leve pausa y prosiguió. – Había despertado hace poco, y como estaba tendida en el suelo, me di cuenta que faltaban unos bloques de piedra pequeños en la pared. Entonces por ahí mire hacia tu celda.

- ¿Qué nos han hecho? – preguntó con enfado. - ¿Cuánto tiempo ha pasado?

- No sé si puedo recordarlo con exactitud, pero más o menos desde que llegaste han pasado dos o tres semanas o eso creo.

- Dos o tres semanas… - murmuró el joven.

- Pero eso es desde que te trajeron aquí. – lo interrumpió. – Ni idea de cuánto tiempo llevas realmente aquí, por lo que me he podido dar cuenta, este lugar es más grande de lo que parece. – su relato se cortó, y se escuchó un leve sollozo. – Lo único que quiero es irme a mi casa, con mi hermana. No sé qué nos hacen, pero sé que alguien viene, nos droga, y luego despertamos aquí de nuevo.

- ¡¿Qué dices?! – ahora fue el quien la interrumpió. - ¡¿Qué acabas de decir?!

- Escucha, no sé qué hicimos para estar aquí. – seguía diciendo la chica entre sollozos. – Pero lo que te he dicho es todo lo que sé, he visto más que tú porque llevo más tiempo despierta. Sin embargo, no podría decirte con exactitud qué es lo que realmente nos hacen. He sido drogada y es lo último que recuerdo, después despierto aquí con un fuerte dolor de cabeza. Y también he visto que te han hecho lo mismo o algo parecido, porque la diferencia es que a ti no hacía falta drogarte, estabas en semi coma, como dijo uno de esos tipos con bata blanca. – bajo la mirada hacia el agujero en la pared que tenía frente a ella. - ¿Cómo te llamas?

- Piers… Piers Nivans. – Respondió sin vacilar. – Tranquila, vamos a salir de aquí, te lo prometo. – dijo con determinación mientras se ponía de pie. – ¿Y tú te llamas…?

- Mi nombre es Deborah Harper. Gracias Piers, creo que me estaba volviendo loca sin hablar con alguien. – y se escuchó una risa graciosa desde el otro lado. – ¡Oye! No te rías, es verdad… en todo caso, es bueno oír tu risa. – y ella también comenzó a reír.

Piers desconocía el motivo de su risa descontrolada, aunque en el fondo de su alma abatida estaba al corriente que el verdadero motivo era el estar vivo, era el que la vida le había dado una nueva oportunidad para terminar lo que había dejado inconcluso. Ahora sí, no descansaría hasta salir de ese sitio, cumplir la promesa que acababa de hacerle a esa chica desconocida y de encontrarse otra vez con sus seres amados.

Se apoyó en la pared dejándose caer sobre ella y nuevamente al piso, agradeciendo por estar vivo.

Llevaba cerca de una hora sentada en los asientos acolchados de terciopelo que se encontraban en el pasillo del último piso del edificio de la BSAA, detrás de ella había un gran ventanal por el cual se veía gran parte de la ciudad inundada en rascacielos, cada uno más alto que el anterior. Jill Valentine se encontraba sentada de medio lado con la vista perdida en ese paisaje ¿Cuánto más tardaría en salir? No podía evitar que su mente empezara a divagar en lo que estaba ocurriendo ahí dentro. Chris estaba completamente furioso tras enterarse por habladurías de unos soldados novatos que el alto mando estaba planeando destituirlo de su cargo. Ella conocía aquellos rumores, pero estaba segura de que solo eran eso, por ese motivo no había querido comentarle nada al hombre de ojos pardos, no era posible siquiera imaginar el futuro de la organización sin Chris Redfield formando parte de esta. Y la verdad es que, en el fondo…

¿Qué sería de ti si él ya no estuviera más en la BSAA?

Sacudió la cabeza de forma instintiva para quitarse ese horrible pensamiento de la mente, y agradeció en silencio que en ese mismo instante Chris saliera de la oficina.

- Chris… - dijo mientras se ponía de pie y se acercaba a él. - ¿Qué ha pasado?

El hombre solo la abrazó con fuerza, y la rubia correspondió el abrazo sin dudar ni por un segundo, podía sentir la tristeza interna que emanaba por cada poro del cuerpo de Chris.

- ¿Quieres hablarlo? – él solo asintió y comenzaron a caminar juntos rumbo al ascensor.


Espero que les haya gustado…

Besos y abrazos!

Atte. Jill Filth.