Primera parte: El deseo del cisne
–Hyoga...
–Mhhh... Ikki... mmmhhh…
–Oh, Hyoga…
–Ikki… ah… ah…
–Hyoga... Hyoga… Hyoga, Hyoga, Hyoga…
–Ah, ah, ah... ¡Ikki! ¡Ikki! ¡Ik–
¡¡¡¡¡RRRRRRRRRIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIINNNNNNNGG!
–¡¿¿Eh, qué!
El rubio muchacho se incorporó violentamente, con su corazón latiendo tan rápido que parecía salírsele del pecho. Su cara estaba de un adorable color rojo y su frente perlada de gotas de sudor. Y había algo que sobresalía entre sus sábanas...
–Con un demonio...
En eso, Shun se asomó a su cuarto.
–¡Hey, Hyoga!
Inmediatamente Hyoga puso la almohada sobre su vientre.
–¿Aún no te levantas? Eres tan flojo como mi hermano... Oye ¿estás bien? ¿Tienes fiebre?
–¿Eh? ¡No! Estoy bien, Shun.
–¿No quieres que llame a Saori para que traiga un doctor?
–¡No, no, no! En serio, no te preocupes.
–Mmmm... como quieras... ¿no bajas a desayunar? ¡Hoy voy a hacer huevos con chorizo, una receta mexicana que una fan me envió!
–(Cara de preocupación) M–muchas gracias... eh... sí, en un momento bajo.
Al irse Shun, Hyoga se pasó la mano por la frente.
"Ya van varias veces que tengo ese sueño. ¿Acaso me estoy enamorando? Pero ni siquiera lo conozco bien. A duras penas cruzamos palabra. Y cuando hablamos, sólo me insulta. Entonces ¿porqué este deseo tan obsesivo?"
"Estúpido deseo..."
Al poco tiempo, ya estaban casi todos desayunando y platicando en el comedor. Sólo Hyoga estaba muy callado. El que hablaba hasta por los codos era Shun.
–...Y entonces yo le dije: "Oiga, no debería maltratar así a ese pobre animal" y luego me contestó: "¿Y a ti qué te importa, 'niña' estúpida?" y eso me hizo enojar y que le lanzo la cadena–
Seiya casi escupe el café.
–¡¿Pero Shun, cómo pudiste atacar así a un civil! Sabes que somos caballeros de Atena, defendemos a la humanidad, no la masacramos...
Shiru bajó un poco el periódico que estaba leyendo.
–Aunque haya cada idiota que sí merezca morir...
Shun sólo se encogió de hombros.
–Bueno, de hecho no la dirigí hacia él, sino a la rama del árbol que estaba directamente sobre él, así que en realidad hice dos servicios a la humanidad: podé un árbol y el mundo se libró de un estúpido más...
Todos se quedaron en shock.
–¡¡¿¿¿QUÉEEEEE!
–... por una semana, lo que tardará en quitarse el collarín. ¿O qué entendieron?
–Aaaahh...
En eso entró Ikki al comedor, desaliñado y con grandes ojeras. La cara de Shun se iluminó y la de Hyoga se sonrojó un poco.
–¡Hermanooo! ¡Qué cara tan espantosa tienes! ¿Quieres que te prepare un café?
Por toda contestación, Shun sólo obtuvo un gruñido.
–¡Bien! ¿Sin azúcar, verdad?
Otro gruñido.
–¿Y no quieres probar este desayuno?
Más gruñidos.
–No, no, no, ya todos comieron y te guardaron tu parte, así que no te vas a negar, ten, aquí está tu plato y tu café para que te lo lleves. Ahorita te busco unas pastillas.
Ikki sólo murmuró algo, estornudó y regresó a su habitación.
–¡De nada, hermano! ¡Yo también te quiero! Saori, ¿podrías llamar a un doctor? Ikki pescó un resfriado y se siente un poco mareado.
–Shun, aún no sé cómo le entiendes...
–¿Qué dices, Seiya? ¿ustedes no? Pero si estaba clarísimo...
En eso Hyoga se levantó de la mesa
–¿Ya te vas, Hyoga? ¿Vas a tu cuarto? ¿Me haces un favor? ¿Le llevas estas pastillas a Ikki? Le dices que se tome dos, que en un momento más viene el doctor y que si necesita algo me mande avisar con Tatsumi o quien esté más a la mano.
–Shun, aún no sé cómo aguantas tanto aliento...
–Es muy fácil, Seiya, primero tomas mucho aire y después...
Cansado de oir tanta tontería, Hyoga salió del comedor, aún sin decidir dirigirse al gimnasio a entrenar o al cuarto de Ikki... claro que había dicho que llevaría las pastillas, pero... arrrgh... bueno, al menos Ikki sí se veía realmente espantoso, con lo que Hyoga esperaba no sonrojarse en su presencia.
"Valiente imbécil, debería darme vergüenza el que me dé vergüenza estar junto a Ikki".
Hyoga tocó suavemente a la puerta de Ikki. Sólo se oyeron unos gruñidos.
"Eso me gano por andar haciendo mandados"
Y abriendo la puerta de un empujón, Hyoga entró a la habitación.
–Shun te manda las past–
Ikki estaba desnudo, apenas iba a colocarse una toalla alrededor. Rojo de ira y mirando con furia al cisne, le gritó:
–¡¿Y quién demonios te crees tú para entrar así en mi territorio!
Por un momento, Hyoga se sintió dividido: una parte de él quería correr muy lejos, avergonzada por lo que había visto; otra quería gritarle aún más alto y lanzarle una ejecución aurora, para que aprendiera a respetar; y otra aún más pequeña y culpable quería aventársele encima y morder ese cuerpo esplendoroso, besarlo y fundirse en él.
Pero no pudo hacer ninguna de las tres.
En ese momento a Ikki se le nubló la vista y se tambaleó. Y hubiera caído si Hyoga no hubiera corrido a sostenerlo. Al tocar su cuerpo, notó que estaba ardiendo en fiebre. Y cualquier otro pensamiento que Hyoga hubiere tenido, se cambió por una profunda preocupación hacia el muchacho moreno.
–¡Ikki, Ikki! ¿Cómo te sientes?
–Suelt... no, no me dejes caer, Hyoga...– Añadió apretándose a él.
–No lo haré, Ikki. Vamos, déjame recostarte.
Hyoga reclinó suavemente a Ikki en su cama, con lo que sus caras quedaron a unos centímetros escasos de sí. Puso su mano en la frente de Ikki, apartando algunos cabellos rebeldes.
–Tienes demasiada fiebre y puede ser peligroso. Voy a llamar a Saori y–
Y ya no pudo alejarse, porque Ikki lo tenía fuertemente sujeto de la muñeca.
Hyoga lo miró con sorpresa y sonrojo, pero Ikki no se atrevía a verlo directo a los ojos.
–E–espera... no es necesario... sólo es una gripe y ya...
–Sí, pero te he dicho que puede ser peligroso, no podemos permitir que te suba tanto la temperatura... err... ¿te ibas a bañar, verdad, cuando entré?
–Sí. Quería ver si una ducha fría me hacía sentir mejor.
–Bueno, si no quieres que traiga un doctor, al menos déjame prepararte el baño.
–Ya está listo, y hubiera llegado ahí si no hubiera sido por tu interrupción, ganso estúpido.
Hyoga se safó de la mano de Ikki.
–Miserable gallina con gorupos, no estás en posición para exigir ni reclamar nada. Así que ahora cierras el pico o te congelo la cara, a ver si así te quedas callado.
Ikki rió entre dientes.
–Disculpa, es la costumbre.
Un Hyoga bastante malhumorado ayudó a Ikki a levantarse, pero al sentir el cuerpo de él junto al suyo (y recordar que todavía seguía desnudo), fue suficiente para que se evaporara su enojo. Y se volviera a sonrojar.
–Errr... ten tu toalla.
–Gracias... ¿porqué estás rojo? ¿tú también tienes fiebre? Pero yo te siento muy frío...
–¡¡¡Te dije que cerraras la boca o te dejo aquí tirado!
–Esta bien... aprovecha ahora que estoy muy débil y mareado... en cuanto esté mejor te podré dar guerra como se debe...
Aaaarrggghhh... Hyoga no sabía si golpearlo o besarlo...
Cuando llegaron a la tina, la más horrible venganza que se le ocurrió al cisne fue lanzar al fénix al agua fría sin previo aviso.
¡SPLASH!
–¡¡AAAAAyyyyyy! ¡¡¡Basura emplumada! ¡¡¡AVE FÉNIX!
Y el agua salió disparada hacia arriba, cayendo casi toda en el muchacho rubio.
–¡¡Ikki, imbécil! ¡¡Aún no voy a la lavandería y esta era la única ropa limpia que tenía!
–¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡¡¡AAACHUUUUU! ¡snif! Me diviertes mucho, ganso, contigo hasta se me olvida lo mal que me siento.
Volviendo a llenar la tina con agua, Hyoga murmuró entre dientes: "No te preocupes, gallito, ahorita te lo voy a recordar".
–Aaaah, ya me siento mejor, más fresco... mmmhhh... el agua está muy bien... creo que está un poco fría... está demasiado fría... ¡¡HEYYY!
Mientras la tina se llenaba, Hyoga, con sus cabellos empapados ocultando sus ojos y una sonrisa diabólica, revolvía con una mano el agua, y usando su cosmos, la dejaba casi en punto de congelación.
–Espera, Ikki, aún no está lo suficientemente fría, ten paciencia...
–¡Tú, tú... escoria! Ahora verás... yo... uhn...
Al parecer, fue demasiado para Ikki su fiebre, el choque con el agua fría y el uso de su cosmos, por lo que se desmayó.
–Ikki... Iiiikkiiii... hey... pst... ¡UPS! Creo que fue demasiado… bueno, al menos así sí estará callado.
Y Hyoga se sentó en el borde de la tina, para apoyar la cabeza de Ikki y cuidarlo. Lo dejó un buen tiempo así, hasta que pensó que sería suficiente para la fiebre. Mientras tanto, veía su cara con admiración. Cuando no hacía gestos, era realmente muy apuesto. Escuchaba atento su respiración, que se hizo más profunda, lo que indicaba que se había dormido.
–Maldito Ikki, cómo cambias de estado de ánimo... primero estás muy débil, y al momento siguiente sacas fuerzas de la nada... primero uno quiere golpearte y después amarte... qué estarás soñando...
(Continuará...)
