Disclaimer: Hetalia no me pertenece, le pertenece a su creador Hidekaz Himaruya.

Advertencia: Muerte de un personaje.

Fría Falsedad.

Se paseaba lentamente bajo el cielo nublado de aquella tarde de agosto, empezaba a oscurecer y los faros de las callejuelas empezaban a alumbrar escasamente. Los negocios y abastos empezaban a cerrar y la gente recogía sus cosas para marcharse a casa, la tristeza en sus ojos verdes era profunda, nítida, interminable… Esbozó una débil y melancólica sonrisa a la monótona escena que pasaba frente a sus ojos vacíos y carentes de vida. Recuerdos, sí, recuerdos… tan sólo eso conservaba aún, luego de tantos años transcurridos, tantos malos como buenos recuerdos, aún recordaba perfectamente cómo se conocieron, pese a haber pasado más de medio siglo.

Deslizó su mirada por las pocas personas que todavía permanecían por las calles ahora empapadas por la reciente llovizna. Se habían refugiado dentro del cafetín que hacía años que no abría desde que hubo un supuesto accidente allí, tuvieron que cerrar por demandas legales. Rara vez se veía al antiguo dueño de ese lugar caminando por las ya no tan concurridas calles.

-¿Qué era eso que sentía? Melancolía y nostalgia, tal vez, siempre era lo mismo. Siempre era precisamente aquél día del año en el cual la oleada de recuerdos lo invadía descaradamente, cada vez aquel sentimiento de culpa era peor… aquella sensación de que si no hubiese sido por él, aún seguirían juntos. Mientras contemplaban el cielo oscuro y estrellado… desearon nunca separarse, se abrazaron y estallaron en carcajadas melódicas. La compañía mutua les bastaba para sentirse bien, era lo único que anhelaban, lo único que de verdad valoraban… Nada tenía más valor que los momentos que pasaban juntos, sí, nada. Absolutamente nada.

-Una amarga sonrisa se dibujó en su rostro, un ardor le recorría el cuerpo mientras aquel líquido espeso y cálido salía a borbotones… La vista se le nublaba y le costaba mantenerse en pie, sólo podía pasar el tiempo sumido en sus recuerdos, sintió el frío contacto del metal sobre su pecho, aquel artefacto que se deslizaba despreocupadamente por su piel ahora llena de ampollas y ronchas.

-Bajo sus ojos ahora enrojecidos, los cuales rara vez se abrían, habían dos bolsas negras que daban un aspecto descuidado aunque era debido a la falta de sueño y la mala alimentación que llevaba. Intentó ladear la cabeza, hablar y decirle a todos que abandonaran la habitación, sí, que abandonaran la habitación, tal cual como él le abandonó… abrió la boca completamente dispuesto a echarlos con el tono que su voz le permitiese. Volvió a cerrarla, nada. No podía hablar, su lengua estaba dormida y sus labios blanquecinos. Cerró los ojos nuevamente tratando de conciliar el sueño, sintió uno, dos, tres, cuatro, perdió la cuenta de los pinchazos a continuación.

-El ardor cesó, el líquido paró de escurrirse, ahora un hormigueo le recorría el cuerpo. Logró abrir los ojos por completo, observó la gélida habitación en la que se encontraba, las numerosas, desconocidas y borrosas caras que lo acompañaban mientras tanto, intentó articular palabra alguna, pero de sus labios no se emitió ningún sonido.

-Sentía frío, las finas y sábanas blancas se adherían a su cuerpo, sus párpados cayeron pesadamente, escuchaba un zumbido en la lejanía, un chirrido justo al lado de sus oídos. Trató de buscar la procedencia de los sonidos irritantes, asimilando donde estaba, ahora lo comprendía a la perfección… estaba internado en el hospital desde hace años, desde su marcha, ella lo internó, lo acusó de locura, del hospital psiquiátrico lo trasladaron al hospital central del pueblo… dónde cayó terriblemente enfermo, sí, todo estaba claro ahora…

¿Por qué?

Susurró débilmente antes de dar su último respiro. Sabía que había sido traicionado por la persona que más amaba, por la persona que daba la vida. Por Elizavetha Hérdeváry, En paz descanse.

FIN~

Gracias por Leer :D