Descargo: Nada me pertenece, nada, nadita :(

Resumen: Sus muñecas están atadas a su espalda, sus tobillos a lo que cree son las patas de una silla. Ojos vendados y boca tapada. Tiene miedo, mucho miedo. Su último recuerdo es dirigirse al estacionamiento de Lima Bean. Después nada.

Advertencia: Escenas de dependencia, incesto, obsesiones y síndrome de Estocolmo.


Insano amor

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Sus muñecas están atadas a su espalda, sus tobillos a lo que cree son las patas de una silla.

Ojos vendados y boca tapada.

Tiene miedo, mucho miedo.

Su último recuerdo es dirigirse al estacionamiento de Lima Bean. Después nada.

Quiere luchar, gritar, que le dejen en paz. Salir de ahí e ir con su padre. Saber que todo estará bien, que eso, terminará. Pronto.

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Con el lento paso de las horas su cuerpo duele, la incomodidad y la rigidez de la posición, la mandíbula entumida en esa mueca inducida. Ha pensado en tantas cosas y con desesperación se da cuenta de que no tiene certeza de ninguna.

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A lo que cree que han sido mil horas, resuena el rechinido de un puerta al abrirse y el sonido hueco de las suelas de unos zapatos al acercarse. Y más tenso que un resorte, espera.

—Princesa, lamento que la morada no sea suficiente para tu nivel, pero ¿Qué se le va hacer?— burla y desdén, Kurt no recuerda haber hecho algo para merecerlo.

—Seré caballeroso, cómo te gustan y te quitaré algo ¿Qué desea su majestad?— hace un pausa dramática y continua— Oh, lo siento, no puedes hacerlo. — Inflando el pecho se ríe, como una parodia malvada de la risa de Santa en navidad e igual de falsa.

Esa es la primera visita.

o.O.o

La segunda no tarda tanto en llegar como la primera. Unos pasos rápidos e impacientes inundan la estancia. Kurt que se muere de sed, lo toma como una oportunidad.

Eso, se acerca temeroso a donde Hummel se encuentra. De forma insegura alza la mano derecha y le acaricia de forma temblorosa desde su frente a su mentón, pasando los lienzos que le atrapan. Y aunque parezca ilógico, este toque tan torpe le calma. Un poco de ternura en ese agujero de miedo. Después de esto ÉL sale.

o.O.o

No hay tercera visita esa noche.

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Al medio día siguiente: dos voces masculinas discuten y una gana, siempre gana, siempre la misma.

Kurt desde su silla les escucha, pero no puede discernir el motivo de la pelea, pero cree saber cuál es, él.

Poco tiempo después su puerta se abre, y los pasos apresurados y torpes, se dirigen a él. Dos brazos fuertes le estrechan y una boca murmura cosas que para el castaño no tienen ningún sentido.

La visita es corta otra vez.

o.O.o

—Le estás cambiando— Kurt no sabe el momento en que el dueño de esa voz entró, pero por el cansancio y la deshidratación no puede hacer otra cosa que dormir. A pesar de las pocas vistas sabe que solo son dos, uno habla y el otro no.

—Eso a va terminar— el sujeto toma impulso, y golpea fuertemente el pómulo izquierdo de Kurt, quien ahoga un grito en la mordaza y el aire se escapa de sus pulmones. La silla se bambolea en lo que sabe es una inminente caída.

Otra vez, duele. Su cara, su espalda e incluso su orgullo.

Tirado en el suelo en esa incómoda posición, Kurt vuelve a preguntarse qué hizo para merecer algo como esto.

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Hay alguien más en la habitación. No puede decir que se sorprenda de sus ahora tan continuas "siestas". El ruido del agua al chocar contra el recipiente y la respiración superficial de su acompañante. Con una esponja recorre con cuidado y delicadeza su piel, aseando su tan traspirado cuerpo.

ÉL retira la venda de su boca. Y con las poca energía que cree tener suelta.

—A... agua. — Su voz es un remedo de lo que fue, apenas y un deshilachado susurro. — Por favor, agua.

Él se levanta de golpe y deja la habitación. Kurt se queda solo.

Pero regresa, para asombro del cantante, una botella es puesta en sus labios, el agua fresca y agradable baña sus labios y garganta. Bebe trago, tras trago y se siente un poco mejor.

—Gracias.

o.O.o

Después de terminarse un par de botellas de agua, él se ha marchado y regresado de nuevo. Ahora se encuentra curando con manos firmes los golpes y magulladuras que presenta el cuerpo del castaño. Le ha quitado la mordaza definitivamente, Kurt se encuentra callado. Sabe por obviedad que no le dejarán libre aun por más que ruegue y no desea darle a ninguno sus lágrimas, a nadie.

Él ha terminado, se ha levantado de un movimiento fluido y recogido sus enseres. Su mano vuelve a ser temblorosa cuando toma a Kurt de la barbilla y le da un suave beso en la sien izquierda, a unos centímetros del cardenal que adorna su pálida piel.

—Lo siento. — Y con eso se marcha.