Se admiró en el espejo, observando el sucio reflejo que se alzaba ante ella. Sí, la despreocupada Rose Weasley estaba inconforme con su aspecto. Porque a pesar de preocuparse más por lo que había dentro de su cabeza, igual le importaba como se veía.
Principalmente, era demasiado alta para una niña de su edad, rozando ya casi el metro setenta. Su cabello no era un naranjado zanahoria normal como el de la mayoría de los Weasley, en lugar de eso era de un cabello rojizo ceniza, brillante. Detestaba no tener el exótico cabello Weasley. Su nariz y pómulos tenían más pecas de las que podían soportar u su piel era esqueléticamente pálida.
Lo único que realmente adoraba era sus ojos, del tono de lapislázuli, y su diminuta nariz inglesa. Agradeció la genética de los Granger por intervenir en los toscos rasgos Weasley.
Se ajustó la chaqueta y bajó en cuanto la voz de su madre resonó por sus oídos. Suspiró, entrecerrando los ojos. Estaba aterrada. Jamás se había alejado tanto de sus padres, ni de su hermano. Observó al niño que jugaba con su consola portátil, y ladeó una sonrisa. Hugo y ella no eran de aquellos hermanos que vivían en un ring de boxeo. Se adoraban mutuamente, y siempre se apoyaban.
Dejó de mirarlo con el rabillo del ojo y se concentró en su cabello, despeinado. A su suerte no había heredado el rebelde cabello de su madre. Era un fastidio, pero uno controlable. Lamentablemente la humedad del clima no era amigo de su secado a mano de la abuela Granger.
Lo dejó para después y tomó la chaqueta de Hugo entre manos.
—Ya vámonos, enano —sonrió, y su pequeña copia salió disparada por las escaleras.
—¡Me pido la ventana rota!
El carro viejo de la familia tenía una ventana rota, que permanecía intacta ya que su padre tenía pereza de arreglarla. Y aunque su madre podía hacerlo, estaba empecinada en que Ron Weasley aprendiera a ser responsable con sus cosas.
Rose sonrió al ver a su hermano montarse, emocionado, al auto. Sin duda su sueño estaba haciéndose realidad.
—¿Tienes tu abrigo?
—Sí, mamá.
—Recuerda siempre tomar notas en clases. No pelees con James y Roxanne, sabes que mientras más les prestes atención más te van a molestar. Trata de compartir habitación con Lucy, Dommy dijo que ya les dejaban escoger su habitación —Hermione hablaba sin cesar, preocupada por su bienestar al parecer.
Rose rió, mirando a su madre.
—Sí, ya lo sé.
Hermione observó a su hija, con la mirada llena de orgullo en lugar del tono avellana. Cualquiera que mirara al par podía saber el amor que ambas se tenían.
—Sé que vas a ser una pequeña leona —dijo su padre, frotando su cabeza.
Hermione asintió, de acuerdo.
La pelirroja hizo una mueca, con millones de preocupaciones llenando su cabeza.
—Y… ¿Qué pasaría si quedo en otra casa?
El matrimonio se miró, riendo internamente. Ron pasó un brazo por los hombros de su hija, como si fuese a contarle un gran secreto. Hermione abrazaba a Hugo que, ajeno al momento familiar, asesinaba a sus enemigos en su consola con determinación.
—Si quedas en Ravenclaw, estaremos orgullosos, después de todo tu madre casi queda en esa casa. ¡Y tenemos muchos amigos de allí! Luna es rara, pero una buena persona —corrigió al recibir un codazo de su esposa—. Si quedas en Hufflepuff… No está tan mal… Creo.
—¡Ronald! —riñó su esposa—. Los hufflepuff son personas leales y trabajadoras… Son buenas personas.
—Seh… —respondió el Weasley, dubitativo—. Eso sí, Rosie. Si quedas en Slytherin te desheredamos. Tu abuelo no te lo perdonaría.
—Ron… —bufó Hermione, rodando los ojos—. No la frustres.
El pelirrojo se defendió alzando sus brazos, haciendo reír a su hija.
—¡No la frustro! Es sentido común —hizo una mueca, y volvió a dirigirse a su retoño—. Princesita, se una Gryffindor como tu papi.
Hermione volvió a rodar los ojos, y miró a su hija con una sonrisa reconfortante.
—Sé tú misma, Rosie.
La pelirroja menor abrazó a sus padres, y Ron unió, forzosamente, a Hugo al abrazo familiar.
—Se los prometo —susurró con una sonrisa adornando su rostro.
Luego de compartir un momento con sus tíos, subió al expreso junto con Albus, hablando animadamente de cómo habían sido sus vacaciones en casa de su tía abuela materna. Albus parecía nervioso, pero más tranquillo de como lo había visto la última vez. Aquello le calmó indirectamente.
—… Y entonces papá tuvo que matarla. Ya sabes, quería dar buena impresión.
—No me imagino al tío Ron matando a una araña —rió Albus.
Ambos rieron, y justo en ese momento entró una mulata pecosa con cabello castaño rojizo, más castaño que el suyo, corto hasta las orejas y decorado con la corbata de Gryffindor. Junto a ella estaba un chico castaño de ojos color chocolate y con el cabello desordenado. Ambos de segundo año, eran Roxanne y James.
Ella no detestaba a ninguno de sus primos. Los adoraba a todos. Pero James y Roxanne eran un dolor en el trasero. Ambos igual de fastidiosos y molestos, con bromas a todas partes sin medida alguna. Ella misma se consideraba fanática de las bromas, para la molestia de su madre, pero aquellos dos las llevaban a un nivel cruel.
—¡Llegaron los enanos! —sonrió el Potter mayor, abriendo sus brazos.
Roxanne rió, recostándose contra el marco de la puerta.
Tanto Rose como Albus fruncieron el ceño.
—No te creas tanto, James —masculló Rose—. Te recuerdo que tan solo nos llevas un año, crío.
James chasqueó la nariz, adentrándose más al vagón en el que ellos se encontraban.
—Un año es un año, Rosie-Posy —se mofó la morena, haciendo la V de la victoria con sus dedos.
—Ve a besuquearte con tu novio, Foxy —dijo Rose viperinamente, sabiendo cuanto detestaba ese apodo. Se tapó la boca, como si hubiese cometido un grave error—. Oh, lo siento, verdad que no tienes.
Si algo molestaba a Roxanne, era no tener novio. A pesar de su corta edad la mayoría de las primas ya gozaban de una buena relación amorosa, a excepción de Lily. Incluso Molly, siendo un fastidio de persona.
Incluso James se rió por su comentario.
—Ya, vámonos, que no están de humor —dijo el mayor, codeando a su cómplice con una sonrisa maliciosa—. Están preocupados por ser unas serpientes.
La morena comprendió su juego.
—O peor, que el sombrero los eche por no adaptarse a ninguna casa.
Albus palideció, y miró a Rose con terror en el rostro.
—¿Rose, eso es posible?
La pelirroja bufó.
—Por supuesto que no.
Los mayores se carcajearon.
—Ya, ya. Deberían ir y hacerle compañía al Malfoy ese —dijo James con una sonrisa, dudando después—. ¿Cuál era su nombre?
—Scorpius —respondió Roxanne—. Definitivamente, ese será el nombre de mi hijo. Es tan hermoso.
—O de tu gato —respondió Rose—, no le hagas la crueldad a un futuro niño con ser su madre.
Roxanne hizo una mueca.
—Ve y púdrete, ratón.
—Ya, ya. Me aburrí. Vámonos.
James jaló a Roxanne de la camisa, y ambos desaparecieron de la vista de los menores. Tanto Albus y Rose se miraron, suspirado.
Más les valía estar en Gryffindor o su vida en Hogwarts sería un infierno.
Guest, de verdad muchas gracias. Hacia tiempo que no me sucedía eso de distorsionarse el texto, y tengo la mala costumbre de no revisar luego de subirlo. Gracias de nuevo ^^
