Este fic participa en el minireto de septiembre para "La Copa de la Casa 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Esta historia pertenece al universo de Magia Olvidada y aunque os cueste creerlo, sé que soy fabuloso, todo esta basado en la portentosa obra de J. K. Rowling a.k.a. Rita Skeeter
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Pamela Quin siempre había sentido una atracción inusual por todo lo vegetal que crecía en Hogwarts. Había algo mágico en ver crecer un árbol. Mucho más interesante que aburrirse con las piruetas extravagantes de sus compañeros de Ravenclaw ¿Por qué debía gritar por la victoria de un puñado de críos que la ignoraban siempre?
No.
Pamela prefería pasar su tiempo en el bosque, hablando, sintiendo y viviendo con su cuerpo cada movimiento y pensamiento del bosque. Había escuchado durante años, había educado a su cuerpo para hacerse uno con el bosque y la biblioteca de Hogwarts la ayudó a mejorar sus habilidades con las plantas.
Era una joven brillante, con un futuro prometedor si le interesase lo más mínimo. Pero a Pamela nunca le ha importado los demás, no entiende porque tiene que demostrar su conocimiento si ella ya sabe que lo tiene. Sabe que todos son unos gusanos comparados con ella y los mira con desprecio desde las esquinas luminosas donde gusta sentarse. Su timidez la enclaustro y ahora no siente ninguna clase de atracción por las actividades "lógicas" de una chica de su edad y talento.
Y, sin embargo, siempre mantuvo un perfil bajo. No atraía la atención, entregaba trabajos mediocres y desganados pero a tiempo. Era anónima, despreciaba a todos, solo se sentía cómoda en el bosque, pero no hizo nada más allá de simples miradas de odio. No merecía el esfuerzo.
Eso cambió con el final de la copa de Quidditch. Gryffindor ganador. Ravenclaw aplastado por completo en una humillante derrota. Un chiquillo sin mala fe, enfurecido por el resultado del partido rompe una rama de abedul en un arrebato, con la mala suerte de estar a menos de diez metros de Pamela. La chica sintió un repentino dolor en el brazo, se convenció de que sentía el dolor de aquel árbol.
Algo se rompió en su mente, un dique desbordado. Sus ojos verdes brillaron con la luz del sol. Atrajo al jugador con una sonrisa embaucadora y con una pregunta rondando su cabeza.
¿Qué ocurre cuando un árbol crece sobre un hombre?
Los gritos que se escucharon esa noche aun atemorizan a los centauros. Nadie ha vuelto a tocar un abedul.
