Disclaimer: Los personajes de InuYasha le pertenecen a Rumiko Takahashi, yo sólo utilizo algunos de ellos para esta historia, sin fines lucrativos.
Inspirado en la canción de Mamamoo: "Midnight Summer Dream."
*Las palabras en negrita y cursiva son parte de la canción*
*Las palabras en cursiva son los pensamientos de Rin*
¡Hola a todos! ¿Cómo les va? Yo regreso después de un cierto tiempo xD esta vez les traigo un especial de Halloween, de puro horror o al menos ese es el intento (?) En serio no me podía quitar esta idea de la cabeza y como tengo una pequeña obsesión con el #SesshRin, pos aquí estoy...
¡Les advierto que lean bajo su responsabilidad! :v
║…║
La visita
La fecha se repetía en su mente casi tanto como las veces que se obligó a olvidarlo. Habían pasado cerca de cinco años desde que se conocieron ese mismo día en el hospital: el paciente huraño que no dejaba que se le acercara nadie.
Fue en Sapporo, el pueblo donde vivió la mayor parte de su vida y que no había vuelto a visitar por seguridad. Tantas cosas tuvieron que cambiar desde entonces.
Viendo en retrospectiva su vida había dado un giro, drásticamente.
Ella fue la única capaz de llegar a él, quizá demasiado. Le llevaba comida, agua, medicamentos y aunque al principio él los rechazó tajante, luego de algunos progresivos intentos, Rin consiguió llamar su atención.
– ¿Por qué lo haces? –Le había preguntado dirigiéndole una mirada penetrante y fría.
–Es mi trabajo. –Rin se encogió de hombros mientras acomodaba sus alimentos sobre la bandeja. –Soy una enfermera.
–No mientas.
Rin giró su rostro para mirarlo a los ojos. Eran de un color bonito (y tan poco común como su cabello platinado), de un avellana intenso que a la luz se veían dorados. Asimismo, eran gélidos y tan vacíos que podían cortar el aliento. La señal de peligrosidad estaba muy latente entonces que ahora Rin se preguntaba cómo no lo había visto.
O tal vez solo no lo quiso ver.
–Usted me recuerda un poco a mi padre, señor Taisho.
Él se mantuvo impasible.
– ¿Por qué?
–No lo sé, tiene cierto aire. Él también era algo reservado y se molestaba con facilidad. Debía tener cuidado con lo que decía y cómo me le dirigía... –Se detuvo un segundo–. Aunque no era muy expresivo yo nunca dudé que me amaba.
El hombre notó cierta tristeza en su voz y entornó los ojos.
– ¿Hace cuánto? –Preguntó al cabo de unos minutos.
– ¿Qué? –Rin abrió la boca sin entender su pregunta por un instante. Entonces parpadeó varias veces y murmuró.
–Oh. Hace tres meses. Iba con mi madre y hermano en el auto cuando una camioneta los embistió. Yo tenía guardia ese día y no los pude acompañar... Parece que el chófer se había quedado dormido sobre el volante. –Respiró hondo para controlarse. –Supongo que es más difícil de sobrellevar si no tienes más parientes vivos. –Añadió con una diminuta sonrisa sarcástica que no le llegaba a los ojos.
El enigmático sujeto no dijo nada más. Estaba sentado en la cama clínica y observaba fijamente los movimientos de Rin. Había sido muy hábil detectando las vulnerabilidades psicológicas en los demás, y en ella resultaba tan fácil. Pese a tener veintidós años esa mujer era un libro abierto.
La atrapó en uno de esos momentos, alimentándose de sus carencias e inseguridades. Justo cuando acababa el juego con su anterior víctima, el vacío que experimentaba le devolvía a la cacería. Sesshomaru se creía superior en inteligencia y consideraba que los sentimientos eran una debilidad. Nunca había sentido, pero estudiaba las conductas humanas para apropiarlas.
Ella lo sabía ahora.
Rin se quitó el uniforme y guardó sus cosas en su casillero antes de ir a despedirse de su amiga, íntima de secundaria, y ahora también compañera de trabajo.
Kagome sabía lo mucho que le afectaba esa fecha, por eso pasaba todo el tiempo que podía con ella para animarla. El inconveniente esta vez radicaba en que le ordenaron quedarse de guardia aquella noche y pedir consideración no ayudaba en nada, considerando lo estricta que era la jefa de enfermería.
–Estaré bien, Kagome. Siempre te preocupas demasiado.
–No puedes culparme por eso, eres como mi hermana. Sé que este día te deprime mucho y... ¡Ni siquiera te atrevas a negarlo! –Le señaló con el índice, acusadora, viendo que Rin abría la boca para objetar. –Lo que has pasado fue muy duro, Rin. No tienes nada de qué avergonzarte. Él se aprovechó de ti.
Rin desvió la mirada de sus ojos inquisitivos.
Huir, cortar completamente la relación, contacto cero. Recordaba muy bien las palabras de su psicóloga y había intentado con todas sus fuerzas seguirlo al pie de la letra. Además de haberse mudado a Tokio, ella bloqueó su número y no permitió ningún acercamiento durante los primeros meses de la separación.
Aunque todavía le tentaba pensar que él podía cambiar, que volvería a quererla (si es que en realidad lo hizo) e incluso, a veces, hasta sentía pena por él.
Para él eres un mero objeto, se recordaba entonces con amargura.
No obstante, el día del incidente se marcó un final que los separaba para siempre.
El retrato de los expertos era definitivo: «Este predador carece de empatía, le complace el resultado de su crueldad. Un hombre de personalidad fría y manipuladora.»
No por nada llevaba dos años encerrado en el centro psiquiátrico.
–Tú hiciste lo mejor para ti. Es lo que importa, Rin. –Kagome la envolvió en un abrazo maternal mientras Rin correspondía a la muestra de afecto en silencio, intentando controlar sus emociones.
–Puedo decirle a Sango que pase por tu casa, si quieres.
–Tiene una cita con Miroku. –Negó con la cabeza. –No quisiera estar de violinista.
–Oh, lo había olvidado... –Dijo, riendo un poco.
–Descuida, he estado casi todo el día trabajando y ahora solo quiero llegar a mi cama a dormir. Es miércoles, son casi las diez de la noche y mañana hay trabajo. –Se encogió de hombros. –No hay mucho que hacer por ahora.
–Pero... –Comenzó a decir y Rin la interrumpió.
–Estaré bien –le repitió, esbozando una diminuta sonrisa de cansancio y se enredó el bolso a través del hombro. –Nos vemos mañana, ¿sí? Saluda a tu novio de mi parte.
Kagome suspiró.
–InuYasha está en casa de sus padres. Pidió el día libre porque hoy viajaban a Osaka para visitar a su hermano en la prisión.
Rin abrió sus ojos en sorpresa. Ella no tenía noticias de él desde hacía tiempo.
– ¿Q-Qué? ¿Prisión?
Después del homicidio, los padres de Sesshomaru hicieron todo lo posible para que su hijo fuera a un centro psiquiátrico en vez de la cárcel, pero él no era un psicótico que podían tratar.
Sesshomaru era un psicópata. Un individuo perfectamente capacitado, que sabía lo que hacía y por qué lo hacía; solo que no le importaba.
Kagome se mordió los labios, sintiéndose culpable. Otra vez había hablado de más.
–Lo siento, Rin. No quise mencionarlo antes porque... –Guardó silencio, sopesando con cuidado sus palabras. Suspirando, añadió. –El Tribunal lo anuló. Sesshomaru fue enviado a una prisión en Osaka hace nueve meses, luego de pasar año y medio en el centro psiquiátrico.
Rin se quedó pasmada, pensando en muchas cosas. Una de ellas fue que Osaka quedaba más cerca de Tokio.
– ¡Ay, perdóname! Se suponía que te hiciera sentir mejor y lo he empeorado todo. –Kagome puso una cara de desolación que provocó que su amiga volviera en sí.
–Solo estoy algo impactada... –Dijo, tratando de apartar ciertos pensamientos de su mente.
Salió de la sala de espera dónde estaban conversando y comenzó a encaminarse hacia el pasillo.
–Ya me voy.
–Escríbeme cuando llegues a casa, ¿de acuerdo?
–Bien. Adiós, Kag.
║…║
Rin avanzó hasta la salida del hospital sin darse cuenta que el clima había cambiado a esa hora. Al poner un pie en la calle se percató que estaba lloviendo bastante y ella no tenía paraguas. Bueno, ni que lo necesitara tampoco en esa calurosa temporada del año.
Una noche lluviosa en pleno verano
Algo terrible esta noche
Se subió la chaqueta deportiva por encima de la cabeza y corrió por entre las personas con dirección al aparcamiento donde estaba su auto. Al llegar a esa zona rebuscó en su bolso las llaves para meterse al automóvil, pero entonces notó algo llamativo sobre el capó del coche.
Rin se quedó congelada en su sitio. En frente de ella había una corona de flores, de seis diferentes colores. Era igual a los que ella solía hacer de niña y como los que le había regalado a Sesshomaru cuando después del accidente él siguió yendo al hospital. A veces por lesiones menores y otras, por quebraduras.
– ¿No le parece bonitos? Este era mi pasatiempo de niña. –Le enseñó los que había hecho y las puso sobre una mesita junto a la cama. –Las flores huelen muy bien y confío en que le hagan sentir mejor. Sé que sigue enojado por la fractura de su brazo, pero la vida es muy corta como para vivirla disgustado. –Rin seguía hablando sonriente. – ¿No cree, señor Taisho?
Él le otorgó una mirada inquisitiva y cerca de un minuto después, le dijo:
–Solo Sesshomaru.
– ¿Uhm? –Le miró asombrada. – ¿Quiere que lo tutee? Si bien llevo tratándolo varias semanas sigue siendo un paciente y no sé si...
–Hazlo. –La cortó, girando el rostro. –Tú eres diferente.
Rin había reído creyendo que bromeaba.
–Lo pensaré.
El sonido de un motor arrancando la trajo de vuelta a la realidad. Seguía parada en el estacionamiento mirando hacia el auto como un zombie. Oh, Dios. Estaba empezando a hiperventilar y sus piernas no querían hacerle caso.
¿Eso significaba que él estuvo ahí? ¿La estaba acosando de nuevo?
Un escalofrío la recorrió entera al solo imaginarlo detrás de ella. No pudo evitar hacerlo y avizoró su entorno, buscando cualquier indicio que delatara su presencia. Pero solo se encontró en la soledad, completamente empapada por la lluvia.
–Debería decirle a Kagome...
Pero se frenó de regresar al hospital. Kagome había dicho que InuYasha fue a verlo ese día y de saber que algo andaba mal le avisaría. Sesshomaru estaba resguardado en prisión.
–No hay forma. –Asintió. –Será mejor que me vaya a casa.
El trayecto a su hogar fue silencioso. No puso música en la radio ni de su celular. Rin sujetaba con fuerza el volante bajo sus manos. Todavía estaba tensa por lo que había visto y se obligaba a no pensar en ello. No había forma que Sesshomaru se hubiera escapado. Ella estaba a salvo en esa ciudad.
Al ingresar a su casa se quitó los zapatos en la entrada y fue hasta donde reposaba sus dragones barbudos, dos lagartos de ocho pulgadas de largo y de naturaleza dócil.
–Hola, Ah-Un. –Les saludó con una sonrisa y levantó la tapa del terrario para acariciarlos. – ¿Tienen hambre?
Luego de alimentarlos se adentró en su habitación para deshacerse de la ropa mojada. Primero se sacó la fina chaqueta negra y siguió con los pantalones de mezclilla. Entonces se quedó con solo su ropa interior puesta y la blusa blanca, de escote redondo y sin mangas, que se adhería a su esbelta figura por la humedad.
En un momento se asomó a mirarse en el espejo de cuerpo completo que había en el cuarto. La imagen que le devolvió apenas la identificó como ella. Estaba más delgada y su cabello ahora lo llevaba por los hombros. Rin no se consideraba una modelo, pero sabía que era guapa.
Por los tres años que se vio sumida en esa relación tóxica su autoestima mermó significativamente. Él tuvo una actitud sobre ella de control y dominio que le dejó una huella profunda todavía en el presente.
Aunque recordaba que en un principio todo fue perfecto.
Parecían tener tantas cosas en común, Sesshomaru le hizo ver las numerosas cualidades que ella no creía poseer y en especial el por qué la había escogido: Rin era tan diferente del resto, tan pura y él la necesitaba para sí.
Sus relaciones anteriores fueron cortas y una nada en comparación. Jamás conoció un hombre que la hiciera sentir de ese modo, ni en la intimidad. Sesshomaru se las ingenió para mantenerla contenta, el sexo sólo era una forma más para conseguir que cayera en sus redes.
Y una vez que había caído, decidió jugar con sus sentimientos para que le suplicara nunca abandonarla.
No se había dado cuenta que todo formaba parte de su plan calculado y retorcido. Él solamente la veía como uno más de sus logros. Sin embargo, en la actualidad ya reconocía las señales de alarma gracias a sus horas de terapia. La psicóloga le había explicado que Sesshomaru debía sentir alguna especie de atracción sexual que entonces Rin confundió con enamoramiento. Se había obsesionado con ella y buscaba la satisfacción de sus propias necesidades.
Rin se regresó a sentarse sobre su cama con la mirada perdida en un punto de la pared.
Después de que Sesshomaru la había engatusado fue que empezó a menospreciarla; la ignoraba, dejaba de frecuentarla e incluso se desaparecía por días en que no podía contactarle por ningún medio.
– ¡Estaba preocupada! –Le había increpado en una ocasión, pasada tres semanas sin comunicación. Estaban en su oficina. –No supe nada de ti después de tu viaje y no me respondiste. –Rin frunció el ceño, viendo que ni siquiera se dignaba a mirarla. –Te alejas y apareces solo cuando quieres, ¿por qué? Sesshomaru, te estoy ha...
–Silencio. Esto es culpa tuya.
– ¿Mi culpa? –Sentía la indignación fluyendo por su ser. –Cómo te atreves...
– ¿Crees que alguien podría quererte controlando su vida?
Rin rio con ironía aunque le dolían sus palabras.
– ¿Yo controlo tu vida? ¡Eres tú quien siempre me observa, controla e investiga! No puedo hacer nada sin que estés sobre mí, acechándome.
Él guardó silencio.
–Eres tan cruel. –Sentenció con los puños fuertemente cerrados. – ¿Crees que no lo sé? ¡Sé que estabas con Sara! Mis amigos te vieron y yo la vi salir de tu apartamento el viernes... Ni siquiera eres capaz de admitirlo.
Sesshomaru la miró en ese momento y Rin supo que en realidad él no sentía nada en su interior. De haber podido la hubiera fulminado con esa mirada mortal.
– ¿Por qué tendría que admitir algo que no he hecho? –Espetó con tono seco, mintiendo con total desparpajo.
Una alerta más que solo fue de mal en peor.
Rin inhaló profundo volviendo al presente, evitando soltar una sola lágrima. Los recuerdos eran dolorosos y no había podido detenerlos una vez que llegaran a su mente. Pero no quería seguir pensando en él. Había pasado años recuperándose y tomando el control de su nueva vida. Se volvió más fuerte y libre. Sesshomaru no le quitaría eso jamás.
La bella mujer se levantó y recogió su ropa mojada para dejarla en la lavadora. Cuando se regresaba fue que escuchó unos ruidos extraños en la sala.
Rin detuvo sus pasos mirando en esa dirección, extrañada. No podía distinguir de qué se trataba en vista que el sonido de la lluvia le dificultaba la labor, así que caminó hasta allí. A medida que se iba acercando se daba cuenta que parecían quejidos. Entonces divisó un bulto llamativo sobre la mesita de la sala.
Sus ojos se abrieron al máximo y profirió un grito de horror desde lo profundo de su garganta. La imagen era desgarradora. Su par de dragones yacían inerte en un gran charco de sangre.
– ¡AH-UN!
Rin corrió hacia ellos desesperada por ayudarlos, pero era demasiado tarde. Se llevó las manos al rostro en un gesto de puro pánico y ansiedad mientras el llanto la embargaba. Sentía como su corazón latía desbocado en su pecho, retumbándole hasta los oídos y el cuerpo comenzaba a temblarle con violencia.
Estaba ahí. Había regresado por ella.
De pronto sus ojos comenzaron a ver brumoso. En un estado de semi consciencia lo último que Rin recordó haber visto fue una sombra asomándose por la puerta y una voz profunda que le puso los pelos de punta, antes que todo se volviera oscuridad.
║…║
Rin abrió los ojos, sobresaltada.
Rápidamente trató de enfocar donde estaba y se dedicó a examinar su entorno. Se dio con la sorpresa de que seguía en su dormitorio a oscuras. Dirigió un vistazo hacia sí misma reparando en que estaba echada sobre su cama, usando solo su ropa interior negra y la blusa blanca que ya se había secado. Un resfriado podía ser el menor de sus problemas.
Se sentó en la cama todavía tendida. Su corazón le latía con tanta fuerza que estaba segura podía salirse de su pecho.
Lo he soñado todo, pensó. Se sintió tan vívido.
Una vez más volvían sus recurrentes pesadillas donde él la encontraba. Anteriormente los había tenido, sobre todo durante el primer año de la separación. Estaba cansada, y también muy aterrada. ¿Acaso no merecía un poco de paz? ¿Cuándo podría estar finalmente tranquila?
Cada vez que me duermo se repite la pesadilla, pesadilla
Un sueño de una noche de verano escalofriante
Un sueño interminable en una noche de verano
Rin se dispuso a levantarse para ponerse el pijama. Seguía algo desorientada y no sabía con certeza qué hora era. Pensó que tal vez habían pasado un par de horas desde que llegó a casa. La estancia estaba tan silenciosa que ella deseó estar acompañada por Kagome en ese momento.
Se quitó la blusa por sobre la cabeza y cuando estaba por quitarse el brassier notó que había manchado la blusa.
–Oh, no, no... –Entonces observó hacia sus manos sucias, de sangre. Los recuerdos se amotinaron en su cabeza. Cerró los ojos con fuerza repitiéndose que no era real, que debía tratarse de otra pesadilla.
Sigues soñando. ¡Despierta ya, Rin!
Cuando tuvo el valor suficiente para volver a abrir los ojos se dio cuenta que no era ficción. Era él quien había dejado la corona en el estacionamiento y ahora era él quien asesinó a sus dragones.
La sangre de Rin se congeló. Sesshomaru había vuelto a matar por ella.
Fue justo en ese momento que, antes de entrar en un ataque de pánico; corrió a tomar su celular dentro del bolso sobre el aparador. ¡Tenía que pedir ayuda! Pero el destino estaba en su contra aquella noche porque la señal del celular se había perdido y no parecía que iba volver pronto.
En un último intento, Rin marcó a toda prisa el contacto de Kagome. Justo después que la llamada fuera rechazada vio las notificaciones:
Veinte llamadas perdidas. Trece mensajes y siete en el buzón de voz. De Kagome, Sango e incluso InuYasha.
" ¿Llegaste a casa? " Enviado a las 11:25
Los siguientes que leyó le dieron un vuelco al corazón.
"Por Dios, Rin. Se escapó". Enviado a las 12:47
"Mierda... El maldito asesinó a los guardias y al compañero que le ayudó. Fue en la mañana de ayer. Tuvimos un retraso en el viaje y los estúpidos no lo notaron hasta hoy temprano. Nos acaban de avisar." Enviado a las 12:56
" ¡Debes salir ahora! ¡Ve a casa de mi mamá!". Enviado a la 01:03
"O mejor quédate. Cierra bien todas las entradas. Estoy llamando a la policía." Enviado a la 01:06
" ¿Ya llegaron? Kagome nos avisó y estoy yendo con Miroku, solo que por el aguacero han cerrado varias calles." Enviado a la 01:18
" ¿Por qué no me contestas, Rin? Me estoy asustando. ¿Estás bien? " Enviado a la 01:41
" ¡Por favor, respóndeme! " Enviado a las 02:13
Eran las tres y media.
–Sesshomaru...
Rin ahogó un sollozo. Con manos trémulas dejó el aparato aparte. Tampoco le serviría de mucho ponerse a llorar. Él estaba dentro de su casa, esperando el momento ideal para salir de su escondite y cazarla. Eso quería. Le encantaba someterla a un estado frenético y obsesivo...
–Veo que no me has olvidado.
La mujer pegó un brinco del susto al escuchar esa voz tan grave, más cerca de lo que había pensado. Ni siquiera pudo escuchar sus pasos aproximándose.
¿Era un sueño o no?
Rin comenzó a darse la vuelta lentamente. Sesshomaru estaba de pie en el marco de la puerta. La oscuridad le permitía camuflarse aunque sus ojos amarillos resaltaban. No le quitaban la vista de encima. Él dio unos pasos adelante con el rostro mortalmente serio, saliendo al fin de las penumbras. Se veía tal cual lo recordaba: tan atractivo como era de peligroso. Su largo cabello platinado estaba suelto y llevaba un enterizo azul claro, ensangrentado, al igual que sus manos.
–Esto no ha terminado, Rin.
Entonces su miedo creciente fue tornándose en furia. ¿Por qué carajo seguía torturándola así después de años? ¡Él no era su dueño y no la tendría a su merced nuevamente! La Rin de veintisiete años no era la misma del pasado. Ella dejó atrás su vida con ese psicópata para tener una vida más feliz y completa.
–No hasta que así lo desee.
– ¡Bastardo! –Rugió Rin, quien luchaba por aplacar el revoltijo de emociones en su interior. La mezcla de ira, dolor y miedo amenazaban con desmoronarla. – ¡Mataste a Ah-Un!
El hombre siniestro enarcó una ceja, como una burla cruel.
–Una especie interesante. Qué lástima.
Rin hizo un gran esfuerzo por contener las ganas de gritarle y golpearlo con todas sus fuerzas. Solo lo provocaría y él la mataría más rápido. Dio grandes bocanadas de aire tratando de pensar fríamente. Cómo lo odiaba. Cualquier rastro que alguna vez hubo de amor por él había desaparecido.
Estaban en medio de la habitación y él avanzó hacia ella con parsimonia. Rin se tensó en su lugar con cada paso que daba.
– ¡Alto! –Chilló. Rápidamente vio a su alrededor una forma de escaparse. Tal vez por la salida del baño podría...
–Te cortaste el cabello.
Rin llevó una mano a su pelo de manera inconsciente. ¿Qué mierda le importaba?
–Me gusta así. –Le retó alzando su mentón.
–Mientes. –Gruñó ferozmente. –Siempre lo llevaste largo.
–Los gustos cambian, Sesshomaru. –Rin rodeó su cama moviéndose a su izquierda. –Las personas también.
–Tú no. Sigues siendo liviana. –Rin frunció el ceño ante el extraño comentario, pero luego lo miró asombrada, cayendo en cuenta que se había desmayado en la sala y se despertó en su cama.
Se abrazó a sí misma, comenzando a sentir frío por estar casi desnuda. Sesshomaru la había cargado en brazos y le causaba un estremecimiento de solo imaginarse tal cercanía.
Guardó silencio y se llevó una mano a la frente para apartar el sudor que caía por su sien.
– ¿Acaso me temes, Rin? –Sesshomaru metió la mano en su bolsillo derecho y el filo plateado de la navaja resplandeció en la oscuridad.
No pudo soportarlo por más tiempo y se echó a correr hacia la puerta del baño a medio metro de distancia, pero Rin no consiguió llegar muy lejos porque Sesshomaru la alcanzó en unas zancadas y la atrapó por los hombros.
– ¡Suéltame! ¡No!
Rin se removió en su sitio intentando liberarse de su tenso agarre. Sesshomaru hizo una maniobra veloz, empleando mayor fuerza para aprisionarla contra su cuerpo de forma que la arrojó al suelo bruscamente, quedando encima de ella.
–Tu vida comenzó cuando me conociste. –Ella sintió el filo del arma repasando la porción de piel de su hombro. – ¿Es así cómo me pagas, Rin?
Rin se mordió los labios para no sollozar.
–Mataste a mi amiga.
Sesshomaru hizo una mueca escalofriante. Por ello lo encerraron en un manicomio y luego en una cárcel para pagar su condena.
–No te bastó con hacer que me alejara de mis amigos. Tenías que... –Se quebró. Las lágrimas ahora corrían por su rostro sin parar.
–Tu vecina se enamoró de ti. –Siseó con desdén. –Quiso alejarte de mí.
– ¡Estás loco! ¡Asesinaste a Ayame!
Sesshomaru tenía el rostro muy cerca al suyo e iba descendiendo por su cuello hasta llegar al nacimiento de sus senos. Le deleitaba su aroma y sentir su terror lo excitaba.
–No vas a conocer a nadie mejor que yo. Puedes estar segura de ello.
–M-Mis amigos y la policía están en camino...
Sesshomaru hizo una mueca diminuta con los labios, un amago de sonrisa sádica que le hizo aguantar la respiración.
–Ellos no vendrán. ¿De quién crees que es esta sangre, Rin?
No, no. No podía ser.... Dios, otra vez no.
–Es el precio que debes pagar, Rin. Tú te fuiste.
Ella lloró más fuerte.
–Sé que dije que no era feliz contigo...
Sesshomaru entrecerró los ojos, escrutándola furioso.
Lo más importante era su propio ego y Rin se lo había tocado. En definitiva no había quedado satisfecho con su decisión de antaño.
Debes agrandar su propia autoestima aún más, recordó lo que dijo su psicóloga en la primera sesión que debía decidirse a abandonarlo.
Jugar con su psicología era la actitud más adecuada para alejarlo de su vida. Mostrar sumisión e inferioridad aunque, por supuesto, no lo creyera ni por un solo segundo. Antes no lo hizo así y bien ahora tenía que remediarlo.
–No... Era cierto. Yo no podía seguir contigo porque... Sabía que no era suficiente, no para ti...
Esa era su última carta, hacer el mejor papel de su vida para engañarlo y que le dejara en paz por fin. Intentó buscar en su interior algo del cariño que tuvo por él, de modo que se viera reflejado en sus ojos.
–Sesshomaru... –Una muda súplica en su mirada que le pedía que la soltara, que se aburriera de ella para siempre.
Pero él era un demonio. No tenía el mínimo de empatía, ni remordimiento.
El hombre ceñido sobre ella enterró la navaja en su abdomen dos veces seguidas.
–Eres mía, Rin. –Bramó entre dientes con enojo mal contenido.
Rin gimió de dolor antes de dejarse caer en una profunda inconsciencia. La navaja ascendió en ese instante a su garganta, sin permitirle cerrar los ojos. Los minutos previos a la estocada final le escuchó gruñir sobre sus labios:
–Nunca lo olvides.
Luego que transcurre la noche larga, sale el sol
Haciendo que todo parezca un sueño
Como si nunca hubiera sucedido
║…║
¡Arghh, lo seeé! ¡¿Cómo pude hacerle esto a mi OTP?! D':
Es curioso porque la canción no da la impresión de tratar sobre nada creepy cuando recién la escuchas. Al final creo que esto me quedó más sombrío de lo que imaginé. ¿O qué creen? Quise enfatizar las características de Sesshomaru al comienzo del anime y aumentado a la milésima potencia. Espero no haber exagerado con el Ooc. (?)
Esta es la primera vez que escribo sobre esta temática, así que les pido que no sean tan duros. ¿Merezco algún review o solo tomatazos por matar a mi SesshRin por segunda vez? Jajaja :'c
Pero eso sí, publicaré algo mucho más feliz luego de esto, o tal vez sea un extra de: "¡Ellos están saliendo!" ;)
¡Muchas gracias por darse el tiempo de leer! ¡Nos leemos la próxima vez!
Kath :*
