Disclaimer: Los personajes de The Hunger Games no me pertenecen.

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Cato, el Vencedor de los 73º Juegos del Hambre

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Su puño me dá de lleno en el rostro, tirándome al suelo.

Duele, pero no puedo darme el lujo de aturdirme ahora. Me limpio la sangre con una mano y ruedo por el piso, a tiempo de esquivar el hacha del chico del Distrito 10. Mi corazón bombea con tanta rapidez que es como si todo estuviera sucediendo en cámara lenta; puedo ver cada uno de sus movimientos y anticiparlo. Para eso fui entrenado; para eso nací.

El chico se lanza sobre mí para darme el golpe final, pero detengo su ataque con mis manos, dejando el hacha pendiendo sobre mi nariz, impidiendo que me destroce la cabeza.

¡Diablos! El chico es fuerte. No creo poder resistir por mucho, no después de tres semanas. Muevo la cabeza intentando escapar de la amenaza, veo la espada que hacia rato he perdido y mi oportunidad. Reúno impulso con mis piernas y pateo su pecho con fuerza, quitándole el aire a la vez que me doy unos segundos de ventaja; él se tambalea, pero no cae, aun así me arrastro sobre la tierra y estiro el brazo hacia mi arma con desesperación al mismo tiempo que suena el cañón. Mi compañera al fin ha dejado de respirar. Mi enemigo me toma del tobillo y tira de mí, pero ya es tarde. Giro mi cuerpo con rapidez y le clavo la punta de mi espada en las entrañas antes de que pudiera alcanzarme con su hacha.

Él abre los ojos y me mira; su rostro está a sólo unos centímetros del mío, tan cerca que la sangre que escupe cae sobre mi mejilla derecha, formando un río cálido y espeso que cae por el cuello de mi camisa hedionda.

Sangre. Su calidez y peste metálica me invade. Sé que a estas alturas ya debería estar más que acostumbrado, pero no puedo evitar hacerme hacia atrás con asco, arrodillándome a unos pocos pasos. El chico agoniza, su sangre brota como ríos por todos lados, y sus ojos están húmedos. Me está mirando mientras se le va la vida, y eso me molesta. ¿Qué pretende el idiota que haga? Él va a morir, yo ganaré, ¿por qué demonios me mira de esa forma? ¿No se da cuenta de que ninguno ganará nada porque lo haga? Me levanto del suelo, molesto, y vuelvo a empuñar mi espada. Voy a terminar con esto; le quitaré los ojos.

Doy un paso vacilante hacia él, pero mis heridas me detienen. Estoy sangrando también. La espada cae de mi mano sin que pueda hacer nada para detenerla, y de repente me veo a mí mismo desarmado, cansado e indefenso, siendo presa fácil si hubiera alguien más en la arena. Entonces río; supongo que soy un maldito afortunado.

Caigo de rodillas junto al chico del 10, sin dejar de reír. No puedo mover los dedos, así que no puedo hacer otra cosa. Me echo sobre el suelo, con los pies hacia el lado opuesto al suyo, dejando mi cabeza junto a la de él, de modo que nuestros ojos pueden encontrarse directamente. Él no deja de mirarme con esa extraña expresión, haciéndome soltar un bufido.

— ¿Por qué no te mueres de una vez? Estás haciendo de todo esto más difícil— le digo con calma. Realmente no tengo nada en su contra; era él o yo, a eso se resume todo— No lo tomes personal— resoplo— Me criaron para esto.

Miro al cielo, que nunca me ha parecido tan azul y brillante; después muevo la cabeza y vuelvo a mirar a mi contrincante, que sigue resistiendo. Es asombroso. O muy estúpido.

— ¿Cómo te llamas?— le suelto sin pensar. Muy mal hecho, idiota. Algo que nos enseñan en primer lugar es a nunca darles nombres a nuestros oponentes; eso los 'humaniza', y de alguna forma hace que sea más difícil terminar con el trabajo, pero ya lo he hecho, y por la expresión de su rostro entiendo que me escuchó.

—Cliff…— murmura, escupiendo un poco de sangre en el proceso. Su voz suena muy suave y débil, por lo que deduzco que no falta mucho.

—Cliff— repito, ahogando un siseo de dolor— Creo que tus padres no te querían mucho— no sé porqué bromeo con él, pero siento que algo extraño pasa conmigo. Ya he matado antes, desde el primer día en que nos metieron aquí, pero algo es diferente ahora; nunca me había detenido a pensar en el bien o el mal, y ahora no puedo evitarlo.

Un pájaro pasa por mi cabeza, silbando una sola nota larga y firme; por lo que vi en la escuela creo que es un sinsajo, aunque no puedo estar muy seguro ya que no los tenemos en el Distrito 2, al menos no en la ciudad. Parpadeo entonces y regreso la vista hacia el chico del Distrito 10.

— ¿Ya te moriste?— le suelto, aunque sé que no porque no ha sonado el cañón.

Él mira al cielo también; su pecho se mueve muy lentamente, pero sigue con vida.

Quiero irme de aquí, así que reúno las fuerzas que me quedan y vuelvo a levantarme. La sensación en mis dedos es vaga, pero me esfuerzo por lograr moverlos con firmeza. Saco el último cuchillo que me queda y lo empuño. Cliff me mira; sus ojos son oscuros y pequeños, antes no me había dado cuenta; luego mira mi cuchillo, y su mirada se queda allí, desestabilizándome.

Maldición. Le he roto el cuello a al menos cinco niños y no me atrevo a apuñalar a uno más. ¿Qué pasa conmigo? Los ojos de Cliff no muestran miedo; respeto eso. Vuelvo a bajar mi mano pero él me detiene con la suya, que está fría y pegajosa por toda la sangre seca, y susurra algo.

"Mátame"

Lo miro, azorado, y no puedo evitar que algo se remueva en mi interior. ¿El qué? No estoy seguro, pero es algo que nunca he sentido antes; aun así no intento reprimir una risa burlona.

—No es mi estilo dejar a mis víctimas sufriendo; créeme que si por mi fuera te habría matado al instante, pero tú quisiste luchar.

Levanto mi cuchillo y se lo entierro en el pecho. El cañón suena de inmediato, seguido del rugido por los altos parlantes y las trompetas.

He ganado los juegos.

— ¡Damas y caballeros, me llena de orgullo presentarles al ganador de la Septuagésima Tercera edición de los Juegos del Hambre: Cato, del Distrito 2!

La multitud ruge con más fuerza, pero ya no los escucho.

Después de tantos años de entrenamiento, de preparación, castigos, sufrimiento y anhelo, lo he logrado. Tengo el triunfo entre las manos

Lo hice; alcancé la gloria para mí y mi distrito, el máximo honor al que todos en casa aspiramos a ganar. Me he transformado en lo que todos esperaban de mí y he cumplido con todas las expectativas de mi familia.

Con mis últimas fuerzas me pongo de pie y levanto los brazos en señal de triunfo, como tantas veces he practicado frente al espejo de mi casa en la Aldea de los Vencedores, la que le dieron a mi padre al ganar sus juegos hace casi treinta años.

Me he convertido en un vencedor, como él, como su padre; pero...

¿Por qué no puedo sentirme como uno?

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Continuará

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Nueva historia sobre THG.

Obviamente será un AU. Me agrada Cato, y creo que de verdad tendría que haber tenido más trascendecia en el libro; es decir, creo que había mucho para desarrollar sobre él, y eso es lo que pretendí con este fic.

Nos leeremos!

H.S.