El Potterverso es de Jotaká.

Este fic participa en el minireto de diciembre para La Copa de las Casas del foro Provocare Ravenclaw.


"LA BAILARINA"

Por Victoire Black.

Roger estaba nervioso, y tenía motivos más que de sobra para estarlo. Se encontraba —en pleno baile de Navidad— sentado con una chica medio veela entre los matorrales. Para colmo, dicha chica era la campeona de su colegio, una francesa adorable que lo miraba con el entrecejo fruncido.

—¿Qué buscas, Goger? —preguntó confusa al ver que él buscaba algo en sus bolsillos. Luego de algunos segundos, el Ravenclaw sonrió y sacó algo. Lo acercó un poco hacia la poca luz que había y Fleur Delacour notó que era algo pequeño, como una cajita.

La tomó entre sus manos y uno pudo evitar un suspiro. Era una caja musical, como aquellas que solía regalarle su abuela cuando era pequeña. Estaba pintada de blanco, y tenía la imagen de una bailarina sobre la parte de arriba.

Dio un par de vueltas a la manivela y esperó. Una música lenta comenzó a sonar, y la imagen brilló con fuerza y se elevó, dando paso a una diminuta bailarina semi transparente que bailaba al compás de la música, dando vueltas y saltando en el aire. Fleur soltó una risa tonta, y Roger la miró fijamente.

Merci —exclamó con una sonrisa, haciendo una vez más que la bailarina se pusiera en movimiento—. Ggacias—repitió, y le plantó un beso en la mejilla. Roger quedó azorado, tocándose con la mano el lugar donde ella lo había besado.

De pronto, quizá siguiendo algún impulso, se inclinó con la mirada fija en los labios ya bastante morados de la chica, aunque ninguno se acordaba del frío invernal. Ella negó con la cabeza cuando vio lo que estaba por hacer, pero sonrió.

Roger también lo hizo, porque extrañamente no le importó. No le importó no poder besar a su pareja para el baile, una francesa dos años mayor que él y, sobre todo, no le importó que ésta se levantara del suelo, se sacudiera las pequeñas hojas que le habían quedado enredadas en la túnica, y se fuera con un simpático saludo.

No, no le importó en lo más mínimo. ¿Por qué habría de importarle? Aquella noche todas sus expectativas habían sido superadas. Fleur tenía su regalo, algo que había encantado él mismo, y ya nada le importaba. Navidad es para eso, dar y recibir. Pero hasta aquel día, Roger Davies no comprendió la magnitud de los regalos, ni lo especial que era regalarlos.


Tuve que recortar bastante, pero finalmente me quedó en 396 palabras exactas.