El sueño intranquilo de Nostradamus se interrumpió; no, no era un sueño, era una visión; una nueva visión a cerca de Francis y María para ser exacto. Ya no estaban juntos. En ella solo veía el dolor de una mujer; pero la felicidad de otra, una que vivía plena, feliz; junto al hombre que ella amaba. En tanto ese hombre, que una vez fue bueno; ahora era un ser malvado, perverso, un perfecto egocentrista.

Era el momento de ir corriendo a donde Catalina y avisar a cerca de su nueva visión. Quizás con ello; la reina se detuviese un poco, últimamente estaba enervada con los acontecimientos actuales; la boda de Francis y María la ponía de los nervios. Sus movimientos se alteraban, su tranquilidad se veía hostigada con la presencia de la reina de Escocia dentro de la corte francesa, para Catalina, María era ese instrumento débil y pequeño mediante el cual. Dios la hacía pagar por sus pecados; en la tierra antes de mandarla llamar a su presencia.

Nostradamus se levantó de la cama; donde antes estuviese cubierto con pieles. Esa última visión lo preocupaba más que las primeras, Francis, lo veía claramente, prácticamente un demonio convertido en hombre, endurecido por lo que él pensaba sería una traición, a Sebastián; ese pobre ser que tomó forma por culpa del pecado de la carne, sería legamente reconocido; sobre él caería la sucesión de Henry, María se casaría con Bash, pero no veía con claridad el futuro de Francis. Solo veía lo poco que su malvado don le permitía ver.

Salió presurosamente de sus aposentos; en busca de Catalina, necesitaba hacerlo saber; no quería contarlo a nadie más, al menos por el momento. Sus visiones se cumplían poco a poco; ya fuera por causa del tiempo, o por que otras personas por ejemplo Clarissa metían sus manos dentro de la olla, para hacerla hervir más. Con la muerte de Aylee; María terminó creyendo completa y parcialmente en sus visiones. A las que en un principio les tenía desconfianza, ahora se aferraba a ellas al igual que Catalina o Bash. Ello fue lo que la impulsó a huir, precisamente con Bash; ello fue lo que detonó el surgimiento de esa nueva visión.

La otra mujer era lo que le intrigaba demasiado, nada más le permitía ver una mujer de vientre hinchado a causa de la semilla de un hombre, una piel blanca, pero no más. Seguía tratando de recordar más a fondo, de recuperar cualquier cosa que le permitiera dar señales de ella pero nada, simplemente su visión no le permitía ver más allá de eso. Simples sombras de lo que sería un futuro; doloroso para unos feliz para otros.

Doblando uno de los pasillos, su mirada se cruzó con Lady Lola; ella venia riéndose de un chiste que contó Greer, para hacerles reír a todas, pues desde lo de Aylee la mayoría estaban sombrías en especial Kenna. Al posarse la mirada azul grisácea de Lola; sobre la del tosco Nostradamus, el hombretón se quedó pasmado, el color de la piel de Lola, la forma y textura de sus cabellos, le hicieron temblar. Era extrañamente parecida a la mujer que vio en sus visiones.

Lola pasó por su lado; ignorando todo el torbellino que causó el haberla visto; era completamente inconsciente de que ella; sería la causa del dolor de María. Tanto ella como Nostradamus siguieron sus caminos, cada uno por rumbos diferentes.

Nostradamus llegó a los aposentos de Catalina encontrándola trabajando en un nuevo veneno, ¿Para quién sería esta vez? ¿Kenna, María, o quizás ambas? Era algo que no podía dejar que pasara, por ello era preciso hablar.

Hablar antes, de que fuese demasiado tarde.

—Nostradamus. —La reina le miró efímeramente; para seguir moliendo sobre el mortero; que tenía frente a ella. —¡Que alegría verte por aquí!

Nostradamus; era sin embargo, indiferente a la alegría de Catalina, se sentó sin que le invitasen a tomar asiento; frente a ella.

— ¿Qué pasa?

Catalina; ya conocía todas y cada una de sus facciones, esa en especial; marcaba que estaba serio, por una visión nueva, o por algo que no le gustaba.

— ¿Hablarás ahora, o callarás para siempre? Decide; tengo cosas que hacer.

—Antes de que acabes ese veneno, que sabrá Dios, a quien está destinado; te lo diré: Tuve una nueva visión.

Catalina dejó de moler; mirándole impresionada por cuestión de segundos, su corazón palpitaba fuertemente en el centro de su pecho, la reina se obligó a sentarse y ponerse de pie una nueva visión, ¿A caso; sería sobre Francis?

—Habla, por dios habla.

Nostradamus tragó saliva, comprendía la desesperación de Catalina, por obligarle a hablar. Era una madre preocupada por el destino de su hijo a fin de cuentas. Era natural en ella.

—Es sobre Francis y María.

Catalina perdía cada vez el color del rostro.

A Nostradamus en cambio, le era difícil hablar.

— ¿Qué hay sobre ellos? ¿Sigue lo mismo? La muerte para Francis si se casa con ella, porque juro por dios que no será así; prefiero matarla antes de que eso pase.

—No; no te preocupes, ya no veo el futuro de María a lado de tu hijo.

Fue tan evidente la alegría en el rostro de la madre; el mismo que una vez mostró todas las preocupaciones, ahora derrochaba alegría sin límites; su hijo se salvaría, pero no. Todo tenía un precio; quería saber cuál era; lo mejor era estar preparado para cuando eso llegara, y no la cogiera desprevenida; tal como los últimos acontecimientos.

— ¿Hay algo más?

—Sí; Mary se casará con Bash; juntos gobernarán Francia.

— ¡¿Qué!? No, no puede ser posible, ¡Ese bastardo, ese paria legitimado!

—En efecto, pero su gobierno no será de larga duración; el país; será un caos, Bash en el trono; será un detonante para la guerra civil.

Al menos eso era algo de lo cual; la venenosa mujer, se alegraba en silencio.

— ¿Y Francis? ¿Qué viste en Francis?

—No mucho; Catalina, tu hijo se hará como tú.

— ¿Cómo yo?

Inquirió la reina sin comprender; o sin querer comprender.

—Sí; cruel, malvado, lo vi en medio de tu familia; aprendiendo a actuar y ser como ellos.

—Bueno, eso es mejor que ser un Valois, ¿No crees?

— ¿Qué estás diciendo mujer?

—Que prefiero que mi hijo mayor; sea temido por sus actos; a que sea visto como un títere, como lo es su padre, quiero ver a Francis poderoso a costa de lo que sea; así sea de cortar la cabeza a su propio hermano años o meses después.

— ¿Cómo puedes pensar así?

Nostradamus retrocedió horrorizado; esa mujer, era el mismísimo diablo.

—Sea como sea; no sabes lo tranquila que me dejas con esto Nostradamus; una vez más bendigo ese don tuyo.

— ¿A caso lo has maldecido, tantas veces como yo mismo; no me canso de hacerlo?

—Sí. —Reconoció ella. —Lo hago, muy a menudo; tanto o más que tú, pero con esto; no sabes el peso que me quitas de encima. Esa boda; estaba quebrantándome los nervios, estaba realmente desesperada, Nostradamus muchas gracias por esto; es como si hubiese vuelto a parir a mi hijo.

En realidad así lo sentía, para Catalina era la dicha de volver a tener a Francis en este mundo. Era el descanso de ya no pensar; de ya no tener pesadillas, de ya no tener que idear intrigas nuevas para quitarse a María de encima. María por sí misma cavaría su propia tumba, ella misma se daría el tope final contra un muro de concreto más ancho que otros: la vida misma.

— ¿Qué debo hacer a continuación?

—Eso déjamelo a mí, tú haz lo que quieras.

Nostradamus con una leve inclinación de cabeza ha abandonado los aposentos; Catalina una vez a solas con su mente para pensar con claridad. Lo de Bash le preocupaba, si él era legitimado; podría aspirar al trono, compensaba en cambio, el hecho de que esa zorra de María se casaría con el siguiente rey de Francia, que sería él.

Catalina amaba demasiado la corona; el poder, sin ellos era vulnerable, sin ellos dejaría desprotegidos a sus niños, todos uno a uno serían asesinados; ya fuese por Bash o por la mano de Diana; o por quien fuese. Catalina volvió al mortero; era mejor hacer las cosas por su propia cuenta; a los reyes y reinas les encantaba jugar a que eran dios, ella era uno de ellos. Nunca supo porque Nostradamus no le contó; lo que vio sobre las amigas de María, justo unos minutos antes, la muchacha arribó en sus habitaciones exigiendo respuestas, dándose los aires de reina, cuando apenas acababa de saber cómo andar sin la ayuda de su madre. María de Escocia; podía tener la testa coronada; desde su nacimiento, pero no sabía cómo manejar un país; siendo invitada en otro.

Matarla había que matarla rápidamente, antes de que los planes de Diana se viesen con triunfo; sino María tendría tres reinados bajo su mando, ella simplemente nada; la echarían de Francia, y lo peor de todo no podría llevarse a sus niños. Todos uno por uno según el derecho de sucesión serían asesinados. Ya fuese por el propio Sebastián o por mano de la perra que era su madre.

No; de ella dependía que la visión de Nostradamus no se realizara, Bash y María no gobernarían en Francia, de otro modo; el gobierno bajo el mando de un rey hereje, un rey pagano. Echaría el fuego de la guerra civil; Francia se vería debilitada y todos sus esfuerzos, por mantener la herencia de la familia Valois dentro del poder se verían hechos pedazos.

[...]

María se encontraba alrededor de sus damas; o bueno mejor dicho; alrededor de Kenna y Greer, ambas intentando consolarla, ambas queriendo enfundar ánimos a su reina.

Desde que llegó de las celdas; para salvar a Bash de que Francis lo matase a golpes, no paraba de llorar. Era el llanto de una mujer herida, una mujer traicionada por sus propias emociones y sentimientos.

—No puedo creer que Francis, hubiese sido capaz de escupir semejantes palabras. —Decía Greer; quien todavía no salía del asombro. — ¿De verdad crees, que esa es la única opción que tienes, para salvarle la vida?

María se enjugó por enésima vez las lágrimas, que una a una caían sin cesar sobre su rostro; mojando su delicado cuello.

—No lo creo; es lo único que puedo hacer, y por eso ahora me odia. Juró matarme si llego a tocar a su madre, o a sus hermanos; Catalina es el único estorbo para nuestros planes, y si la toco; si Enrique la toca por mi causa; él me matará, estoy segura de que lo hará.

—Tampoco te lo tomes tan apecho. —Kenna se sentó a su lado; mirándola con lástima. —Él lo dijo por el dolor que sintió al momento, pero pasará; ya verás.

—No, no pasará; tú no lo viste como yo lo vi. En el preciso instante en que sus manos me apretaron el cuello, toda la bondad que tuvo en los ojos desapareció; en su lugar, solo había odio destilándose hacia mí, hacia Bash; tuve miedo, creí que iba a morir por sus manos realmente; de no haber sido por Enrique que le ordenó dejarme en paz, seguro no estaría aquí.

Greer la atrajo hacia sí para dejar que María descargara, sobre su hombro todo lo que le quedara de lágrimas; estaba sollozando fuerte y seguido; tocándose la garganta repetidas veces, justo en donde las manos de Francis la apretaron en un afán de quitarle él mismo la vida; para impedir que cambiara la sucesión.

Todo lo perdió en un abrir y cerrar de ojos; la oportunidad de ser mujer, la oportunidad de amar y ser amada, todo por salvar al hombre que amaba. Era un sacrificio insoportable, pero más insoportable sería el verle muerto por su culpa; era algo que no quería llegar a ver por ello. Estaba dispuesta a sacrificar su felicidad casándose con Sebastian.

Reclamaría Inglaterra; como Enrique lo solicitaba, el rey de Francia, estaba formando parte de lo que él llamaba '' capricho de adolescente''. Pero no sería feliz; no estaba en su vida el derecho a ser feliz.

[...]

Caminaba como un loco por los linderos del huerto de manzanos; estaba demasiado lejos para planear volver aquella noche al castillo, por su propio pie, el caballo en el que salió lo dejó pastando en algún árbol; quizás lo encontraría al día siguiente, el hasta hacía unas horas delfín de Francia; caminaba sin rumbo fijo., las ultimas noticias lo tenían enervado, furioso contra todos en especial contra María; si algún día la amó con locura; hasta el grado de llegar a desafiar a su propia familia por ella, ahora en ese instante, todo ese amor era un odio que le abrasaba las entrañas; ese odio corría disparado por su pecho; como lava ardiente quemando todo lo bueno que un día pudo ser a su paso.

Francis se sentía traicionado, burlado por la mujer que amaba, por su propio padre, por su hermano en el que alguna vez depositó toda su confianza, sin miras; debió hacer caso a su madre cuando le decía que un día Bash le daría un golpe por la espalda, pues bien. Las predicciones de su madre eran tan certeras como las de ese Nostradamus; Bash le dio duro le clavó el puñal justo donde más le dolía sin pensárselo dos veces. Francis dejó escapar su rabia, clavando su espada contra el tronco grueso de un árbol. La fina hoja de metal, se quedó anclada en el grueso tronco. Unos ligeros pasos; muy cerca de él lo pusieron sobre aviso, quizás no tuviera espada; pero si una daga, muy afilada como para desollar a cualquiera que intentase verle la cara, otra vez.

— ¡¿Quién anda ahí!?

Los pasos siguieron pisoteando las hojas caídas por la llegada del otoño, estas eran crujientes a las pisadas, Francis siguió caminando en reverso, con la daga desenvainada, completamente listo para atacar, una mano delicada, se le posó por encima del hombro, Francis se quedó quieto unos instantes; pero luego reaccionó como animal herido, tirando a su víctima al piso, mientras trataba de descubrirle el rostro; era una mujer, tenía los cabellos alborotados alrededor de la cara, ella también se defendía arañándole las manos; lo más fuerte que se lo permitían sus fuerzas, pero él era más fuerte que ella, porque así se lo propuso en ese entonces.

Francis cesó su forcejeó solo cuando reconoció a Lola; una de las damas de María, inmediatamente retrocedió sintiéndose más monstro por haberla tirado al piso a ella; que cuando intentó matar a María con sus propias manos.

—Lo siento muchísimo, Lola no fue mi intención, de verdad; lo siento.

Lola se levantó del suelo cubierto de hojas, junto con él; ambos se sacudían las ropas llenas del polvo suelto de la tierra.

—No te preocupes; estás nervioso, es normal.

Francis sonrió, Lola y su manía por tratar de entender a las personas.

—Siento mucho lo que pasó con María y Bash.

—Ni me recuerdes a ese par de traidores.

Francis le dio una patada al suelo; sabía que parecía un chiquillo haciendo berrinche, se sentía tan impotente. María en un abrir y cerrar de ojos estaba cambiando el curso de las naciones; a su familia, a sus hermanos que eran los legítimos herederos a la corona los despojó. Para poner en su lugar a un estúpido bastardo. Todo por una profecía.

—No lo hizo por mala fe; lo hizo por…

— ¿Salvarme? —Francis la encaró; su mirada ardiente de ira, se topó con los ojos azul grisáceo de Lola; que en su momento le parecieron un par de luceros brillantes. —Lola, María me arrebató de un solo tajo todo lo que yo estaba planeando para mi vida futura, ¿Puedes imaginar cómo me siento ahora? Me ha desbancado de la línea de sucesión a favor de un bastardo; me ha humillado y no se lo perdonaré nunca juro por Dios, por los demonios del infierno que no lo haré.

— ¿Crees que les hará algo a tus hermanos, por asegurar la sucesión de Bash?

—En realidad sí yo no importo; por mí, puede mandarme al diablo las veces que quiera, pero ellos ellos Lola; no tienen la culpa.

Mirándola más detenidamente, Francis se dio cuenta de que Lola era en realidad una mujer muy hermosa; alguien que no merecía caer en la cama de cualquier lord escocés a causa de la familia de Lola o el deseo de María. Le dio rabia el solo imaginar. Que otro pudiese jinetear el cuerpo que él en ese momento, deseaba tanto como desear un vaso de agua en tiempos de sequía.

Francis no era el único que aquella noche, estaba a nada de caer por el borde de la tentación prohibida. Lola también deseaba tocarlo, quería penetrar en su corazón y alma más profundamente de lo que María había logrado penetrar, sabía que Francis para ella era un hombre inalcanzable ella no podía poner los ojos en el hombre, del cual su reina decía estar enamorada y que casualmente; dejaba para casarse con otro. Francis era prohibido, Francis era de la realeza y ella no tenía ningún derecho a desearlo como cualquier mujer desea a un hombre; es decir, con pasión, con deseo.

Pero los estatutos sociales que los dividían con una línea de fuego; eran los mismos que los estaban acercando. Francis acorraló el frágil cuerpecito de Lola contra el tronco del árbol; sobre el cual minutos antes desahogara su coraje; ahora sus manos acariciaban el rostro de la muchacha delicadamente, observó las diferentes reacciones de Lola y de nuevo se sintió intrigado. Otras mujeres de su misma condición habrían caído ante sus brazos. Sin embargo; esta simplemente parecía querer y no querer, la asaltaban el miedo, el deseo, la culpa, y la pasión. Sentimientos que ponían de cabeza los nervios de cualquier persona en su lugar.

Francis lo comprendía en ese momento, no era capaz de razonar como siempre solía hacerlo; el ex delfín de Francia, era ya libre para escoger a voluntad; Bash tomó su lugar, iba a ser Bash quien tocara a María en su noche de bodas y no él. En cambio, percibía con bastante claridad que la joven deseaba huir de aquel lugar. Lola quería huir de su propio deseo; de las peticiones de su propio cuerpo.