Disclaimer: Los personajes no son míos son de Stephenie Meyer y la historia es una adaptacion de Shayla Black.


Prologo

Bella Swan es un enigma. Es una chica muy femenina que está loca por el fútbol, se muere por las películas de acción y le encanta tomarse una cerveza fría con sus tres mejores amigos… todos hombres. Ella es un enigma, también, cuando se trata de sexo. Aquí hay tres tipos ardientes siempre listos y a tiro, y ella nunca ha parecido interesada. Entonces, ¿quién es el misterioso y afortunado hombre que satisface a la chica de los sueños secretos de ellos? Los tres amigos tienen intención de averiguarlo. Y cuando lo hagan, verán un lado de Bella sobre el que sólo se han atrevido a fantasear.


Capítulo 1

—¿Cuál de vosotros hijos de puta con suerte está follándose a Bella? — Emmett McCarty se apoyó contra el respaldo del sofá, cerveza en mano y miró a los otros dos hombres—. No soy yo, y ella está demasiado radiante para estar montándoselo en solitario.

Jasper Whitlock enarcó una ceja oscura.

—Supuse que sería uno de vosotros, ya que me puso en mi lugar.

Edward Cullen miraba al objeto del deseo de los tres a través de la ventana mientras ella trajinaba en torno a la mesa del patio, poniendo los últimos arreglos de la fiesta en su sitio. Vestía otra de esas faldas largas y veraniegas que escondían su culo exuberante. Sin embargo, en deferencia a los primeros calores de Septiembre, tenía puesta una camiseta de tirantes pequeña y blanca que ceñía las curvas maduras de sus pechos. La luz del sol se derramaba dorada sobre la pálida piel y los rizos caoba. Bells era como algo atemporal, una de esas mujeres que podrían haber posado para los antiguos maestros del oleo y el lienzo. Apenas una mirada de ella le ponía la polla dura. Las fantasías de ella sobre su espalda y con las piernas abiertas para él, podían hacer que se corriese en tiempo record.

—Creo que Edward es el afortunado ganador —se quejó Emmett.

—¿Yo? —Él volvió bruscamente la mirada a los otros tíos—. No. Estoy atascado en la zona del amigo, tío. Me puso allí en el instante en que fuimos cuatro y no he salido desde entonces.

—Al menos puso dos en la categoría —se lamentó Emmett—. No creo que sepa que estoy vivo la mitad del tiempo a menos que se quede sin café o necesite que le arregle su irascible bañera. Entoncesella necesita un buen vecino.

Una calma colectiva se instaló sobre el trío mientras todos ellos pensaban en la pregunta que finalmente Jasper expresó.

—¿Entonces, quién?

—Por la noche, nadie —dijo Emmett—. He tenido dulces vistas del interior de su dormitorio.

Y no dudó en aprovecharse de ellas, apostaría Edward. Sin escrúpulos, pero un hijo de puta con suerte.

—Está siempre en casa y sola —añadió—. A menos que cuentes los novios accionados a pila.

—¿La has visto masturbarse? —Jasper casi se cayó de la silla.

Edward casi se corrió y punto.

Emmett sonrió.

—Oh, sí. Nuestra Bella tiene una saludable energía sexual. —Su sonrisa descendió en picado—. Ella de mí no obtiene nada, al menos no mientras está en casa. ¿En la oficina? ¿Sexo al mediodía, tal vez?

Jasper negó con la cabeza.

—No. La mantengo ocupada, en parte porque no puedo soportar la idea de que pueda tener relaciones sexuales en la hora del almuerzo y yo sin participar.

—El único momento en que desaparece es para ir a tu oficina —señaló Emmett a Edward con mirada expectante.

—Juro, por mucho que me encantaría estar mintiendo, que vemos juntos películas de acción, pero no estamos teniendo ninguna acción. He tratado unas cien veces de pensar en formas de traer a colación el sexo sin arruinar la amistad… o tenerla riéndose en mi cara. Hasta el momento, he fracasando.

El silencio se prolongó. Edward se jugaba que, individualmente, el trío a menudo se había preguntado con quién compartía Bella ese dulce cuerpo. Francamente, habría apostado por Jasper. Alto, rubio, apuesto, rico, apasionado… ¿Qué mujer no querría eso? Pero Bells nunca había sido una mujer típica. A ella le gustaban las películas de Stallone, el fútbol, y bebía cerveza. En la misma semana también podía bailar salsa, comprar un bolso Coach y a continuación asistir a una conferencia, en la universidad local, sobre el descubrimiento de nuevos agujeros negros en el universo. Era siempre un enigma.

Ésta era la primera vez que ellos habían comentado el mutuo deseo por Bella. Claro que él sabía que los otros dos estaban duros por ella. Emmett prácticamente la seguía con la lengua arrastrando por el suelo y Jasper la miraba con esos ojos penetrantes y oscuros que no se perdían nada. Como los demás, Edward había asumido que uno de ellos era el amante de Bella. A menos que alguien mintiera, esta conversación le daba mucha esperanza.

—Tengo que preguntar… —empezó Emmett—. Si no está practicando el mambo horizontal con su mejor amigo, su jefe o su vecino, ¿a quién diablos se está follando?

La respuesta llegó a Edward como una cometa a través de su cerebro. Ahogó el chisporroteo que lo excitó con un largo trago de cerveza. O trató. Nada apagaba su necesidad de Bells.

—Nadie —dijo finalmente—. Tenía veintiún años cuando perdió la virginidad.

Edward lo recordaba vívidamente, aunque en verdad le gustaría olvidar. Alec, el tío con labia, finalmente la había persuadido de ponerse de espaldas, mintiendo sobre sus sentimientos hacia ella. Bella había llamado a Edward llorando furiosa cuando había descubierto que los sentimientos duraron tanto tiempo como el orgasmo y se extendieron hasta la siguiente actividad mixta una semana después. Su Bells nunca se entregó con facilidad y desde Alec, nunca lo había hecho a menos que estuviera segura. Hasta donde sabía, había tenido sólo otro amante, Jacob, el músico con quien casi se había casado. Aquello estuvo cerca. Pero Edward no podría reprochárselo. A él realmente le gustaba Jacob, aún cuando estuvo celoso como el diablo. Bella fue la que decidió que a los veintitrés años era muy joven para casarse. Jacob, a los treinta, no quería esperar. Se separaron sin daños, sin palabrotas. Ella incluso intercambiaba tarjetas de Navidad con él y su esposa.

Muchos trataron de meterse en las bragas de Bella. Ella no se tomaba a ninguno de ellos en serio. Él, Jasper y Emmett eran buenos ejemplos.

—Sí, ella no se acuesta con nadie que yo pueda ver —concordó Emmett.

—Jamás ha coqueteado con nadie en la oficina.

—¿Y eso dónde nos deja?—preguntó Emmett.

—Jodidos y no de manera agradable. —Edward suspiró—. ¿Un plan, alguien?


Isabella Marie Swan lanzó una mirada nerviosa hacia el interior de la sala de estar. Sus hombres estaban hablando atentamente. Todos habían sido una parte de su vida al menos los últimos tres años, por lo que se conocían entre ellos. Eran incluso amigos… de alguna manera. Pero habría apostado que ninguno tenía idea de cómo se sentía acerca de todos ellos. Temía su reacción si lo hicieran.

Gracias a Dios que esta fiesta empezaría pronto. Dejaría que otro se abriese paso entre la testosterona que invadía su sala de estar. Una vez que el ambiente empezó a ponerse denso, ella salió disparada. Era eso o el bochorno.

—¿Necesitas ayuda, Bells? —Edward sacó la cabeza por la puerta acristalada.

Ese cabello cobrizo salvaje y desprolijo de él le hacía desear arreglárselo, pasar los dedos por él. Pero los ojos verdes la enternecían sin excepción. Tenía el corazón más grande… y la sonrisa más sexy que jamás hubiese visto.

—Estoy bien. Pero ¿podéis ir a buscar la nevera del garaje y poner a enfriar las bebidas?

—Lo haré. —Él dudó—. ¿Estás bien?

Ella evitó su mirada. Si lo miraba… a cualquiera de ellos… no era seguro lo que sus ojos revelarían. Jasper estaría furioso, Edward dolido y Emmett… lo entendería como que se marchara.

Concentrada en la vajilla de plástico que colocaba en la mesa del patio, Bella murmuró:

—Genial. Cuando las personas empiecen a llegar, sólo hazlas salir al jardín.

Edward suspiró. Algo estaba mal en él, en todos los muchachos. No era la temporada de fútbol todavía, así que el equipo favorito de ninguno de ellos había perdido últimamente. Edward nunca permitía que el trabajo lo estresase. Ella se preguntaba si estaba teniendo problemas con su novia… entonces decidió que no quería saberlo.

La puerta se cerró y ella suspiró aliviada. Si sólo pudiese apañársela con esos tres durante la tarde y luego ahuyentarlos después de la fiesta, podría escapar a su vida de fantasía. Por lo menos faltaban cuatro horas para marcharse. ¡Mierda! Echó una mirada al reloj y comenzó a contar…


—¿Nada? —preguntó Jasper tan pronto como cerró la puerta.

—No, tío. Ella está en su propio mundo. —Uno que no los incluía. Edward resistió el deseo de maldecir.

—¿Qué creéis que desea de un hombre? —preguntó Emmett.

—Si yo fuera experto, entonces no os lo estaría diciendo. Estaría saliendo con ella.

Jasper asintió con la cabeza.

—No parece importarle el dinero. Dios sabe que probé esa ruta.

—No. —Edward agarró otra cerveza, luego se dirigió al garaje, haciendo señas a los demás para que se le unieran—. Ella está más cómoda con su habilidad para conseguir su propio dinero.

—Además, no se impresiona para nada con un motor rápido. También intenté eso —confesó Jasper.

—Oye, corté el césped sin camisa durante un mes, luego entablaba conversaciones con ella, esperando que mirara. Su mirada permaneció pegada por encima de mi cuello.

Emmett era bombero y pasaba casi todo su tiempo libre haciendo pesas. Si Bells fuese a estar entusiasmada por el cuerpo de algún tipo, sería el de Emmett.

Edward recuperó la nevera, luego abrió el congelador del garaje y comenzó a echar bolsas de hielo dentro. Los otros le echaron una mano.

—He sido su confidente, su paño de lágrimas, su cita de baile de graduación cuando la que tenía la abandonó a última hora… Nada de eso me sirvió tampoco.

—Tú conociste a Jacob. ¿Cómo era? —Jasper hablaba en voz baja. Siempre. Sin embargo su voz transmitía la energía de sutil demanda.

—Fácil de llevar. Gran sentido del humor. Una especie de espíritu errante.

—Eso me excluye —reflexionó Jasper mientras comenzaba a echar cervezas, vinos afrutados, agua y bebidas suaves dentro del frigorífico.

—Sin embargo su novio anterior a ése era un tipo con dinero que tenía varias joyerías. Vitrina deslumbrante. Por supuesto, también era un idiota. No creo que ella os pusiera en ese molde o tú no estarías aquí —le dijo a Jasper, luego se preguntó por qué estaba tratando de hacer que la competencia se sintiese mejor.

La verdad era que a él le gustaban Jasper y Emmett. Y se sentía bien de estar hablando del tema intocable.

Terminaron de meter las bebidas bajo el hielo con relativa calma, pero el cerebro de Edward estaba haciendo horas extras. Una mirada a Jasper… cuyo cerebro nunca se detenía… demostró que el jefe de Bella también estaba perdido en sus propias reflexiones.

Hasta que habló.

—¿Estaríais todos de acuerdo en que preferiríamos ver a Bella feliz con uno de nosotros que con algún hijo de puta que la pudiese maltratar?

Edward vaciló y echó un vistazo a Emmett. Finalmente, ambos asintieron con la cabeza. Sí, él odiaría muchísimo dejarla ir, pero si no podía tenerla, al menos sería más feliz sabiendo que estaba con alguien que la quería, que tenía sentimientos genuinos por ella, que la cuidaría.

—Yo, también —dijo Jasper—. Creo que Edward tiene razón, caballeros. Lo que necesitamos es un plan.

—¿Un plan?

Edward rió ante la confusión de Emmett. El bombero era un gran tipo… pero Emmett y un plan combinaban como la mezcla de gasolina y margarita.

—Tenemos que averiguar lo que tiene en la cabeza. —Y en su corazón, resolvió Edward. Pero tenían que empezar despacio. El eterno sueño americano de la casita y dos niños era un buen objetivo para comenzar. En primer lugar tendrían que conocer lo que ella quería de una cita, de un amante. ¿Quién, si es que había alguien, estaba en su mente?

—¿Cómo? —preguntó Jasper, acertando al corazón del problema como de costumbre—. ¿Tiene un diario?

—No que yo sepa… pero no es como si Bells me lo contara todo. —Edward se encogió de hombros, lamentando ese hecho.

—Podría tener un diario. Dios sabe que es capaz de escribir más que la lista de la compra —dijo arrastrando las palabras Emmett.

—Bells es un poco reservada. No estoy seguro de que ella escriba sus sentimientos.

—Tal vez porque es reservada, sería más probable que desnudara sus sentimientos en un papel que a otro ser humano. —Jasper clavó la mirada en Edward—. ¿O es que ella tiene alguna amiga íntima muy cercana que no conozco?

—No. Según ella, a las mujeres les gustan las compras, los chismes y esas series tipo Anatomía de Grey, que ella odia.

Emmett frunció el ceño.

—Sí. No es el estilo de Bella.

—¿Y ahora qué? —Edward se pasó la mano por el cabello revuelto.

—¿Podrías tener una de esas conversaciones íntimas de mejor amigo?

—Sí. —Emmett acogió con entusiasmo la cuestión—. A ver si ella cuenta.

—Ya lo intenté. Se sonrojó y dijo que hablar conmigo de sus fantasías y del último hombre cruzaba la línea de amigo. Le dije que era porque estaba buscando una novia y quería su consejo. Aseguró que sus deseos no coincidían necesariamente con los de nadie más y terminó la conversación.

—¡Maldita sea!

—Exactamente. Debe haber alguna manera para hacerla tropezar o inducirla a un estado de ánimo revelador, así podremos enterarnos de lo que quiere y por quién siente algo —murmuró Jasper.

—¿La emborracho?

Edward extendió la mano y golpeó con fuerza a Emmett en la cabeza.

—No, idiota. Algo que no la tenga vomitando o dándole dolor de cabeza. Sabes que no tolera bien las bebidas alcohólicas. Yo más bien intentaría algo menos taimado.

Mientras Edward se agachaba para levantar la mitad de la enorme nevera por un asa, Emmett la levantaba por el otro.

—Yo también, colega, pero actuar honestamente no está funcionando.

Jasper sostuvo la puerta del garaje abierta.

—Él tiene razón.

—¿Qué estás sugiriendo? —preguntó Edward—. ¿Seducirla?

—Lo intenté. —Suspiró Jasper mientras atravesaban la casa, nevera en mano—. Ella me esquivó y luego me hizo caer en una trampa de una cita a ciegas con una Barbie que tenía idéntica personalidad de plástico.

—Yo también lo intenté. —Emmett bajó la nevera al lado de la puerta trasera, luego miró afuera hacia Bella, que estaba de pie en la sombra con la cara levantada hacia el cielo, los ojos cerrados, disfrutando del sol—. Ella se rió tontamente y empezó a hacer bromas sobre bomberos que piensan con sus mangueras.

—No puedo seducirla —admitió Edward—. En primer lugar, yo no soy un mujeriego y en segundo lugar, la perdería. Ella piensa en mí como en alguien en quien puede confiar.

—Es por eso que estás atascado en la zona de amigo, amigo —le castigó Emmett—. ¿Nunca trataste de hacer que te viera como un hombre?

—La besé una vez.

—¿Sí? —Eso llamó la atención de Emmett.

—Pero teníamos trece años y su comentario fue que James Witherdale besaba mejor.

Emmett se dobló de la risa. Incluso con una sola cosa en mente Jasper esbozó una sonrisa.

—Lo que necesitamos es una prueba.

Con una ceja dorada levantada, Emmett miró ferozmente a Jasper.

—Hablas como un abogado.

Lo soy; demándame. —El abogado sonrió y algo en sus ojos le mostró a Jasper por qué el tipo facturaba a dos grandes la hora. De repente, fulminó a Emmett con una astuta mirada—. Vosotros, los bomberos, tenéis formas interesantes de acceder a una casa, ¿verdad?

Emmett puso los ojos en blanco.

—Sí, con toda la sutileza de un mazo.

—Tengo una llave, muchachos —ofreció Edward.

—Dásela —replicó Jasper—. Voy a llamar a Bella después de la fiesta, a inventar una emergencia. Tú —clavó los ojos en Emmett— vas a entrar a hurtadillas. Curiosea ese monstruoso ropero de ella, y su oficina en casa. Mira si tiene un diario o recuerdos o ha escrito cualquier cosa personal en su ordenador portátil. Revisa su correspondencia, sus mensajes de voz. Busca a través de sus llamadas recientes y mira si está con alguien.

—No sé, tío… ¿Qué pasa si me atrapa?

La mirada de Jasper perdió lo poco que tenía de ligereza. Parecía como si se estuviese resistiendo a agarrar a Emmett de la camisa y zarandearlo hasta hacerlo entrar en razón.

—Ten cuidado y no lo hará. Sólo tráenos alguna información o estaremos metidos en este infierno por tiempo indefinido.

Emmett suspiró.

—¡Joder!

—Llámanos tan pronto como hayas terminado tu reconocimiento —dirigió Jasper—. Entonces conjuntamente decidiremos el mejor curso de acción, independientemente de lo que encuentres, ¿de acuerdo?

—Cuenta conmigo.

Edward vaciló. No le gustaba espiar a Bells. No le gustaba mentirle o invadir su intimidad… pero así mismo no le gustaba estar separado de la mujer a la que adoraba. No había hecho ningún progreso con ella desde ese beso casto de adolescente. Quince años más tarde tal vez era hora de probar algo nuevo.

Esperando con ansias no arrepentirse de esto, entregó las llaves de la casa de Bella a Emmett.


Bueno, hola gente! Tanto tiempo sin escribir u.u

Esto es como un...regalo por haber estado tanta tiempo sin conectarme... Ah. y feliz navidad (atrazado por un dia, no llege xD)

Bueno espero que les guste la historia tanto como a mi. Y dejeme decirles que me complico un poco decidir quien era Jasper y quien era Edward pero al final creo que asi quedo bien :P

Estare pronto publicando un cap. de Es cosa de magia y obviamente de esta adaptacion...

Estoy pensando adaptar tambien otra historia-corta que vi, pero por ahora voy a terminar este y ver sus opiniones.

Besos, Mara S.