Todos los personajes son propiedad de J. K. Rowling

I

Despertar solo cada día

El coche se detuvo frente a una casa de aspecto descuidado, Remus Lupin no tuvo que pagar al conductor pues Dumbledor ya lo había hecho; con su ayuda bajó su viejo baúl y su maleta desvencijada. Era la tarde de un nublado día, parado sobre la acera echó un vistazo hacia ella, su solitaria casa. Fue en ese momento cuando sintió a la altura del pecho un pequeño dolor de tristeza, sentía cierto confort de estar de nuevo en su hogar, pero si algo había descubierto es que le encantaba enseñar, desde que era alumno en Hogwarts supo que quería ser profesor y sentirse útil, pero ahora después de un año estaba de vuelta y desempleado. Quizás no se percató del dolorido suspiro que salió de su boca antes de tomar su equipaje y comenzar a andar hacia la entrada.

Pudo ver que tenía mucho trabajo pues todos los muebles estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo. Subió a su habitación para dejar su equipaje y cambiarse de ropa, no quería ensuciar su capa ni su pantalón, pues a pesar de estar desgastados eran de los mejores que tenía, así que los guardó cuidadosamente en el armario. Tenía la intensión de comenzar inmediatamente con la limpieza, quería estar ocupado para dejar de añorar el empleo que por culpa de un "descuido sin mala intensión" de Snape había perdido.

Pronto oscureció, esa tarde sólo le había alcanzado para limpiar su habitación y un poco la cocina, lo suficiente para preparar té, pan tostado con mantequilla, queso y mermelada que había salido a comprar. Mientras mordía el pan notó que había algo extraño, por un momento guardó silencio, ¡claro, el silencio era lo extraño!, todo estaba demasiado silencioso, por supuesto que estaba acostumbrado a comer solo, desde que murieron sus padres rara vez estuvo acompañado en las comidas, pero después de estar un año en Hogwarts el ruido permanente del comedor a la hora de la cena era lo que le hacía falta, fue entonces cuando se percató de lo agradable que era el sonido y estar acompañado. Resignado a no encontrar más la algarabía de las comidas continuó, al terminar subió a su dormitorio. Se metió a la cama, ya no recordaba el rechinar de los resortes del colchón, parecía como si le dieran la bienvenida, estaba de vuelta en su casa, pero a decir verdad, le hubiera gustado regresar allí sólo por vacaciones sabiendo que el siguiente año Hogwarts lo esperaría. Se tapó completamente la cabeza con las cobijas como lo hacen los niños cuando tienen miedo de la oscuridad. Años atrás un niño, en esa misma cama, hacía lo mismo cuando veía por la ventana que faltaba poco para la luna llena hasta que, como ahora, se quedaba dormido.

En los días de limpieza Lupin había encontrado un par de cajas llenas de viejos pergaminos, la mayoría de ellos de su época en colegio. Básicamente eran trabajos de la escuela, apuntes de las clases. Lupin buscaba algo más que recuerdos, en todos esos papeles debía encontrar anotado algo que le ayudara a dar con el paradero de Peter, que le dijera donde estaba escondido y creía que sería un lugar que colagusano conociera bien para poder entrar y huir de ser necesario. El hombre de mirada cansada sonrió cuando en la segunda de las cajas encontró un cuadernillo con anotaciones de los merodeadores, Lupin no había recordado ese libro por años, ni los pedazos de pergamino que albergaba entre sus páginas; tomó su varita y le dio unos pequeños golpes, aquél era una bitácora llena de anotaciones importantes, al menos para él y sus amigos, así por ejemplo, estaban las notas previas a la fabricación del mapa del merodeador, en sus amarillas hojas se encontraban las anotaciones de James con su espigada letra en donde sugería que el mapa no perdiera su apariencia a simple vista de un pergamino viejo y sucio; Sirius se hacía presente con su rápida y estilizada caligrafía sugiriendo la frase "Juro solemnemente que mis intensiones no son buenas" con la que aparecería el contenido del pergamino; a lo anterior Remus propuso entonces la frase "Travesura realizada" para que volviera a su estado normal, su letra era clara y pulcra como él. Finalmente, se reconocía la participación de Peter pues hasta abajo de la página aparecían unos pequeños caracteres que asemejaban pequeñas arañitas de las cuales Lupin nada pudo leer. En otra hoja apareció una lista de productos que no debían olvidar comprar en Zonko la siguiente visita que hicieran a Hogsmeade o las bromas que se les ocurrían, en su mayoría a Sirius y James para molestar a Quejicus.

-Que lo guarde Lunático- recordó Lupin la propuesta de Sirius y así lo acordaron, sabían que ese pequeño cuaderno les causaría grandes problemas si caía en manos equivocadas así que, nadie más responsable, sensato y cuidadoso que él para hacerse cargo. Eso hasta que aplicaron en él también el truco de no mostrarse a primera vista y hacerlo con cuatro golpecitos de varita en el lomo. Lupin pasaba con cuidado las hojas, como si las acariciara y lo que le mostraba cada una de ellas le provocaba una sonrisa nostálgica.

Tres golpes en la puerta lo trajeron de vuelta de sus recuerdos, al abrir se encontró con la visita de Dumbledor.

-Remus, ¿cómo has estado? dijo el hombre sonriendo.

Lupin lo hizo pasar- Profesor, ¿por qué no se ha aparecido dentro?

-No quise importunarte, sobre todo porque no te avisé que vendría- ya en la sala tomó asiento en un mullido sillón -oh, por cierto, te traje esto, espero que te gusten- con un movimiento de su varita hizo aparecer un plato con pastelillos -están recién hechos-.

-Se ven deliciosos, gracias entonces yo traeré el té.

Mientras Lupin estaba en la cocina Dumbledor notó del otro lado de la sala, junto al escritorio la caja con los papeles regados en el piso.

-¿Recordando viejos tiempos, Remus?- se había percatado de que los cuadernos tenían el escudo de Hogwarts y que lucían un poco viejos.

-Pues... no del todo- Lupin volvió con el té -la verdad es que se me ocurrió que revisando esos papeles podría encontrar algo que me diera una pista del paradero de Peter.

-Magnífica idea, Remus... parece que ésto ya lo habíamos vivido, ¿verdad?- Dumbledor miraba pensativamente sus manos mientras giraba uno de sus anillos.

-Creo que después de revisar los papeles podré tener una lista de los lugares y comenzaré a vigilarlos- adivinaba que Dumbledor estaba pensando en lo que podría venir. Tomó la jarra de té y comenzó a servir.

-Sabía que la Órden podría contar contigo después de tantos años- bebió un poco de té.

-La Orden del Fénix- pronunció Lupin sin pensarlo, su semblante cambió tomando una expresión triste, la orden había sido para él un magnífico grupo de buenos amigos, una hermandad en la cual había perdido a algunos de ellos muy queridos.

-Así es, tenemos que estar preparados. Por ahora no habrá reuniones, lo cual no significa que no la vaya a convocar, créeme que lo haré y que pelearemos, por ahora sólo quiero ver con quien cuento, no puedo exigirle a los mismos de hace años que quieran participar después de todo lo que vivimos, es bueno saber que cuento contigo. Tengo contemplados nuevos miembros, necesitamos gente tan preparada y valiente como los Longbottom y también como Lily y James.- Lupin recordó los jóvenes rostros de su antiguos amigos -Pero bueno, pasemos a otros temas- dijo Dumbledor tomando un pastelillo -Dime Remus, que te pareció Hogwarts después de tanto tiempo, qué tal tus alumnos; Lily y James estarían orgullosos de Harry, ¿no te parece? y Hermione, habías visto una alumna más inteligente o los gemelos Weasley, ¡serían dura competencia para ti y tus amigos eh!

Remus tomó un pastelillo y sus ojos se llenaron de orgullo al comenzar a hablar de sus entrañables alumnos de Hogwarts.

Colgó su capa en el armario con un poco de desesperación, había pasado mes y medio desde que comenzó su infructuosa búsqueda, Lupin siempre se había caracterizado por ser sumamente tolerante, pero en esta ocasión le ponía de malas regresar con las manos vacías de una pista, algo aunque fuera lo más mínimo que le diera un indicio, una brújula a su indagación. Cansado de todo un día de vigilancia se sentó en un mullido sillón frente a la chimenea, tenía hambre pero el cansancio le impedía levantarse; sacó de su bolsillo una hoja, la desdobló y leyó los sitios que le faltaban por vigilar. Cerró por un momento los ojos y recargó la cabeza en su mano derecha, sabía que era fundamental dar con el paradero de Voldemort lo más pronto posible para evitar que llevara acabo cualquiera de sus malévolos planes cualquiera que estos fueran y Peter sería de gran ayuda.

En las últimas semanas, se había mantenido en contacto con Dumbledor y la profesora McGonahall quienes habían prometido mantenerlo al tanto de cualquier cosa que ocurriera. De quien no tenía noticias era de Sirius, no quería ser pesimista, seguramente, pensaba, estaba en algún lugar lejano y no tenía forma de comunicarse, pero seguro que estaba bien, al menos eso era lo que él se decía intentando creerlo.

Su estómago hizo un ruido, sin más remedio se levantó para ir rumbo a la cocina, tal era su hambre que comería cualquier cosa, entonces recordó un gran trozo de carne que había comprado un par de días antes, y ya lo estaba imaginando servido en un plato, jugoso y no del todo cocido. Por arte de magia el platillo estuvo listo en segundos, justo como lo había imaginado y lo degustó despacio a pesar de su apetito. Al terminar miró el reloj en su muñeca, antes de ir a dormir tenía que comunicarse con Dumbledor, para informarle cómo iba su investigación, le apenaba mucho no tenerle buenas noticias, de hecho, ni buenas ni malas.

Se acercó a la chimenea y llamó al anciano mago, segundos después aparecía una cara entre las llamas, era Dumbledor quien no se sorprendió por la falta de buenas nuevas, muy al contrario, se mostraba optimista en que pronto encontrarían un rastro.

-Me gustaría que conocieras a unas personas, -la voz de Dumbledor siempre sonaba jovial cuando algo le entusiasmaba- es un matrimonio, Arthur y Molly, son buenas personas y los conozco de hace años, todos sus hijos han ido a Hogwarts, tu conociste a Ron y a los gemelos, son sus padres a los que quiero que conozcas- dijo Dumbledor.

-¿Estamos hablando entonces de los Weasley? tengo entendido que han sido muy amables con Harry.

-Así es, lo más importante es que son personas en las que podemos confiar, me han ofrecido su ayuda incondicional en contra de Voldemort, por eso es importante que los conozcas, ya les he hablado de ti, que te parece si me acompañas a cenar a su casa el próximo sábado, además, Molly cocina delicioso, ya lo veras.- Dumbledor parecía alegre, se le notaba en los ojos bajo sus gafas de media luna.

-Me parece bien, entonces hasta el sábado profesor- dijo Lupin despidiéndose.

Lupin tomó aire, la idea de conocer gente nueva siempre era un conflicto para él, representaba el hecho de exponer su condición de licántropo, lo cual ya le había traído experiencias poco agradables, pero por supuesto que no se negaría a una petición de Dumbledor después de todo lo que le había ayudado.

Los días siguientes pasaron rápidamente entre más vigilancia sin resultado. Ese sábado prefirió no salir, ordenó un poco la casa y después se preparó para la cena con los Weasley. - Al mal paso darle prisa- pensó tras escuchar que llamaban a la puerta, tomó su capa de viaje y abrió. Era el profesor Dumbledor, en esta ocasión vestido con una túnica morada.

-Remus, me alegra que ya estés listo, los Weasley viven en las afueras de la ciudad, por lo que apareceremos cerca de su casa.

En unos instantes, después de sentir el vértigo habitual de aparecerse se encontraban al pie de una cuesta por donde pasaba un camino al final del cual quedaba a la vista una vistosa casa que parecía retorcida, y que sólo por suerte, en este caso de magia se encontraba de pie, la cual estaba rodeada de un jardín donde había unas gallinas y de repente se podían ver uno que otro gnomo. Ambos pasaron por la puertita de la cerca y caminaron sobre un camino empedrado hasta la humilde casa.

-Me alegra que ya hayan llegado- la bruja que abrió era bajita y tenía el cabello rojo al igual que Ron, los gemelos y Ginny, recordó Lupin al verla- ¡Arthur, baja, ya llegaron! -gritó al pie de la escalera. -Me alegra que ya estén aquí, pasen, pasen.

-Espero que no hayamos llegado demasiado temprano Molly- sonreía Dumbledor.

-No, llegaron bien, la cena ya casi esta lista, permítanme sus capas- Molly ya tomaba la de Dumbledor cuando de la escalera bajaba un hombre delgado y también pelirrojo con aire despistado.

-¡Profesor, es un gusto tenerlo por aquí!- Arthur se bajaba las mangas que estaban dobladas hasta los codos.

-Veo que estabas trabajando en tu día libre Arthur- fijandose en las manos manchadas de tinta negra.

-Bueno, no es un trabajo, me hice de una máquina muggle, sirve para escribir por medio de un sistema un tanto complejo, lo que me tiene fascinado es que usándola todas las letras aparecen de una forma tan uniforme que es realmente muy útil para aquellos cuya caligrafía no es muy clara... el problema es que no se cómo mantienen el papel limpio, apenas la toqué y me he manchado un poco, en fin.

Molly quien en ese momento volvía de dejar las capas de viaje en el armario miró la camisa manchada de su esposo -Arthur, ¿no podías ponerte una camisa vieja si ibas a usar uno de esos aparatos muggles?

Arthur miró a los invitados un poco apenado -Lo siento Molly querida-

-Permitanme presentarles a Remus Lupin,- dijo rápidamente Dumbledor para cortar aquella escena vergonzosa para Arthur.

-Que gusto conocerlo profesor- Dijo Arthur sonriendo y estirando la mano para estrechar la de Lupin.

-Ya era hora de que lo conociéramos, bueno, siento como si ya lo conociera un poco- agregó Molly cariñosamente.

A Lupin le pareció un poco extraño que lo llamaran profesor. -El gusto es mío- dijo con la cortesía que lo caracterizaba, -pero por favor, llámenme Remus-

-Oh, es que nuestros chicos lo mencionan tanto que ya es una costumbre hablar de usted como el profesor Lupin.- Molly le estrecho la mano.

-"El mejor profesor de defensa contra las artes oscuras que hemos tenido", así es como ellos se refieren a usted y ahora nosotros tenemos el honor de conocerle, pero pasemos a la mesa, por acá por favor- y Arthur los guió hacia el comedor.

La casa por dentro se caracterizaba por una gran cantidad de muebles, propia de una familia numerosa y no de muchos recursos, sin embargo, era sumamente acogedora.

-Realmente Molly déjeme decirle que no recuerdo cuando fue la última ves que probé una cena tan deliciosa- dijo Lupin sonriendo.

-Es usted muy amable, -dijo Molly- que le parece si nos habla de tú, no imagino a ninguno de nuestros amigos hablándonos con tanta formalidad.

Al terminar de cenar tomaron una cerveza de mantequilla y comenzaron a hablar del plan para encontrar a Voldemort. El punto más importante para todos fue el de alertar y convencer a la mayor cantidad de magos del regreso de quien no debe ser nombrado, tarea nada fácil cuando el ministerio mismo era incapaz de aceptarlo. El segundo punto era el de vigilar cualquier acontecimiento raro, y cada cual lo haría en sus lugares comunes, Arthur en el ministerio que era donde trabajaba, Lupin seguiría tras la pista de Peter.

Ya entrada la noche se despidieron.

-Esperamos tenerlo por acá nuevamente cuando usted desee, ésta es su casa- Arthur se despidió así de Lupin.

-Gracias nuevamente y por favor, quedamos en que nos hablaríamos de tú -dijo Lupin dandoles un trozo de pergamino - esta es mi dirección, también serán bienvenidos- y se despidió.

Aparecieron en casa de Lupin nuevamente.

-Pocas veces se puede probar una tarta de manzana como la de Molly, ¿no te parece Remus?- preguntó Dumbledor.

-Sí, -afirmó Lupin- me parecieron muy agradables, sólo que no se como reaccionarán cuando sepan de mi problema- Lupin dijo esto no con tristeza como si con resignación, no le costaba imaginar que quizás su actitud cambiaría al saber que en su mesa tuvieron a un hombre lobo.

-Y por que no pensar que su actitud no cambiará, los conozco y créeme que nunca actuarían como personas ignorantes a las que les asusta lo que no conocen o creen conocer y personas sin prejuicios es lo que necesitamos de nuestro lado -Dumbledor sonaba sumamente convincente y después de eso se despidió.

Lupin subió a su habitación y durmió plácidamente.

En los días siguientes, cuando empezaba a sentir un poco de desesperación por no tener aún noticia alguna de Sirius descubrió en su ventana una pequeña lechuza con un mensaje, se alegro mucho al descubrir que era un mensaje de su amigo donde se disculpaba por hacerlo esperar pues no le era fácil moverse con Buckbeack sin ser descubierto, pero se encontraba bien, y en parte ya comenzaba a tomarle gusto a estar evadiendo a los magos que el ministerio enviaba a buscarlo, le resultaba "excitante y divertido", decía la nota. Lupin conocía de sobra a Sirius, así que no le resultaba nada extraña esa actitud desafiante y sonrió. Rápidamente tomó papel y pluma para contestarle y hacerle saber lo que ocurría en este otro lugar y lo que hasta ahora había platicado con Dumbledor. Estaba a punto de colocar en la pata de la lechuza la carta cuando se percató de que era bastante pequeña, cosa que no había notado anteriormente por el entusiasmo, además de que lo miraba con unos enormes ojos cansados pero a la vez llenos de resignación.

Comprendió entonces que no sabía cuanto llevaba volando pues no conocía el paradero de Sirius, así que aunque deseaba muchísimo contestar inmediatamente, decidió dejar descansar a la pequeña ave esa noche y se dirigió a la cocina para buscar con que alimentarla. A la mañana siguiente la pequeña lechuza partió con la carta y miles de saludos de Lupin para Sirius.

A partir de ese día la comunicación entre ambos fue continua, cada semana llegaba la misma pequeña lechuza parecida a la de Ron, Lupin no sabía la dirección de Sirius, pues hubiera sido un gran riesgo si alguna de las cartas cayera en manos de la persona equivocada, así que Lupin no sabía desde que lugar le escribía su amigo pero comenzó a adivinar que tan lejos o cerca se encontraba por medio de la pequeña lechuza, si llegaba muy cansada y exigiendo comida, lo cual podía adivinar pues apenas acercaba su dedo a ella para tomar la correspondencia, ésta le soltaba tremendo picotazo, significaba que se encontraba más lejos que la vez anterior, en cambio, si al entrar por la ventana de la cocina aún tenía aliento para dar unas cuantas vueltas por su cabeza, antes de permitirle tomar la carta, era signo de que el viaje había sido corto y de su buen humor, aunque siempre prefirió dejarla descansar una noche antes de enviar una respuesta. Todo ese año solo de esa forma pudieron estar en contacto e informados de lo que pasaba con Harry, con Dumbledor y el regreso de Quien no debe ser nombrado, parecía poco pero los dos estaban contentos con la correspondencia de cada semana.

Pasaron unas semanas en las que las cosas seguían igual, la vigilancia de Lupin no había tenído ningún fruto, por ese día era suficiente y se sentó a leer en su sillón mullido predilecto, además se sentía un poco cansado, hace apenas unos días que había sido luna llena y aún sentía los estragos. Apenas acababa de sentarse cuando alguien toco a la puerta. Para su sorpresa era Arthur Weasley.

-Qué sorpresa tenerte aquí, pero pasa- Lupin lo recibió con gusto.

-Perdón por no avisar que vendría, espero no importunarte Remus- se disculpó Arthur. -de hecho sólo estoy de paso para invitarte a cenar el próximo viernes, espero que puedas acompañarnos, eso nos haría muy felices, además, Molly preparará una sopa que le queda exquisita.

-El próximo viernes, me parece bien, ahí estaré sin falta, pero pasa, te sirvo un te, algo de tomar?- Lupin esperaba ser tan buen anfitrión como lo fueron los Weasley.

-No gracias Remus, sólo estoy de paso, aproveche mi hora de comida para venir a hacerte la invitación pero tengo que regresar al ministerio, entonces te esperamos a la misma hora que la ves anterior- y después de estrecharle la mano desapareció.

El atardecer estaba cayendo cuando Lupin apareció sobre el camino de la colina que llevaba a casa de los Weasley, los últimos rayos del sol cayeron a sus espaldas haciendo que su cabello brillara de tono dorado como sus ojos color miel. Al observar la casa desde lejos pensaba en la manera en la que tendría que ser claro con sus nuevos conocidos, hubiera sido fácil ocultarlo todo el mayor tiempo posible, pero al final decidió que era mejor revelar su problema desde ahora, así que siguió caminando con paso tranquilo hacia la casa. Se detuvo un momento en la puerta y antes de tocar respiró profundamente.

En esta ocasión encontró a Arthur con su ropa de trabajo, había llegado unos minutos antes que él, Molly lo hizo pasar a la cocina para platicar mientras terminaba de preparar la cena. Lupin se ofreció a poner la mesa a lo cual se negó en un principio Molly,

-De verdad Molly, será para mi un gusto hacerlo- y Lupin caminó con dirección a la alacena.

La sopa como había dicho Arthur era deliciosa. Hablaron de sus trabajos, de la función de Arthur en el ministerio y de su fascinación por todo lo relacionado a los usos y costumbres muggles. Escuchó como Molly hablaba con tanto orgullo de cada uno de sus hijos y le mostró el singular reloj que tenía en la cocina el cual tenía una manecilla por cada uno de sus ellos indicándole el lugar en donde se encontraban. Así llegó el momento de hablar de él y comenzó hablándoles de su último año como profesor en Hogwarts, de cuando era estudiante y de la amistad que tenía con el papá de Harry y Sirius, de cómo este último había sido acusado injustamente, así llegó el momento en que no pudo evadir el tema de hombre lobo.

-Pues, supongo que todos tenemos un lado desconocido para los demás, -atinó a decir Arthur cuando Lupin terminó su confesión- nadie conoce a las personas que le rodean en su totalidad, supongo que existe de todo en todos lados, gente buena y mala entre los muggles como entre nosotros, supongo que pasa lo mismo con los licántropos, y tu eres un ejemplo de ello -El tono del señor Weasley era de total convencimiento y trataba de decirlo lo más honestamente posible- es decir, te conocemos de hace poco pero lo suficiente para saber que eres honesto, por lo que si no fuera así Dumbledor no confiaría en ti tanto como lo hace.

Lupin escuchaba lo que Arthur decía y su rostro reflejaba cierto nerviosismo.

-Remus, la verdad es que nosotros ya lo sabíamos -Molly terminó diciendo pues notaba que no había sido fácil para Lupin tal confesión- Dumbledor ya nos lo había dicho pero ninguno de nosotros le dio tanta importancia, en este poco tiempo te hemos tomado cariño y sé que eres buena persona, créeme que que yo no me equivoco en eso y Remus, es un gusto el que estés aquí en nuestra casa -El tono de Molly era un poco maternal- que les parece si ahora traigo el postre- y con eso el tema quedó finalizado.

El resto de la cena la conversación fue muy amena, hablaron de cuando eran jóvenes, de Harry y Ron, e inevitablemente, de quien-no-debe-ser-nombrado. Se la estaban pasando tan bien, que Lupin no se dio cuenta de que ya era un poco tarde así que se despidió. Los Weasley le reiteraron que sería bienvenido en su casa y esperaban que los acompañara a cenar de vez en cuando.

Lupin apareció en su hogar, estaba relajado y agradeció de todo corazón la reacción de sus nuevos amigos. Se fue a la cama y antes de dormir cerró los ojos, recordaba aquella cena y sobre todo la relación que existía entre Molly y Arthur, recordó el regaño de Molly para Arthur por ensuciar la camisa, hasta cómo se hablaban con cariño. Cómo Molly tenía presente en cada momento a cada uno de sus hijos y a su esposo. Entonces, sin querer, Lupin pensó en esa vida, tan sencilla pero tan llena de detalles, pensó entonces en él teniendo una vida similar, con una esposa e hijos esperándolo, imaginó una casa llena de ruido y por un momento casi la sintió real. De repente abrió los ojos casi alarmado por haber tenido aquella idea loca, él tan centrado siempre, cómo él con esa condición podía atreverse a pensarlo siquiera cuando hace años se había obligado a renunciar a eso. Sacudió un poco la cabeza como para desprenderse de tal idea, así como hacen los perros recién bañados para sacudirse el agua de encima, sonrió tristemente y cerró nuevamente los ojos. Esa noche tuvo un sueño que hace mucho no tenía y que, como a veces pasa, no fue capaz de recordar al día siguiente, pero que le dejó un a sensación agridulce y de gran tristeza.