Por segunda vez
Leah se sienta debajo de un árbol, abrazándose las rodillas, con la vista fija en la blanca mansión de los Cullen. No puede transformarse justo ahora, porque sabe que entonces será incapaz de controlar el hilo de sus pensamientos y Jacob escuchará todo lo que ronda por su cabeza, cosa que no puede permitirse que pase.
Jake no puede darse cuenta de lo mucho que duele cada vez que le escucha hablar de la hija del chupasangre. Sólo espera que no se haya dado cuenta del gesto de angustia que cruza por su rostro cada vez que le habla de la tal Nessie, de la maravillosa y perfecta Nessie, por la que sus ojos brillan de intensidad y su voz tiembla de emoción.
Porque todo es para Nessie y nada es para ella. Porque por segunda vez, todo es para para alguien más y no para ella.
Le ha dicho que aún ama a Sam, pero ¿cómo decirle otra cosa cuando él aún suspiraba por Bella? Aunque en ese entonces había esperanza de que se olvidara de Bella y volteara sus ojos hacia ella, ahora ya no la hay. Jacob se ha imprimado y no existe fuerza humana capaz de luchar contra ese misteriosa sensación.
No recuerda el momento exacto en que comenzó a amarlo, ni le importa. Sólo sabe que un día dejó de mirar a Sam y comenzó a observar con mayor atención a Jacob. Y notó sus manos grandes y su risa fácil y despreocupada. Entonces se dio cuenta que estaba atrapada en un sentimiento, que juró no volver a sentir. Porque el amor sólo se paga con traición y desengaño y nadie en su sano juicio quiere pasar por eso dos veces.
Ha escondido sus pensamientos con mucho cuidado, pero ahora que todo está perdido, no puede ocultar su frustración. Frustración porque no puede culpar a nadie y debe aceptarlo, resignada. Sam y Jacob, sólo son víctimas de un impulso, de un destino que su condición les ha impuesto y que nada ni nadie sabe explicar. La imprimación es algo que sólo pasa y punto.
A veces cree que la vida es demasiado injusta. Porque al parecer ese impulso, el encontrar a su alma gemela, está vedado para ella. Porque ella es un puento muerto de veinte años, en el que ni siquiera vale la pena continuar con la línea de la manada.
Leah nota que la puerta de la mansión se abre. Jacob sale, con un bulto entre sus brazos y detrás de él la chupasangre rubia, gruñe. La ternura con que Jake sostiene al bebé es conmovedora, algo que ella nunca había notado en ninguno de sus gestos.Se lleva una mano al rostro y limpia algunas lágrimas que se han derramado sin darse cuenta.
En ese momento, no cree que la vida sea injusta. Tiene certeza de que lo es. Porque por segunda vez, su corazón se rompe, al ver al hombre que ama; entregar ese amor que ella tanto anhela a otra persona, donde no podrá alcanzarlo jamás.
Nota del autor: Si, es medio depresivo, lo sé. Pero me encanta Leah y su final se me hace completamente injusto. Siempre me gustó el Jacob/Leah, y aunque no sé dio, me gusta fantasear con que a ella le gustaba. Y creo que así se podría haber sentido en caso de que hubiera sucedido.
