¡Historia Vaseshipping! Esta es mi... ¿segunda historia? En realidad vendría a ser la primera, porque las otras son solo one-shots..., pero bueno. Está basada en el antiguo Egipto del universo de YGO! DM mezclado con el real. Ahora, se calcula que Atem es del año 1000 a.C más o menos, pero yo lo estoy ubicando a 1100 o 1200 a.C más o menos. También me estoy basando un poco en Spirit, ya saben, la película animada del caballo, aunque es realmente mínimo ya que cambia mucho.
Descargo de responsabilidad: Yu-Gi-Oh! no me pertenece (¿qué pasaría si lo fuera?... ni yo lo sé, probablemente muuuuchas cosas 7u7), tampoco Spirit (esta película es perfecta).
No entiendo por qué se hace lo anterior si es FANfiction.
Pero bueno... ¡comencemos!
Ah, sí, perdonen si hay algún error ortográfico, la app de esta aplicación no me dice si presioné mal alguna letra o algo así.
Las reuniones que solicitaba su padre siempre eran escasas. El Faraón Aknankanon siempre había sido un hombre ocupado, no había excepciones, ni siquiera tratándose de su hijo elegido como el próximo heredero.
Por eso, era muy raro que el mismo Faraón haya mandado a llamarlo y se hizo mucho más extraña la situación cuando, al ser abiertas las puertas del salón, descubrió que no solo estaba su padre ahí, sino también los sacerdotes más importantes del momento: los guardianes de los artículos del milenio.
Frunciendo el ceño, el joven príncipe cruzó lo que quedaba del espacio para llegar a su propio trono real.
"¿Se puede saber a qué se debe esta reunión, padre?" quiso saber.
Su trono todavía era más pequeño que el del Faraón actual, pero no habían distinciones entre la majestuosidad de cada uno.
Aknankanon asintió a su hijo y observó a la corte. Los guardianes de los artículos del milenio se miraron entre sí, quizás buscando quién debía ser el indicado para hablar.
Y después de lo que parecieron muchas discusiones silenciosas, el afortunado elegido resultó ser Shimon, quien también era el tutor y el principal asistente del príncipe Atem.
"Ejem," se aclaró la garganta, como si nadie le estuviera prestando atención, lo cual era totalmente incierto. "Príncipe Atem, después de platicarlo mucho entre nosotros y de consultarlo con su majestad, creemos que es el momento preciso para que tome como esposa a una de sus concubinas."
Atem alzó una ceja y miró a su padre.
"¿Es eso cierto, padre? ¿Considera que es el momento perfecto para que me case?"
Aknankanon asintió.
"Hijo mío, mi tiempo en esta vida no será eterno y tu coronación esta próxima, los demás imperios y reinos no nos han molestado en mucho tiempo y dudo que lo hagan ahora, ¿qué mejor momento habría, si no ahora?" contestó.
"Pero una esposa no es vital para gobernar, ¿o sí?" replicó el príncipe. "Además, ¿a quién tienen en sus mentes como para decirme todo esto tan repentinamente? ¿Quién los ha convencido para tomar tal decisión?"
"Absolutamente nadie, mi príncipe," fue Isis quien tomó la palabra. "Pero como ha dicho su majestad, incluso ni con el poder de mi collar puedo ver desastres cercanos. De hecho, me atrevo a decir que el futuro en estos momentos es completamente incierto. No hay mejor tiempo que los días previos a su coronación."
"Y si me permite hablar, su majestad," pidió Seto, quien continuó después de que el Faraón asintió. "Considero que la joven Teana es la mejor opción para el matrimonio."
Un silencio sepulcral cubrió la sala. Los ojos de Atem se abrieron de par en par. Teana era, de hecho, una de sus concubinas, pero no sentía más que amistad por ella. Incluso menos que eso.
Sabía que el matrimonio no siempre era bendecido con amor, como había sido el caso de su padre, pero hacerle eso a ella...
"Me niego," rechazó Atem con voz firme.
Seto no cambió la inexpresividad de su rostro, solo la dirigió al príncipe en vez de al Faraón.
"Mis disculpas, mi príncipe, ¿pero podría saber la razón de su rechazo?" pidió.
Atem apretó los labios en una fina línea consciente de que su padre lo estaba observando —o quizás probando— y asintió.
"Teana, sin duda, es audaz, valiente y ha sido bendecida con belleza; pero sigue siendo nativa del reino Hitita, tomarla como esposa supondría una humillación tanto a ella como a su país y, por ende, podría provocar una guerra tan catastrófica que ni siquiera el collar del milenio es capaz de ver," declaró.
"Sin embargo, mi Príncipe, ¿no es eso mejor?" tomó Shada la palabra. "La joven Teana, según he escuchado, es hija de uno de los consejeros más cercanos del rey de Hitita; ellos no atacarían mientras ella esté aquí."
"O podrían desentenderse completamente y tomarlo como excusa para el ataque," sugirió Majad, quizás intentando ayudar a Atem de alguna forma.
Seto miró a Mahad con un desprecio camuflado, ellos podían ser similares en muchos aspectos y creencias, pero era por esa misma razón que no se llevaban bien.
Shimon se volvió a aclarar la garganta.
"Debo tomar una posición neutral en este caso," mencionó y miró al Faraón. "¿Y usted, su alteza?"
Atem también miró a su padre, tratando de transmitirle sus no sentimientos por Teana.
Pero una cosa eran sus sentimientos y otra muy diferente los deberes del reino y lo que lo favorecía.
Atem estaba consciente de ese pensamiento.
"Atem, deberás casarte antes de que seas el Faraón," ordenó Aknankanon, pero no dio tiempo a que Seto disfrutara de su victoria. "Tienes hasta el día antes de tu coronación para decidir quién será tu futura reina, ¿entendido?"
Sabiendo que no podía ir en contra de la decisión de su padre, a Atem no le quedó más opción que aceptar en silencio.
Hacía mucho que había asumido que ese día llegaría sí o sí, pero nunca había estado realmente preparado. ¿De verdad sería capaz de encontrar a alguien dentro de los próximos días? ¿Y tenía que ser necesariamente una de sus concubinas? No es que se haya fijado mucho en ese tema, aparte de Teana, ni siquiera podía decir que conocía realmente a las mujeres con las que había disfrutado en algún momento.
¡Oh, Ra! ¿Qué debo hacer?, se preguntó en un grito mental.
"Cambiando de tema, ¿cómo van los magos en entrenamiento?" preguntó su padre sacándolo de su espacio mental.
"La mayoría va bien, su majestad, aunque debo admitir que hay unos más talentosos que otros, ¿no es así, Mahad?" comentó Isis con una sonrisa digna de ser llamada 'maternal'.
Mahad asintió.
"Sí, Isis ha sabido guiarlos por un muy buen camino, no me sorprendería que muy pronto nos superasen en algún ámbito," contestó el guardián del anillo del milenio con una sonrisa pacífica.
Quizás todos sabían a qué punto estaba intentando llegar el Faraón Aknankanon. Atem apretó los dientes por la frustración, él no podía interrumpir a su padre aun cuando era lo que quería hacer.
No podía ir en contra de sus órdenes.
No podía decirle lo que en verdad pensaba cuando estaban en público.
No podía no ser el príncipe en presencia del Faraón.
Ese era el poder del Faraón.
"¿Y tú, Mahad? ¿Has guiado a uno en particular?" quiso saber el Faraón.
La mirada de la mayoría de los presentes —por no decir todos— cayó a un punto invisible sobre el suelo, la pared o mesa.
Inclusive Seto se abstuvo de mencionar o comentar algo indebido, y eso era algo grande que decir.
"Me temo que no, su majestad," respondió con un tono monótono y una expresión apacible.
El Faraón lo observó por unos cuantos segundos antes de suspirar.
"Ya ha pasado un tiempo considerable, ¿no lo creen así, mis demás sacerdotes?" cuestionó en un tono severo. "¿No lo crees así, Atem?"
Se quedó en silencio.
Un momento, ¿estaba esperando a que contestara?
Atem lo miró imperturbable, de todas las cosas que podría haber hecho o dicho su padre, sin duda en ese momento había tocado un nervio muy sensible dentro de él y de Mahad. ¿Los estaba castigando por algo?
"No tengo palabras que puedan expresar cortesmente lo que creo, padre," lo retó.
Una sonrisa cruzó por su mente, pero se ocultó en su mirada. Aun ausunte, ella causaba mucho alboroto.
"Hermano, pienso que es un tema irrelevante el que estamos tratando," opinó Aknadin, quizás el único aparte del Faraón que no había tenido alguna reacción eapecial frente al cambio de tema. "¿Qué tienen que ver los magos aprendices con el matrimonio del joven príncipe?"
Segundos de silencio, otra vez.
"Eso me gustaría saber," contestó Aknankanon en un suspiro y se encogió de hombros, sin importarle explicar su comentario. "Solo me parece una desgracia que mi mejor mago no tenga un aprendiz en la actualidad."
Todos asintieron, a excepción de Mahad, Isis y Atem; quienes mantuvierin la supuesta impasibilidad.
"Bien, entonces declaro esta sesión como terminada. Todos pueden retirarse," declaró el Faraón golpeando su palma contra el brazo de su trono, ocasionando un ruido seco y sin eco.
Los sacerdotes procedieron a irse, cada uno detrás de otro, no dignándose a cruzar miradas con el Faraón.
Atem suspiró.
"¿Ahora me puedes explicar a qué se debió realmente todo esto, padre?" pidió.
Aknankanon no lo miró.
"Solo quiero que mi hijo pueda tener a alguien en quien apoyarse cuando yo no esté," dijo levantándose. "Cuando el Faraón anterior a mí, tu abuelo y mi padre, falleció; fue tu madre quien me dio fuerzas para continuar y, cuando ella dejó esta vida, fuiste tú quien me impulsó a seguir. Atem, quiero que puedas tener un apoyo emocional como los que yo tuve y tengo."
"¿En serio? ¿Y a qué vino el tema del aprendiz de Mahad?" cuestionó.
"Pienso que no te has abierto realmente a ninguna otra joven, Atem. Deberías pensar en ello, tienes que hacerlo, el futuro de todo Kemet cae sobre tus hombros, pero al mismo tiempo no. Pueden decir todo lo que quieran sobre los faraones, pero al final no solo somos nosotros quienes gobernamos, sino que requerimos muchas veces de la ayuda de gente en la que confiamos," Aknankanon comenzó a caminar dándole la espalda a su hijo. "Tú y también Mahad, ambos deben superar el mismo tema antes de que más tiempo pase."
Y con ello, dejó la sala real.
Atem apretó los puños fuertemente y presionó sus propios dientes.
¿Cómo podía pedirle un cierre a ese tema, si él mismo había impedido la solución del asunto?
Quería a su padre. Lo amaba, pero no podía hacerse el ciego frente a los pecados que había cometido.
Lo amaba, pero no buscaba ser como él.
~•~
La noche cayó sobre Egipto y con ello la luna llena se lavantó, iluminando débilmente todo el reino que Atem lograba ver desde la comodidad de su balcón.
El viento cálido agitaba su cabello y levantaba ligeramente su capa. Algunos insectos nocturnos interrumpían la paz de la noche con sus zumbidos y de vez en cuando se podían oir pasos y voces fuera de sus apocentos.
Atem suspiró.
Estratégicamente, Teana era una muy buena opción como esposa y reina, pero no era la única. Su padre había previsto su rechazo a la propuesta y por eso le había dejado escoger.
Le había dado opciones y ambos sabían que debía escoger la mejor para el reino.
Qué desafortunado, se dijo a sí mismo.
Atem no había conocido a nadie que se robara su corazón tal y como lo había hecho su madre con su padre, mucho menos alguien dentro de la realeza.
Era tan raro, ni siquiera se sentía realmente cómodo hablando con cualquier mujer.
Miró la noche por un tiempo más. Tenía sueño, pero por alguna razón no era capaz de dormir.
Decidió que quizás dar un paseo nocturno dentro de los terrenos del palacio sería bueno.
Salió de sus apocentos e impidió que los guardias lo acompañaran. No quería su innecesaria presencia por el momento.
Los establos estaban silenciosos a esas horas de la noche. Su bello caballo blanco lo esperaba siempre entre los primeros cuadriláteros.
Un relincho de saludo llenó sus oídos y Atem sonrió mientras le colocaba una mano sobre la frente.
"Al menos tú no me presionas a nada," le dijo, a lo que el caballo resopló como respuesta.
Atem tomó uno de los cepillos que descansaba sobre el borde de la pared y comenzó a peinar la crin de su caballo. Se suponía que aquello era parte del trabajo de los sirvientes, pero a él no le molestaba hacerlo de vez en cuando.
Después de todo era su caballo.
¡KLAG!
Oyó algo. Su cuerpo se paralizó por unos segundos y su caballo relinchó con ansiedad.
Lo calmó con unas cuantas palabras y caricias, y entonces miró hacia fuera del establo. ¿Sería algún guardia?
Suspiró y empezó a caminar. Ni siquiera podía estar solo cuando quería estarlo.
Cuando salió, no vio a nadie a los alrededores y su ceño se frunció. Avanzó otro poco hasta llegar a la esquina del establo y volvió a mirar.
Nada.
¿Habría sido su imaginación?
¡PLAP!
Esta vez no dudó del sonido, sobretodo porque fue su cabeza la que lo provocó al mismo tiempo que un agudo dolor se exparcía por el resto de su cuerpo.
Atem se tambaleó e intentó sostenerse del lateral del establo, pero su mirada lo engañó y cayó de frente al suelo antes de poder hacer algo más.
Su visión estaba borrosa y sus ojos somnolientos, pero sus oídos siguieron funcionando por un rato más.
"Hacer esto fue más fácil de lo que pensé," dijo alguien.
"Desaparecer a su hijo será una angustia totalmente desesperante. Suficiente para vengarnos del Faraón. Ahora sabrá lo que muchas personas sintieron cuando destruyó Kul Elna," contestó otro, ira aumentando con cada una de sus palabras.
¿Kul Elna?, se preguntó Atem. Conocía ese nombre, lo había escuchado en algún momento.
Sin embargo no pudo pensarlo mucho, el golpe había sido demasiado certero para su bien.
"Me pregunto cuánto nos pagará el reino Hitita por el Príncipe enemigo..."
