El día que se conocieron, el gato de la vecina esta con su pelaje erizado, las nubes tapaban el sol y el viento auguraba un aguacero, "hay mucha electricidad en el aire, querida, habrá tormenta eléctrica" declaro el vagabundo de la esquina, poco tiempo después este se refugiaba en su podrido departamento lleno de PET y viejos recuerdos.

Los descubrió cuando un rayo mostro sus sombras, creyendo que sería algún ladrón agarro su pala de metal y abrió bruscamente la ventana, sus ojos impactaron con tres pares de coloridos ojos, de color intenso e hipnotizante, escucho sus gruñidos e instintivamente su corazón se desboco, rápidamente se levantaron y cuando dio el segundo parpadeo ellos ya estaban en el callejón debajo de su ventana, su mente le dicto y ella obedientemente grito su rápido pensamiento.

-¡¿Quieren Refugio?¡-

Las tres cabezas se voltearon posando sus ojos sobre ella, con medio cuerpo afuera de su ventana e intentando taparse con una mano, las feroces gotas que caían del negro y furioso cielo.

-¡Si no se dan prisa se mojaran más¡-

Antes de siquiera volver a parpadear, ellos ya estaban en las escaleras de emergencia del edificio en su antigua posición, haciendo que ella se preguntara si en realidad se habían movido de aquella posición instantes antes, pero le restó importancia al ver lo desamparados que se veían, razón por la cual se metió al cuarto y trabo la ventana dando paso a los desconocidos.

-Solo será un momento, si es posible después de que termine la tormenta-hablo la chica que en relación a los otros dos se veía más grande

-Menuda Tormenta ¿Verdad?, no se preocupen, no les cobrare nada si es lo que piensan-añadió rápidamente al ver que la misma chica sacaba una cartera café y roída- Solo estoy haciendo mi buena acción del año, soy Martha, pero me pueden llamar Martha y ¿ustedes?- y como último le extendió la mano con una sonrisa de lado, sincera.

-Soy Laura-respondió secamente la mayor, tomando brevemente su mano e inmediatamente guardándola en su jersey verde.

-Estamos solos, así que no se preocupen ¿Viven en el vecindario?, nunca los había visto, pero eso no importa- enfatizo con una mano alejando un mosquito imaginario- hay unas colchonetas ahí, pueden sentarse si quieren-

-Gracias-dijo su única interlocutora

-No hay de que-

Y recibió un fantasma de sonrisa de ella.

La tormenta rugía y sembraba la tierra cada cierto tiempo, iluminaba la habitación que escaseaba de luz, y fue hasta después del amanecer que dio pauta para su rápida huida.