¡Buenas a todxs! volví con un nuevo fic. Me llevo tiempo, pero finalmente vi la película Frozen, seguido por Once upon a time... y bueno, acá esta el resultado: ELSANNA FOR EVER ;D Así que ya saben de que va a tratar ésta historia. Quiero advertir que sí, va a haber incesto, y obviamente elsanna.
Me vino la inspiración de repente, así que no se qué va a salir de todo esto ni cuántos capítulos va a tener, pero no creo que sea muy largo, todo depende. La historia sucede después de que regresan a Arendelle por el portal.
Ya saben; agradecimientos, insultos, verduras, etc... todo en los reviews :D
Dicho esto, solo me queda decir que:
Los personajes de Once upon a time no me pertenecen.
¡Ahora si! ¡Les deseo una muy buena lectura!
Rise
Por ti
No puedo evitar recordar el primer momento en el que mi corazón se liberó y fue completamente sincero.
Quizás siempre lo supe... aquel sentimiento que tenía, aquel anhelo… estaba escondido en lo más profundo de mi ser. Ocultándose en mis infinitos miedos, camuflado por una sola palabra; hermandad.
Ese día algo se rompió en mí. Esa barrera que había creado hace ya mucho tiempo, en una gran ironía se derritió.Y aún así, aún conociendo el peligro de aquello, no me afectó... dejó de importarme todo. Lo único significativo era la visión que tenía frente a mí; Anna emergiendo de aquel baúl con Kristoff.
Abrí los ojos y allí quedaron, pasmados; ya que en mi consternación pensé que estaba alucinando.
Pero no... ahí estaba mi dulce hermana, igual de joven y hermosa que siempre.
Mis lágrimas no tardaron en surgir. Estaba conmocionada, ¿cómo era posible? Todo era tan irreal, parecía casi un milagro estar a solo unos pocos centímetros de ella, cuando pasé tanto tiempo buscándola.
Necesitaba llamarla con urgencia… decir su nombre de nuevo.
—¡¿Anna?!
Me miró y una inmediata confusión asaltó a sus ojos. Confusión y amor; un infinito amor que no creía merecer. Pero ya nada importaba; si lo merecía o no, y ni siquiera el cómo llegó allí.
—¡¿Elsa?!
«Ah… su dulce voz. Deseaba tanto escucharla… tanto.»
—¡ANNA!
Reaccionando, corrí hacia ella como nunca había corrido en mi vida. La desesperación me invadía. Tenía miedo de estar en un hermoso sueño, y despertar no era una opción.
A pasos torpes llegué hasta su asombrada persona. La tomé con fuerza de los hombros, tanto, que la empujé un poco hacia atrás. Ambas empezamos a hablar una encima de la otra, impacientes y emocionadas por la esperada reunión. Ninguna podía creer lo que estaba sucediendo.
—¡No podía encontrarte! —exclamó.
—¡Y yo te estaba buscando!
Solo nuestros gritos se escuchaban en esa desolada playa. De fondo, Kristoff agregaba cosas que no significaban nada para mí. Es decir, tenía a mi querida hermana frente a mí, no podía pensar en otra cosa.
Emocionada, toqué su rostro, sus hombros; volví a su rostro, acaricié sus mejillas. Necesitaba comprobarlo. Comprobar que era ella realmente.
Estaba temblando y completamente empapada. Cómo para no, salió del mismísimo mar. Refregué sus brazos de arriba hacia abajo, tratando de hacerla entrar en calor. Me regaló una preciosa sonrisa ante mi tacto.
«Ah... esa sonrisa. Cómo la había extrañado...»
Ya no podía más... ya no...
Escuché en un insignificante eco a Emma mencionar que debíamos volver con urgencia; poca importancia le di. Me giré hacia ella solo unos escasos segundos, pero no tardé en devolver la mirada a la razón de mi felicidad.
Unos esmeraldas y brillantes ojos me saludaban. Me perdí en ellos, percibiendo como mi mente se iba apagando. Los pensamientos cuerdos ya no formaban parte de mí.
Traté de adivinar los suyos, ya que continuaba contemplándome enmudecida y con una tenue sonrisa que no podía descifrar.
Sonrisa que me estaba desarmando. Apenas podía contener el poderoso instinto que comenzaba a apropiarse de mí.
Un peligroso instinto.
Amplió aquella perfecta línea y llevó la mano a mi mejilla. Delineó con las yemas mi mandíbula, estremeciéndome.
Tragué saliva con rudeza, buscando inconscientemente con los ojos sus carnosos labios.
«Ah… de verdad… ya no puedo más.»
Oí de nuevo a Emma advirtiéndome que teníamos que volver.
«No… todavía no.»
—Espera... hay algo que tengo que hacer primero.
Dije y sin pensar, sujeté a Anna del cuello y la impulsé hacia mí. Capturé sus labios casi con desesperación, envolviéndola en mis brazos.
Noté la sorpresa que la atacó. Pero para mi suerte, luego de unos instantes me correspondió. Entreabrió los labios lo justo y necesario para que los míos pudieran saborearlos más. Aferré la mano con fuerza en su cintura, mientras ella deslizaba las suyas por mi espalda y profundizaba aquel anhelado contacto.
Fue un beso corto, pero lleno de sentimientos; inmerso de todo el amor que le tenía y que necesitaba expresar hacía tiempo.
Ya no me interesaba nada, siquiera el porqué lo hice. Porque hasta ese momento pensaba -o quería pensar- que solo la veía como una hermana. Pero debía reconocer que no era la primera vez que mi vista se desviaba traviesamente hacia sus labios, o que mi corazón palpitaba con ímpetu solo por su presencia.
Mis miedos comenzaban a desaparecer, dejando solo la verdad al descubierto. Una pecadora verdad.
Entreabrí los párpados y me choqué con la paralizada mirada de Kristoff. Había olvidado que se encontraba aquí.
—¿Acaso hay algo por lo que deba preocuparme? —Escuché su tediosa voz, que trató de sonar burlona, mientras me desprendía de esos deliciosos labios.
De inmediato atrapé la cabeza de Anna y la sumergí en mi hombro. No dudé en regalarle a ese chico una peligrosa mueca.
—A mí no me mires. —habló la salvadora entre risas.
Al menos ella no se sorprendió.
—Definitivamente necesito a Sven...
Fue lo último que oí, ya que la insistencia de Emma por fin dio frutos, y no tuvimos más opción que volver. Una ardua batalla nos esperaba; no podía perder de vista mi meta.
Había recuperado a Anna, pero ahora debía protegerla. Y aunque tuviera que sacrificar a mi alma por ello, lo haría.
Y así fue, la batalla se llevó a cabo y finalmente todo terminó, al menos para nosotras. Ingrid, ahora para mi gran pesar, se sacrificó por todos y gracias a ello pudimos regresar a nuestro hogar, a Arendelle.
Todo parecía haber vuelto a la normalidad, pero para nada era así; no para mí. En mi interior todo había cambiado.
El tema del beso nunca se tocó. Tampoco Kristoff dijo algo al respecto; supongo que... lo habrá tomado como un beso entre hermanas. Una demostración de afecto. De cualquier manera, poco me importaba cómo se lo tomó él.
Mi verdadera cuestión era… ¿cómo lo tomó Anna?
-/-
Sus ojos se abrieron con una pesada lentitud. En algún momento dado se quedó dormida mientras pensaba en lo acontecido en Storybrooke.
Había pasado un mes desde que volvieron. El casamiento de la princesa fue pospuesto nuevamente, ya que Elsa debía arreglar unos asuntos con Hans y sus hermanos, que habían tomado el país. Por suerte, luego de un tiempo y con mucho apoyo, logró que el muchacho se rindiera. Ahora debía tomar un veredicto y decidir qué hacer con él.
Debido a aquella circunstancia, estaba muy ocupada con su trabajo como Reina. Cualquier paso mal dado podía ser fatal.
Algunos reinos vecinos habían perdido la fe en su país por todas las situaciones pasadas; como la desaparición de la reina misma y la toma del Reino. Por no decir que éste estuvo congelado durante 30 años, imposibilitando intercambios políticos. Debía reconstruir Arendelle, y no era una tarea fácil.
Anna por su parte, la apoyaba en todo momento. Elsa no estaba muy de acuerdo con esa actitud. Trataba de hacerle entender que debía disfrutar su vida de princesa; que ya había pasado por mucho para seguir esforzándose de tal forma. No logró su cometido; la pelirroja, testaruda, continuó a su lado a todo momento.
Aunque por alguna razón que desconocía, a veces se mostraba pensativa… distante. Tal vez estaba triste porque su casamiento tardaría un poco más en realizarse, o al menos eso era lo que pensaba. Otra cosa no se le ocurría, y preguntarle le generaba un incoherente pánico.
La relación con Anna casi no había cambiado a pesar de aquel sentimental suceso. Casi, porque algo sí había mutado desde la vuelta de ambas; una pequeña… pero significante cosa.
La menor se había vuelto más cariñosa de lo normal. Sí, mucho más de lo que ya era gracias a su extrovertida personalidad.
Y no era solo eso, otra cosa le rondaba por la cabeza. Su esmeralda mirada ya no era la misma; definitivamente se mostraba diferente. Sin embargo, no lograba descifrar lo que aquellos brillosos ojos trataban de decirle.
Yo… casi ni la conozco.
Darse cuenta de eso le dolió más que los propios sentimientos que trataba de ocultar. Y con ese dolor de compañía, decidió también no hablar de aquel beso.
Tenía miedo, por obvias razones. ¡Había besado a su propia hermana! Y ésta estaba como si nada; como si nada hubiese ocurrido entre ellas. Debido a tal actitud, no sabía lo que tenía que hacer.
Se decía una y otra vez a sí misma que tenía asuntos más importantes que resolver. Por supuesto, apenas podía creérselo.
¿Qué debo hacer? Quizás… lo mejor sea permanecer así, sin hacer nada.
El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos. Elsa, que se encontraba acostada sobre la cama, se irguió de golpe.
—¿Elsa? ¿estás despierta? ¿puedo pasar? —Escuchó a las afueras.
Su parálisis se convirtió en una tierna mueca. Su dulce voz la calmaba.
—Claro, pasa Anna.
La puerta se abrió con lentitud y una radiante sonrisa hizo acto de presencia. La reina le devolvió el gesto, acomodándose un poco.
Anna se acercó a los saltitos —¿Vendrás a desayunar? —inquirió, sentándose de golpe en la cama e inclinándose para darle un beso en la mejilla.
Beso que provocó que un tenue sonrojo apareciese en su emblanquecido rostro.
Asintió, dudosa —Déjame cambiarme primero.
Su hermana sonrió de lado, divertida —¿Qué sucede? Hoy estás más lenta de lo normal, usualmente soy yo la que tarda en levantarse.
Elsa suspiró y se tiró de espaldas contra el colchón —Estoy cansada.
—¿Acabas de levantarte y ya estás cansada?
—No dormí bien.
—Hm…
La platinada se cubrió el rostro con el brazo —Solo quiero quedarme en la cama.
Anna la examinó, comenzando a preocuparte —¿Te sientes bien? —Puso una mano en su frente—. No pareces tener fiebre.
Elsa elevó los ojos y captó ese cariñoso aprecio. Su cuerpo era más frío que la nieve misma, pero la pelirroja lograba calentarlo como si nada.
¿Quién es la de los poderes aquí?
—Ja… hermanita —Delineó una confiada sonrisa—. Sabes bien que no puedo resfriarme.
—¡Estoy segura que puedes!
—Y yo estoy segura que no.
La menor infló los cachetes —¡No te tomes todo a la ligera solo porque eres "la gran reina de las nieves"! —enfatizó aquello último, haciendo una sarcástica mueca que provocó que riera por lo bajo—. Estoy segura que hasta tú puedes tener un mal día.
Elsa la miró de soslayo y sonrió. Su hermana estaba preocupada, y eso no podía hacerla más feliz.
—Bien… quizás me siento un poco extraña.
—¡Ves! —Se inclinó más hacia ella— ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
La mayor posó los ojos en los suyos con profundidad. Había mucho que podía hacer, pero que no debía. Aunque no está de más resaltar que el "deber" en ese momento poco le importaba.
Declinó los párpados, tentada por tal petición —Sí… hay algo que puedes hacer.
Anna sonrió —¡Dime! ¡haré lo que sea!
¿Lo que sea? Oh… Anna, no sabes lo que dices.
Sonriente, regresó la visión a ella y con una pausada lentitud levantó la sábana —Me sentiría mucho mejor si te acostaras aquí conmigo. —dijo, haciendo un espacio en la cama.
Ni ella misma sabía de dónde sacó la valentía para decir aquello. O mejor dicho, no entendía cómo pudo decir tal estupidez.
Anna la observó unos segundos, algo sorprendida. Su hermana no se destacaba por pedir aprecio. Era una muy tentadora proposición; una que no podía negar.
Delineando una sonrisa de oreja a oreja, de un salto se metió en su cama, provocando que el corazón de Elsa se agitara.
Se puso de costado y agarró la sábana, para luego cubrirlas a ambas —¿Así está bien?
La ceja derecha de la mayor tiritó, en absoluto nerviosa —H-Hey… no lo decía en serio.
Tenerla tan cerca no era para nada sano.
—¡Oh! ¿de verdad? Pero a mí me pareció que lo dijiste muy en serio.
Desvió sus celestes ojos, sintiéndose acorralada.
—O acaso... ¿te molesta mi compañía? —prosiguió la pelirroja, haciendo un visible y tierno puchero.
Puchero que irónicamente la derritió. La observó de soslayo, meditando sus próximas palabras. No es que le molestara, es que le tentaba demasiado.
Bufó, en demasía agotada.
No debo hacerla sentir mal… ese no es el deber de una hermana mayor.
—Claro que no —contestó, poniéndose de lado y mirándola de frente— ¿Cómo podría molestarme?
—¿En serio?
Elsa emanó una susurrante risita, y deslizó la mano por su mejilla —Eres tan dulce…
Anna se perdió en aquella caricia, sonriendo levemente. Levantó el brazo y se aferró a su delicada cintura, provocándole un molesto estremecimiento a la platinada.
Un extraño pero cómodo silencio las irrumpió por unos largos minutos. Tanto duró aquello, que la pelirroja comenzó a cabecear.
—Anna.
—¿Hm? —murmuró, entreabriendo los ojos, que se habían apagado debido a la comodidad que sentía.
—No quiero que te pierdas el desayuno.
—Puedo comer en cualquier momento. Prefiero estar aquí contigo.
Elsa soltó un ahogado respingo inmerso de satisfacción. Uno que trató de ocultar.
—Hace bastante que no tenemos intimidad. —continuó la menor, ignorando por completo lo que esa frase significó para su hermana.
—¿H-Huh? ¿intimidad?
—Ya sabes, intimidad. Estar solas... divertirnos, sin esos molestos guardias o políticos dando vueltas a nuestro alrededor.
—Oh…
Vas a matarme, Anna.
La causa de su posible infarto, rió en un murmullo, burlona —¿Qué pasa? ¿a qué pensaste que me refería?
Elsa arrugó la frente debido a esa broma, que para ella de broma no tuvo nada.
—No pensé nada… idiota.
Una carcajada le respondió —¡Eres tan fácil de manipular, Elsa!
La nombrada se achicó en el lugar, ascendiendo más la sábana en un intento de tapar su sonrojo.
—Y tú eres una niña. Haciendo esas bromas…
—¡Oh! —Detuvo la risa en seco y la observó con cierta picardía— ¿No eres tú la que está actuando como una niña? Tapándote así…
Elsa sujetó con más fuerza la sábana —Es que… me sorprendiste.
Anna la miró con una transparente dulzura y volvió a estallar en una carcajada —¡Eres tan tierna!
Carcajada que esta vez le fue imposible no imitar. Verla reír alegraba a su corrompida alma.
—¡Cómo puedes dejarte manipular así! —Se burló entre risitas.
—Solo por ti.
La pelirroja posó los ojos en ella de golpe. Algo en cómo lo dijo la revolvió por dentro.
—¿Disculpa?
Elsa penetró aquella profunda mirada en sus confundidos ojos —Solo tú puedes manipularme a tu antojo, Anna. —susurró, acariciando su ahora, acalorada mejilla—. Solo tú…—Navegó aquellos fríos dedos por su cuello, generándole escalofríos.
—Elsa…
Aquella caricia continuó descendiendo por su brazo; luego por su cintura, delinéandola, hasta sujetar con fuerza su cadera. La impulsó hacia ella, provocando que sus cuerpos se apegaran en demasía.
Anna bajó la vista y detalló cómo sus pechos se apretaban entre sí. Tuvo que drenar a su garganta de saliva; aquel contacto la resecó.
Como pudo elevó los ojos y se perdió en aquellos celestes, que la contemplaban con una inmensa profundidad. Elsa le dedicó una amable sonrisa.
—Te amo, Anna.
Tal confesión la despertó. Le sonrió, complacida —Y yo a ti, Elsa. ¡Te amo muchísimo!
Se abrazó a su delgada espalda y escondió el rostro en su pecho. La mayor la estrechó con fuerza, apoyando el mentón en ese suave cabello que emanaba un aroma embriagador.
Sí, lo sé. Pero tu amor, Anna... es diferente al mío. Quién sabe cuánto más podré aguantar esa diferencia.
Al pensar aquello, la habitación comenzó a tornarse fría. Sus sentimientos nuevamente le estaban haciendo perder el control, y esta vez quizás su hermana no podría ayudarla. Porque después de todo, la causante de su descontrol era ella.
Sí… todo es tu culpa.
¡Espero que les haya gustado el primer capitulo! Es solo una introducción, en un ratito subo el segundo :)
¡Muchas gracias por leer!
