Hola a todos, vale, primero que nada quería comunicar una cosa REALMENTE importante: Me he cambiado de nombre, ya no soy "Zakuro Hatsune", ahora soy "Renee Liddell" como en mi cuenta de Wattpad. Vale, este es mi nuevo proyecto AU!Jelsa, espero sea de su gusto.
NINGUNO DE LOS PERSONAJES ME PERTENECE, yo solo los tomé prestado para darle forma a este escrito.
Si vienes aquí buscado romance meloso de esos donde las abejas se pegan a tu ordenador por tanta miel, te pido amablemente que cierres la pestaña de una vez, pues no habrán cosas MUY melosas (aclaro, si habrá romance, más no cursilerías –o quizá sí, quien sabe, conmigo jamás sé nada-).
Ahora sí, buena lectura:
● Darkness
Primera luna: Cielo rojo, destino forjado.
El cielo estaba despejado, las estrellas tintinaban con gran resplandor, la luna estaba en su punto más cercano a la tierra y el viento silbaba pasivamente. En una mansión de la época victoriana un joven de hermosa cabellera castaña clara iba de un lugar para otro, vestía un elegante traje de corbata, sus ojos verdes cuán aceitunas reflejaban su nivel de estrés, después de todo, ser padre primerizo no era una grata experiencia y menos cuando su esposa y él mismo no eran simples humanos. Sus nervios estaban tan sobre cargados que la sola presencia de un mísero bicho en su territorio le provocó sacar su verdadera forma: El traje se desgarró en cuestión de segundos y el bello, junto con características lobunas. Se veía igual a cualquier imagen antigua de hombres lobo. Su pelaje era castaño y sus ojos, ahora, verdes cual zafiro radiante, ocupaba prácticamente toda su cuenca ocular. Con aquella velocidad sobrehumana, arremetió contra el insecto que lo había alterado, como si de un cachorro se tratase.
A unos metros más alejado, un joven rubio de hermosos ojos azules veía a su mejor amigo atacar al bicho que él también había sentido. Si así se ponía Raymond por el nacimiento de su primogénito, no quería ni imaginar cómo sería él mismo cuando su hermosa lobuna le diera la misma noticia que su amigo castaño había recibido hacía nueve meses atrás. Su mirada de estar en la del hombre aniquilando al pobre escarabajo pasó a una puerta sellada con del otro extremo, suspiró cansado, la hermana de su mejor amigo y novia de éste se encontraba ahí adentro haciéndola de partera con la esposa de Raymond, Regina, una hermosa vampiresa que había conocido primero a Renee y después a Raymond en un peculiar encuentro. Se preguntó por el bienestar de su amiga vampiresa y de su sobrino que estaba luchando para llegar al mundo. Miró por la ventana y agudizó sus sentidos, tenía que montar guardia ya que Raymond no estaba en condiciones. Debían tener cuidado, a pesar de que ahora ambos clanes estaba en paz, aún habían algunos miembros que no estaban muy de acuerdos con esa unión. Además de que para la humanidad entera, ellos no existían.
Al otro lado de la puerta, una joven de hermoso cabello castaño oscuro y ojos azules estaba postrada en cama con un gran vientre hinchado. Otra chica, de bello cabello púrpura y ojos tan azules como la joven, se encargaba de monitorear a la chica en cama. La joven de cabellos morados, cuyo nombre era Renee Arendelle, veía con gran felicidad a aquella joven vampiresa que había sido su amiga desde hacía más de un siglo. Aún recordaba como la había conocido: En la princesa caza de la vampiresa y, para su desgracia o fortuna, ella era la presa. Ambas se enfrentaron con todo lo que tenían, Regina con una espada bañada en plata que sólo había usado esa vez con Renee y ésta, con sus garras afiladas y su entrenamiento de guerra que había recibido de su padre a escondidas. Pero la pelea no duró mucho, los malditos Caballeros Templarios habían aparecido en su riña y capturaron a Regina con ayuda de lo más bajo que podían usar. Ajo. Renee estaba a nada de escapar y dejar a la vampira a su suerte cuando, sólo por simple capricho, volteó a ver a su enemiga "natural" y lo que vio en esos ojos azules le dio un nuevo matiz a todo. Miedo. En los ojos de la vampira veía miedo. Todo lo que ella sabía de los vampiros cayó a un gran fondo de nada pues, para ellos, los vampiros no sentían y sobre todo, carecían de emociones. Ese fue el momento en el que todo cambió, cuando vio una emoción en un vampiro. Luchando contra lo que ella llamaba "instinto", regresó a rescatar a la joven novata en caza sin saber que en ese momento había rescatado a su mejor amiga y futura esposa de su hermano mayor.
— ¿Qué tanto miras, Renee? — Preguntó la vampiresa con una sonrisa cansada.
— Nada, sólo recordaba cuando nos conocimos. Jamás pensé que un vampiro pudiese sentir miedo. — Respondió livianamente la chica de cabello púrpura.
— Vamos, ya hablamos de esto: A diferencia de la creencia humana de que estamos muertos y todo eso; nosotros, al igual que todos, estamos vivos, sólo que con ciertas alteraciones genéticas como ustedes. — Explicó Regina con aquella voz suave.
— Lo sé, lo sé, no me lo tienes que decir. Para eso tengo a Eliot. — Bufó la lobuna mientras cambiaba el trapo húmedo de la frente de su amiga. — ¿Cómo te sientes? ¿El bebé ya quiere venir o quiere estar succionando un poco más de la sangre de su mamá?
— No tengo idea, nosotras, la vampiresas cazadoras, no estamos diseñadas para procrear. Eso es cosa del selecto grupo reproductivo y de la osadía que hizo mi madre. — Bromeó la castaña. — Nosotros no éramos como ustedes... Creo que soy la primera vampiresa que decide tener un bebé.
— No es muy "opcional" que digamos... Y sabes a lo que me refiero, Regina. — Agregó Renee con una pequeña sonrisa.
— Lo sé, lo sé. A pesar de que somos la imagen de la lujuria para los humanos, es muy difícil que una vampiresa quedé en cinta... ¿cuantos años no lo intentamos Raymond y yo? Y mira, ahora estamos aquí. — Renee sólo se limitó a asentir con la cabeza, su amiga era muy testaruda. Tanto como ella.
— Vale, vale. Vamos, mi hermano debe estar más que desesperado y dudo que Eliot lo aguante mucho tiempo. Esos dos pueden destrozar una casa estado en esta situación. — Suspiró la chica.
Los gritos eran audibles sólo para ellos, Raymond estaba más que ansioso. Quería entrar, quería entrar para ver a su hermosa vampiresa y estar con ella cuando su bebé viera el mundo por primera vez. Pero no podía. Antes de que su amada Regina empezara su labor, había estado con ella y, con tan sólo la explicación de su hermana pequeña, él cayó desmayado, después de todo, él había sido entrenado para ser el lobo alpha, para armar estrategias y cuidar de los suyos. A parte de que le tenía una pequeña fobia a la sangre lo cual le impedía ver a su esposa alimentarse. Pero esto era algo serio, ¡él era su compañero eterno! ¡Tenía que estar ahí con ella agarrando su mano! No ahí a punto de romper todo con su fuerza sobrehumana y siendo contenido por su mejor amigo. Él luchaba para que lo soltara, para que lo dejara ir a ver a su amada vampiresa y ver como era su querido bebé.
Eliot luchaba por contener a su amigo, si que era un manojo de nervios, a veces se preguntaba cómo demonios se habían vuelto amigos y después recordaba que todo era gracias a su hermana. Eliot y Raymond se conocieron cuando él había sido exiliado de su clan, Los Zorros de Fuego, por creer firmemente que la magia que ellos practicaba era una clase de ciencia que los humanos no podían realizar y, por ende, no creían en ésta. Fue culpado de herejía, por contaminar un arte sagrado con sus experimentos y combinarlos con las técnicas de la ciencia humana en esos años. Lo golpearon y dejaron a su suerte mal herido en los bosques cercanos a su madriguera. Cuando él pensó que ya nada podía salvarle, una joven de cabellos púrpuras apareció, lo llevó hasta la ciudad donde le curó las heridas de plata que los suyos le habían hecho y lo dejó estar con los de ella, los de su clan, los Copos Oscuros. Había oído de aquel clan, era uno de los cinco grandes y el más nuevo que surgió después de la tregua entre Vampiros y Hombres Lobo. Ahora él era un despojo como todos en ese clan, y, aunque no sabía porque, sabía que ese era su lugar.
Mientras ambos hombres seguían forcejeando, un chillido se apoderó de todo el entorno. Un llanto infantil. Ambos hombres dejaron de estarse jalando, entrecruzaron miradas y se unieron en un abrazo de regocijo. ¡Al fin había nacido el bebé! Mientras los hombres festejaban y cantaban, Renee preparaba al recién nacido para entregárselo a su madre. Cuando la lobuna estaba a punto de cortarle el hilo que alguna vez conectó al pequeño ser con su madre, se dio cuenta del género del pequeño ser. Era una niña. Pero le fue irrelevante al darse cuenta de algo más que extraño: La pequeña poseía una hermosa cola similar a la que ella tenía de un color grisáceo, pero con un brillo más intenso asemejando al blanco o rubio platinado; en la parte superior de su cabecita pequeña, se podían ver claramente unas orejitas del mismo tono que la cola y estaban caídas como en toda cría de Hombre Lobo; pero no fueron los únicos descubrimientos que realizó Renee; también se percató de que en su espalda tenía unas hermosas alas negras iguales a la de su madre que, al parecer, estaban en buena forma; y, por último, en la boca de la pequeña se podían ver unos colmillos que ella reconocía bien. De vampiro. Pero eso no le importó, vio a la bebé que yacía entre sus brazos y sonrió para sí. Era igual de hermosa que su madre.
Regina veía nerviosa como Renee tardaba con el pequeño que se había engendrado en su vientre por nueve meses. Se removió nerviosa en su cama, ¿estaría bien?, ¿habría nacido con algún problema por ser su esposo un Hombre Lobo y ella una Vampiresa? Hasta donde ella sabía, jamás, en todos los años que su especie existió, alguna vez un Hombre Lobo se había emparejado con una Vampira, o al inverso. Jamás. El pequeño o pequeña que su mejor amiga cargaba en esos momentos era el primer ser nacido de ambas especies, así que tenía varios temores que jamás expresó libremente. Cuando vio a Renee tomar una manta y envolver al bebé se tranquilizó un poco, pues eso era indicativo de que el pequeño estaba a salvo. Contempló como su mejor amiga giraba sobre sus talones y se dirigía a ella con una sonrisa radiante, eso terminó de convencerla de que todo había marchado bien y que su bebé estaba en excelente estado. Cuando Renee le dejó cargarla y verla, su mundo cambió en ciento ochenta grados. La bebé, pues era una niña, tenía un hermoso cabello gris claro, más que el de ella misma, de seguro sería rubio cuando no estuviese invocando sus poderes; tenía los ojos en ese momento rojos, pues tal y como ella, era un vampiro, pero solo tardaría así uno días antes de que su verdadero color de ojos saliera a relucir; su tez era tan pálida como el marfil, digno en ambas especies. Era hermosa.
Las puertas que separaban a ambos padres se abrieron, lo primero que hizo Raymond fue ir donde estaba su primogénito y, apenas verla, sintió como su corazón palpitaba de una manera errática, cuando vio a la pequeñita con esas orejitas, alitas tan diminutas y esos ojitos que lo miraban juró que el mundo no existía, solo estaba esa pequeña. Con movimientos algo torpes, acercó su mano al rostro de la pequeñita quien reaccionó cogiendo el dedo índice de su padre con aquellas manitas, apenas eso faltó para que Raymond, el lidero del clan de los Copos Oscuros y más fuerte de todos los Hombres Lobo, quedara más que desprotegido y vulnerable. Aquella que tomaba su dedo era su hija, su primera hija. Unas lágrimas traviesas salieron de sus ojos verdes y besó a su mujer, a su vampiresa con amor, ternura y agradecimiento. Ahora tenía una pequeñita más en la familia, era la primera nacida de dos especies distintas, la primera en nacer dentro de su clan y, sobre todo, la primera mujer que entraría a las juntas y se pudiese hablar al tú por tú con los demás líderes cuando Raymond decidiera que su estancia en el mundo era ya mucha. Aunque claro, eso era lo menos importante para ellos en ese momento. Lo que realmente les importaba ahora era esa pequeña que reía al ver a sus padres compartiendo un momento fraternal, con cada pequeña carcajada, se podían apreciar esas dos pequeñas púas blancas que heredó de su madre.
— ¿Cómo se llamará mi sobrina? — Preguntó Eliot rompiendo el momento entre Regina y Raymond y, de paso, recibiendo un golpe de Renee. Las risas no tardaron y ambos recuperaron la compostura.
— Se llamará: Elsa. — Contestó Regina poniendo su dedo índice delante de los labios de la pequeña. Apenas sintió el olor materno, Elsa mordió el falange sin reparo y sin remordimiento. — Eso es pequeña, la primera sangre es importante… — susurraba la castaña más para sí que para su bebé.
— ¿Elsa? ¿Y por qué Elsa? — Cuestionó el rubio.
— ¿Sabías que a veces me caes mal por ser tan preguntón? — Le reprendió Renee.
— ¡Pues es que soy un científico! ¡En mi está el querer la razón de todo! — Se defendió Eliot.
— Se llamará Elsa en honor a Elizabeth, quien fue la primera vampira en exhibirse a los humanos y quien dijo abiertamente que no entendía tan absurda guerra entre Vampiros y Hombres Lobo. Claro está, fue sentenciada a morir incinerada bajo el sol. — Explicó Regina mientras alimentaba a su pequeña bebé.
— Oh, en ese caso, el nombre le sienta bien. — Reconoció Eliot.
— Elsa es un nombre bonito, con significado o no. — Contestó Renee.
La joven lobuna dejó de estar al lado de su novio, se dirigió hasta la bolsa que había llevado con ella desde que se enteró de que Regina iba a dar a luz, de ésta, sacó una lata que contenía distintos polvos amarillentos separados en varios frascos distintos. Leche. Con suma maestría, preparó una fórmula láctica que se les daba a todos los cachorros huérfanos de Hombres Lobos, pues sabía que las vampiresas eran incapaces de generar leche materna. Cuando estuvo lista, cogió un biberón que contenía leche de vaca y cabra, lo más parecido a la leche de una mujer lobo, y lo convino con lo que había preparado anteriormente. Listo. Renee se encaminó hasta donde estaba su hermano mayor y su esposa, le entregó el biberón a Regina y le explicó el contenido de la leche y que era importante dársela por ser, en parte, una lobuna como ella. Los Hombres Lobos bebés necesitaban la leche para alimentar sus cuerpo, así como los bebés Vampiros necesitaban "La primera sangre", que era la primera alimentación que tenían, si un bebé no recibía dicha dosis, moriría porque sus células dejarían de funcionar sin dicha energía.
Y así empezó la pequeña familia de los Arendelle Frozen, con la pequeña Elsa Victoria Arendelle Frozen como primogénita de aquel nuevo linaje. Regina y Raymond estaban más que felices por su pequeña, la amaban con todo el corazón, pero después de algún tiempo les vino una realidad que negaban en acepta o, simplemente, preferían no pensar en ello. Elsa era una niña. Sus tradiciones a nivel aristocrático demandaban que el heredero de todo clan, con excepción de las Brujas Esmeralda, debía ser un varón. La guerra entre Hombres Lobo y Vampiro habían acabado, pero no su estructura social que, para desgracia de aquella familia que era conocía como "Los embajadores de la paz", también debían acatar. Pero eso no era impedimento para Regina y Raymond, quizá su primer descendiente había sido una fémina, pero ambos habían descubierto que podían procrear y, ahora, tenían esa ventaja. ¿Qué tenían una niña? ¿Y qué? Tenían mucho año para engendrar al heredero y, como extra, tendrían a su hermosa niña que estaría al lado de su hermano en todo momento y, sin que se dieran cuenta los demás, ella sería la líder del clan y, su hermano, el representante a nivel aristocrático. Era el mejor plan que ambos tenían, así que no se preocuparon por esas presunciones sociales.
Dos años pasaron desde que Elsa vio el mundo, el cabello gris con el que había nacido, ahora era de un hermoso rubio platino, sus ojo adquirieron un color azulado claro, como los de su madre y sus juegos se volvieron los de un cachorro, pero a su vez, conservaba el porte sereno de un Vampiro. Sus padres estaban más que felices con su pequeño tesoro, pero no podían pasar tanto tiempo con ella como quisieran, pues tenían que asistir a las reuniones de aristócratas, así que quien jugaba con Elsa en todas aquellas noches era su tía Renee. La familia vivía en una hermosa mansión afueras de una ciudad italiana, lejos de la central de su clan, que se ubicaba en Noruega, más específicamente, en la Ciudad de Arendelle. Renee, conocía por su poca empatía con los niños, y más los cachorros, se sintió realmente extraña cuidando de su sobrina; usualmente ella solía dejarle el trabajo a Eliot, pero en aquella ocasión no pudo, ¿la razón? Elsa lloraba cada vez que Eliot estaba con ella, con la única con la que estaba tranquila era con ella. Renee fue quien le enseñó los principios básicos de ser una lobuna: Olfatear, perseguir, escuchar, correr, trepar, saltar, y más habilidades que le enseñó a base de juegos. Ambas se hicieron muy apegadas, tanto, que en más de una ocasión Elsa lloraba porque su tía no había ido a jugar con ella. Esos años fueron buenos para la pequeña.
En ese mismo año, Regina se enteró de que estaba en cinta de nuevo. Raymond y ella estaban más que encantados, ¡quizá y el heredero que compartiría con Elsa el mando algún día al fin estaba en camino! Cuando la pequeña se enteró de que iba a tener un hermanito o hermanita, dios, quisieron no haberle dicho nunca. Se enojó, típicos celos de niña pequeña. Regina y Raymond, usando la técnica de "a ti te hace más caso que a nosotros", convencieron a Renee de que hablara con Elsa; quiso que no quiso, Renee terminó accediendo. Fue una larga charla donde intervinieron las cosquillas, risas y alguna que otra palabra sería; pero al fin de cuentas; había tenido resultado. Sólo Renee y Elsa supieron el contenido de aquella charla, pues cuando Raymond o Regina preguntaban, la pequeña sólo decía: "Es un secreto entre mi tía y yo", seguida de una risa infantil. Los meses pasaron y justamente para el cumpleaños número tres de Elsa, la casa de los Arendelle Frozen volvió a tener actividad. Raymond abraza como desesperado a Elsa, ésta sólo se dejaba hacer mientras veía a su tío con cara dudosa, a lo cual el sólo se limitaba a sonreír. Elsa no sabía que pasaba, su madre se había despertado a medio día con dolores fuertes y con ansias de sangre más que descomunales, raro en ella, pues se había tomado ya diez bolsas de aquel líquido y seguía sedienta.
Adentro de la sala, Renee conversaba con Regina tranquilamente como cuando nació Elsa, cuando la vampiresa sintió que era hora, se lo indicó a su mejor amiga que había pasado a ser como una segunda madre para su hija. La chica de pelo púrpura hizo su trabajo y ayudó al bebé a nacer. Todo se quedó en silencio. Renee miró con los ojos abiertos a la pequeña criaturita que tenía entre las manos y después a Regina que se quedó más que impactada con su nueva hija. El hecho de que fuera una niña de nuevo no era lo que había dejado a ambas mujeres boquiabiertas, sino el factor de que no tenía ningún rastro de ambas especies. Nada. No tenía colmillos, ni alas, cola u orejas. Nada. Eso era más que fascinante para ambas, pues eso significaba que quizá, y sólo quizá, los humanos como raza habían sido engendrados en la cruza de ambas especies y que, muy probablemente, hubiese una época donde los Vampiros y Hombres Lobo vivían en armonía y no en guerra como siempre les habían hecho creer desde siempre.
Renee mandó a llamar primero a Raymond, apenas vio a su pequeña, no le importó el hecho de que fuera "normal", pues las habilidades regenerativas de ambas especies la tenía, lo cual derrumbó la teoría de las mujeres, la cargo y vio al segundo producto del amor que sentía por aquella vampiresa, besó la frente de la pequeña y después a su esposa. Él amaba a sus tres tesoros. Un tiempo después, Raymond llevó a Elsa a conocer a su pequeña hermana quien estaba ya en una cuna, su pelo era rojizo ocre, tenía un mechón rubio que la distinguía, los ojos eran azules y tenía pecas por toda su carita. Lo que sintió Elsa no tenía nombre, al ver a esa bebé, tan pequeña y vulnerable, algo en ella se movió. Estiró su mano y su hermana cogió su dedo índice con fuerza y sonrió, aquella sonrisa hizo feliz a Elsa y sacó sus orejas las cuales movió, al instante, el bebé empezó a reír con aquello. Elsa sonrió y en ese momento, en esa corta edad, supo que aquella bebé de ahí sería su todo, su luna, todo para ella. En ese instante fue un pensamiento infantil, pero que en un futuro, sería uno de sus razones existenciales.
— Hola pequeña Anna, eres una princesa igual que yo. — Habló Elsa con aquella vocecita.
— ¿Anna? — Interrogaron ambos padres.
— Si, así se llama mi hermanita, ¿no? — Ambos se miraron, habían pensado en ponerle "Integra" o "Liza".
— Elsa... Tu hermana se llamará... — Quiso hablar Raymond, pero fue interrumpido por su hija.
— ¡Anna!
— Pero...
— ¡Se va a llamar Anna!
Los dos adultos se miraron y al final acabaron accediendo a las peticiones de su pequeña hijas. Pasaron los años, Elsa creció al igual que Anna, en un entorno nocturno sabiendo de la existencia de Vampiros y Hombres Lobo, la más pequeña vivía encantada con su hermana mayor, con sus poderosas alas podía llevarla a pasear donde sea que ella quisiese (a dentro de la casa), le encantaba acariciar sus orejas y cola, para Anna, no había lobuna más hermosa que Elsa. Cuando sus padres tenían que salir, sus tíos llegaban a cuidarlas, está vez, al fin, Eliot tenía una compañera. A parte del interés que tenía por Anna científicamente, Eliot había encontrado a una niña que le hacía sonreír -cosa que jamás logró Elsa-, quien siempre estaba dispuesta a ir con él a inspecciones -que era básicamente explorar el patio trasero- mientras Renee le enseñaba a Elsa la historia de su legado como Lobo y como Vampiro. Pero no por las lecciones de Elsa dejaban de jugar las hermanas, cuando esas dos se juntaban, era un caos para la pobre de Renee y Eliot. Anna siempre le hacía a sus tías las mismas preguntas: "¿Por qué tú tienes las orejas grises y Elsa rubias?", "¿Por qué la cola de Elsa era más suave que la de ella?", "¿Por qué Elsa tenía alas y ella no?". Preguntas que Renee respondía con distintas afirmaciones pero con el mismo contenido. Eliot vivía encantada con su sobrina tan activa, adoraba que le preguntara y, en cambio, él jugaba con ella día y noche.
Elsa y Anna se volvieron muy unidas y traviesas, a pesar de que la menor no tenía ningún rastro físico de ambas especies, ambas jugaban como lo que eran. Mitad Vampiros y mitad Lobunas. Cuando llegaba el momento de "jugar" terminaban rasguñadas y magulladas, pero sólo se les veía un corto perdido de tiempo. Fue una época feliz. O bien, para ellas. Para sus padres era algo más duro. La constate interrogante de parte de los cuatro líderes y de la sociedad en general los empezaba a abrumar, siempre eran las mismas: "¿Ya tienen un descendiente varón?" o "¿Cuál es el niño, el pequeño o el grande?" interrogantes que contestaban que iban a ser resueltas cuando el varón alcanzara la edad de presentación. No es que quisieran ocultar que habían tenido dos hermosas niñas, sino que no querían que ambas fueran presentadas antes que el varón, pues si así fuese, todos dejarían de lado a Elsa y Anna para concentrase en su futuro hermano. El sueño de Regina y Raymond era que toda su familia fuera presentada junta, así, el hermano de ambas chicas estaría con ella dándoles importancia, ya después, ellas se ganarían a toda la sociedad. Lo sabían, ambas eran especiales. Los planes seguirían su curso, el varón sería el que representaría al clan de Los Copos Oscuros en las fiestas y reuniones sociales y sus acompañantes, por ser de su sangre, serían Elsa y Anna. Internamente, Elsa sería la líder de su clan por ser la mayor y Anna su mano derecha.
El tiempo siguió su curso y ahora Elsa tenía la madura edad de ocho años y Anna cinco. Ambas hermanas eran felices por la noticia de que su mamá quizá estaba esperando otro bebé, sus ansias de sangre de habían multiplicado por dos y eso no era normal a menos de que presintiera algo peligroso o estuviese embarazada. Lo más probable era lo segundo. Anna había llegado a la edad en la que empezaba a ver diferencias entre su hermana y ella: ¿por qué Elsa tenía orejas, cola, alas, colmillos y ella no?, ¿Por qué Elsa tenía que beber sangre todas las noches y ella no?, ¿Por qué lo único que compartían era los sentidos del olfato y el oído? No lo sabía, pero Elsa jamás permitió que esas preguntas le agobiarían y gracias a ello, Anna jamás de sintió fuera de lugar en una casa llena de seres así. Elsa, por otro lado, empezaba a dejar su fase de cachorro y a volverse más como un Vampiro en todo su esplendor. Jugaba con Anna y le permitía morderla y todo lo que ella quisiera, pues amaba a su hermana, pero cuando ella dormía la siesta, iba donde su tía Renee y le pedía libros para leer o que le explicara aquella compleja sociedad en la que vivía, o los poderes que tenía; Renee veía claramente como su pequeña sobria se volvía más como su madre y eso le agradó, jamás le decía que no a una petición de ella. Algo que a Elsa le encantaba, era escuchar las historias que su tía le contaba del siglo XIX, donde conoció a su madre por primera vez. Un día, inclusive, le llegó a preguntar la razón por la cual ellos estaban en riña constante, pero no le quiso dar respuesta y se excusó diciendo que su padre de lo explicaría cuando fuese la edad correcta.
Pasaron algunos meses de aquella interrogante cuando el mundo de los Vampiros y Hombres Lobos, que siempre estuvo en secreto para los humanos, sufrió un colapso que jamás se esperó. Los Caballeros Templarios volvieron a aparecer y, esta vez, más mortales. Hubo pavor entre todos los seres mágicos, no sólo para esos dos grupos. Se tomó la decisión de que todos los seres ocultos a la humanidad tomarán extremas precauciones, debían parecer lo más humanos posibles. Regina fue la más asustada con esto, ya había experimentado el terror de ser capturada por aquellos humanos y si no hubiese sido por Renee, ella estaría más que muerta. Regina y Raymond decidieron que Elsa y Anna no debían estar encerradas del mundo, eso provocaría sospechas al igual que ellos dos, pues sólo salían de noche y se mantenían gracias a los ahorros de siglos y siglos de ambos, tenían que dar una impresión más normal. Raymond inscribió a sus hijas en una escuela humana para el próximo curso escolar, la educación de amabas había sido en casa, pero sabían más de lo que esos niño podían aprender. Además, sólo era para dar una falsa apariencia humana. Todos en el mundo de la noche sabían lo peligrosos que eran los Caballeros Templarios, sabían las debilidades de todos y como darles muerte, algo que sólo ellos mismos sabían y que guardaban celosamente.
Una noche toda la familia Arendelle Frozen cenaba tranquila, Elsa bebía su nutritiva sangre mientas Anna devoraba un filete con gran ahínco, toda su cara estaba manchada de pequeñas salpicaduras rojas, fruncía sus cejas al ver lo inútil que eran los instrumentos que su hermana manejaba con suma facilidad, al final, decidió usar sus pequeñas manos y zamparse el filete en de un sopetón. Elsa la veía con una sonrisa, cogió su servilleta y le limpió la cara; Anna, en respuesta, rio y salió corriendo por toda la mesa seguida por Elsa en un juego de persecución. Regina y Raymond miraban a sus hijas jugar entorno a ellos, era una de las pocas ocasiones donde estaban en familia. Ver a sus hijas les daba una gran satisfacción, en esos momentos eran una verdadera familia, las manos de la pareja se entrelazaron, se miraron y sonrieron. Anna se escondió tras su padre mientras provocaba a Elsa para que la persiguiera, la pequeña rubia sonrió más que satisfecha y se abalanzó a su hermana pequeña quien, de inmediato, pidió ser cargada por su padre y éste, incapaz de decirle "no", la cogió entre sus brazos y al subió hasta sus piernas. Toda la familia la estaba pasando de maravilla, hacía tiempo que no se reunían así.
* Toc, toc*
Se escuchó el llamar a su puerta tras un gran gemido de lamento, Regina y Raymond se miraron con preocupación, desde que los Caballeros Templarios habían aparecido de nuevo, varía brujas, vampiros y hombres lobo habían aparecido muerto y otro mal heridos. Tan rápido como pudo, el hombre de hermoso cabello claro puso a su pequeña hija en el suelo, le dijo a su esposa que se quedara a cuidar a las niñas y se dirigió a su puerta. Jamás pensó que ese sería la última vez que viese a su familia. A paso algo nervios se dirigió a la gran puerta de entrada de madera con adornos florales, apresurado por los constantes gemidos de dolor del pobre ser que estaba afuera, se apresuró a abrir sin siquiera darse cuenta de que sus instintos le advertían claramente que no lo hiciera, que era un enemigo y que debía tener cuidado; pero Raymond tenía un corazón noble mucho más fuerte que sus instintos. Abrió sin reparo la puerta y, lo último que vieron sus ojos fue una daga de plata que se dirigía a gran velocidad hacía su corazón. La muerte le llegó antes de que pudiera reaccionar o gritar, pues la plata quemó su corazón al instante, la sangre no llegó a su cerebro y, dando su último suspiro entre impactado e impresionado, su cuerpo cayó con un ruido sordo.
Regina se empezaba a preocupar por su esposo, había tardado mucho y dudaba que se quedará a charlar con un herido. No soportó más la tensión, cogió a sus pequeñas hijas y de dirigió con ellas a la sala. Cuando todas las féminas llegaron a su destino, Regina dio un grito desgarrador al ver a su esposo tirado en el suelo con un puñal en el pecho y tirado sobre un charco de sangre. La vampiresa se dejó caer sobre su marido, las lágrimas se le salían a mares. Elsa observaba a su madre y no sabía que hacer o que pensar, tenía a Anna sostenida de la mano con fuerza, las lágrimas estaban a punto de salirle y tenía que ser fuerte por su hermana pequeña. No debía llorar. Así la había educado su padre. Las interrogantes de la menor no tardaron en aparecer y la rubia no sabía que contestarle, ¿le debía decir que su padre había muerto? Miró a su hermana pequeña quien era ajena esa escena, se agachó a su altura y la abrazó con fuerza mientras ella lloraba también. Pero aquello sólo sería efímero. Un hombre encapuchado salió de las sombra sorprendiendo a todas, no se habían percatado de ella pues estaban pasando por un momento más que traumático. La vampiresa alzó la mirada, él había sido quien le quitó a su marido, en un ataque eufórico e impulsivo, se abalanzó sobre aquella figura. Pero no tenía armas. La batalla entre ambos seres no tardó mucho, aquel ya venía preparado con una estaca de madera, se la clavó en el corazón y la dejo inmóvil. No la mataría, pero si le impediría moverse.
— ¡Elsa, Anna, váyanse! — Gritó Regina, pero tanto la mayor como la menor estaban tan asustadas que no podían mover ni un músculo.
— Oh, así que tú eres Regina... la embajadora de la paz entre ambas especies y todo eso, ¿no? Para ser una cazadora, no tienes tan buenos movimientos. — Comentó en tono monótono aquel encapuchado que por el tono de voz, era un hombre.
— ¿Cómo entraste aquí? Los vampiros no podemos entrar a las casas si no somos invitados. — Gruño la vampiresa.
— Ese estúpido me dejó entrar pensando que era una víctima de Los Caballeros Templarios. Que idiota, esos humanos serían más que inútiles ante mí. — Alardeó el vampiro enemigo. — Ahora... veamos quienes son estas dos...
El vampiro se quitó la capucha dejándose ver el rostro, era hermoso. Su cabello rubio, largo, le caía graciosamente enmarcando su cara, su tez era pálida y tenía unos ojos más que bello de un tono verde aceituna. Era el sueño de cualquier chica, pero ahora, para Elsa, Anna y Regina, era su peor pesadilla.
— ¿Sólo han tenido niñas? Que inútil es tu marido. — Como si fuera una muñeca, tomó a Anna separándola de Elsa del brazo y la alzó. — ¿Y esta que es? ¿Una humana?
— ¡N-No toques a mi hermanita! — Gritó Elsa mientras saltaba para coger a su hermana, cosa que logró sorprendiendo a su atacante.
— Vaya, pero al menos hicieron algo decente con la rubia. Puedo sentir a un asqueroso lobo y a un digno vampiro... — Se le acercó a Elsa y se puso a su altura, ésta se puso frente a él como escudo para proteger a Anna. — Te mataría ahora mismo...
— ¡No las toques, bastardo! — Chilló Regina con lágrimas en los ojos.
— No las mataré, bueno, no ahora. — Aquel hombre sonrió. — Pero si me divertiré un poco con ellas...
El vampiro tomó a Elsa de la cabeza y la alzó sobre el suelo, trató de liberarse con sus pequeñas manitas y las garras que le empezaban a crecer, pero era inútil. No tenía aún la fuerza de un adulto. Los fallidos intentos de escape le hicieron gracias al rubio, sintió enseguida un peso en su pierna, Anna estaba tirando de su pantalón para que bajara a Elsa; pero el vampiro sólo la miró uno instantes, alzó la pierna y la lanzó hacia la pared provocando que se quedara inconsciente. Regina estalló en gritos, maldiciones y llanto; no podía hacer nada para salvar a sus hijas, estaba atascada ahí con el pecho perforado por una estaca de madera; luchó con fueras más que humanas o vampíricas, pero no podía hacer nada. Elsa, quien vio horrorizada como su hermana caía en la inconsciencia, también empezó a llorar. Pataleó, sacó sus alas e intentó volar, mordió, rasguñó e inclusive, quiso alcanzar el cuello de su capturador, pero nada surgía frutos. Sintió como de estar cautiva de la cabeza pasó a estar en el suelo con un pie sobre su cabeza. No podía moverse, el dolor que sentía era indescriptible, aún era una niña después de todo, sentía y, para su desgracia, su resistencia era superior a la de cualquiera.
El vampiro vio el sufrir de la pequeña, pero le llamó la atención que no gritaba, sólo se limitaba a tratar de escapar para regresar con su hermana. ¿Qué era esa niña? ¿Sólo una extraña combinación genética o algo más? No lo sabía, pero sonrió, cuando aquella pequeña creciera, y si la entrenaban como a un hombre, tendría a un adversario que estaría más que feliz de combatir. Dejó de pisarla y la pateó con todas sus fuerzas, el impulso fue tan grande que Elsa se estrelló contra la pared de concreto de su hogar dando un grito desgarrador por el dolor sentido, la fuerza mayúscula que tenía contenida en ese pequeño cuerpo fue tanta que llegó a atravesar de lleno la pared llegando a una habitación continúa y, obviamente, quedando inconsciente. Después de eso, el vampiro se encaminó hasta Regina quien ya no sabía sí gritar o llorar, sólo tenía la vista fija en sus pequeñas que estaban inconsciente, sus ojos habían perdido aquel brillo luchador de una vampiresa cazadora, su cuerpo dejó de luchar para sumirse en un estado de shock que aquellas imágenes que se habían grabado en su mente repetían una y otra vez. «Que patético», fue lo que cruzó por la mente del rubio mientras abría las persianas que estaban junto a Regina, en unas horas saldría el sol y mientras él estaba tranquilamente en su guarida, ella estaría convertida en cenizas. Salió de la casa más que satisfecho, la orden que tenía de sus superiores era matar a todos, pero eso le pareció algo aburrido, hasta que conoció a esa pequeña... O sí, ella sería alguien muy poderosa con el correcto entrenamiento, así que antes de irse le redactó una carta que sería el estímulo necesario para que se volviese lo que él quería que fuese. Una máquina asesina que le diera diversión.
- o - o - o - o - o - o
Se despertó de golpe, había jurado escuchar a su hermano llamarla, estaba sudando, su camisa de dormir estaba empapada y sus pantalones también, tenía algunos mechones de cabello pegado a su frente, su pecho subía y bajaba a una velocidad que asemejaba a la de su corazón, miró a su lado para encontrar a su novio plácidamente durmiendo. Se tomó la cara y frotó sus ojos, le estaba dando dolor de cabeza, cogió la sábana que le cubría la mitad del cuerpo, la quitó y se paró con sumo cuidado para no despertar a Eliot, se encaminó hasta la ventana donde vio como la luna de poco a poco se ocultaba y permitía que el sol saliera. Un nudo en su pecho la molestaba, tenía que ir con su hermano y su mejor amiga, algo le decía que tenía que ir, ¡ya! No se detuvo en detalles, se metió a su baño y se vistió con un pantalón negro pegado y una blusa de cuello "v" de botones dejando los primeros dos sueltos, al salir, de dirigió a su mesa de noche donde tenía su gargantilla victoriana, una cruz colgaba como dije y tenía unas cadenas plateadas de oro adornado sus costados, Raymond se la había regalado para sus quince años, edad donde decidió estancarse hasta que Regina se embarazó donde aumentó su edad hasta los veintiséis. La miró un rato y se la puso, desde que inició el siglo XX no se la había vuelto a poner. Tomó el reloj digital que estaba también sobre la mesa y se lo aventó a Eliot mientras pasaba por frente a él en dirección a la salida, le advirtió que estuviese listo porque con él o sin él, saldría a ver a su hermano.
La lobuna espero a que Eliot estuviese afuera de su casa, era una recinto de los más actual, una casa cotidiana de dos pisos, cochera y un patio para que cuando Elsa y Anna pudieran salir ya por su cuenta, después de la "presentación" que tendrían con su "hermano", vinieran a jugar -si es que para ese entonces aún tenían la edad para ello-. El sol le calentaba la piel y pensó en Regina, ella jamás vio aquella estrella brillar, sólo la había conocido por medio de libros y fotos. Pasó un rato antes de que Eliot por fin saliera y cerrara la casa, miró a Renee con muchas interrogantes en la cara, pero nadie sabía mejor que él que cuando a su hermosa lobuna era arrastrada por el instinto animal que tenía, era imposible pararle. Empezaron a caminar en dirección a la casa de Raymond, tardarían como dos horas en llegar pues su enorme mansión estaba a las afueras de la pequeña ciudad italiana donde radicaban, lejos del seno de su cuartel general por la tradición que tenían de mantener en secreto a sus descendientes hasta que el varón tuviese la edad para la "presentación". Renee iba a paso veloz, su mente estaba en estado de alerta, para ella en ese momento hasta los humanos eran peligrosos, debía controlarse, pero algo en su corazón le impedía serenarse. Todos los animales tiene un sexto sentido, pero los Hombres Lobos, a pesar de tener ciertos genes animales, carecían de ellos, menos los miembros del clan alpha. Gracias a aquel instinto, Raymond salvó a su clan en más de una ocasión y, gracias a él, Renee se había salvado de morir en cierto barco que pasó a la historia por ser hundido por una masa de hielo. Sea lo que sea que ese instinto tratara de decirle, no era para nada bueno.
Llegaron en menos tiempo del esperado, cuando salías muy temprano no encontrabas tanta gente ni vehículos que te molestasen. Apenas entraron a los territorios de la propiedad, un olor que ellos dos conocían perfectamente les alarmó en sobre medida. Sangre. Sangre de Hombre Lobo, Vampiro y dos matices nuevos que no podían ubicar bien a que pertenecían, pero ya tenían una idea de quienes eran. No se detuvieron a pensar en modales, corrieron con aquella velocidad digna de su especie y abrieron la puerta para encontrar una escena que no habían visto desde la pelea de los clanes. Su hermano estaba tirado en su forma humana, Regina -o lo que quedaba de ella- era simplemente polvo ya. Pero lo pasó por alto, lo único que pasó por su mente en ese momento fueron sus sobrinas, miró a todos lados y notó que Eliot ya tenía a Anna en brazos, pero, ¿dónde estaba Elsa? Guiada por aquel extraño olor a sangre fue hasta un agujero que había en la pared, se agachó y lo cruzó a gatas, cuando salió del otro lado vio a su sobrina cubierta de sangre y con un trozo de papel en la cabeza. Se agachó a su altura y, tímidamente, acercó uno de sus dedos. «Por favor, por favor... No te la lleves... Tienes a mi hermano, pero no te lleves a mi pequeña Elsa... Te lo imploro...», rogó Renee cuando puso su mano sobre el cuello de su sobrina. Su corazón latía. Muy débilmente, pero latía. Necesitaba sangre, y de urgencia. Tomó Elsa y vio el papel, lo cogió también y lo metió en su bolsillo, tenían cosas más importantes que hacer.
Ya con Elsa en brazos se juntó con Eliot quien cargaba a Anna, ambos salieron corriendo en dirección al hospital donde le hacían entrega de las bolsas de sangre a Raymond, ahí habían doctores que sabían de su existencia y colaboraban con ellos en secreto. Cuando salieron y el sol acarició las alas extendidas de Elsa, ésta dio un chillido de dolor que salió de sus pequeños labios, Renee sin pensarlo dos veces, se quitó su blusa quedando en una de tirantes, envolvió sus alas e iniciaron a correr. Debían llegar al hospital, si un Vampiro perdía toda su sangre en un lapsus muy rápido de tiempo y sin poder ingerir de esta misma, la muerte era inhabitable. Corrieron tan rápido como sus sobrehumanos poderes le permitieron, en cinco minutos estaban ya en la puerta de un edificio blanco, fueron a la parte de atrás donde prácticamente rompieron la puerta y se adentraron de inmediato. La revolución que hizo Renee fue monumental, gritaba y le exigía a los pobres humanos que salvaran a sus sobrinas. Los humanos estaban más que temblando, ver a una lobuna enfurecida era lo más aterrador que habían visto. Anna fue fácil de atender, sus habilidades regenerativas no dependían de nada más que no fuera un simple descanso. Elsa fue un poco más difícil, primero le curaron la herida severa que tenía en la cabeza, pues tenía una fisura en ella, después pasaron a transfundirle sangre como si no hubiera mañana, su cuerpo requería demasiada para curar las heridas internas. Ese día el hospital se quedó sin bolsas de sangre disponibles.
Renee se obligó a sí misa a sentarse en la sala de espera rodeada de humanas, tenía sus manos juntas en su frente, estaba más que nerviosa, Eliot se había ido a Noruega donde estaba la base de los Copos Oscuros y, en sí, todos los clanes y donde se hacían todas las fiestas de la sociedad Nocturna. Las lágrimas le estaban por brotar, pero no iba a parecer débil ante una bola de humanos. Metió sus manos en las bolsas de su pantalón y, en ese momento, sintió algo áspero contra una de ellas, sin sacar la mano de su bolsa, recordó que aquel trozo de papel lo había encontrado sobre Elsa. Lo sacó y vio que estaba ensangrentado y arrugado, estaba hecho bolita, así que lo abrió y lo que vio escrito en ese papel casi la dejo sin habla. Estaba escrito en un idioma antiguo, extinto, olvidado que ella sabía interpretar gracias al capricho de Eliot para tener a otra traductora. ¿El idioma? Chiroptera, así le había puesto Eliot por ser la escritura ancestral de los Vampiros en los mil trescientos y que, según ella entendía, sólo un clan -aniquilado hasta donde ella sabía-, tenía conocimiento de aquella escritura. Los Última Noche. Los Última Noche eran los vampiros entre vampiros, los reyes de la noche. Habían sido todos asesinados en la tregua que Raymond y Regina dirigieron con Eliot y ella desde las sombras. ¿Cómo era posible que aún siguiera vivo el clan? Ella había asistido a la muerte de todos ellos y Eliot había hecho los planes de ejecución estudiándolos.
La carta rezaba:
"Hola, pequeña princesa. Quizá no sepas leer esto y tendrás que pedirle a tu tía o tío que te traduzcan, pero eso me tiene sin cuidado.
Te preguntarás la razón por la cual no acabé con tu patética existencia y la de tu hermanita, ¿no? Pues la respuesta es sencilla: Eres interesante. Oh, sí. He puesto mis ojos en ti, princesa, y no hay poder humano que me haga quitar mis ojos de ti ahora. Permíteme contarte algo: Mi misión era matar a toda tu familia, no sabíamos cuántos hijos habían tenido, así que para no errar a quien asesinar, me dieron la orden de matar a cada persona en esa casa. Hasta dónde podía apreciar, sería aburrido ese trabajo hasta que, claro está, te vi.
Dejemos el pasado y concentrémonos en el futuro, ¿te parece? Princesa. «Cuando el cielo este de rojo, iré por ti», te dejó la interpretación de eso. Pero lo que es un hecho, es que iré a por ti. Ya viste mi poder, ¿podrás hacerte más fuerte que yo? Me estoy arriesgando mucho, no espero que me venzas, eso es lo mínimo, eres una mujer después de todo. No eres nada ante mí. Sólo eres una niña, indefensa, sin nada. Una perdedora. Mujer insignificante. ¿Qué estarás dispuesta a hacer? Vamos a mejorar la apuesta:
Cuando vaya por ti y si no me puedes parar. Mataré a tu hermana. Como lo has leído, si logro inmovilizar tu insignificante cuerpo femenino, romper todas las extremidades, o algo así. Mataré a tu hermana. Es una lástima que no hubieses nacido varón, un hombre con tu potencia estaría a la altura de mis talones, no como tú, que apenas podrías pisar el piso donde yo he rozado apenas. Como sea. Para darte una oportunidad de vida, les diré a mis superiores que tus patéticos padres escondieron a sus descendientes y que desconozco su paradero, así que te dejaran vivir hasta que el cielo sea bañado en sangre.
Sin más que agregar, te deseo suerte. La necesitarás.
Firma: Drácula Hellsing.
Clan: Última noche."
A Renee se le hizo un nudo en la boca del estómago, conocía ese apellido, fueron en su momento el terror de los Hombres Lobo. Hellsing. Si bien las primeras cuatro letras significaban "infierno", si Integra Hellsing o Alucard Hellsing te tenían en la mira, desearías estar en el inframundo, porque lo que sea que atuviesen planeando, iba a ser peor. Integra y Alucard eran dos de los tres descendientes directos de sangre cien por ciento vampíricas. Jamás los había conocido, murieron a manos de Los Caballeros Templario en los 1300, mucho antes de que ella misma viera el mundo. No sabía que esos dos engendros del demonio mismo habían tenido un hijo, y menos que estuviera trabajando con Los Última Noche, si bien Integra y Alucard eran de esos vampiros que adoraban la destrucción, ellos preferían mil veces acabar con su propia especial con tal de que hubiese sangre de por medio. En cambio, los Última Noche eran un grupo de vampiros que sólo tenía la ideología de la superioridad de la especie y que jamás permitirían que todos sean iguales. Y, ahora, aquel clan iba tras su pequeña sobrina por el simple hecho de ser hija de los "líderes de la paz" entre especies. Como Regina y Raymond se ganaron esos nombre no fue agradable, pero esa era una historia que Renee no quería recordar, fueron momentos muy duros para ellos donde corrían por su cabeza, donde ella tomó la vida de su primera víctima y entendió que, por ser mujer y haberse vuelto tan fuerte como un hombre, nadie en otros clanes, ni en la sociedad misma que la regia, la aceptarían. Su clan podría ser el más nuevo y con más diversidad, pero la ley de: "Sólo a los hombre le enseñaremos a luchar y las mujeres sólo servirán para reproducirse", seguía ahí. Si querían matar a una mujer de una manera decente en la época donde ella había nacido, la volvían cazadora. Era muerte segura. Muerte que querían para Regina porque una vampiresa cocinera decidió reproducirse. Ahora, sin peleas ni nada, las mujeres solo se preocupaban de lucir bonitas y ver con que "héroe de guerra" o futuro líder de clan se casaban.
Hizo su cuello para atrás y volvió a guardar la carta en sus pantalones. «Regina, Raymond, ¿en qué demonios nos hemos metido?», cuestionó Renee como si los difuntos realmente le contestarán. Más jamás se imaginó que realmente le contestaría, o bien, la ilusión de Regina le contestaría. Cuando se inclinó para recobrar la compostura, ante ella, con aquel semblante de noble que adquirió cuando se casó con su hermano mayor, parecía cansada y triste, con los labios más pálidos de lo normal, con cabellos grises cuán cenizas, orejas puntiagudas y colmillos reluciendo en una débil sonrisa que le daba paz y tranquilidad apareció su mejor amiga. Esa era la Regina que conoció hace siglos cuando supo lo que era pelear con un vampiro, aquella cazadora que sería aniquilada por el heredero de los Hombres Lobos, pero por ser una inexperta, terminó cazándola a ella y volviéndose su amiga. Aunque ella igual tenía como misión cazarla y para ello le dieron lecciones muy básicas, jamás imaginó lo que pasaría después. Sonrió al recordar esos detalles olvidados, también notó que su masa muscular era mayor ahora en comparación a aquel tiempo, se había puesto a un riguroso entrenamiento de humano y exigiendo de sus sentidos lo más que pedía.
— Hola, Renee. — Saludó la ilusión de Regina.
— Hey... Regina Gosht. — Contestó la mujer de cabello púrpura alzando la mano.
— De seguro ya estoy muerta, ¿no? — Cuestionó el espectro.
— Si, desde que el sol salió... — Las palabras le salían como si nada, pero cargadas de un dolor intenso.
— Puedes llorar mi muerte si lo deseas. — Permitió la falsa Regina.
— ¿Llorar? ¿Cuándo mi sobrina, tu hija, está en la sala del hospital gastando todas las bolsas de sangre y mi otra pequeña está en la sala de urgencias? No lo creo. Sabes que tengo prioridades. — Respondió Renee mientras se encogía de hombros.
— Siempre igual de despreocupada, así eres tú. — Hizo una pausa para reír livianamente. — Estoy aquí por ellas, Renee.
— ¿Qué quieres decir? — La lobuna se inclinó hacia delante y puso sus brazos sobre sus rodillas, ahora si estaba interesada.
— Quiero que las cuides, las protejas. — Pidió amablemente Regina.
— ¿Qué? Oye, una cosa era cuidarlas por una semana y otra muy distinta es que me las dejes a mi y a Eliot. O sea, ¿cómo le haremos? Hace años no estamos en la burguesía en la que ustedes se metieron, además, te recuerdo: ¡Son niñas! ¿¡Qué quieres que haga en su presentación!? ¿¡Esconderlas hasta que ese demente de Alucard vaya por Elsa y nos mate a todos!? Mujer, no soy tan fuerte. — Empezó a quejarse la fémina con pulso.
— Te tengo una petición algo especial... Era nuestro plan de emergencia y planeábamos usarlo si no podía concebir un niño antes de que Elsa alcanzara la edad para ser líder o algo así. — Renee miró a aquellos ojos fantasmales.
— ¿Un plan de ambos o de Raymond? — Pero el fantasma ignoró su interrogante.
— Haz pasar a Elsa por un hombre ante la sociedad y a Anna como una humana, escóndela de la oscuridad. — Suplicó el espectro.
— ¿Estás loca? ¡Anna ha vivido cinco años en un mundo donde la noche es día y el día noche! ¿Cómo quieres que de un día para el otro todo eso cambie? — Exigió saber la lobuna.
— Elsa es un vampiro, bebe sangre... Haz tú la conexión. — Y, en ese momento, empezó a desvanecerse.
— ¡Espera! ¿¡Quieres que Elsa muerda a su propia hermana!? ¡Espera, te digo! — Pero no pudo seguir peleando. Regina, o lo que quedaba de ella, había desaparecido.
Renee estaba furiosa, confundida y todos los humanos de ahí la miraban como si hubiese escapado de un psiquiátrico; pero no le importó mucho, los humanos le eran irrelevantes. Mientras se ponía a meditar que le había dicho Regina, o su espectro, un hombre de bata blanca apareció frente a ella.
— ¿Qué? — Preguntó tajantemente.
— Eh... — Habló nerviosamente el hombre. — Su sobrina ha despertado, fueron necesarias más de cincuenta bolsas de sangre...
Sin mirar al sujeto que, por su olor, debía ser un enfermero; se paró del asiento; le dio una mirada asesina al pobre sujeto (mal de familia) y se encaminó a la habitación de Elsa. Antes de que se adentrara más al pasillo, dirigió aquellos hermosos ojos azules a los borgoñas del pobre enfermero que se estaba poniendo más pálido que ella misma.
— Cuando mi otra sobrina despierte, avísenme de inmediato, o juro que destruyo todo el jodido hospital.
Renee no era una persona que usará vocabulario vulgar, pero toda esa situación la tenía en suma tensión.
La joven de hermoso pelo púrpura caminó hasta el cuarto donde mantenían a Elsa, aquel hospital era propiedad de Bella, una de los miembros de su clan, así que tenían un apartado para atender a "pacientes especiales" y los médicos -en conjunto con los enfermeros y enfermeras- tenían un juramento de silencio. Y si lo rompían, un vampiro los visitaba y le decían "adiós" a sus recuerdos. Sus pasos acabaron frente a una pared, o eso era lo que los humanos creían, suspiró y la atravesó como si fuera hecha de humo. «Detesto los portales... no hay nada como estirar las piernas e ir al lugar por tus propios medios. Las brujas son unas holgazanas», se quejó Renee mientras se sacudía el polvo de portal que había en su cuerpo. En su campo de visión apareció un pasillo totalmente cerrado con luces, era de "noche" para todos, así que no había nadie además de los doctores de guardia que estaban ahí. Caminó sin cuidado hasta toparse con una de las tres habitaciones de lujo, ahí estaba Elsa. ¿Qué haría? ¿Debía decirle a su sobrina, de ocho años, lo que había pasado? ¿Tenía que seguir las órdenes de su difunta mejor amiga? Suspiró de forma resignada, haría todo por Regina, pero no estaba cien por ciento segura que el descabellado plan de ella (o mejor dicho, de su hermano) era lo más acertado.
Tomó aire y abrió la puerta, confiaría en Regina a pesar de que para ella eso no era un buen plan. La habitación en la que se encontraba Elsa era realmente grande, la ventana estaba abierta dejando entrar el sol, la pequeña rubia estaba sentada en la cama mirando fijamente la luz, absorta en sus pensamientos. Renee no lo sabía, pero la pequeña repetía en su mente los últimos minutos angustiantes que había vivido. El dolor. El miedo. La impotencia. Tristeza. Furia. Tantos sentimientos que una niña debía soportar y *sin saber cómo interpretarlos. Cuando había despertado, lo primero que hizo fue gritar, gritar por su madre, por su padre, por su hermana, pero nadie llegaba. Nadie la escuchaba. Cuando se tranquilizó, a su mente vinieron los recuerdos de aquella noche y, en ese momento, entendió que sus padres estaban muertos, pues no sentía la presencia de ninguno en el lugar donde se encontraba. En una situación así hay dos formas de reaccionar de un niño: Que no entienda de razones, que se niegue a aceptar lo sucedido y que quiera hacer lo que se le de en gana volviéndose grosero; o madurar, acepar lo que pasó y seguir adelante. En este caso, Elsa tomó lo segundo porque, según le había educado su padre, era la mayor, debía ser fuerte y proteger a Anna a toda costa.
La mujer mayor y la niña se miraron y, lo que vio Renee en los ojos de su sobrina le partió el corazón. La inocencia se había ido de esos hermosos ojos azules. Se le acercó sin decir nada, la tomó por los hombros y la apegó a su pecho y la abrazó mientras apretaba sus dientes. El calor del cuerpo de su tía le recordó al de su madre, las lágrimas no tardaron y ambas lloraron. Renee por la pérdida de su hermano y su mejor amiga, Elsa por la de sus padres. La pequeña rubia le contó todo a su tía, llorando, diciendo que sintió miedo y que hirieron a Anna por su culpa, por no ser fuerte. Renee sólo se limitaba a aferrarla más contra de si, ahora menos podía decirle a su pequeña sobrina lo de la carta y el plan que tenía su madre. «Si no le dices y esperas, te odiará cuando le digas. Y cosas como "no tenías la edad" no funcionarán.», escuchó una vocecita en su mente. Cuando se aseguró de que su pequeña princesa, pues así le decía ella, dejó de llora, le secó cálidamente las lágrimas. Era hora, debía decirle, tenía que decirle, era la última voluntad de Regina y su hermano. «Vamos, vamos, Elsa es inteligente y lo comprenderá. O bien eso espero...», se dio ánimos a sí misma Renee.
— Elsa, tengo algo que decirte... — Habló Renee con ese tono frío que le caracterizaba.
— ¿Qué es, tía? — Interrogó la pequeña viéndola directamente.
Renee se mordió el labio, se agachó a su altura y sacó la carta que tenía guardada. Debía hacerlo, siempre ha sido sincera con su sobrina y jamás de sus labios ha salido nada mayor a una mentira blanca.
— El espectro de tu madre me visitó en la sala de espera, ya sabes... Lo que ella pudo hacer antes de morir a manos del sol... — Habló delicadamente tratando de ser lo más dulce para apaciguar a su sobrina. — Ella me dijo que tenía una petición que hacerme...
Tragó saliva y contuvo las lágrimas.
— Me pidió que cuidara de ti y tu hermana. Que debía hacerte pasar por un niño y que te hicieras cargo del clan junto con la representación ante la sociedad y a Anna por una humana normal... Pero sobre todas las cosas... — Empuñó la mano donde tenía la carta. — Me dijo que debías morder a Anna para hacerle olvidar estos cinco años...
«Y al final, no pudiste decirle la verdad...», escuchó una voz en su cabeza retándola.
— ¿Viste... a mamá? — Dijo en un hilo de voz la pequeña rubia.
— Sí, es algo difícil de explicar, no soy un vampiro, Elsa. Esa es la forma que ellos tienen para hacer saber sus últimos deseos. — Explicó a grandes rasgos Renee.
— ¿Cómo se veía?
— Con cabellos grises, ya sabes, su verdadera forma sin alas...
— ¿Eso que tienes en la mano te lo dio ella o es la carta que escribió el vampiro malo? — Aquella pregunta tomó por sorpresa a la lobuna.
— ¿Sabes qué es esto? — Interrogó la joven de cabello púrpura más que asombrada.
— Estuve como dormida por algún tiempo... pero después... desperté un breve momento para escuchar que me iba a escribir algo... y de ahí todo volvió a estar oscuro. ¿Qué dice la carta? — Se interesó Elsa.
Renee miró de nuevo la bolita de papel cubierta en sangre y más maltratada de lo normal.
— Te lo diré cuando tengas la edad... — Prometió la lobuna.
— Tía, por favor, lee lo que dice la carta. — La mujer miró a su sobrina, no le podía decir no aún. — ¿Vendrá por Anna y por mí, verdad?
— ¿D-De qué hablas? — Cuestionó Renee.
— Escuché decirle a mamá que no nos mataría aún... — Musitó la rubia.
La lobuna suspiró resignada, a ella no se le escapaba nada.
— Sí, volverá cuando «el cielo se tiña de rojo», o bien, es lo que dice esta carta. Cuando tengas edad y aprendas el idioma en el que está escrita, te la entregaré. — Prometió la joven de cabello púrpura.
— ¿Y cuándo es eso? ¿Es pronto? ¿Qué le pasará a Anna? ¿Qué será de nosotras? ¿Nos va a matar? ¿Quién nos protegerá? — Hablaba rápidamente Elsa, tanto que llegó a enojar a su tía.
La mujer le puso las manos en los hombros a su sobrina, la miró a sus ojos azules y apretó suavemente.
— Tranquila, Elsa. No, no sé cuándo será. No te preocupes por ustedes, Eliot y yo las cuidaremos como siempre, sólo que en vez de unas cuantos días, será siempre. Yo las protegeré, es más, te haré fuerte para que puedas proteger a Anna. Lo juro.
En ese preciso momento, la puerta de la habitación de Elsa se abrió dejando ver al pobre enfermero, parecía que tenía algo con Renee. La mujer lo miró de nuevo con esos ojos asesinos. El hombre de azul tembló al darse cuenta que había interrumpido a una Mujer Lobo, si algo sabía de su trabajo, es que un Hombre Lobo molesto era más peligroso que beber un veneno.
— Eh... Su sobrina... Ya despertó... — Musitó el enfermero con miedo.
— Vale. — Apenas dijo eso, el hombre salió corriendo. — Vamos, Elsa. Hora de comer.
La pequeña niña se paró de la cama y cogió la mano de su tía, sabía a lo que se refería. Mordería a Anna. Jamás, en los ocho años de existencia vampírica, había mordido a un ser humano; la alimentación de Elsa consistía en comer comida humana, pues su parte lobuna lo pedía, y una ingesta regular de bolsas de sangre, a lo mínimo, una bolsa se debía acabar. Mientras caminaba por los pasillos con su tía, los nervios empezaron a dominarle. ¿Lastimaría a su hermana? Esa era su principal preocupación, su madre le había explicado a grandes rasgos como debía morder, pues todo vampiro debía aprender cómo, también sabía de las consecuencias, cuando un vampiro mordía a un humano para saciar su sed podía ingresar a sus recuerdos y cambiarlos a voluntad. En ese instante, recordó que su madre le había dicho a su tía que ella quería que Anna creciera como una humana normal.
— Tía... ¿Morderé a Anna para quitarle sus recuerdos de todos estos años? ¿Te olvidará a ti, a mamá, papá, tío Eliot y a mí? — Quiso saber la pequeña.
— No, sólo todo relacionado con Hombres Lobo, Vampiros y cosas así... — Le explicó su tía.
— Pero todo lo que recuerdo, lo que recordamos... está dominado por ello...
— Tranquila, nosotros permaneceremos en sus recuerdos... sólo que de manera alterada. Por ejemplo: Recordará nuestros juegos, pero sin orejas y colas. Pero tendremos que separarlas... No me gusta para nada la idea, pero debe ser así... Ella será un ser diurno y tú no tendrás distinción entre el día y la noche, pero muy probablemente no alteres tus horarios, todas las reuniones se hacen de noche.
Renee, con calma, le siguió explicando a Elsa que después de eso, serían separadas. La rubia, claro está, se paró en seco y se negó a hacer eso, no deseaba separarse de su hermana, ella tenía el deber de protegerla -o bien, eso sentía ella-. La lobuna rodó los ojos, era tan testaruda como su madre, padre, ella... bien, era mal de familia; se agachó a su altura y le contó que después de eso, se mudarían a Noruega para estar cerca del clan y que le pudieran enseñar todo lo que necesitaba, le enseñarían de historia, sociedad, las normas que debía seguir y, sobre todo, como ocultarse de los humanos, y más ahora que los Caballeros Templarios estaban de nuevo activos. La pequeña Elsa logró entender lo que su tía le decía, pero con un sentimiento de culpabilidad en su pecho. Caminó de la mano de Renee unos cuantos metros más, salieron del portal y se dirigieron al área de hospitalización donde tenían a Anna. Algunas personas miraban al la peculiar pareja, pero les era irrelevante. Pasaron por los pasillos sin problema hasta llagare al cuarto donde se encontraba Anna. Estaba tranquilamente jugando con unas muñecas que le había dado la enfermera, apenas vio a Elsa y su tía, su sonrisa irradió más que luz. Por el golpe sufrido, había olvidado todo lo sucedido.
— ¡Elsa! ¡Mira, somos tú y yo! — Exclamó la pelirroja, pero su hermana no sonrió. — ¿Elsa?
La rubia se acercó a paso lento, no quería que la primera víctima de su mordida fuera su hermana, y no sólo eso, sería su despedida. Abrazó a su pelirroja y empezó a llorar sin emitir ningún sonido.
— Elsa... ¿estás bien? ¿Te duele algo? — La mayor de las hermanas se alejó de la menor y la miró a los ojos llorosos — ¿Elsa?
Pero no dijo nada, Elsa sólo se limitó a morder, rápido y certero. Anna sintió los pequeños colmillos de su hermana perforar su piel, eran tan pequeños aún que apenas sintió un pinchazo, sabía lo que hacía, por eso nos tomó por sorpresa ni nada.
— ¿Hermanita, tenías hambre? ¿Por qué no me dijiste? Pude haberte traído una bolsa...
Esas fueron las últimas palabras que dijo Anna antes de cerrar sus ojos y caer dormida, Elsa se alejó de ella y lloró. Susurró un "adiós, Anna" y miró a su tía y, lo que vio, casi le provocó romper en un llanto más acorde a su edad. Su tía Renee, la que ella consideraba la persona más fuerte, insensible a veces y quien siempre estuvo ahí con una sonrisa para ella, estaba llorando. Renee sintió la mirada de su sobrina, se secó las lágrimas que corrían libremente por sus mejillas y la tomó de la mano, debían salir de ahí cuanto antes. Tomó a Anna entre sus brazos y a Elsa la subió en su espalda, la mujer aseguró a ambas niñas y salió del hospital rumbo a la que había sido la casa de amabas, cuando estuvieran ahí, las dejaría en el jardín, tomaría algo de ropa de amabas, las fotos familiares que tenían y alguna que otra pertenecía importante para amabas y, después, quemaría la vivienda. No debía permitir que los humanos o los Caballeros Templarios metieran su nariz en asuntos que no le correspondían. Cualquier evidencia sería incinerada y, así, ese lugar sería eliminado del interés humano.
Dicho y hecho, a las cinco de la tarde de ese día, con una Anna dormida y una Elsa confundida, todas ellas estaban en un avión con dirección a Noruega. Anna sería criada como un humano normal, cuando la pelirroja ocre había despertado sólo recordaba que sus padres estaban muy enfermos y que se habían ido al cielo, que siempre jugaba con Elsa a las escondidas y a que la llevaba a volar usando su imaginación. Renee se sintió más tranquila, Eliot -quien se encargaría del cuidado exclusivo de Anna- tendría menos trabajo. En cambio, Elsa, no había hablado en todo ese trayecto, su pequeña mente había madurado de sobre manera ese día, entendió por qué su madre le había pedido morder a Anna, entre menos supiera, más protegida estaba de que descubrieran que era ella y a quien tenía como hermana mayor, había entendido que su mundo nocturno era peligroso y que debía hacerse fuerte. Miró a su tía y, por primera vez, entendió la razón por la cual su tía era como era, quizá ella había visto cosas peores que lo que ella misma había visto, quizá y por eso siempre se sintió muy apegada a ella, porque sabía que tarde o temprano su tía Renee sería su mentora, su guía y la persona quien la ayudaría a hacerse más fuerte. Miró al cielo rojo y recordó que esa noche la luna estaba de ese mismo color, pero no quiso invocar el recuerdo doloroso de la muerte de sus padres, debía dejarlo y concentrase en el futuro. Su destino había sido forjado ya.
Continuará…
NOTA DE LA AUTORA:
Primer *: ._. Yo me siento identificada con esa frase, pues tardo mucho en definir mis sentimientos :'3 por eso luego piensan que soy una persona fría -y otras razones-
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¡Vale! ¿Qué les pareció? ¡He tenido esta idea desde hace MESES! ¡MESES! ;n; Y yo sin poder escribir esto. TToTT. Ahora el siguiente FanFic en actualizar será "Una vida en Hogwarts" o también llamado "Una vida mágica", cuando lo acabe, este será actualizado.
Bueno, como siempre: Comenten –me ayuda a que no lo abandone- y hagan lo que deseen si les gusto.
Esteré dando noticias en mi Twitter L_HZakuro, Tumblr: jelsaspanish . Tumblr. Com y zakurohatsune . Tumblr. Com. También en Facebook, no, mentira :B no tengo Facebook. Cualquier duda, comentario, agresión (no me hago responsable de como responda eso), pueden mandarme un mensaje personal. Nos leemos luego.
Renee Liddell.
