Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía y queda prohibida su reproducción parcial o total sin mi consentimiento.

***Mis adoradas lectoras, vengo con una historia nueva que espero sea mucho de su agrado. Estaba trabajando en otra, pero el tema era muy serio, quizá demasiado dramático y en estos momentos siento que necesito algo un tanto simple, pero, ¿qué me dicen ustedes? Quiero que lean y me digan con toda honestidad qué les parece.

¿Tiene futuro la historia? ¿Les agrada el summary? ¿Quieren saber sobre la otra historia (aún no sé si llegaré a publicarla)?

Si quieren que continúe pueden dejar un bonito review abajo con todas sus opiniones, las cuales tomaré muy en cuenta. Si quieren saber sobre mi otra historia pueden pedirme información en un mp. Tengo escrito cerca de tres capítulos de esta y de mi otra historia, pero todo dependerá de ustedes, como siempre.

Mi única paga y retribución en este lugar es su cariño y su gusto por mis historias.

Besos siempre, An-***


Capítulo uno: Cansado.

—Como podemos ver en las últimas gráficas, el aumento en las tazas referenciales es el punto clave para el desarrollo de nuestras nuevas tecnologías, implementadas sobre todo…—la verborrea de su mejor amigo continuaba y continuaba.

Edward estaba completamente seguro de que no estaba prestando ni la mitad de su atención a la presentación que hacía Jasper y de la cual dependería el treinta y cinco por ciento de su futuro capital.

El joven de tan sólo veintiocho años estaba más concentrado en tratar de identificar el raro patrón que seguía el corte de cabello de su cuñado. Llevaba conociéndolo cerca de quince años y apenas se daba cuenta del curioso aspecto de vaquero que su mejor amigo tenía, quizás por eso su hermana estaba completamente enloquecida con él.

— ¿Edward? —Carlisle Cullen, su padre, quien se encontraba sentado a su lado, llamó su atención.

El joven quiso aparentar lo mejor que pudo, y al parecer pudo convencer a los otros diez miembros de su mesa directiva de que la propuesta era digna de considerarse, hizo un gesto y un ligero asentimiento y los ejecutivos en la sala comenzaron a levantarse de sus asientos, todos asintiendo y asegurando que sería el negocio del siglo.

Carlisle satisfecho, se levantó de su lugar y sonrió hacia su hijo. Él se había dado cuenta de lo que aquello representaba, la expansión de su empresa, la cual, aunque ya no era dirigida por él, florecía cual prado en primavera en manos de su amado hijo.

El señor Cullen había soñado con aquel momento, todo lo que su abuelo, su padre y él mismo habían construido, convertido en una de las más grandes transnacionales y todo desde el mando de su primogénito. Desde el día en que Esme, su esposa, le había informado de su embarazo había soñado con aquella imagen, todo sería perfecto si Edward decidiera comenzar a formar su propia familia como su pequeña Alice lo estaba haciendo.

—Buena decisión, hijo, hoy celebraremos a lo grande, estoy tan orgulloso de ti—se despidió el hombre mayor, con un beso en la frente a su hijo de casi metro noventa, y salió de la sala de juntas.

En el lugar sólo permaneció Edward, quien suspiraba con alivió y cierta aprehensión por las palabras de su padre, y Jasper, quien lo taladraba con sus ojos azul intenso.

—No puedo creer que hayas pasado tres cuartos de la junta observando mi cabello, Edward—bufó el rubio mejor amigo del hombre.

El joven Cullen detestaba aquella extraña habilidad que Jasper poseía para saber exactamente lo que sentía, no importaba cuán bien podía engañar a su padre, a su madre, a su tía aristócrata que insistía en presentarle a su prima lejana para que se casaran, a su novia Tanya cada vez que lo miraba esperando un anillo de compromiso; nunca, jamás en su vida, podría engañar a Jasper Whitlock.

El joven Whitlock, de veintiocho años al igual que él, había sido su compañero, su amigo, su hermano desde los trece años cuando éste se había mudado desde Texas para vivir con su padre y su madrastra, después de que su madre falleciera.

— ¿Qué te ocurre, hombre? —cuestionó Jasper, observando de hito en hito a quien consideraba su hermano en todos los efectos.

Edward suspiró, ¿qué podía decir? Sólo la verdad, pero ni siquiera él sabía bien cuál era la verdad. ¡Tenía veintiocho años, por todos los cielos! Ya no era un chiquillo de dieciocho deseando encontrar su camino en una carretera, montado en una motocicleta, fumando yerba y acostándose con cuanta chica rubia y voluptuosa se encontrara.

— ¿Has pensado en lo que Alice te dijo? —atacó de nuevo el rubio, Edward asintió.

Le había estado dando vueltas al asunto desde que su hermana menor lo había sometido a una de sus más grandes lecciones de lo que debía hacer en la vida. Ella tenía veinticinco años, era una brillante decoradora de interiores, tenía un perfecto y pequeño bebé rubio y una casa con un enorme jardín, ¿por qué su hermano mayor, él, no podía sentar un poco cabeza?

—No tengo tiempo para eso, la empresa me necesita—. Jasper bufó.

—Podría entenderlo si—comentó con sorna—, de verdad estuvieras enfocado en la empresa, pero aparentemente, estás más interesado en mi estilo. ¿Acaso estás en alguna clase de crisis de preferencias?

Jasper intentaba imprimir un tono más ligero a la conversación con su amigo, lo conocía y sabía que presionarlo no serviría de nada, últimamente sentía a su cuñado disperso y desinteresado en todo, especialmente en la empresa.

—Lo siento, Jasper, sé que tú has trabajado mucho más que cualquiera en esto. —Pero no le había dado una respuesta, seguía evadiendo el tema.

— ¿Qué te ocurre, Edward? De verdad—El cobrizo quería poco y podía menos contestar, la última vez que le habían hecho aquella pregunta todo había resultado un desastre, sin embargo, no podía darse el lujo de volver a aquella época.

—Me he sentido un tanto cansado en estos días, quizá necesito un descanso—suspiró finalmente, sin mentir y dándole algo con lo cual trabajar a Jasper.

El rubio sabía que en aquel punto ninguno de los dos podía permitirse unas vacaciones, la empresa los necesitaba a los dos ahí, pero en la actual condición de Edward serviría para muy poco, quizás unas vacaciones le harían bien, le despejarían la mente y podría volver a tomar las riendas de la compañía. Sí, con un Edward renovado y listo para trabajar, él, Alice y su pequeño Harry podrían pasar sus vacaciones en Disneyland, como le había prometido a su esposa.

— ¿Por qué no te tomas unos días? —Edward observó sorprendido a Jasper, no podía ni siquiera pensar en pedirle aquello a su amigo, él sabía que necesitaba tiempo con su familia, su hermana le cortaría las pelotas si se enterara que había dejado con todo el peso de la empresa a su amado esposo. —Yo me encargo de Alice—le aseguró su amigo, adivinando sus pensamientos. —Despeja tu mente y regresa listo para hacerte cargo de todo esto, Harry se merece un buen primer cumpleaños.

Edward sonrió al pensar en su pequeño sobrino, aquel niño inocente de mirada atolondrada y sonrisa curiosa que lo dejaba lleno de baba, sí, se lo debía a Jasper, haría lo que le aconsejaba y regresaría listo para despejar todas las dudas de su vida, quizás y hasta le propondría matrimonio a Tanya.

—Gracias, Jasper—con un medio abrazo de aquellos que los hombres suelen darse, Edward se despidió de su mejor amigo desde la adolescencia y salió volando de aquella oficina que parecía asfixiarlo día con día un poco más.

Se subió en su auto, lo encendió con un rugido por parte del motor y dándole una fuerte patada al acelerador salió disparado de aquel lugar.


Espero les haya agradado este inicio, ¿comentarios?