Bueno, después de meditarlo he dedicido darle un lavado de cara a esta historia. He reescrito los capítulos que ya tenía y tengo algunas ideas mejor planificadas que antes. Me disculpo con toda esa gente que en su día siguió esta historia y me apoyó con ella, pero bueno, sigo aquí, ¿no? Como se suele decir... menos da una piedra.

Y sin más dilación, os dejo con el prólogo.


Prólogo –Gehenna.

Llevaba un buen rato mirándose los pies con aire pensativo, consciente de que hacía mucho que tendría que haber comenzado con su rutina diaria. Sabía que si desobedecía el estricto horario de su madre podría buscarse problemas ahora que ella estaba presente en casa, pero su cabeza bullía con los pensamientos y deseos que hacía no mucho tiempo se habían despertado en ella. Sabía que al final, de un modo u otro, acabaría saliéndose con la suya y haciendo lo que quería, como siempre –aunque tuviera que saltar por encima de las reglas y asumir con las consecuencias–. Pero no quería tener que enfrentarse a la ira de su madre y saber que había decepcionado a la persona que más admiraba en el mundo.

—Si quiero que me escuche, lo mejor será no hacerla enfadar entonces —murmuro para sí misma.

Dando un largo suspiro se acercó al tocador para comenzar a cepillar su pelo, preguntándose cuál sería el mejor momento para abordar a su madre. Generalmente no estaba casi nunca en casa, y cuando estaba tampoco coincidían demasiado, así que tenía que aprovechar la menor oportunidad que tuviera si quería hacerse oír.

—¿Akari-chan? —sus manos se congelaron en el aire y se estremeció al reconocer la inconfundible voz de su madre. Era como si sus propios pensamientos la hubieran conducido allí, hasta ella y descubrió aterrorizada que no estaba lista para afrontar aquella conversación—. He escuchado que hoy no estás respetando el horario que planteé para ti.

Se giró con nerviosismo, intentando ganar tiempo. Su madre era de aspecto imperturbable; su voz dulce y armoniosa, con un timbre agudo que recordaba a los cascabeles, parecía siempre alegre y zalamero, pero Akari había aprendido a identificar cuando estaba furiosa.

—Lo siento, madre —tomó aire serenándose y encarando la figura de su progenitora. Era una mujer alta, mucho más de lo que Akari aspiraba a ser algún día, con una larga y sedosa melena azul que caía en pronunciadas ondas hasta sus caderas enmarcando unas exuberantes curvas. Tenía los ojos verdes como esmeraldas que parecían más relucientes gracias a sus largas pestañas y un rostro de una belleza salvaje e indómita—. Esta mañana tenía muchas cosas en la cabeza.

—¿Más importante que evitar la preocupación de tu querida madre siguiendo los rigurosos entrenamientos que planifiqué para ti? —su madre era especialista en chantaje emocional, detectaba a la primera los puntos más sensibles de su interlocutor y los manipulaba.

Por suerte Akari estaba más o menos preparada para ese ataque verbal.

—Siento mucho las preocupaciones que te he podido causar, pero realmente estaba ofuscada —ella también era buena en el juego de la manipulación. Dócil y sumisa –casi vulnerable–, esa era la actitud que su madre adoraba en ella.

Su madre le mantuvo la mirada, evaluándola, leyendo a través de ella.

—Así que por fin vas a confiarle a tu querida madre el deseo de tu corazón, me alegra escuchar eso, hacía tiempo que quería saber cuando me lo preguntarías.

Akari se turbó durante unos segundos: sabía que su madre era experta en conocer los corazones de la gente a su alrededor, divertirse a su costa, por eso era un demonio tan respetable en Gehenna, pero realmente había creído que ella se había escapado de su control.

Tragó saliva, nerviosa. No era el momento para echarse atrás.

—Quiero ir a Assiah —trató de mantener su voz firme. Sabía que no debía andarse por las ramas con su madre: era igual de impaciente y voluble que una niña pequeña.

—Sabía que éste momento llegaría —dio un largo suspiro mientras ladeaba la cabeza, dejando ver sus orejas puntiagudas—, pero esperaba que fuera mucho más tarde: Assiah es un lugar peligroso para una pequeña flor como tú —le acarició con suavidad la mejilla antes de obligarla a sentarse correctamente en el tocador y comenzar a cepillarle ella misma el cabello con el mimo de una madre entregada—. Y la verdad es que te quiero solo para mí.

Akari tragó saliva, mientras observaba su reflejo. Al lado de su madre era minúscula y mucho más insignificante: en lugar de su hermoso cabello azul y sus ojos esmeraldas, había heredado el pelo rojo y los ojos negros de un padre que nunca había conocido; sus rasgos, por el contrario, sí eran muy similares a los de su madre, igual de hermosos e indómitos, pero sin ese toque casi divino que caracterizaba a la adulta.

Era una pequeña flor a la sombra del precioso y fuerte rosal.

—Pero… —necesitaba conseguir aquello, iba más allá del sentido de la lógica— creo que puedo hacerlo. He estado entrenando mucho, me vendría bien probar mis conocimientos en una situación real. Saber si puedo deshacerme de los exorcistas o los demonios que quieran atacarme.

Las manos de su madre se detuvieron sobre su cabello, Akari no se atrevió a encarar su reflejo: la suerte estaba echada. Si le decía que no, se escaparía igualmente, pero la idea de que su madre estuviera enfadada con ella era casi dolorosa.

—¿Sabes qué? Creo que mi pequeña Akari-chan tiene razón —una de las manos de su madre bajó por su sien hasta acariciarle la mejilla con dulzura. Akari pestañeó sorprendida, no había esperado que cediera con tanta facilidad—. Tu querida madre también ha pensado en eso, y creo que es el momento de que mi pequeña flor demuestre que puede crecer en el invierno.

—¿De verdad? —su madre siguió arreglándole el pelo y asintió lentamente.

—De verdad, mi pequeña flor así lo quiere, también demostrarás ante todos que tus raíces son fuertes. Aceptaré con la condición de que mi linda niña acepte llevar un guardián —ese era un mal necesario, supuso. Al menos estaba confiada en poder manejar a cualquier criatura que su madre quisiera endosarle—. ¿Puedo saber a qué se debe el repentino interés de ir a ese lugar infestado de humanos?

—He escuchado a otros demonios hablar de las maravillas de Assiah y quiero comprobarlas por mí misma, madre —se giró para mirarla directamente, su pelo estaba bien como estaba—. El sol, el viento, el mar… también dicen que los humanos son divertidos. Yo quiero ver todo eso.

Su madre sonrió ladinamente.

—Pero Akari-chan ya ha visto todo eso, ya ha estado en Assiah.

Esta vez, no tuvo que fingir para fruncir el ceño en una mueca de desagrado. La experiencia había resultado de lo más desagradable.

—En aquel momento era muy pequeña y débil, tenía miedo. Todo en lo que podía pensar era en madre y en regresar a casa. Esta vez pienso disfrutar realmente de mi viaje a Assiah —durante unos instantes olvidó la imagen sumisa que solía proyectar frente a su madre y la miró desafiante, esperando que la cuestionara.

Su progenitora la miró fijamente durante unos segundos y le cogió la cara con dulzura. Se inclinó sobre ella y presionó con suavidad sus labios sobre su frente en una poco habitual muestra de afecto en ella.

—Veo las pasiones del corazón, incluso las de las pequeñas florecillas —murmuró sin separar apenas los labios de su frente. Dejando a Akari en shock y sin palabras, se apartó de ella y le dedicó una sonrisa radiante—. Creo que Akari-chan debería empezar a prepararse para su largo viaje a Assiah.

Akari se quedó inmóvil sentada en el tocador, convencida de que se había sonrojado e incapaz de ver como su madre la dejaba sola en su habitación. Permaneció así hasta después de escuchar como se cerraba la puerta de su cuarto y solo entonces una tímida y nerviosa risa escapó de sus labios.

No podía creerse que todo hubiera salido bien, había sido como un juego de niños.

Por fin iba a ir Assiah.