Para la "Chica de una sola escritora" que tengas buen viaje...

CAPITULO 1. CONTACTO.

No llevaba la cuenta de cuantas veces había mirado el reloj de su muñeca. Seguramente pasaba de la treintena. ¿Para eso pagaba uno de los seguros médicos más caros del país? ¿Para esperar en la sala de espera junto al resto del mundo? Mañana a primera hora hablaría con su agente de seguros. Se levantó del incómodo asiento de plástico esperando estirar un poco sus entumecidos músculos.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, buscando una moneda con la que obtener una botella de agua de la vieja máquina de bebidas de la sala, acercándose con resignación y esperando a que no se tragase la moneda.

Fijó su mirada en el trasero de la chica que, agachada junto a la máquina de café, esperaba a que el vaso estuviese lleno.

- Yo que tú no me bebería eso. El ácido de batería es menos corrosivo – apuntó mientras insertaba la moneda sin mirar a la cara a la chica.

Ella frunció el ceño girando la cabeza hacia el desconocido.

- ¿En serio? – preguntó confusa.

- Créeme, si te bebes eso, tendrás que entrar ahí dentro – le dijo señalando con la cabeza la puerta de acceso a las salas de reconocimiento.

Él deslizó la botella de agua hacia ella, ofreciéndosela.

- Esto es lo único que no puede hacerte daño – aseguró.

La chica sonrió aceptando la botella y él metió de nuevo su mano en el bolsillo de su chaqueta rogando en silencio para que la máquina le concediese de nuevo el favor de volver a darle otra botella.

- Gracias – le dijo la chica incorporándose y girando la muñeca para abrir el tapón de la botella.

Él la observó mientras ella daba un largo trago. Era muy atractiva. Ella le descubrió y sus mejillas se tiñeron de rojo, retirando la mirada de inmediato sobre él.

- Mi nombre es Richard Castle – le dijo él tendiendo la mano para saludarla.

Ella se quedó momentáneamente sin habla, mirándole. Él se quedó confundido con la mano estirada.

- Katherine Beckett – dijo algo insegura estrechando su mano y recibiendo por ello una sonrisa de él.

- ¿Katherine me permites invitarte a salir cinco minutos a tomar aire fresco? – se atrevió a preguntar él – Los altavoces se escuchan desde fuera – añadió al ver que ella no quería salir de la sala.

La chica asintió, pasando delante de él.

- Está bien Richard. Cinco minutos… - dijo ella – Y puedes llamarme Kate.

- Cinco minutos – repitió él – y puedes llamarme Rick.

Ambos salieron a la calle, mirando a ambos lados para encontrar un lugar lejos de los fumadores que atestaban la zona. Ella señaló un lugar, y él la siguió.

- Y bien… ¿A quién tienes dentro? - preguntó él.

Ella dudó un instante antes de contestarle.

- Mi padre – dijo – Se ha caído.

- ¡Que casualidad! – contestó él - Mi madre también se ha caído. Iba como una cuba cuando lo hizo – confesó sonriendo – y espero que se haya roto el brazo, quizá así será más complicado que pueda coger un vaso para volver a beber…

Ella guardó silencio.

- Está pasando por una mala época – añadió intentando excusar a su progenitora – su último marido se ha largado con todo su dinero – dijo divertido – tiene mala suerte con los hombres.

Kate asintió.

- Mi padre también había bebido – confesó ella sin mirarle– no ha conseguido superar la muerte de mi madre.

Él la miró borrando de inmediato la sonrisa que segundos antes decoraba su cara.

- Lo siento. No pretendía incomodarte.

- No es culpa tuya. Hago lo posible por ayudarle, pero…

Él asintió en silencio.

- ¿Son muy graves sus lesiones? – preguntó

Ella negó con la cabeza.

- Contusiones y su hombro… Parecía fuera de su sitio – ella sonrió mirándole – quizá eso también pueda evitar que levante un vaso…

- Eso estaría bien – aseguró él

Ambos guardaron unos instantes de silencio mientras bebían de sus botellas.

- Y dime… - dijo él al fin - ¿Tienes hijos?

Ella negó con la cabeza.

- ¿Y tú?

- Alexis – confirmó – tiene doce años y es la más cabal de la familia. Ha decidido que su abuela vivirá a partir de ahora con nosotros…

- Se ha quedado en casa con su madre… Supongo

- No… no… - se apresuró él a aclarar – su madre y yo estamos divorciados. Se ha quedado en casa estudiando.

- Entiendo.

El móvil de él comenzó a sonar y lo sacó de su bolsillo para comprobar quien llamaba.

- ¿Me disculpas un momento?

- Claro – dijo disimulando que había visto la foto que aparecía en la pantalla y que pertenecía a una mujer rubia llamada Gina.

Él se alejó unos metros contestando a la llamada. Kate intentó ser discreta y se alejó un poco del lugar hasta donde habían estado aunque en un par de ocasiones el elevado tono de voz que él utilizaba no dejaba lugar a dudas. Estaba hablando con su pareja y no parecían irle muy bien las cosas con ella.

Tras unos minutos, él regresó a su lado.

- Creo que debería… - dijo ella señalando la sala de espera con la cabeza.

- Sí. Será mejor que entremos – aseguró acompañándola.

Él señaló un par de asientos en un rincón de la sala y ella, que en un principio no pensaba seguir acompañada, accedió sentándose.

- ¿Estás casada?

- No

- ¿Novio?

Ella le miró entrecerrando los ojos.

- No… no pienses que estoy intentando ligar contigo… Es por la llamada de antes… Es mi mujer.

Ella intentó contener una sonrisa aunque él se dio cuenta.

- Tengo que admitir que si no estuviese casado estaría intentando algo contigo. Supongo que te lo habrán dicho millones de veces, eres una mujer muy atractiva.

Kate se sonrojó de inmediato y como un salvavidas, el altavoz de llamada a familiares vomitó estrepitosamente el chillido de la enfermera y todos los que esperaban en la sala guardaron silencio para poder escuchar a quien llamaban.

- Parece que no hay suerte – dijo él tras escuchar el nombre del paciente y ver a sus familiares dirigirse de inmediato a la entrada.

Él no supo como continuar. Quizá había sido demasiado atrevido al confesar que ella le parecía muy atractiva.

- Entonces… - rompió ella el silencio – Divorciado y casado de nuevo…

- Sí – admitió – aunque creo que no…

Ella le miró.

- ¿No? – le apremió a seguir.

Él bufó.

- Creo que no durará mucho. La decisión de llevar a mi madre a vivir con nosotros…

- Bueno, es lógico que quieras hacerlo, tú madre te necesitará ahora.

- Ojalá mi querida esposa – dijo con sorna – lo entendiese igual. Mi hija vive con nosotros Era indiscutible, iba en el pack. Pero mi madre… No te creas que no la entiendo, mi madre puede llegar a ser insoportable si se lo propone pero…

- Lo entiendo – dijo ella poniendo su mano sobre el bíceps de Rick – estás en una encrucijada.

Él sonrió amargamente.

- Supongo que no quiero renunciar a ninguna de las dos – dijo vencido.

- Pues entonces tendrás que buscar la forma de complacer a las tres. ¿Tu vecino no venderá su casa no?

Él lanzó una sonora carcajada y ella le hizo gestos con las manos para que se callase.

- Lo siento… ¿Eres psicóloga o algo así?

- No – contestó ella divertida – nada más lejos de la realidad.

- ¿A qué te dedicas? – preguntó con curiosidad.

- Intenta adivinarlo – le retó ella – te doy tres oportunidades.

- ¿Y si no lo adivino?

- Me deberás una.

- Acepto el trato sólo si tú adivinas en tres oportunidades a que me dedico yo.

- Trato hecho – dijo ella tendiéndole la mano.

Rick sonrió mientras apretaba su mano.

- Las mujeres primero – ofreció él.

- Me lo has puesto demasiado fácil escritor.

Rick rio echándose hacia atrás.

- Me conoces… Soy afortunado entonces. ¿Puedo considerarte una fan?

- Digamos que he leído alguna de tus novelas.

- ¿Y qué te han parecido?

- Entretenidos, aunque podrías mejorar algunos detalles.

Él asintió, dejando a su cerebro procesar esa información.

- Eres abogada. Penalista.

- No. El abogado es mi padre. Y mi madre también lo fue.

Él pudo observar un pequeño velo de dolor en su rostro al mencionar a su madre.

- No creo que tengas nada que ver con la medicina, porque podrías estar haciendo uso de tus privilegios aquí – dijo viéndola sonreír.

- Ese es un segundo no. Te queda una oportunidad.

- ¡Eh! Espera eso no era… Tan sólo pensaba en voz alta…

- Tú última oportunidad…

- Tramposilla.

Él la escrutó con tranquilidad. Si ella decía que podría mejorar algunos detalles…

- ¿Profesora?

- Me debes una, escritor.

- Lo tendré en cuenta.

El altavoz de la sala volvió vomitar un ensordecedor ruido y los familiares de Martha Rodgers fueron llamados.

- Esa es mi madre – dijo él levantándose – ha sido un placer… Agente… - dijo haciendo el saludo policial sobre su sien.

Ella asintió sonriendo. Él era bueno sacando conclusiones. Divertido y más atractivo de lo que podía recordar…