Secuestro
Veinticuatro horas desde la última vez que lo vio y aún no había señal de él.
Rey sabía varios trucos de respiración, y desde niña había podido controlar las reacciones en su cuerpo al punto que la ilusión de tranquilidad se volviera real. Aún así, su mano seguía temblando en su regazo al recordar que todo un día había pasado.
Parecía menos tiempo incluso en en la seguridad del templo, y sin embargo, el reloj no mentía.
Un día atrás, Mamoru había estado tendido en el regazo de Usagi. Ella había estado ataviada en un vestido blanco como la nieve manchado de un oscuro carmesí. Él en un traje negro tan familiar como su cara.
No era una sorpresa total saber que él era Tuxedo Mask.
Desde el primer momento que lo vio, Rey se había puesto como meta confirmar que Tuxedo Mask y Mamoru eran uno solo. Pero al ver sus suposición correcta, la victoria supo a cenizas en lugar de miel y por unos segundos ella se había ahogado ante la revelación.
Rey apretó sus puños, aún temblorosos, al recordar lo ocurrido en la torre: al aura negra rodeando a Mamoru como asqueroso veneno. Él desapareció dejando solo un temible vacío.
Usagi había despertado poco después y en sus ojos había preguntas que partieron el corazón de Rey incluso antes de que sus labios las formularán.
Mamoru seguía vivo. Rey aseguró sin titubear. Y era ese su mantra veinticuatro horas después, aunque por algún motivo repetirlo hacía poco para aliviar los escalofríos que recorrían todo su cuerpo.
El único motivo para secuestrarlo vivo era obtener información de él, todas lo sabían. Incluso Usagi, con su cabeza en las nubes, entendía que Mamoru estaba en una situación horrible.
Pero a diferencia de Usagi, Rey era una conocedora de lados más oscuros en los humanos, despues de todo, ella sí veia las noticias y su padre más de una vez comentó, solemne, sobre el trágico final de alguno que otro conocido víctima de secuestro. Saber mucho normalmente era bueno, pero en ese momento era una maldición.
Por primera vez en muchos años, Rey deseaba los brazos de su madre en sus hombros. Incluso quería huir ir al teléfono y escuchar la voz de su frío padre pidiendo ser llamado después. Su amado abuelo era un buen hombre, pero lo que agobiaba al corazón de Rey parecía desear el consuelo en sus padres.
En lugar de buscar persona alguna en quién refugiarse, Rey respiró profundo para calmar sus emociones. Era una sacerdotisa podía hacerlo.
La imagen de un meñique sin mano paso por su mente con rapidez y a pesar de intentar ponerse de pie, sus piernas no tuvieron energía para obedecerla.
Una oreja, un dedo, ropa manchada de sangre, un cuerpo mutilado en un cauce. O quizás nunca encontrarían cuerpo que enterrar. Mamoru Chiba sería una cara más en un póster en la estación de policías ¿Alguien siquiera lo había reportado como desaparecido? Rey no le conocía familia o amigos.
—¿Por qué lloras? — una mano acarició el cabello negro de Rey con suavidad.
Ella no esperó a procesar las palabras de su abuelo, en lugar de ello dejó su cabeza reposar en su pecho. Todo su cuerpo temblando en los brazos de él.
En otro lado de la ciudad, una joven rubia y su gato blanco revisaban hasta el más pequeño rincón de un departamento vacío. Su dueño no estaba presente, quizá nunca volvería.
—Hay sangre en el respaldo del sillón —Artemis dijo mientras entraba a la alcoba.
Arrodillada a un lado de la cama y revisando papeles se encontraba Minako, quien prefería que le llamarán Mina y la más experimentada de las Sailor Scouts. Milenios atrás, su madre la había hecho investigar los asesinatos en el Milenio de Plata, así que ella ya estaba acostumbrada a buscar hasta por debajo de rocas por información.
El apartamento de la "víctima", Mamoru Chiba, era espacioso. Estantes con libros gastados hablaban de un hombre bien leído y armarios con ropa nitidamente doblada contaban de alguien bien organizado.
Y sin embargo, ningún kit médico a la vista como se podría esperar de alguien tan adulto.
—Tambien había sangre en la pared del pasillo —Mina dijo mientras leía una boleta de calificaciones de preparatoria —. Parece que Tuxedo Mask sí tenía una identidad civil.
—Aun es muy pronto para descartar que no fuera un miembro del Reino Oscuro. Incluso si es Endimion, no, precisamente porque podría ser Endimion, es probable que siempre ha sido nuestro enemigo.
Mina observó a Artemis por unos segundos, apreciando tenerlo de su lado. Había visto a las otras scouts ya, y ninguna parecía tener dudas sobre las lealtades de Mamoru. Una desgracia en opinión de ella, la computadora de Mercury sería útil para investigar la autenticidad de los papeles.
—Solo encontré una foto de los padres..el color de ojos y cabello no coinciden — Artemis mencionó y saltó sobre la cama para oler las sábanas —Huele a jardín.
—¿Crees que la foto sea falsa?
—No estoy seguro ¿Esos documentos?
Mina llevó un mechón dorado atrás de su oreja, esperando acomodar sus pensamientos con esa simple acción. Incluso si fueran reales eso no diría nada sobre la lealtad de él, así que decidió acceder con la cabeza y dijo "sí".
—Creo que deberíamos volver a la escena del crimen y buscar más pistas.
—Sí, hagámoslo.
Soñó con un vestido blanco teñido de rojo y despertó con el cuerpo pesado.
Era uno de esos días, se dijo, caminando a paso lento hacía el baño. Estaba cansada y su piel ardía, pero aún así no podía arriesgarse a manchar más la cama.
Sin embargo, al volver a las sábanas, no pudo conciliar el sueño.
Detrás de sus párpados, apareció el recuerdo de un charco de sangre oscura, y ahí estaba Usagi, vestida de blanco y llena de sangre. Después Sailor Moon se había desmayado y la prioridad había sido asegurarse que seguía viva.
Era mucha sangre, tanto que podría parecer que alguien había tirado un balde de pintura y Usagi había resbalado en él.
Pero no era de Sailor Moon. Amy abrió sus ojos al recordar su desliz. Ella era en la que todos confiaban y veían como una especie de doctora. Era Amy quien debió haber corrido al cuerpo de Tuxedo Mask y buscar la herida.
Ella había perdido parte de su confianza en Tuxedo Mask en cuanto el comenzó a robar los cristales arcoiris, sin embargo, él las había ayudado desde el principio pese a ser relativamente débil.
Desde su tercer encuentro, Amy había entendido que sus ataques no eran más que un truco para desviar la atención, incluso más inofensivos y de menor alcance que los de la misma Sailor Mercury. Si su magia era más débil, entonces era sensible pensar que su cuerpo fuera más débil que el de una Sailor.
Lo recordó de nuevo, tendido y sin máscara, en la torre. No había magia protegiendo su identidad. Amy no sabía que significaba eso.
Y ahora, Tuxedo Mask estaba en manos del enemigo. Herido e incapaz de escapar. Atrapado sin salida. No le había dicho a nadie, pero, ella había visto un agujero que dejaba ver la carne abierta debajo de la ropa, dejando la sangre fluir como manantial para alimentar a la muerte. Moriría solo.
En menos de un segundo, Amy corrió al bañó para vomitar la bilis.
Makoto no entendía aún lo que había pasado. En la mañana de un día atrás, todo parecían ser buenas noticias .
¡Una nueva Sailor Scout y no más búsqueda de cristales! En la noche, tenían el Cristal de Plata y Usagi, la princesa, había despertado con más poder.
Sin embargo, mientras miraba el techo de su habitación, no estaba segura de cómo sentirse.
El grosero y molesto amigo de Motoki era Tuxedo Mask. Tenía poco motivo para encontrar a ninguna de las dos identidades en su lista buena. Mamoru había sido una molesta espinilla como civil y un posible enemigo como Tuxedo Mask.
Pero Usagi había dicho con lágrimas que él era el príncipe Endimion, su amado del Milenio de Plata, y Mako entendió porque el dolor de Usagi, y ese dolor, el del amor perdido, era algo que Mako no deseaba a su mayor enemigo, mucho menos a Usagi.
Mako se levantó de su cama para estirar las piernas y sus ojos descansaron en una foto grupal de las Scouts, incluída Rey.
Rey también tenía sentimientos por el amigo de Motoki.
Aunque la victoria estaba prácticamente en sus manos, el hecho de que dos de sus amigas estuvieran sufriendo volvía todo demasiado amargo.
Usagi despertó de una noche sin sueños. Los rayos del sol iluminando su cuarto con la dulzura de una madre. Ella quería volver a taparse bajo las sábanas o tomar uno de sus mangas y leerlos desde la comodidad de la cama, pero era incapaz de decidir cuál de las dos opciones era mejor, por eso se levantó para ducharse.
Su madre le dió un beso de buenos días, como si supiera que ella lo necesitaba, y su padre la invitó a una gala con sonrisa en sus labios.
Ella aceptó llena de energía.
Luna acarició su pierna y Usagi sonrió porque su vida era hermosamente normal. Así es como debería ser siempre.
Esa noche, despues de la gala, sus padres la llevaron a ver las estrellas y la luna llena parecía estar llena de secretos.
Desde que tenía memoria, siempre había sentido melancolía al ver el satélite blanco, como el recuerdo triste de algo perdido.
Él, él estaba viendo la misma luna, Usagi pensó en silencio. Antes de darse cuenta, su amada madre la estaba abrazando, y sin embargo su calidez no era lo que esperaba. Se sentía distinto.
Un milenio atrás, ella observó la Tierra desde la luna; él la encontró en su jardín; beso sus labios y juro amor; ella lo amó; el murió; ella murió.
Unos meses atrás, ella observó la luna; él la enamoró en la noche vestido con un traje negro, y por el día, por el día había sido un antipático, pero quería volver a verlo. Quería asegurarse con sus propios ojos que su pecho respiraba y que él estaba vivo.
Apretó la ropa de su madre y dejó los gritos escapar de sus labios. Ambos padres le preguntaron sí era la escuela. Ella no supo porqué afirmó con la cabeza. Fingir no elimino el dolor de su pecho o silencio sus llantos.
Sus padres, su educación, su planeta. Nada era igual, solo el dolor.
