Disclaimer: La ladrona de libros y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Markus Zusak.
Ж Los colores de un epílogo Ж
Fue ella, fue hija, fue hermana, fue amiga,
fue campeona del peso pesado,
fue el amor del niño con cabello color limón,
fue fuerte, leal, considerada y algo más.
Fue sobreviviente, fue la del acordeón,
fue esposa, madre y abuela.
Fue tantas cosas que todavía me quedan sin nombrar,
pero sin duda alguna, el título que más le queda;
fue La ladrona de libros
Aquella tarde, dentro de tantos colores inclusive entre los sonidos, habían un azul destacable en el hermoso cielo.
Una Liesel veterana de muchas historias estaba por partir, aprovechó los últimos retazos de visión para ver a la familia que había obtenido después de muchos sucesos. Una serie de recuerdos inolvidables pasaron por su mente; cuando conoció a su esposo, cuando nacieron sus hijos, su primer nieto, y así muchos otros que no me daría tiempo contar en este breve momento. Pero no puedo siquiera pretender saltarme que entre esos recuerdos circularon rostros de personas únicas, como la siempre valerosa Rosa Hubermann; con sus fuertes palabras alemanas y su gran corazón. El artístico e irrevocablemente amable Hans Hubermann; quien nunca fue invisible para Liesel. Su pequeño hermano; a quien tan temprano me llevé. Y por su puesto a aquel niño de ojos azules y cabello amarillo limón, el Jesse Owens de Himmelstrasse, el compañero de la Ladrona de libros; el mismo que rescató al El hombre que silbaba del gélido río Amper.
La sentí feliz en ese instante, y entonces cuando cerró los ojos, con cuidado tomé su aún cálida alma. Fue el aquel momento cuando se vio recibida por todas esas Saumenschs y esos Saukerls, donde no importa si eres judío o cristiano, donde encontró a todos esos conocidos que me llevé durante el bombardeo ese 7 de octubre.
Y los colores fluyeron.
Fin
Este maravilloso libro sin duda tiene un lugar en mi corazón, porque sufrí y lloré con él, pero sobre todo; iluminó mi cielo.
Muchísimas gracias por leer.
Les saluda, Gene.
