Es escuchar música y mi cerebro a veces empieza a funcionar, aunque a veces solo crea cosas raras. Y quien dice a veces dice casi siempre. Pero bueno, me viene la inspiración y debo escribir, no puedo matar a mis proyectos aunque sean horribles, sería una mala madre. (?)
Advertencias: Puede haber lenguaje grosero o algo de violencia. Y como sé que os gusta -y a mi- habrá Lemon, y en ese momento me tocará subir el rating a M. De momento se queda como está, en T, porque habrá escenitas y Lime, avisado queda.
Notas: AU Humano. Y... no sabía como llamar a Hong Kong, así que al final se queda con Xiang Li Wang.
Venga, que el HongIce es puro amor.Y aparte va a haber más parejas.
Cellmate
Exhaló aire profundamente mientras se atrevía a levantar la mirada del suelo gris. Mierda, mierda, mierda. Era lo único que pasaba por su cabeza, junto a otros pensamientos igual de negativos. Voy a morir aquí, me van a dar una paliza y el jabón se me caerá en la ducha.
Un par de policías les escoltaban por el pasillo que se le hacía interminable, con el único sonido de sus pasos sobre el suelo, no había nada que hablar porque ya estaba todo decidido. 5 años que le habían caído por robos múltiples, poco teniendo en cuenta su historial, pero él necesitaba el dinero, claro que sí, porque su tía no podía trabajar ya y nadie iba a hacer nada por ellos, si él no conseguía el dinero de alguna manera, ¿quién iba a pagar la comida? Nadie, ¿verdad? Pero claro, eso en el juicio no contaba como prueba ni argumento válido, solo servían los hechos. Y por eso le habían condenado a esa cárcel.
Sacudió la cabeza e intentó no pensar en eso, en realidad intentó no pensar en nada. Todo estaba decidido, y ese era su primer día en su nuevo hogar; era todo gris, los guardias tenían cara de ir a soltarte un guantazo a la mínima y muy acogedor no era el lugar, puesto que estaba en una puñetera cárcel era bastante normal. Y él se mantenía tranquilo, ya había asimilado esa idea, pero en un instante su calma se desmoronó.
Cerraron una puerta detrás de él, en ese momento Emil se sintió como un cachorro de gato abandonado en medio de una jaula llena de perros salvajes, hizo ademán de ir a decir algo pero uno de los guardias le agarró del brazo y le obligó a seguir avanzando. Al entrar en una sala, se topó frente a una mujer rubia que parecía bastante joven pero mantenía una expresión entre tierna y madura, a pesar de todo parecía incluso más joven que él mismo.
—Emil Steilsson, preso número 54. Veo que ya tienes el uniforme. —La mujer hablaba mientras observaba su uniforme, era de color naranja apagado y el número 54 escrito en negro en la espalda. —Me llamo Lily, señorita Vogel para ti. Enseguida te llevarán a tu celda, Celda 8, la compartes con el número 39... ¿El 39? Pero... —Parecía sorprendida por eso, y Emil empezó a preocuparse, ¿con qué clase de loco le habría tocado?
Lily recuperó la compostura inmediatamente y alzó la mirada hacia el islandés, arqueando una ceja. Emil titubeó unos segundos y salió por la puerta abierta, empujado por los guardias y detrás de la rubia, hacia su celda.
No miró a ningún lado, pero notaba las miradas curiosas de los presos que le miraban desde las celdas a ambos lados del pasillo y gritaban cosas, a él o a los guardias, pero eso sí, a la señorita Vogel no la dijeron ni pío, no le dio importancia a eso porque estaba ocupado pensando en como suicidarse de la manera menos dolorosa posible.
—Bien, 39, aquí tienes a tu nuevo compañero. A ver si este te dura más de dos semanas.
Solo notó que abrían una puerta y le metían, se quedó paralizado unos instantes y en cuanto vio un movimiento a su lado subió inmediatamente en la cama vacía, ignorando aquella mirada sobre él. Se acurrucó contra la pared, abrazando sus propias piernas. Estaba confuso, asustado y desconcertado, no sabía que hacer, y cuando levantó la mirada se encontró con unos ojos totalmente inexpresivos que le observaban, un chico joven de cabello rubio recogido a un lado por un broche en forma de cruz.
—Esto es fácil de entender. No toques mis cosas, no me molestes. —Dijo este con total indiferencia, ajeno a la cara de terror que mantenía el otro. —Dime tu nombre.
Emil dudó antes de contestar, pero decidió hacer caso a su nuevo compañero.
—Emil.
—Yo soy Lukas. —El islandés asintió levemente a modo de afirmación, apartando la mirada hacia algún punto perdido mientras se acurrucaba en aquella esquina de la cama contra la pared. Lukas pareció ablandar su expresión. —No pongas cara de ir al matadero. Ésto no es un hotel de cinco estrellas, pero si no te los buscas no tendrás problemas. Supongo.
—¿Supones? —Murmuró sin animarse mucho. El otro se encogió de hombros con indiferencia y se sentó al borde de su cama.
—En realidad es probable que los tengas, intentaba animarte. No pareces mal chico. ¿Qué has hecho?
Se quedó en silencio, no tenía intención de hablar de ello con un desconocido aunque debía admitir que Lukas parecía estar haciendo un esfuerzo por ser un poco amable con él, a saber por qué. Como no contestaba, Lukas simplemente alzó una ceja y volvió a hablar.
—Mira, has llegado a buena hora, es pronto y apenas quedan unos minutos hasta la hora de la comida y después el patio, deja que yo te haga de guía, para que te orientes.
Eso habría podido sonar amable y desinteresado, pero Emil se dio cuenta de que Lukas parecía tener algún motivo para hacer eso y no se molestó en ocultarlo. De todas formas iba a ayudarle, eso estaba bien, ya se preocuparía luego si pasaba algo malo.
—Gracias. —Dijo casi en un susurro.
Lukas negó con la cabeza y tras mirarle unos segundos en silencio, pensativo, se sentó en la otra cama, cogiendo un libro que estaba abierto boca abajo sobre esta, y se sumergió en su lectura como si el otro no existiera. Al islandés eso le ponía algo inquieto, ese chico parecía verle algo interesante por alguna razón, pero era demasiado frío como para dejar que se notaran sus pensamientos, eso era evidente a primera vista.
No supo cuando tiempo pasó, pero de repente un timbre resonó por los pasillos y las celdas se abrieron, como si fuera la hora del descanso en una escuela, todos salieron, unos corriendo y otros tranquilos, en la misma dirección, a la misma hora de siempre. Lukas simplemente dejó su libro con calma y se levantó de la cama, lanzándole una mirada antes de salir, Emil le siguió.
—Es enorme. —Murmuró Emil al ver el comedor.
—En nuestro pasillo no hay demasiado peligro, nadie que vaya a intentar matarte, si eso te preocupa. Deberías cuidarte de otros sin embargo. —Dijo Lukas con tono frío mientras se acercaba a coger una bandeja con platos y cubiertos, imitado por el albino. Caminaron al lado de la barra mientras les servían la comida y el rubio seguía hablando con tono mecánico, como si recitara una oración aprendida ya en la que no ponía emoción. —Hay grupitos y algunas personas que se creen los jefes de aquí, vas a tener problemas si les molestas, mantente alejado.
Emil puso una mueca de asco al ver una especie de masa espesa pringosa color marrón grisáceo en su plato.
—Entiendo.
—Ven. —Le hizo un gesto y cruzaron el comedor a paso rápido hacia un sitio apartado, sentándose, Lukas cogió su tenedor y le señaló primero a él. —Come. —Seguidamente apuntó con el tenedor a distintas mesas donde había grupos de personas. —Los eslavos, rusos, como sea, no te acerques a ellos si quieres mantenerte de una pieza. Tampoco te metas con los asiáticos, pero no son peligrosos si no les molestas de verdad. Las otras chicas no son peligrosas en un principio. Esos tres de ahí son idiotas, te aconsejo evitarlos, pero el moreno no parece tan malo, más bien estúpido. Y...
Frunció el ceño al ver algo y bajó el tenedor. Lanzó miradas nerviosas entre el islandés y otra mesa, y después de coger la manzana de su bandeja agarró al albino del brazo para meterle debajo de la mesa.
—¿Qué...?
—Calla. No te muevas. —Mordió tranquilamente la fruta. —No quiero que me vea.
No hizo caso a la expresión confusa del otro y se limitó a suspirar.
—Ya lo entenderás, cuando lleves más tiempo aquí, hay personas muy molestas...
En ese momento Emil palideció al ver una cara asomándose por debajo de la mesa, un chico de cabellos alborotados y que desafiaban a la gravedad, con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. Lukas lanzó su manzana hacia el sujeto en cuestión, para seguidamente agarrar a Emil de la muñeca y salir por patas. En su 'huida' empujó accidentalmente a un chico albino, que gritó nosequé sobre ser asombroso y usó su cuchara como catapulta para lanzarle ese puré grisáceo a Lukas; éste lo esquivó con suma facilidad, pero el proyectil dio a una chica castaña que llamó al otro de todo menos bonito. Y así empezó una guerrilla de comida que se convirtió en una batalla campal por todo el comedor.
—¿Pero qué demonios...?
—Suele pasar una vez a la semana como poco, así se entretienen. Hasta que llega la Vogel y nos amenaza con su escopeta... o su hermano, también es posible, y da más miedo. —Se encogió de hombros con indiferencia y agachó la cabeza para esquivar un trozo de tomate no muy fresco que impactó en la mejilla de Emil al esquivarlo el otro. —Lo siento.
El islandés murmuró algo por lo bajo y se limpió con la manga del uniforme. Notó como Lukas volvía a tirar de él.
—¿Por qué huímos?
—Yo huyo, pero como ahora estás bajo mi responsabilidad, he de llevarte conmigo.
Emil frunció el ceño.
—¿Y cuándo te lo he pedido?
—Es como si fuera tu hermano mayor.
—No lo eres.
—Oh, claro. Venga, dime hermano mayor.
El albino enrojeció levemente y frunció más el entrecejo, Lukas se encogió de hombros en señal de rendición (aunque sospechaba que el tema del 'hermano mayor' no iba a cerrarse todavía) y volvió a tirar de él. No volvieron a pronunciar palabra hasta que llegaron a un pasillo de celdas que no era el suyo propio, Emil ya estaba bastante perdido.
—¿Huímos de ese chico?
—De ese acosador, Emi. —Ignoró que el islandés iba a protestar por el diminutivo de su ya corto nombre, pero le ignoró y siguió hablando. —A él si que tienes que evitarle. Mathias... Es molesto, ruidoso, pesado, egocéntrico, estúpido...
—¿Te gusta?
Por primera vez fue Lukas el que se quedó sin palabras. Le miró en silencio unos segundos, y eso bastó para que el tal Mathias apareciera de la nada e hiciera una especie de placaje contra ellos; el noruego se apartó a tiempo, pero el islandés pegó un gritito al caer bajo el peso de ese gigante.
—Estúpido, le aplastas.
—¡Luki! ¡Has hecho un amigo! —Dijo (gritó) el del cabello alborotado, mirándole con una amplia y tonta sonrisa. —¡Preséntamelo!
—No puedo presentártelo si está muerto.
Mathias ladeó la cabeza y se apartó rápidamente del islandés, que cogió aire de golpe al poder volver a respirar, ignoró la mano que el más alto le tendió para ayudarle a levantarse y se puso en pie por su cuenta. Mathias apartó la mano sin parecer muy afectado por ese rechazo y la mirada de homicida que le lanzaron ambos, porque solo soltó una risa al verlos.
—¡Os parecéis!
Emil negó rápidamente al mismo tiempo que Lukas se encogía de hombros.
—Deja de acosarme. —Espetó el noruego, cruzándose de brazos. Pareció tensarse cuando Mathias le dio un abrazo que le levantó del suelo, recibiendo una ráfaga de puñetazos y pataleos de parte del menor. —... ¿¡Que demonios haces!? ¡Voy a patearte el trasero! ¡Mandaré a los rusos a por ti!
Emil les miró sin poder creerselo, ¿y ese numerito? Aunque, eso si, era la primera vez que vio a Lukas nervioso o alzando la voz, que tampoco le conocía mucho pero se notaba a kilometros que no era muy de mostrar sus sentimientos. El islandés se asustó un poco y empezó a retroceder, afortunadamente ninguno pareció darse cuenta. Dio un respingo cuando chocó con algo a su espalda, y notó unas manos en los hombros, mientras un escalofrío le recorría de arriba a abajo al girar la cabeza y encontrarse con el rostro serio de un chico de cabellos oscuros, algo largos, y ojos del mismo color castaño oscuro, piel muy pálida.
Por algún motivo, no pudo evitar estremecerse al notar esa penetrante mirada clavada en sus ojos violetas. Ahogó un gimoteo suave, haciendo ademán de intentar soltarse, pero estaba paralizado
Emil vio un movimiento y se encontró con Lukas a su lado (Mathias estaba quejándose de algo sobre que había intentado romperle la cabeza), mirando con el ceño fruncido al chico del pelo castaño. Éste alzó una ceja, esbozando una muy leve sonrisilla burlona, sin apartar la mano del hombro de Emil. Lukas se cruzó de brazos, y casi se notaron las chispas saltando entre las miradas cruzadas de esos dos.
—Suéltale, Xiang.
Éste dejó de sonreír pero seguía teniendo un brillo burlón en sus casi inexpresivo ojos, manteniendo una enorme calma.
—¿Y si te lo secuestro, qué pasa?
—No hagas el idiota solo por llevarme la contraria, Wang.
—Pero es que me encanta hacerlo, Bondevik.
Emil tragó saliva, empezando a desear que la tierra le tragara.
NA:
Bueeeno, esto ya lo tenía escrito, no lo corregí en realidad, lamento si es un poco malo o infantil, ni me acuerdo cuando lo escribí, pero quería darle una oportunidad a la historia esta.
Y recuerden: una escritora con reviews es feliz. (L)
