¡Hola, cibernautas!

He vuelto del más allá.

Estoy aquí haciendo entrega de esta corrección de mi anterior historia homóloga a ésta. Es una versión mejorada. Sé que después de dos años de inactividad tal vez les parezca poco, pero espero que les guste. Si quieren saber un poco acerca de lo que me ha orillado a todo esto, visiten mi perfil.

Sin más por el momento, les dejo que lean tranquilos. Gracias de antemano por tomarse el tiempo de redescubrir esta historia.

Declaración: Las PPGZ no me pertenecen (Si fuera así podrían bien haber sido adolescentes normales sin ninguna clase de poderes, pero sí con todos los problemas que conllevan las hormonas), le pertenecen a TvTokyo. Las utilizo sin fines de lucro, mero entretenimiento.

Advertencias: Universo Alterno, Out of Character, incoherencias en algunas cosas, intento de relato de terror, acoso, redes sociales.


Messenger

Era ya de noche, y las nubes que colmaban el cielo no daban paso a la luz natural de la luna manteniendo en penumbras a la ciudad, que era salvada de las tinieblas solamente por los débiles faroles del alumbrado público. Las calles de los suburbios no parecían tan concurridas como en el centro. Viernes por la noche, y demasiados jóvenes acudían a distintos centros nocturnos para disfrutar de su corta edad y sus ganas de experimentar. Casi todos, a decir verdad, menos ella.

Ese octubre en particular le parecía más frío de costumbre y, sin dudas más obscuro. Era verdad que por ser comienzos de invierno anochecía más temprano, sin embargo, por primera vez en toda su vida, la noche se le antojaba anormalmente más obscura. Al asomar el rostro por la ventana no podía ver más que los alejados restos de luz que dejaban los faroles y una suave neblina caía sobre las calles.

El viento chocaba fuertemente contra el cristal de su ventana cerrada para evitar su inoportuna intromisión; no obstante podía sentir un poco de esa brisa fresca, colándose por las rendijas que había entre los cristales, moviendo las cortinas verdes lentamente a sus espaldas.

La luz blanca que desprendía el foco eléctrico que colgaba del techo iluminaba su cuarto desordenado. Y ella terminó decidiendo que lo mejor era no seguir atormentándose más por nada. Se alejó de la ventana con lentitud, se echó sobre la cama e intentando distraerse en otras cosas tomó la computadora portátil que descansaba en la mesita de noche al lado de su cama comenzando a navegar por internet.

Así pasó los siguientes minutos de su vida. A penas movía sus músculos: Acomodaba lentamente sus piernas, una sobre la otra y sus brazos solo se movían para teclear casualmente o mover el mouse de la pantalla y apuntar algún otro ícono de su computadora. Hasta que al final los ruidos en la planta baja la alertaron un poco. Agudizó el oído y prestó un poco más de atención a algo fuera del monitor: La voz de su madre.

– ¡Kaoru! ¡Hija! ¡Ya vamos a salir!– Escuchó, proviniendo desde la planta baja. Se inquietó un poco y se incorporó en la cama. Dejó su computadora portátil a su lado, se puso en pie y trotó lentamente, saliendo de su habitación, para bajar por las escaleras, encontrándose al final de las mismas con esa mujer de radiantes ojos negros y un vestido del mismo color. Una tenue sonrisa surcó sus labios. Su progenitora era hermosa.

– Está bien. – Respondió ella, viendo a su padre detenerse al lado de su madre. Ambos vestían formalmente; y se dio cuenta de que desearía cumplir pronto la mayoría de edad, para poder acompañar a sus padres a eventos como ese.

– Ven un momento, hija. – Pidió su madre. La morena obedeció, bajando el par de escalones que le faltaban a paso lento, hasta llegar a postrarse delante de la mujer que la miraba fijamente a los ojos con una sonrisa extrañamente cálida, reconfortante.

– Dime. – musitó, sin más.

Sintió como la fría brisa de la noche se coló por debajo de la puerta principal y se golpeó mentalmente por no haber llevado consigo un par de sandalias, por lo menos. Dobló sus talones de tal forma que su pie no tocara de lleno el suelo frío, pues de otro modo terminaría verdaderamente enferma.

– Te quedarás sola un par de horas. – Dijo la mujer viéndola. Ella ya lo sabía. Su hermano mayor trabajaba por las noches y su hermano menor se quedaría en la casa de uno de sus amigos. Suspiró profundamente y asintió con un movimiento de cabeza. – No te vayas a quedar hasta muy tarde en la computadora, Kaoru, por favor. – Pidió sonriéndole levemente.

– Está bien. No se preocupen. – Correspondió aquella suave sonrisa con una parecida y a cambio recibió un suave beso en la frente por parte de su interlocutora, de una manera tan cariñosa como solo ella lo sabía hacer. Su sonrisa se ensanchó un poco y cerró los ojos al contacto.

– Bien, nos vemos más noche. – Musitó la mujer, con una voz tan baja que era apenas audible para ella, mientras alisaba el cabello negro que, alborotado, caía sobre sus hombros como era costumbre.

– Que les vaya bien. – Deseó a modo de despedida, levantando el pulgar de una de sus manos. Ambos rieron y salieron a continuación, dejándola sola.

Escuchó a sus padres cerrando la puerta desde el exterior. Mera seguridad. Suspiró suavemente, y pasó una de sus manos por toda su cabellera negra para volverla a desordenar. Giró sobre sus talones y se encargó de recorrer la casa apagando todas las luces que le parecían de uso innecesario. Así, la planta baja se quedó solo iluminada por el foco que colgaba del techo en la cocina. Habiendo terminado su cometido comenzó a subir de vuelta las escaleras. Hacía frío y a pesar de que le agradaba el clima de esa manera, creía necesitar un poco de calor, al menos en sus pies.

Entró a su cuarto, recostándose sobre la cama casi de inmediato. Levantó una de las cobijas y se cubrió con ella las piernas, tomando su computadora portátil nuevamente para postrarla sobre sus muslos. Estiró una de sus manos para alcanzar los audífonos que descansaban en la mesita de noche al lado de su cama, los conectó y finalmente se los colocó en los oídos, encendiendo el reproductor en aleatorio.

Permaneció así durante casi una hora, moviéndose solo para cambiar de posición, o para calentar un poco más sus pies. Después, la música comenzó a adormecerla y de cuando en cuando cabeceaba suavemente despertándose un segundo después.

»Es hora de dormir« Pensó, sintiéndose extrañamente cansada. Retiró los audífonos de la computadora y sus oídos, poniéndolos en la mesita al lado de su cama. Estiró sus brazos soltando un largo bostezo y pronto se fijó en la hora: 11:39.

Casi sin pensarlo creyó que era conveniente dormir temprano por primera vez en mucho tiempo, así que dejó que su cansancio mandara y comenzó a cerrar todas las páginas web que había abierto en su desesperación por encontrar algo divertido en qué entretenerse, y justo cuando cerraba la última pestaña un sonido proveniente de las bocinas de la computadora la distrajo, algo parecido a una campanita. Un segundo después sobre la página web apareció un pequeño cuadro de diálogo, reconociendo inmediatamente una ventana de chat.

Leyó con atención, acercándose un poco más a la pantalla para poder enfocar los ojos verdes, y un segundo después, sonrió.

Tu ángel guardiándice:

¡Hola! n_n

Sin reconocer a su interlocutor, mantuvo su sonrisa, preguntándose internamente que clase de persona se pondría un Nickname tan absurdo en Messenger. Después de escribir rápidamente en el teclado una respuesta, dio Enter y el mensaje fue enviado con rapidez.

KaOru!dice:

Hola

No pasaron ni tres segundos cuando notó que él ó ella estaba escribiendo. No pudo evitar pensar que debería estar igual de aburrido (a) que ella en ese momento para tener tanta urgencia en contestar el mensaje. Después de algunos segundos, recibió la respuesta.

Tu ángel guardiándice:

¿Cómo estas, linda?

Evitó sentirse cohibida ante el uso de la palabra que tanto odiaba, más aún cuando la persona con la que hablaba no la conocía siquiera, esperó unos segundos más en contestar, hasta que finalmente escribió en el teclado sin muchas ganas y contestó.

KaOru!dice:

Bien, gracias. Disculpa, no recuerdo quien eres, ¿me lo podrías decir?

Tu ángel guardiándice:

¿No te acuerdas de mí? Pero si me ves todos los días

Debió admitir que no se sorprendió al recibir una respuesta casi inmediata, suspiró suavemente y comenzó a escribir con desgano. Odiaba, también, los rodeos y esa persona los estaba comenzando a dar. Escribió poco enérgica, pues el cansancio le estaba ganando, enviando el mensaje casi dos minutos después de la respuesta del otro.

KaOru!dice:

Entonces dime tu nombre porque con un nombre de usuario como el tuyo cualquiera se podría confundir y aún más con eso de que soy de memoria a corto plazo… Ah y si te molesta que no lo recuerde, deberías al menos considerar en poner un nombre un poco menos largo y menos cursi. Tal vez si pusieras tu primer nombre sería más sencillo reconocerte. Y un apellido tampoco vendría mal.

El contrario tardó un poco más de tiempo en contestar y ella, con ganas de dormir ya, minimizó la conversación, cerrando luego la última página web que tenía abierta se quedó viendo directamente el fondo de su pantalla. Aquella imagen logró sacarle una sonrisita casual, igual a la de los seis jóvenes que estaban en la foto, con características parecidas entre algunos de ellos. Recorrió la foto uno por uno, pero su mirada se clavó en los últimos chicos de brillantes orbes verdes, mirando a la cámara con una amplia sonrisa mientras permanecían abrazados.

El sonido de la campanita la sacó de sus pensamientos. Abrió la conversación y su cuello se tensó un poco al leer el cambio del nombre tan drástico.

¡Muerte! lmLdice:

¿Así está mejor? Intenté hacerlo lo más conciso posible, para ver si el mensaje llega mejor. ¿Aún no sabes quién soy? Puedo volver a cambiar mi Nickname si lo gustas. ¿Algo como Parca, Príncipe de las Tinieblas, Hell o tal vez Satán te parece bien?... Ah, y por cierto, te ves bellísima esta noche.

Sintió como un escalofrío recorría toda su espina dorsal y como la saliva se acumulaba exageradamente en su boca. Tragó en seco, pues sus labios de pronto se sintieron deshidratados. Tomó una bocanada grande de aire y se armó de valor girando rápidamente su cabeza en dirección a la ventana y notó que la cortina estaba ligeramente abierta.

Se levantó de la cama dejando inconscientemente la computadora a un lado. Caminó rápidamente hacia la ventana y recorrió a la perfección la cortina, sin detenerse para mirar afuera. Se alentó pensando que era más por precaución que por miedo, aunque sí, tal vez tuviera un poco del segundo. Solo tal vez.

Regresó a la cama y tomó la computadora portátil. Notó que había un mensaje nuevo y lo leyó un tanto ansiosa.

¡Muerte! lmLdice:

¡Hey! ¿Por qué cierras la cortina? Era feliz viéndote. Tendré que entrar a tu casa para poder seguir contemplando tu belleza.

Y con aquello una descarga de hormonas incontables la llenó de un sentimiento que hacía mucho no sentía: Pánico. Los sentimientos se le mezclaron dentro del pecho. Alguien de verdad la estaba viendo, sino, de qué otra forma podría saber que acababa de cerrar la cortina. Se sentía observada, ultrajada, y sí, bastante temerosa. Se armó de valor de donde no lo tenía y buscó apoyarse socarronamente a sí misma con sus propias palabras. Envió el mensaje tan pronto lo había escrito, intentando consolar sus impulsos pensando que tal vez era solo un bromista de internet.

KaOru!dice:

¿Quién eres? ¿Y qué quieres?

¡Muerte! lmLdice:

Eso me hiere, estoy técnicamente todo el tiempo contigo y no me recuerdas…

KaOru!dice:

¿Sabes? Tu jueguito comienza a cansarme y mucho. Dime quien eres, que estoy cansada y quiero ir a descansar un rato.

¡Muerte! lmLdice:

Duerme, estaré aquí vigilando que nadie más que yo quiera entrar a tu casa en la noche.

Se sintió vulnerable, frágil y a su merced. De pronto todos los sonidos a su alrededor se amplificaron. El Tic-tac de un reloj que no había notado hasta ese momento se metió en su sistema y con cada segundo que pasaba el sonido parecía más lento. Su pulso se aceleró y sintió como la sangre bombeaba rápidamente por todo su cuerpo, impulsando sus dedos a escribir. Pero mientras tanto hacía un recorrido mental por toda la casa. No estaba segura de que todas las puertas estuviesen cerradas, mucho menos las ventanas.

KaOru!dice:

¿Qué idioteces estás diciendo? Dime de una vez quien eres, comienzas a cansarme de verdad.

¡Muere!dice:

¿Es necesario que te diga quién soy? Solo te diré esto, Kaoru Matsubara, te quiero para mí. Serás mía y de nadie más.

Y con eso su corazón se detuvo de golpe por un segundo. El segundero del reloj dejó de escucharse también. Pero ambos volvieron a presentársele, ahora más fuertes, constantes y con ganas de atronar su cuerpo desde dos diferentes perspectivas. Las hormonas se derramaron como cascada dentro de sí. La adrenalina comenzó a impulsarla. Sentía la necesidad de huir, pero ¿A dónde podía ir? Vivía en los suburbios de la ciudad, su hermano trabajaba en un restaurant del centro, sus padres estaban al otro lado de la ciudad y ninguna de sus amigas pasaría un viernes por la noche encerradas en su casa al igual que ella. Las ideas corrían rápidamente por su mente, sin encontrar una solución a sus crecientes delirios de persecución.

Y entonces pasó de repente.

La luz blanca que alumbraba su recamara se apagó en un segundo y quedó sumergida por completo en la obscuridad; solo la luz que emitía su computadora portátil la alumbraba. Tardó un segundo más en darse cuenta de lo que estaba pasando hasta que por fin captó que se había ido la energía en el peor momento que nunca. Sin poder contenerlo, un aullido cargado con todo su pánico se escapó por su garganta saliendo de sus labios como un fuerte alarido de terror. Miró a su alrededor, buscando algo diferente en la habitación, pero todo estaba tan obscuro que no podía distinguir nada.

Se armó de un valor que en realidad no tenía. La adrenalina corría como loca por su torrente sanguíneo y podía sentir como su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Pero no podía quedarse allí, en medio de la obscuridad y sentirse tan vulnerable sin hacer nada. Tomó entre sus brazos el computador portátil, y se levantó de la cama. En ese momento se sintió más desprotegida que nunca antes en su corta vida. En un impulso por tomar un poco de seguridad alumbró su camino hasta el armario de la recamara usando la luz que emitía su lap-top, y en cuanto lo abrió saco de dentro su bate de beisbol.

Acomodó las cosas que llevaba en sus manos. La computadora en la mano izquierda, volteando hacia el frente para alumbrar sus pasos, y su única defensa en la derecha, para tener más fuerza en caso de tener que usarlo.

Un poco más segura, se consoló a sí misma diciendo hacia sus adentros que todo era una cruel coincidencia, una jugada mala del destino y que no habían cortado la luz desde fuera, sino que solo se había caído la energía por un momento.

Caminó por el corredor que daba a las escaleras, con los sentidos más alertas que nunca. Sudaba frío y tenía delirios de persecución. Podría jurar que alguien la seguía, pero con el miedo palpitando en su pecho no se atrevió a mirar atrás. Aceleró un poco el paso, procurando no hacer ruido con sus pisadas y pronto comenzó a bajar por las escaleras, atenta a cualquier sonido en su alrededor.

En la planta baja caminó sigilosamente, como si ella fuera el ladrón y no el dueño de la casa. Sentía la garganta seca, como si no hubiese probado ni un sorbo de agua desde hacía meses y sus manos temblaban ligeramente. Era imposible no tener miedo. Era casi una hazaña para ella el estar caminando en las penumbras solo alumbrada por su computador portátil y armada con un insignificante bate de beisbol.

Al llegar a la alacena dejó la computadora en el suelo y acomodó lentamente la pantalla para que alumbrara a la caja eléctrica que había en esa zona. Rogando internamente que no fuera más que un fusible mal puesto, abrió la caja, sin soltar el bate y teniendo aún en cuenta cualquier sonido que escuchara a su alrededor. Tanteó con los dedos la caja y encontró un desperfecto: El switch estaba desconectado. Dejó el bate en el suelo, arregló todo en un segundo y pronto se vio nuevamente alumbrada por la luz que desprendía la cocina al final del largo corredor.

Inhaló con ganas, sintiendo un poco de su temor desvanecerse. Un segundo después tomó la computadora del suelo y fue hacia la cocina, pasando de largo la estancia y un hermoso ventanal que ocupaba gran parte del corredor. Jaló una de las sillas y se sentó a la mesa, dejando la computadora en ese lugar, dudando entre apagarla o esperar a que la red inalámbrica se conectara de nuevo y descubrir de una vez por todas quien era ese bromista.

Pero justo cuando comenzaba a decidirse por dejar el asunto tal como estaba e irse a la cama de una vez por todas, la luz que alumbraba la cocina titiló suavemente, antes de apagarse por completo, Otra vez.

Tragó en seco. Se había olvidado el bate en la estancia y –de nuevo– estaba a oscuras. Su ritmo cardiaco volvió a subir. Miró a su alrededor, todo estaba normal. Fijó su mirada de nuevo en la lap-top y sintió como el azúcar en su sangre disminuía drásticamente: Quedaba menos del 6% de batería. Al 4% la computadora entraría en hibernación.

Había dejado olvidado su teléfono celular en la planta alta. Se golpeó y pateó mentalmente por haber olvidado todo. Ahora se sentía mucho más débil y temerosa que nunca. Buscó valor, pero no lo encontró en ninguna parte de su cuerpo. No sabía dónde era que su madre guardaba las velas en caso de emergencia y el cargador de su computadora estaba arriba, junto con su teléfono móvil.

Será peor cuando la computadora se apague y tú estés aquí en completa obscuridad. – se alentó a sí misma, intentando creer que podría llegar a donde estaba el bate para cerciorarse de que el switch se había vuelto a desconectar, pero sus ánimos auto-infundados no fueron lo suficientemente fuertes como para impulsarla a moverse de inmediato. Tardó un segundo en darse cuenta que su computadora se ponía en modo de ahorro de energía automáticamente, obscureciendo su pantalla suavemente y sintió el pánico salir a flor de piel. Toda esta paranoia por culpa de un inepto de internet.

Se levantó con computadora en manos y se aproximó al corredor que daba al ventanal de la sala y a la alacena donde estaba la caja de electricidad. Caminó suavemente, no queriendo alertar a nadie de su ubicación, pues sus delirios de persecución habían aumentado con el segundo corte de electricidad. Iluminó su camino con la computadora, buscando en la obscuridad algún movimiento extraño.

Escuchaba de nuevo el segundero del reloj, con cada Tic-Tac resonando fuertemente en sus oídos, amplificándose y haciéndose uno con sus pasos. Lentamente se acercó un poco más a la estancia, mirando con atención a cada rincón que tenía dentro de su campo visual. El único sonido su alrededor era ese constante segundero, que parecía en realidad un golpe continuo a sus tímpanos.

La luz del alumbrado público se colaba tenuemente por las cortinas claras que descendían con suavidad por el amplio ventanal. Sin querer, clavó su mirada en las sombras de la calle. Notó la figura de los árboles que su madre cuidaba con tanto empeño, junto con la sombra del porche que había en la puerta principal. Respiró profundamente, pero sin exhalar con fuerzas, para no hacer demasiado ruido. Caminó un par de pasos más, expectante, sin despegar su mirada del ventanal que desprendía esa nostálgica luz amarilla, hasta que un movimiento diferente al de las hojas acompasadas por el ritmo del viento la alertó.

Una sombra recorrió toda la ventana; una figura humana pasando rápidamente a lo largo del ventanal, corriendo hasta perderse al final del cristal cubierto con la cortina. Su ritmo cardiaco ascendió vertiginosamente. Sintió su corazón queriendo subir por su garganta para ser expulsado del cuerpo.

Se quedó quieta. Sin mover ni uno solo de sus músculos, y sin emitir sonido alguno, pero por un momento temió que su pulso la delatara. Estaba a solo unos metros de su bate de beisbol, sin embargo, algo en su pecho le advirtió que no moviera ni un solo músculo. Contuvo la respiración inconscientemente, sintiendo una gota de sudor frío recorrer su frente. Esperó cualquier otro movimiento en la ventana, pero en lugar de eso tres fuertes golpes resonaron en la puerta principal.

Sintió la fuerza irse de sus brazos. No tenía ni idea de quien pudiese ser la persona que tocaba a la puerta, pero algo en su interior le decía que se alejara del lugar; y entre más silencioso y rápido lo hiciera, mejor.

Movió suavemente uno de sus pies para regresar a las escaleras y justo cuando iba a mover el otro, la melodía de apagado de la computadora rompió el silencio, quedándose solo iluminada por la luz que dejaban pasar las cortinas. Pero eso ya no le preocupaba. Escuchó pasos en el pórtico y pronto, se encontró de nuevo con la silueta parada frente al ventanal, sin embargo, esta vez la sombra no se movía. Solo estaba allí, quieta, esperando algún otro sonido proveniente del interior.

Sus brazos temblaban frenéticamente y sus rodillas perdían fuerza, impulsándola a tirarse sobre el suelo. Pero no podía. No debía de hacer ruido. No otra vez.

No movió ni un musculo, dirigida por el pánico. Sentía como su corazón amenazaba con detenerse en cualquier momento, bombeando como loco sangre a todo su cuerpo, cargándola con adrenalina pura, pero no servía de nada. Estaba inmóvil, con los dedos tan inútiles que parecía que su computadora iba a caerse en cualquier momento, aferrándose solo a ella por la fuerza del miedo.

Sus ojos verdes con la pupila completamente dilatada por el exceso de adrenalina estaban enfocados solamente en la sombra que parecía no cansarse de estar eternamente –al menos para ella– postrada frente a la ventana. Un sonido gutural se ahogó en su garganta, saliendo apenas por sus labios resecos y temblorosos. Fue entonces cuando notó un movimiento de la silueta, que levantó la mano echa un puño y golpeó contra el cristal de la ventana con fuerza, haciendo un sonido mucho más alto que el que logró al golpear la puerta.

– ¡ ¡ ¡AH! ! !– Su pecho no pudo con más estrés, expulsando todo el aire que tenía adentro con forma de un grito. Perdió por completo la fuerza en sus piernas y cayó de espaldas, haciendo su computadora a un lado. Con miedo, comenzó a arrastrarse por el piso sin perder de vista a la sombra que tenía delante, haciendo caso solo al instinto que le demandaba que huyera. Tenía que alejarse de ese lugar.

Pero se detuvo cuando su espalda topó contra el muro de concreto que tenía detrás. Fue entonces que sus músculos dejaron de responder las ordenes: Ya no podía huir, el pánico la dominaba por completo.

Llevó sus manos directamente a su boca, temblorosas, intentando acallar por completo cualquier sonido que quisiera salir de nuevo. Respiraba escandalosamente. No podía articular palabra alguna. Su garganta estaba tan seca que sintió como si se hubiera rasgado por la mitad al expulsar el grito de esa manera. Sus extremidades temblaban con vehemencia y por su mente no podía pasar ningún otro pensamiento, no sabía que es lo que debería de hacer.

Sus ojos estaban sumergidos en esa sombra, que ahora tenía apoyada la mano sobre el cristal con los dedos extendidos y parecía más cercana.

Tenía miedo. Mucho miedo de lo que esa persona quisiera hacerle.

– ¡Kaoru! – Escuchó su nombre viniendo desde afuera de la casa. Lo escuchó tan claramente que sintió que su pecho se contraía y su corazón se frenaba por un momento. Esa voz, tan conocida, tan anhelada, inundó sus oídos y su cuerpo entero como si de una cascada se tratase – ¡Kaoru! ¡Soy yo, Butch! ¡No temas!

Deseosa por sentirse protegida, se levantó rápidamente del suelo y caminó a paso rápido hasta el ventanal, aun intentando ser suficientemente cautelosa como para que no la escucharan. No confiaba del todo en aquellas palabras. Se acercó a la sombra, descorriendo la cortina a penas, descubriendo detrás de ella aquellos ojos verdes que la miraban expectante, llenos de preocupación.

– ¡Butch! – soltó a duras penas, descorriendo completamente la cortina y pegando sus manos al cristal rápidamente con gran desesperación. − ¡Hay alguien aquí, Butch! ¡Quiere hacerme daño! – Sentenció temerosa aún, viendo con ansias los ojos verdes del joven que tenía delante. El negó suavemente con la cabeza y le sonrió.

− Lo siento, Kaoru, te asusté. No hay nadie que te quiera hacer daño. No era mi intención asustarte de esta forma. – Murmuró, viéndola ligeramente avergonzado. Ella no entendió al principio sus palabras, estaba tan absorta en desprender el miedo de su interior que no captó rápidamente su mensaje. Su pulso comenzó a disminuir, regresando a la normalidad, pero sus manos aún temblaban y sudaban; tenía miedo.

− ¿Fuiste tú? – Preguntó, confundida. Sintiendo como el sudor que tenía en la piel comenzaba a provocarle frío.

− Lo siento. No pensé que te asustarías. – Musitó por lo bajo, viendo con ternura a la morena. – Solo quería acompañarte ahora que tus papás salieron de la casa. – Murmuró y le dedicó una suave sonrisa a su interlocutora. − ¿Me perdonas?

Ella aún sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo no pudo hacer más que asentir con suavidad con su cabeza. Necesitaba de él, porque tenía miedo. Necesitaba de su protección, aunque él fuera el causante de la alerta permanente que ahora sentía que la dominaba. Él era un verdadero idiota, pero anhelaba no estar sola.

− ¿Me acompañas un rato? – Preguntó con inocencia, no queriendo quedarse sola de cualquier forma, tenía miedo de seguir teniendo delirios de persecución como antes. Él afirmó con un movimiento de su cabeza y le sonrió.

− Te amo, Kaoru. – Murmuró sonriente, pegando sus labios al cristal simulando que le daba un beso en la frente. – Ábreme la puerta, hace frío aquí afuera.


¡Fin!

Gracias por haber leído mi historia. Espero que les haya gustado.

Si es así, les invito a dejar un review. Si tienen complicaciones con eso, bien pueden mandarme un mensaje personal.

¡Saludos!