Me atrevería a decir que esta es mi más grande obra hasta el momento. Voy en el capítulo 22 de esta historia porque aún no sé como hacer el final. Será un ItaSakuSasu por el momento, pueden haber cambios pequeños y grandes. Espero recibir críticas constructivas así como bueno comentarios. Actualizaré cada 4 o 3 días dependiendo de mi humor o de la cantidad de personas que lo lean. Espero que les guste.

Una cosa, recuerden que la clasificación es M por algo, quizás no se vea durante los primeros capítulos, pero se dará, está avisado.


Esmeralda Ermitaña

Capítulo I

Esa mañana las aves que siempre habían brindado su más melodioso canto a los jardines de una hacienda parecían haber perdido su ánimo o aquello que las impulsaba a cantar para alegrar a los que moraban allí. Y es que nadie podía alegrarse ni con su más bella melodía, puesto que en esa mañana se llevaba a cabo el funeral de una de las hijas de la familia que hacía casi dos años había decidió abandonar la hacienda, su nombre era Tayuya y yacía inmóvil toda vestida de blanco en un féretro que estaba por ser enterrado bajo tierra.

Lloraban las primas y sobrinas pequeñas mientras que las tías chismoseaban comentando cosas como "Esa niña siempre fue rebelde" o "No me imagino cómo pudo llegar a esto". Comentarios ante los cuales la madre de familia guardaba silencio apretando los dientes y mordiéndose la lengua, ya que era de su hija de quien hablaban. Tsunade era el nombre de aquella mujer quien sostenía una bebé en sus brazos quien debía tener solo un par de días de nacida, pero sin embargo parecía percibir todos los comentarios mal intencionados de sus parientes al no querer dormirse o quizás no la dejaban.

—Tsunade—llamó una voz

—Oh, Jiraiya— saludó— Pensé que no ibas a venir, no después de todo el escándalo que ha esparcido la gentuza.

—No iba a dejarte sola en este momento

— ¿Y por qué no? —preguntó la rubia con voz pesada— Todos los demás lo han hecho.

—No soy "todos los demás"

Jiraiya hizo una pequeña pausa admirando el pequeño bulto que sostenía Tsunade entre sus manos y que ahora empezaba a bostezar con muchas ganas.

—Es ella la niña, ¿cierto?

A la rubia le llamó la atención el tono usado que parecía más bien una afirmación que una pregunta, aún así no se dejó importunar.

—Así es, es algo triste ¿no? —dijo la mujer meciendo a la bebé— no se da cuenta de que su madre ya no está con nosotros-

—Creo que lo sabe—percibió Jiraiya— Además te tiene a ti, Tsunade.

Ella asintió sin ganas, no porque no estuviera de acuerdo, sino porque ya se sentía agotada aún antes de empezar realmente a luchar por una buena crianza. A Tayuya la había criado de todas las maneras en las que la gente podría decir que lo había hecho bien, pero no fue suficiente, dejó su hogar una noche y no quería que pasara lo mismo con su nieta.

Divisó una figura que se acercaba al féretro desde los árboles, de inmediato empezaron a salir los murmullos.

— ¿Qué hace aquí?, ¿cómo se atreve? —eran las incógnitas de los espectadores.

Se trataba de Kimimaro, quien evadiendo todas las miradas desdeñosas se detuvo junto al ataúd observando inexpresivo a la persona adentro, pero aún así pasaba la palma de su mano por el vidrio. Tsunade no iba a dejar pasar su atrevimiento después de todo el daño que había ocasionado.

—¡Tú—-llamó la rubia haciendo que Kimimaro se volteara— ¡Sígueme!

Se retiraron ambos y dejaron al resto boquiabierto, menos a Jiraiya quien ya conocía las tácticas sociales de su amiga. Apenas estuvieron lo suficientemente lejos, en medio de los árboles iluminados, pudieron charlar.

—Entonces…—comenzó Tsunade— ¿Qué quieres? ¿A qué viniste? Acaso ¿no te bastó con haber ocasionado la muerte de mi hija?

—Hm, ¿quieres saberlo o prefieres recriminarme por todo?

Tsunade guardó silencio. Otra manera de decir "habla"

—Ella llegó sola en busca del poder de Orochimaru— comenzó— Incluso llegó antes que yo así que no me extraña que su cuerpo no haya aguantado la maldición.

—Pero ella quería volver—lagrimeó Tsunade- Volvió una noche y me dijo que el poder de la maldición la estaba asustando y que quería estar con su familia. Y luego llegaste tú y nunca más volvió a la casa, ¡ella se quedó por ti!

Kimimaro cerraba los ojos ante ello, porque nunca había tratado de convencer a Tayuya de irse antes de que la maldición la consumiera por completo, pero él pensaba que la decisión era de ella. Era cierto que había tenido una especie de romance con ella, porque ni siquiera fue un "romance" por completo, ya que los dos tenían personalidades muy fuertes y jamás se dirían "te quiero" ni tendrían planes a futuro, por eso es que el nacimiento de la bebé podía ser denominado como inesperado, como producto de la pasión.

—Fue su decisión

— ¡Pero tenía catorce años! —exclamó la mujer— ¡No te excluyas de toda responsabilidad!

—No me hables de responsabilidades—dijo fríamente Kimimaro— Cuando fuiste tú la que apenas su esposo murió lo único que hizo fue beber y jugar por ahí mientras su hija quedaba en casa abandonada, no me extraña que haya llegado hasta Orochimaru.

El ojiverde detuvo súbitamente una cachetada por parte de la mujer quien ahora sostenía al bebé sólo un brazo. La niña dejó su tranquilo sueño para llorar sin consuelo. Kimimaro bajó la vista y encontró a la niña buscando calor en los brazos de su abuela.

—La niña… ¿nació bien? —preguntó tímidamente.

—Sí—afirmó Tsunade— Tiene tus ojos, maldito.

Un extraño deseo se apoderó de él al ver a su hija bostezar botando un par de lágrimas a orillas de sus ojos, era una visión que le hacía querer acogerla.

—Quiero…cargarla

Tsunade hizo un esfuerzo por apretar los dientes y pasarle con cuidado la niña quien empezaba a dejar de llorar en cuanto llegaba a su padre. Kimimaro la observó con cuidado, era cierto que tenía sus ojos, pero más allá de eso, era una mezcla de él y de Tayuya. Luego miró a Tsunade.

—Tú sabes por qué he venido

— ¡Cállate! —silenció Tsunade- Si lo sé, hazlo de una vez y llévatela. Pero escúchame bien, esa niña volverá a mí tarde o temprano.

Haciendo caso omiso de la pena de la rubia, Kimimaro tomó a su niña y se fue del lugar dejando a una Tsunade por fin mostrando lágrimas.

Ya cerca de la guarida de Orochimaru, Kimimaro se detuvo un poco para examinar a su niña. Cierto era que el brillo de la inocencia reinaba en sus ojos, libre de la corrupción del mundo. A su padre le gustaba ese estado de luminosidad en su rostro y de repente sintió la necesidad de mantenerla así costara lo que costara, pero al examinarla se dio cuenta de algo. La niña rió cuando vio la punta del hueso de uno de sus dedos sobresalir.

—No—pensó el seguidor de Orochimaru— No Kami sama ella no, no la castigues a ella también.

La bebé había heredado su línea de sangre, la del clan Kaguya en el manejo de los huesos del cuerpo. Él sabía lo que significaba. De niño lo habían encerrado porque su habilidad era más poderosa que la del resto, podía sacar más huesos que cualquiera, talento o maldición que había recibido su hija. Lo más triste de todo era que ella reía por ello, le parecía divertido, pero no sabía lo que significaba.

—No te encerrarán—pronunció Kimimaro ofreciéndole su mano a la bebé— Nos iremos lejos de aquí, de toda esta porquería. Intentaré criarte y cuidarte la mayor cantidad de tiempo que pueda o la que mi enfermedad me permita.

Era su oportunidad para cambiar lo que había vivido en su niñez, había tomado la decisión de irse porque sabía que Orochimaru intentaría apoderarse de su habilidad. Siempre se había apegado a la idea de que Orochimaru era por quién vivía porque lo había apreciado tal cual era, pero ahora tenía una razón mucho más importante. Pero la verdad era que se sentía aterrado. No recordaba a sus padres, nunca había visto cómo se criaba un hijo ni mucho menos tenía una idea de un buen padre, estaba empezando de cero.

—Que ironía, un bebé me asigna la misión más difícil que he tenido— dijo suspirando

La bebita reía, como adivinando lo que su padre decía y éste se lo tomaba en serio.

— ¿De qué te ríes? —preguntó— Nuestra situación no es nada divertida. Sigues riendo… Mírate un rato, tienes un cabello extraño y rosado.

—"Como su madre" —pensó.

La risa de la bebita cesó cuando un pétalo de cerezo cayó en su rostro. Esto llamó un poco la atención de Kimimaro quien sacó de su cara el pétalo con cuidado, trayendo consigo algunos recuerdos. Fue entonces cuando le dedicó atención al lugar que lo rodeaba, adornado por árboles de cerezo movidos por el viento y las imágenes volaron a su cabeza, esos cerezos tan cercanos a la guarida de Orochimaru, en donde había tenido su primera pelea fuerte con Tayuya—-jamás había escuchado a alguien decir tantas groserías en tan poco tiempo— donde para callar sus gritos la había besado y acabó siendo el cazador cazado, donde se habían unido bajo el primer manto de hojas de cerezo que el otoño había hecho caer…

Pronto se dio cuenta de que una lágrima recorría su mejilla para caer sobre la misma tierra en la que su hija había sido concebida. Acarició su pequeña cabeza y una idea iluminó su mente.

—Tu nombre es Sakura, hija mía

Y así con su hija en sus brazos y sus memorias en aquél lugar se dispuso a marcharse del lugar, no quería volver, era hora de renovar su vida, porque no podía construir la vida de su hija sobre la vida que acababa de dejar. Era una promesa.

No quería estar dentro de los terrenos del sonido, ni tampoco pensó que Konoha fuera el mejor lugar para vivir con su hija, sería el primer lugar donde Orochimaru atacaría y jamás se sentirían completamente libres allí con Tsunade siempre detrás de sus pasos. Kimimaro optó que lo mejor sería ir a una aldea pequeña que no tuviera problemas civiles como la Aldea de la Lluvia, se decidió por la Aldea de la Hierba.

Subió a la primera carreta que por un buen monto llevaba a cualquier persona a la Aldea de la Hierba; eso era un arma de doble filo, no le agradaban mucho las personas que lo acompañaban, pudo notar que algunos escondían sus armas disimuladamente y estaba seguro de que pudo ver cómo se le iban los ojos a una mujer muy descuidada, parecía que estaba drogada. Lo único que tranquilizaba era el respirar de Sakura durmiendo, lo llenaba de paz, pero la paz poco duró.

Una brusca frenada de la carreta zamarreó a los pasajeros y agradeció a Kami Sama por haber sostenido a Sakura fuertemente en ese momento. Se escuchó la agitada voz del jinete afuera, lo cual intranquilizó a los pasajeros, pero hizo que el oído de Kimimaro se agudizara.

— ¡Señor, no llevamos a su primo en la carga! —se escuchaba decir al jinete.

—Entonces no habrá problema en que eche un vistazo—contestó calmada la voz.

Justo cuando el sonido se sentía más fuerte, la cortina que los cubría se abrió dejando ver al jinete y a su captor. Kimimaro inhaló hondo y se ocultó aún más en su capucha tratando de cubrir los rosados cabellos de su hija. El captor no era nada más ni nada menos que Kabuto, quien amenazaba al jinete con un kunai en su cuello.

—No está buscando a ningún primo—pensó el joven padre.

Kabuto alzó el rostro a las cabezas gachas de los pasajeros y encontró de inmediato a quien buscaba.

— ¡Tú!, ¡ven aquí! — apuntó hacia Kimimaro.

Estaba a punto de sacar su columna vertebral para luchar cuando el sujeto que se encontraba a su lado empezó a correr y Kabuto tras él noqueándolo de inmediato. Se trataba de uno de los experimentos de Orochimaru que había escapado. Sonriendo como si nada hubiera pasado y cargando al fugitivo capturado, se dirigió al jinete.

—Lo encontré —dijo falsamente sonriente— Disculpen el retraso que les causé, sigan su camino.

Para fortuna de la pequeña familia y para desgracia del fugitivo. Apenas se marcharon el jinete se puso en marcha otra vez hacia la Aldea de la hierba. Kimimaro dejó caer su cabeza sobre su hombro, ahora sólo quería dormir, había sido suficiente.

Al salir de la carreta recién llegada a la aldea, se pudo inhalar el fresco aire que emanaba el lugar que además era tranquilo, lleno de animales y de plantas, el mejor lugar para que creciera un infante, o al menos eso creía, ya que de niño él veía de lejos que junto a los animales y las plantas los niños jugaban felices.

Ese pensamiento hizo que Kimimaro se sorprendiera de sí mismo. Nunca había pensado en la felicidad de nadie, ni en la de él mismo, pero por alguna extraña razón le importaba la felicidad de Sakura. Por eso no perdió tiempo y se dirigió a una posada humilde, pero acogedora y segura en donde por un monto moderado mensual podía proyectarse.

Observaba a su niña a quien con una botella le daba leche del ganado cercano, cuando de pronto ella también lo miró a los ojos.

— ¿Qué miras? —preguntó Kimimaro sintiéndose algo invadido, pero al ver a su niña sonreír mientras se alimentaba se relajó un poco y terminó quedándose dormido sobre la cama con Sakura en sus brazos.

Así pasaron padre e hija su primera noche como tales…

CONTINUARÁ…