Los Juegos del Hambre y sus personajes pertenecen a Suzanne Collins. Éste fic participa en el reto de marzo del Torneo entre distritos en la Arena del foro "Hasta el final de la pradera".


Distrito 5. Electricidad

Miro el temario. Una pila de diez centímetros de papeles, apuntes y fotocopias que he estado estudiando desde los últimos dos meses. Pronto cumpliré los veinte, momento en el que llega la prueba final. El Gran Examen. De ese examen depende mi futuro pues al entrar a formar parte del mercado laboral, el puesto de trabajo que me asignen dependerá de la nota que obtenga... y los puestos buenos son escasos.

Nuestro distrito tiene la suerte de tener el mejor clima de todos. Más de trescientos días de sol al año, quizá demasiada temperatura en verano, demasiado calor para los pobrecitos capitolinos bajo su maquillaje derretido que se dignan a aparecer por aquí por una razón u otra.

También tenemos espacio. Hectáreas y hectáreas de desierto donde poner turbinas y paneles.

Comparados con el resto de distritos, en el Distrito 5 nos incorporamos al mercado laboral después, mucho después pues la infancia y adolescencia la pasamos formándonos para poder entender el funcionamiento de lo que estamos manejando. La educación básica es escasa. Escritura, lectura y matemáticas. Muchas matemáticas, la base de lo que viene después.

En mi caso, me especialicé en energía solar. En ésta pila de papeles tengo todo, desde el funcionamiento del Sol y su radiación, hasta el diseño, creación, instalación y reparación de los distintos tipos de placas fotovoltaicas.

De todos los vatios generados aquí, la mayoría va a parar al Capitolio; la ciudad que nunca parece dormir y que precisa de toda esa energía para abastecer sus excesos. Es por eso que en los distritos, ni las casas particulares ni el alumbrado público están cien por cien operativos. Incluso aquí. ¿Para qué instalar farolas si van a funcionar dos veces por semana? Podríamos estar más tecnológicamente avanzados de no ser por eso. Muchas de las instalaciones públicas actuales datan de antes de los Días Oscuros.

A veces éste pensamiento de lo que podría haber sido de no ser por los parásitos derrochadores que estamos obligados a mantener, me persigue de forma recurrente. Pero al final no me queda más remedio que resignarme.

Éste lugar también tiene su encanto tal y como es.

La gente, amigable y con sentido del humor a pesar de la adversidad. La sequía que se extiende por meses. Los coyotes que aullan en algún lugar de la llanura en las noches de luna. Los gigantescos y centenarios saguaros diezmados en los bombardeos de antaño, pero cuyos supervivientes siguen en pie ajenos a las disputas de los hombres.

Esa es nuestra realidad, y no basta con querer cambiar las cosas. Quizá tampoco con luchar para cambiarlas, como nos dice la historia. Así que no queda más remedio que jugar bajo sus reglas y matarse a estudiar... para matarse a trabajar.

Y en los escasos momentos de ocio, ir a beber, a bailar y socializar a alguna de las numerosas cantinas del sitio. Esas que sirven la enchilada tan rica.

Nada mejorará mientras sigamos siendo esclavos, mientras tan sólo valgamos el resultado de nuestro conocimiento sobre un papel.


El Distrito 5 como lo que ahora es el norte de México es un headcanon del que nunca me podré deshacer. Y uno de mis favoritos sobre los Juegos del Hambre. No puede ser que los gringos lo abarquen todo, aunque es verdad que una ligera porción del mismo está en lo que ahora es el Estado de Arizona.