Cada mañana es igual.
Observándolo de lejos tras los troncos viejos de árboles. Lejos del campamento temerosa a acercarme a él. Mientras él finge no verme. ¡Que curiosa relación! Pero es así como –creo- poco a poco nos acostumbramos el uno al otro.
No sé qué es lo que me llama más la atención: su aspecto rudo e indiferente, meramente preocupado por sí mismo, poco simpático, mal humorado, pero siempre – y extrañamente- dispuesto a ayudar; la historia detrás de aquella chaqueta vieja con alas; o que tenga motivos para aguantar a Hitler.
Sí, no es un lindo apodo para alguien, pero he de confesar que su hermano se lo ha ganado. Jamás conocí a alguien tan pedante. Ese tal Merle inicia todos los pleitos en el campamento. Claro, conmigo no, pues soy callada y para nada habladora, si algún día me dijera algún insulto saldría corriendo. -Sólo exagero-. Me viene más observar a las personas… de hecho, he sabido muchas cosas observando. Por ejemplo, la relación oculta de Lori y Shane. Esas miradas cómplices lo dicen todo… La familia ejemplar: Los Peletier y los intentos de Carol por ocultar sus golpes. Oh sí… ese Ed es otro inmoral.
En fin, no sé cómo ocurrió que comencé a sentir esta curiosidad por Don Ballesta. Y por más que intento averiguar algo de él no consigo nada. Sólo que caza ardillas y le es devoto a Merle. Se maneja con la ballesta y siempre está con el ceño fruncido.
No es la gran cosa, lo sé… es por eso que religiosamente cada mañana lo observo de lejos, como una clase de psicópata. No me juzgues, soy muy curiosa. Al fin y al cabo, es lo único que sé hacer.
Bien, bien... acabo de escribir algo muy raro... pero es lo que se me ha ocurrido como introducción jeje No tomen mal a la protagonista por ser tan mirona o chismosa, tiene sus razones.
