Que nadie me juzgue por mis otras historias. Esto es un regalo super atrasado para una persona por su cumpleaños. Iba a ser OS pero creo que tendrá uno capítulos, más largos que este obviamente. Esto es solo la introducción, tantear terreno aunque ya tengo todo definido. Sin más dilación, os dejo con un cachito de 'Love me like you do'
No era de ese tipo de personas. Clic. Nunca hubiera recurrido a algo tan burdo, eso creía. Clic. Veía como se le escapaba la vida ante sus ojos, como todo aquello que quería parecía algo más cercano a la fantasía que a la realidad. Clic. Era afortunada en varios aspectos de su vida, diría que en todos, en todos menos uno. Clic. El amor. Clic. Clic. Clic. Su asignatura pendiente y todo lo que ello conllevaba.
- Siempre lo mismo. Clic. Nada que me llame.
Emm Swan a sus 31 años se consideraba una persona llena, completa, repleta, inundada de experiencias, cansada de cogerse la mano con alguien durante una semana, o varias, hacerlas felices y luego irse. O que se fueran. Quería probar más allá, quería tenerlo todo y entregarlo todo. Varias veces al día se repetía que aquello no iba a suceder, que sus actos le habían pasado factura y que eso del karma existía, ¿podían ser ciertos sus miedos?
- Nada que me llene. Clic.
Había recurrido a una página de contactos, quien lo diría, como una de sus últimas opciones. No creía en el amor conocido en una noche de fiesta en un bar y un par de miradas, no creía en el amor en el parque más bonito de Los Ángeles cuando sus perros las obligan a juntarse, joder, de todas formas no tenía perro. Sencillamente no creía en el amor de películas pues eran solo eso, películas, ni en el amor verdadero de los cuentos.
Emma Swan creía en el amor creado a través de un golpe de atracción repentino, constancia, confianza y un bienestar establecido sin pedirlo. Clic.
- Wow – Aquí tenemos el golpe de atracción repentino, no tiene por qué ser solo sexual. –Es guapísima. – Embobada de repente como en los cuentos de hada en los que no cree.
Tres fotos de una mujer espectacular. La primera en un despacho junto a una estantería, como si fuese hecha de manera infraganti intentando buscar algún libro. Lo llamativo eran sus gafas y sus piernas en esa falda ceñida hasta la rodilla, su pelo corto negro azabache y esos labios rojos entreabiertos, como si la vida se le fuese a escapar de un suspiro.
- Quizás trabajadora y sexy. – Pensó.
La segunda en un sillón con las piernas recogidas sobre este y observando crepitar el fuego de la enorme chimenea a su lado. Vestida normal, sin miedo de mostrarse como era, cómoda.
- Hogareña, puede que le guste la tranquilidad. – Volvió a pensar.
Y la tercera, para gusto de Emma, su favorita y la mejor de las tres. Tendida sobre el césped con ropa parecida a la que llevaba en el despacho, sonriendo intensa e inmensamente a un cachorro que parecía jugar a su lado con algo entre sus patas. Parecía no importarle nada en absoluto, solo ese momento.
- Feliz, puede que espontánea, me transmite felicidad. Quizás merezca la pena. Me gusta. – Sonrió al decirlo.
Fueron estas dos últimas palabras que se escaparon de su boca las que la impulsaron a pulsar ese crítico botón con un estúpido corazón. Al instante, me atrevería a decir que al segundo, ya apareció en la categoría de coincidencias, Emma ladeó la cabeza recordando que no tenía ninguna solicitud y menos de ella, entonces, ¿habrían pulsado ambas al mismo tiempo?
- Será una simple casualidad – Pensó ella que no creía en las casualidades. – Veamos si eres lo bastante interesante Regina Mills.
Así Emma Swan acababa de cometer el mayor error de su vida.
