Prologo

—Lo siento pero no puedo aceptarlo — dejo sobre la mesa la cajita de terciopelo que tenia en sus manos, dentro un pequeño aro con una piedra blanca brillaba tenuemente — yo.. yo… yo no puedo someterme a alguien de esa manera, no puedo perder mi libertad.

— Kagura, por favor— suplico. Ella negó con su cabeza — Yo jamás te privare de tu libertad. Sabes que te amo y que lo que menos deseo es hacerte sufrir.

— Eso lo dices ahora, pero dentro de un tiempo cuando tenga que ir de gira o hacer un papel me lo vas a impedir.

Kagura era una artista de la danza japonesa, aunque su mayor pasión era la música clásica, tocaba el violín para la orquesta sinfónica del Teatro Tokio Takarazuka.

— No. Sabes que no voy a interferir con tus sueños.

—¿Y cuando quieras tener un hijo?.

Silencio.

—Ves que tengo razón. Lo siento Seshomaru pero esta relación tiene que llegar hasta aquí. No puedo entregarme a ti de esa forma, ni a ti ni a ninguno.

Kagura tomo su bolso y salió de la habitación dejando a un desolado Seshomaru.

Él lo sabía, sabia que ella reaccionaria de esa forma, sabia que iba a tener que luchar por ella, convencerla. Pero jamás se imagino que Kagura iba a tomar un avión al día siguiente separándolo totalmente de ella, no respondía sus llamadas ni sus textos. Ella había elegido su libertad y él con dolor entendió que jamás lo amaría tanto como para unirse a él. Nunca lo amaría como el a ella.

Cinco años después.

—Joven Seshomaru — un hombre de edad avanzada, acababa de entrar a su oficina. Vestía un impecable traje casimir azul oscuro, con camisa blanca y corbata de un azul mas claro y pequeñas rayas grises. — aquí están los documentos de la joven Rin.

—Gracias Jaken.

Jaken era su mano derecha, desde la muerte de su padre Seshomaru había asumido el mando de las empresas de la familia. Jaken lo había ayudado en toda la transición puesto que cuando eso ocurrió Sesshomaru tenía a penas 19 años. Ahora tenía 28 y no se veía con otro ayudante que no fuese él.

— Disculpe la intromisión pero… ¿Me permite darle un consejo?

— Habla. — dijo sin expresión.

— La chica solo tiene 17, le faltan solo tres meses para cumplir 18 si la entregamos probablemente esperen hasta que sea mayor de edad para así poder juzgarla como adulta.

— ¿Me estas insinuando que la dejemos libre?

— No exactamente. — trago grueso.

— Es una delincuente — afirmo inquisitivo.

— Vera… estuve conversando con un abogado de menores y bueno… Joven, la chica es huérfana, su familia murió a causa de un asalto. Vive bajo la caridad de una monja de bajos recursos enferma de cáncer, no es de extrañar que terminara robando, quizás esa niña lo que necesita es ayuda.

— Lo que necesita es un castigo — lo interrumpió.

— Por favor, si usted propone ser su tutor solo por estos tres meses podríamos hacer algo por ella hasta podría conseguir un trabajo.

— No creo que esa delincuente pueda corregirse Jaken.

— Solo piénselo. El joven Inuyasha también paso por momentos difíciles, si lo hubiera abandonado el no seria quien es hoy.

— Inuyasha no… — Jaken tenía razón, su hermano había pasado por momentos muy difíciles a causa de una mujer, ella le fue infiel y por ello Inuyasha se había vuelto loco, casi al punto de convertirse en un delincuente.

— Lo ve — le confirmo Jaken al adivinar sus pensamientos — No tiene que decidirlo ahora. Por favor hable con ella primero y yo aceptare lo que decida luego. Pero dele una oportunidad a la chica.

— Está bien. Hablare con ella — frunció el ceño — pero no te prometo nada.

Capitulo 1

Rin se maldijo a si misma por haber permitido que la atraparan, la hermana Kaede iba a regañarla para toda la vida, solo si lograba salir de esa. Ese hombre iba a enviarla a la cárcel, él no tenía piedad de las personas. Lloro una vez mas, ¿Qué iba a ser de la monjita sin ella? ¿Quien la iba a alimentar? ¿Quién buscaría sus medicinas? No quería que nada malo le pasara. Kohaku sin duda la ayudaría, pero, nadie cuidaría a la hermana Kaede como ella.

Intento forzar la puerta nuevamente.

Nada.

Ese anciano la había dejado encerrada. Sera verdad que iba a ayudarla, un señor mayor le dijo que intentaría hablar con el dueño para ayudarla a que no la enviara a la cárcel, sin embargo, ya hacían mas de dos horas y ella seguía en el mismo lugar, esperando. La puerta de la habitación se abrió y el hombre mas arrogante que había visto en toda su corta vida entro por ella. Llevaba un traje oscuro impecable, camisa blanca con corbata gris oscuro. Su tez era pálida, sus ojos color miel y su cabello plateado era lo que mas atracción le causaba. Este hombre era imponente, enigmático. Ella en cambio iba vestida con unos jeans rotos y una blusa rosa pálida de algodón casi translucida por el uso y unas convers con la suela de un centímetro. Su cabello negro azabache, que no se había lavado en más de una semana, estaba envuelto en una cola. Su aspecto comparado al del hombre que acaba de entrar era deprimente.

— Asi que tu eres la ladrona — dijo Sesshomaru inspeccionando cada parte de su cuerpo.

— Si — levanto la barbilla y lo miro a los ojos — Soy yo — respondió desafiante.

— Pequeña recuerda lo que hablamos — se escucho su voz detrás de Sesshomaru. Era el anciano con el que había hablado temprano. No se dio cuenta en que momento había entrado.

Hace un rato le dijo que si quería que su jefe la ayudara tenía que ser dócil y demostrarle mucho respeto. Tenia que comprobarle que podía ser corregida.

— Sabes que si quisiera puedo enviarte a la cárcel.

— Lo se. No le tengo miedo.

— Jaken, esta joven no necesita ayuda, necesita un castigo. En la cárcel pueden dárselo bien.

Jaken miro a Rin instándola a hacer las cosas que habían acordado en su conversación. Pero, Rin no tenía intenciones de rendirse ante ese hombre. No lo haría, aun si eso significara ir a la cárcel.

— Que arrogante suena señor. Me gustaría saber si actuaria igual sin todo su montón de dinero.

Sesshomaru levanto una ceja.

— No tienes idea de lo que hablas mocosa.

— Si que la tengo, conozco bien a los hombres como tu. Les gusta intimidar a los demás. Pero yo no soy como ellos. A mi no me intimidas.

Los labios de Sesshomaru se curvaron en una sonrisa.

Jaken lo miraba de hito en hito, desde Kagura Sesshomaru no había sonreído ni siquiera un poquito.

— ¿Qué es tan gracioso? — pregunto Rin intrigada.

— Te vas a arrepentir de tus palabras, sobre todo cuando la anciana con la que vives no se pueda volver a levantar.

Kaede no

— No te atrevas.

— Dime… ¿que crees que pensara cuando se entere?

Sesshomaru se acercó a ella, sin tocarla.

— Ahora, mocosa discúlpate o te vas a pasar los próximos cuatro o cinco años en la cárcel.

No quería hacerlo, pero, Kaede no merecía quedarse sola.

— Lo siento — dijo entre los dientes.

— No te escuche.

— Lo siento — repitió en un tono mas alto.

— ¿Que sientes?

Ganas de matarte idiota.

— Siento mucho las palabras que dije y siento mucho haberme metido a robar a tu casa.

Oh si, y también siento ser la única a la que atraparon.

Bien, con eso vasta.

Por Dios… ¿este hombre podía se mas arrogante?

— Jaken prepara los papeles.

— ¿Qué papeles? Dijiste que no me enviarías a la cárcel.

— En efecto no te enviare a la cárcel. Pero tampoco puedes regresar con tus amigotes a seguir causando problemas.

— Entonces….

— Desde ahora estas bajo mi tutela. Es eso o la cárcel. — Comenzó a caminar hasta la puerta — un encargado social de mi compañía ayudara a la anciana con la que vivías. Pero, si me desobedeces te enviare derechito a la cárcel. ¿Entiendes?

Rin asintió enfurecido. ¿Por qué le había hecho caso a esos patanes? No tenia que haber entrado a esa casa, se sentía fatal. Kaede quedaría sola. Le había fallado. Los dos hombres salieron de la habitación dejándola de nuevo encerrada, sin ninguna posibilidad de escapar.

Ella tenia la sensación que de ahora en adelante ese hombre de cabello plateado se había convertido en su verdugo y eso le causaba la mas aterradora de las inquietudes.