Skip Beat! No me pertenece es de Nakamura Sensei quien por cierto es genial y siempre logra sorprendernos.
La botella giró y giró y Kyoko se congeló. Al otro lado de la mesa estaba Kuon con una sonrisa pícara que parecía decirle que cualquiera que fuera el resultado él saldría ganando.
Los ojos verdes refulgían con diversión mientras la botella se detenía lentamente y apuntaba a la sonrojada Kyoko.
¿Y entonces? – Preguntó entretenido – ¿la verdad o te atreves?
El amplio apartamento pareció encogerse mientras ella decía con su voz queda:
– La verdad
– ¿Me has perdonado de corazón por no decirte inmediatamente que soy Kuon?
– Sí, respondió Kyoko sin dudarlo.
Kuon siguió sonriendo, mientras señalaba la inerte botella
– Te toca
Kyoko invocó a todas las mini Kyokos para girar esa botella con todas sus fuerzas y que no volviera a caer sobre ella. No soportaba los ojos divertidos de él, mirándola, porque sabía que tenía una expresión sonrojada.
Pero la suerte no estuvo con ella, porque nuevamente, después de mucho girar, la botella la apuntó directamente. Menos mal que estaban solos, porque jugar eso en público sería un suplicio inaguantable para ella.
Cuando vio el resultado Kyoko se apresuró a decir:
– La verdad.
Y Kuon sin reparos le preguntó:
– ¿Tú me amas?
Kyoko respiró profundamente y miró el suelo. Rogó que la tierra se abriera, rogó internamente por no contestar esa pregunta. Pero no sonó el teléfono, no llamaron a la puerta y nadie la interrumpió. Así que después de unos segundos que le parecieron eternos a los dos, ella sólo asintió con la cabeza.
Kuon instintivamente se inclinó hacia ella – dilo por favor – le murmuró.
Y ella volvió a respirar profundo hasta que pudo decir:
– Sí, yo te amo.
Y Kuon sabía que eso era una victoria. No cabía en sí de la felicidad. Luego de sonreír emocionado, volvió a señalar la botella.
– La tercera es la vencida – le dijo burlón.
Y está vez, ella giró la botella sin ánimos, seguía roja como tomate y sólo quería cambiar el tema. Y por fin, la botella lo apuntó a él.
Kuon gritó emocionado:
– ¡Me atrevo!
Kyoko miró para todos lados, otra vez respiró profundo, pensó que definitivamente ese hombre sabía cómo manipularla, así que después de pensarlo se atrevió a decir:
– Te reto a hacer algo que nunca te has atrevido a hacer frente a mí.
Pensó que sería una zona segura, porque en Guam ya la había besado. No contaba con que Kuon tomara su mano y entrelazara sus dedos, no contaba con que jugara con su cabello y que tiernamente le susurrar al oído:
– Te amo
Además sacó su celular, le pasó el brazo sobre los hombros, le besó la mejilla y tomó una selfie.
Nada de eso lo había hecho antes frente a ella.
Aunque Kyoko estaba emocionada (casi al borde de las lágrimas), se armó de valor y antes que él pudiera alejarse, tomó la manga de Kuon (la que estaba sobre su hombro) y lo retuvo. Ese era su máximo nivel de atrevimiento y Kuon sólo necesitaba eso, el permiso para hacer lo que sí había hecho antes:
La besó. Y durante mucho tiempo.
Después de eso no hubo más necesidad de girar la botella, que habían jugado como una excusa para hacer lo que siempre habían querido y para decir lo que siempre habían querido.
A partir de esa noche, sin juegos y sin rodeos, por fin comenzaron oficialmente su relación.
