La negociación había ido bien, su padre estaría orgulloso de él cuando le contara el relato de lo sucedido durante esos días. Arthur estaba encantado con el banquete que estaba a punto de comenzar para conmemorar el primer tratado que efectuaba el joven príncipe.
Ya llevaban muchos años de guerra con el reino vecino y ya casi nadie recordaba el motivo del comienzo de la contienda. La paz tenía que zanjar los enfrentamientos entre los dos pueblos y por fin, ese día había llegado de manos de Arthur; él había sido quien lo había llevado a buen término.
Salió de la espléndida tienda que le habían preparado, la cual no tenía nada que envidiar al aposento en el que se había establecido el otro rey. Ya estaba cansado y aburrido de estar allí sólo, mientras escuchaba a sus soldados, cantando alegremente, bebiendo y divirtiéndose fuera.
El día estaba llegando a su fin y las antorchas iban siendo iluminadas paulatinamente, para lo que sin duda iba a ser una larga noche de festejos. En cuanto lo vieron aparecer, sus hombres lo saludaron con vítores y alzaron sus copas en su honor. Arthur los saludó pero no les prestó demasiada atención.
Miró a su alrededor; todo el campo estaba lleno de soldados hasta donde podía ver, pero no consiguió encontrar a quien verdaderamente estaba buscando.
Durante los dos días que había durado la intensa negociación de paz para llevar la tranquilidad a los dos reinos, su amigo Merlin había estado a su lado.
"Es un simple sirviente." Dijo el otro rey con tono airado al ver al modesto muchacho sentarse al lado de Arthur. "No puede estar aquí."
"Está conmigo." Dijo Arthur con rotundidad. Después de llevar mucho tiempo a su lado, Arthur había terminado por confiar en los consejos de Merlin. Seguía siendo su sirviente, desde que su padre así lo había dispuesto, para que fuera su lacayo; pero co el tiempo se había convertido en su fiel amigo y en ocasiones, cada vez más numerosas, su consejero.
Ahora lo estaba buscando para agradecerle los consejos que le había estado dando durante los dos días, Merlin parecía una de esas personas que podían comprender el comportamiento de una persona tan sólo por mirarle, por observarle largamente.
De esa forma el joven brujo había ido indicando a su amigo como actuar frente al otro rey, como contentarle y no enfadarle, como hacer que confiara en él y como llevarlo por el camino que Arthur quería.
Si aquello había salido bien, se lo debía a Merlin. Pero por mucho que lo buscó entre los soldados, no dio con él por ninguna parte. Sabía que no le gustaba el mundo militar, así que supuso que se habría refugiado con las hierbas que Gaius le enseñaba o estudiando algo de medicina.
Un ruido de pasos se escuchó en el bosque, alguien se estaba acercando a ellos, pero los soldados estaban demasiado borrachos o simplemente hablaban demasiado alto como para escucharlo.
Tan sólo Arthur prestó atención, parecían tratarse de bastantes hombres, armados y entrenados para no ser descubiertos con facilidad si no lo deseaban. Aquello no podía ser nada buen.
"Atención todos, alguien nos observa y se acerca." Esperó que de esa forma los que les acechaban decidieran darse la vuelta al haber sido descubiertos.
Entonces Arthur se dio cuenta, los vigilantes no habían avisado de la presencia de los extraños en los alrededores. Aquello sorprendió al príncipe, porque sólo podía significar que los habían matado y que al menos, los habían dejado fuera de combate.
A partir de ese momento, todo pasó muy rápido para Arthur. Apenas se dio cuenta de nada. Como si se tratara de un cúmulo de sombras demasiado veloces, unos cuantos hombres, a los que no pudo contar con exactitud, pasaron a su lado como una exhalación. No pudo verles las caras, ni podía estar seguro de las armas que llevaban consigo.
Arthur creyó que no se habían percatado de su presencia, porque pasaron por su lado, sin prestarle atención alguna, acabando sin compasión alguna, con cada uno de los hombres que ponían por delante de ellos. Uno a uno y sin poder presentar batalla por no ver a su oponente antes de ser demasiado tarde, los soldados iban cayendo muertos al suelo.
Una vez pudo reaccionar, Arthur echó a correr hacia su tienda, donde tenía las armas. Sin embargo, antes de poder entrar, uno de los veloces hombres se puso delante de él y le dio una fuerte patada que lo dejó aturdido en el suelo, porque lo había cogido desprevenido.
"Cuando tu padre vea lo que ha ocurrido aquí, romperá el tratado en este lugar firmando para siempre." Arthur por fin logró ver el rostro del que parecía ser el líder de sus asaltantes, el que había decidido ocuparse de él.
Se trataba de un hombre bastante mayor que él, seguramente de una edad similar a la de su padre, pero la ferocidad que vio en su semblante, parecía propia de un animal y no de un ser humano.
El hombre puso el filo de su espada sobre la garganta de Arthur y sonrío al ver el miedo incipiente en el rostro del muchacho. "No eres más que un crío que le han hecho crecer demasiado rápido."
"No se quien eres, pero te puedo asegurar que no te saldrás con la tuya como crees, le contaré todo lo que ha ocurrido aquí a mi padre y juntaré un nuevo ejército de los mejores hombres para acabar contigo."
"Te olvidas de un pequeño detalle mi joven amigo." Arthur estaba seguro que le asestar el golpe definitivo en ese mismo momento, pero el hombre continuó hablando como si nada. "Para entonces, tu también estarás muerto, al igual que todos tus soldados."
Afortunadamente para Arthur, el curtido guerrero, también era todo un prepotente y vanidoso, por lo que con su discurso le dio tiempo para palpar el suelo a su alrededor, coger un puñado de tierra y lanzárselo a los ojos.
El hombre gritó se había quedado ciego el tiempo suficiente para que el joven príncipe pudiera apartarse del peligro inmediato de la espada. Sin embargo, el guerrero, se recuperó pronto y se dispuso a atacarle.
Arthur todavía estaba en el suelo cuando la espada cayó a una distancia muy corta de su cabeza. El otro guerrero era bueno, el mejor soldado al que se hubiera enfrentado en su vida y por primera vez en mucho tiempo, realmente temió que pudiera acabar con él.
Por mucho que el chico lo intentaba, el hombre le impedía levantarse del suelo continuamente. "Eres bueno, tengo que reconocerlo, pocos hombres han aguantado tanto mis golpes como tu, me serías de mucha utilidad trabajando para mi, pero es una lástima, tengo matarte para que tu padre odie al rey Konrad del norte y personalmente, este juego ya me aburre."
El hombre le dio un fuerte golpe en el costado, tan duro y repentino, que Arthur sintió que dejaba de respirar sin más. No se podía mover y estaba aterrado e indefenso antes su asesino.
Siempre había estado seguro que moriría en batalla, pero ahora lamentaba no tener a nadie cercando a su lado, para reconfortarle y quitarle el miedo del cuerpo por estar a punto de morir.
"Tu padre va a desear no haber hecho nunca este pacto, se odiara por haber mandado a su hijo a la muerte, pero para que eso ocurra tal cual lo he pensado, tu vas a tener que sufrir un poco antes de morir."
La terrible sonrisa en el rostro de su siniestro asesino, heló la sangre de Arthur. Aquello no iba a ser sólo un golpe y morir, aquella penitencia que le esperaba por delante, iba a ser demasiado larga.
Cuando la espada se clavó con suma violencia en su hombro, el chico dejó de sentir nada, los sonidos desaparecieron de su cabeza, incluso no pudo escuchar su propio grito de dolor y la imágenes habían dejado de tener sentido para sus ojos, ahora apretados con fuerza, cuando veía tan próxima su propia muerte. Después no hubo nada más.
- o -
Merlin no era de los que disfrutaban con las grandes fiestas. Le gustaban más las reuniones íntimas, pero ese campo lleno de soldados no era el mejor lugar para tener una. Por eso se había aparatado del gran grupo, hasta el río cercano. Allí estaba tranquilo y tenía tiempo para pensar.
Entonces habían comenzado los gritos, para unos momentos después desaparecer de improviso. Aquello no tenía sentido para el chico, si alguien había atacado el campamento, las cosas no habían podido concluir sin más.
Con mucho cuidado fue hacía la primera de las tiendas y ante él apareció una imagen desoladora. Los soldados estaban muertos, apilados unos encima de otros, pero una cosa así no había podido ser hecha por las manos de hombres.
De la nada, apareció el grito desgarrador que el puso el vello de punta. Sin más reconoció la voz y corrió hacia ella, si había alguna posibilidad de salvarle la vida a Arthur, otra vez, no iba a desperdiciarla.
Entonces se encontró al hombre, que con un movimiento rápido y limpio, sacó la hoja de la espada del cuerpo del príncipe, este yacía en el suelo, inconsciente, o al menos eso era lo que esperaba Merlin.
El hombre no lo había visto, por lo que volvió a levantar la espada para dar un tajo más profundo. Merlin no pensó, simplemente reaccionó ante lo que no iba a permitir que ocurriera.
En voz baja pronunció unas palabras en dialecto extraño y después que una luz cegadora iluminara el cuerpo de Arthur y a él mismo, los dos jóvenes habían desaparecido, en el mismo momento, en el que la espada caía sobre la tierra vacía ya.
- o -
Arthur tenía frío, mucho frío, sentía todo su cuerpo temblando y no podía detenerlo. Había humedad en el ambiente y el ruido del agua al correr por las paredes, no le dejó volver a conciliar el sueño otra vez.
Abrir los ojos y regresar al mundo consciente significaba volver al terrible dolor que recorría todo su cuerpo y a la alta fiebre que no le permitía pensar con total claridad.
Entonces escuchó una voz, sonaba lejana, pero algo le decía que quien le hablaba estaba muy cerca de él. Al principio no consiguió comprender las palabras, por eso tuvo que esforzarse, dejando que el dolor de cabeza y del resto de su cuerpo, se apoderara de él.
"Vamos Arthur, despierta, tienes que seguir luchando."
