Holaaaa! Bueno, estoy de vuelta con una nueva historia que espero y les vaya encantar! Ahora que estoy de vacaciones tengo tiempo libre de sobra, y de pronto me surgió ésta idea y tenía que escribirla! El título del fanfic está basado en la canción Overload de Bastille (sí, una vez más xD), pero los capítulos tendrán su propio nombre y no serán influenciados por los lyrics de la canción. En serio espero y les guste éste nuevo experimento! Van a haber un poco más de OC's que en Torn Apart, pero trataré de no profundizar mucho en ellos. Con todo eso aclarado, aquí está el capítulo 1! La extensión aún no lo sé, pero es mejor si puede llegar a ser larga. Éste fanfic va a tener un poco más de drama, puesto que en el summary ya se podrán dar cuenta de que Dom se une a la fiesta, o sea que Sam y Baird no la tendrán fácil…, o tal vez Dom y Sam 7u7. Bien, perdón por la nota de autor tan larga, sin más qué decir, disfrútenlo!

-StormerHere

Capítulo 1 - Waking Up

Cuando abrió los ojos, lo único que pudo ver a su alrededor era fuego. Las llamas danzaban, reflejándose en sus pupilas mientras él trataba de asimilar todo aquello que estaba presenciando. Se sentía mareado, nauseabundo. Algún extraño líquido bajaba por su sien izquierda y le provocaba cosquillas en la mejilla. Su visión estaba borrosa; lo único que podía ver era una extraña mezcla de amarillo y naranja, pero todo se confirmó cuando pudo ser más consciente de a lo que su piel se estaba sometiendo. El calor era infernal, podía sentir las llamas queriendo derretir su cuerpo de una forma salvaje y perversa. Suprimió un grito de dolor cuando intentó enderezarse un poco. Sus extremidades dolían como jamás lo habían hecho. No podía mover su pierna izquierda, y su corazón comenzó a latir con fuerza mientras gotas de sudor bajaban desde su frente hasta su barbilla. Un ataque de tos comenzó a invadirlo, sacando sangre por su boca y manchando sus dientes. Se sentía tan impotente, y sabía que iba a morir en cuanto las llamas lograran alcanzar su frágil y vulnerable figura. Varias lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas, haciendo mezclándose con el sudor y la sangre que provenía de su sien.

Le dolía todo; su cabeza le palpitaba y podía sentir una presión en la parte trasera de la misma amenazándolo con llevarlo a la oscuridad que aparecía al estar inconsciente, pero aún a pesar de querer permanecer despierto, quería dormir para no poder presenciar su propia muerte, y volver a la misma algo rápido e indoloro. Ningún recuerdo claro venía a su mente, era como si todo lo que alguna vez vivió hubiera sido eliminado de su cerebro y remplazado con el miedo y nostalgia que sentía tras ver cómo su inminente muerte se acercaba más a él. Siguió llorando en silencio, el dolor en su cabeza aumentando y las lágrimas volviendo su visión más borrosa aún. Sintió de pronto mucho sueño, lo único que quería era permanecer acostado y cerrar sus ojos para poder dormir.

Un miedo lo envolvió por completo cuando un pensamiento se formó en su mente. Tal vez si cerraba sus ojos ya jamás los volvería a abrir de nuevo. Suspiró, sintiendo más cansancio y sueño recorrer su cuerpo con libertad hasta que finalmente cerró sus ojos, dejándose sumergir en la inminente oscuridad.


Tiempo después, despertó. No sabía cuánto tiempo había estado dormido, pero cuando abrió sus ojos sintió como si no hubiera dormido en años. Tosió ligeramente, y una vez más su visión estaba borrosa. Movió su rostro a la derecha, escuchando voces distantes que no pudo entender. Todo su cuerpo le dolía. Intentó mover su pierna una vez más: no pudo. Entonces empezó a respirar erráticamente, teniendo un ataque de pánico. De pronto apareció en su vista algo que parecía ser amarillo, blanco y negro. Frunció el entrecejo al ver los extraños colores proyectándose ante él, dudoso y curioso por saber qué era ese objeto que se movía con semejante rapidez. Sus ojos comenzaron a cerrarse inconscientemente, sentía su piel quemar en cualquier lugar que lo tocaran. Las voces que antes escuchaba se volvieron más intensas, tal vez estaban llamándolo, pero no podía estar seguro de ello. Parpadeó lentamente para poder tener una imagen clara de lo que se presentaba ante sus ojos pero fue inútil; volvió a cerrar sus ojos y cayó una vez más en un profundo sueño.


Baird no sabía qué decir cuando Sam se acercó a él y le compró voluntariamente un trago. Era algo… inesperado. Últimamente había visto a Samantha comportarse de una forma más afectiva de lo normal, y aunque en algún momento de la historia entre ellos él había rechazado su trago y su invitación de jugar un estúpido juego de mesa —o algo así, no era como si a Baird le importara en ese entonces—, ahora aceptaba gustoso ese trago que la pelinegra le tendía. Había pasado un año desde que la guerra había terminado, pero todos aún sentían como si hubiera sido ayer. Damon recordaba con cierto orgullo cuando vio caer el cuerpo inerte de Myrrah después de que Marcus le encajara el cuchillo de Dom directo en el corazón. Estaba seguro de que ese momento sería recordado hasta el final de los tiempos, y no le molestaba en lo absoluto salir en los libros de historia que en algún futuro se escribirían para la educación. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la conocida voz de su compañera de equipo.

—¿Algo en tu mente? —preguntó, saboreando el alcohol mientras bajaba por su garganta y le raspaba ligeramente. Baird sonrió, bebiendo un sorbo del trago que Samantha le había dado.

—Sólo preguntándome desde cuándo Samantha Byrne es amable conmigo —ella rió, arqueando ambas cejas.

—Siempre hay una primera vez, ¿no? —Baird asintió en silencio con una inevitable sonrisa plasmada en su rostro. Aunque odiara admitirlo —y vaya que lo odiaba— no encontraba la compañía de la pelinegra para nada incómoda. Era cierto que Damon no era muy conversador, y cuando lo era simplemente lo hacía para quejarse de todo lo que le rodeaba o para presumir sus grandes habilidades de mecánico, pero ahora que la guerra había llegado a su fin se sentía más relajado y menos a la defensiva. Una plática con una de sus compañeras Gear no tenía nada de malo, ¿verdad?

Siguieron tomando de sus bebidas, seguido de tomar otras y continuar platicando vagamente. Hubo un instante en que la atmósfera se volvió densa y taciturna, pues Damon tuvo la gran idea de mencionar a Dom, y a pesar de que había pasado más de un año desde su muerte, aún dolía. Dolía porque Dominic definitivamente no merecía una muerte tan inhumana a pesar de haber sido rápida. Baird notó como la pelinegra mordió su labio inferior y bajó el rostro ante la mención del nombre. Le pareció curioso obtener esa reacción.

—En verdad me gustaría que Dom estuviera aún con nosotros —Samantha murmuró dejando que un suspiro abandonara sus labios—, quiero decir, no lo conocí profundamente como tal vez tú o Marcus lo conocieron, pero lo poco que conviví con él fue suficiente para darme cuenta de qué clase de persona era.

Damon asintió. Era cierto. Recordaba que en un principio Santiago no le agradaba en lo absoluto, y que cuando supo que iba a estar con él y con Marcus en el mismo equipo pensó que Delta era una bomba de tiempo y que tarde o temprano uno de los tres explotaría, sin contar a Cole por supuesto. Aún así, con el paso de los años, Baird tomó cierto aprecio hacia Dominic, y viceversa, hasta el punto en el que ambos soldados se consideraron buenos amigos. Por eso, cuando bajó de ese Raven y se encontró con Marcus comunicándole que Dom había muerto, fue doloroso. Recordó haberse quedado paralizado y simplemente haber escuchado cómo Cole maldecía a los causantes de su muerte. Se había quedado paralizado porque siempre había pensado que Delta era invencible. Tristemente, se había equivocado.

—Es una pena lo que pasó —Damon comenzó a hablar después de beber un poco—, pero si no hubiera pasado tal vez todos ustedes estarían muertos ahora.

Samantha suspiró tristemente.

—Supongo que tienes razón.

Después de eso, decidieron dejar el tema de lado y pasar a una nueva conversación. Damon no estaba seguro de cuál era la relación que Sam y Dom habían tenido, pero podía ver el dolor en los ojos azabaches de la pelinegra, y ciertamente no quería arruinar el momento. Con un simple encogimiento de hombros, Baird comenzó a hablar sobre lo molesto que era tener a Hoffman pisándole los talones a todo el mundo, y escuchando una risa de parte de Sam tras escuchar su comentario, no pudo evitar sentirse orgulloso de sí mismo y acompañar a su compañera en su risa.


Le dolía absolutamente todo. Sentía cada una de sus extremidades entumecidas y adoloridas, y no pudo evitar que un quejido de dolor escapara de sus labios cuando trató de mover su cabeza. Al momento de abrir sus ojos, lo único que pudo ver fue colores borrosos, en especial el azul y el blanco. Parpadeó múltiples veces tratando de adaptar sus ojos al ambiente, aunque fue algo inútil. Sentía algo ceñirle la punta de su nariz y alrededor de su boca. ¿Qué demonios estaba pasando?, ¿dónde estaba?

De pronto, empezó a sentir su boca extremadamente seca. Como si no hubiera tomado líquidos en meses. Abrió su boca tratando de pedir por agua a cualquiera que lo pudiera escuchar, pero ningún sonido salió de sus labios, y su necesidad por algún líquido se incrementó hasta el punto de sentir que se volvería loco. Con mucho esfuerzo levantó su brazo para poder retirarse lo que parecía ser una mascarilla de oxígeno. La sujetó con sus manos y cuando trató de aventarla hacia un lado se dio cuenta de que estaba sujeta alrededor de su cuello. Perfecto, pensó. Con la mascarilla colgando debajo de su barbilla, apoyó ambas manos en sus costados, sintiendo la superficie de la cama bajo sus palmas. Suspirando profundamente, puso toda su fuerza para poder sentarse sobre el viejo colchón, frunciendo el entrecejo y mordiendo su labio inferior al sentir el dolor partir desde sus extremidades hasta su cerebro. No sabía qué demonios estaba ocurriendo ni qué día era, lo único que deseaba era lograr conseguir agua.

Ignorando todo posible dolor, se enderezó lo suficiente hasta poderse sentar sobre la orilla de la cama. Sintió el sudor hacerse presente en su frente y en sus manos y su respiración volverse errática mientras su cuerpo se sometía a un asfixiante cansancio. Inhaló y exhaló grandes bocanadas de aire tratando de tranquilizarse, acostumbrando a sus brazos al movimiento. Ahora con su visión más clara, miró a su alrededor. Se encontraba en una habitación con paredes azul claro y el techo de color blanco. No había nada en las paredes más que tres cuadros colgando de ellas y un reloj detenido y probablemente descompuesto marcando las cinco horas con cuarenta minutos. Llevaba una extraña ropa puesta; era una licra color blanca debajo de una bata del mismo color, sólo que con rayas azul claro a lo largo de la misma. En la habitación no había ventana alguna, simplemente una puerta café enfrente de la cama en la que estaba sentado y otra puerta de color blanco en el rincón del cuarto.

Suspirando con determinación, apoyó sus piernas en el piso, notando cómo temblaban. Cuando trató de levantarse, un dolor con el que ya estaba familiarizado volvió a aparecer en su cuerpo. Cerró los ojos y siguió intentando alzarse. Sus piernas poco a poco parecieron adaptarse al cambio de movimiento hasta que finalmente pudo mantenerse en pie. Se quedó unos instantes probando su equilibrio, el cual para su desgracia no era muy bueno. Cojeando, se encaminó con pasos lentos y pausados hacia la puerta de color blanco. Hubo momentos en los que sintió que se iba a desplomar en el suelo. Necesitaba urgentemente algo de agua. Siguió caminando a su ritmo hasta que logró sujetar la manija de la puerta, girándola y abriendo la misma con exagerada lentitud. Lo que vio no le pareció un gran hallazgo. Pudo ver varias cosas de mantenimiento empolvadas aún a pesar de que el pequeño espacio estaba completamente a oscuras. Tras examinar con su vista la habitación y confirmar que ahí no había nada interesante, cerró la puerta, sintiéndose sumamente cansado y queriendo regresar a la cama.

A medio camino, escuchó algo que hizo que se detuviera. Giró su rostro hacia la puerta de madera cuando pudo escuchar una voz del otro lado de la misma. No pudo entender bien lo que decía, pero esperaba que no tuviera que escapar por su vida. Lo dudaba enormemente, pero los civiles siempre habían sido un dolor de cabeza. Su mirada quedó centrada en la puerta café, esperando cualquier movimiento hasta que pudo ver cómo la manija giraba, seguido de que la puerta se abriera. Visualizó a un hombre con cabello rubio, piel blanca y ojos color miel que se ampliaron enormemente cuando lo vieron de pie en medio de la habitación.

—¡Oh dios mío, es cierto! —el hombre empujó la puerta, abriéndola completamente y acercándose con rapidez hacia él. No pudo evitar sentirse ligeramente intimidado por la emoción que aquél desconocido sentía—. No puede ser, ¡en serio despertaste!

—¿Se suponía que no debía de hacerlo? —preguntó, su voz sonando seca y rasposa. Instantáneamente recordó cuánto necesitaba de agua. El hombre lo tomó del brazo y sin tratar de zafarse de su agarre, fue guiado por él hasta la cama, donde tomó asiento en la orilla de la misma. El desconocido sonreía de oreja a oreja. Llevaba una chaqueta café puesta y unos vaqueros negros, su ropa estaba impecable, haciéndole dudar si en verdad era un civil.

—¡Esto es magnífico! —exclamó, emocionado. No sabía cómo reaccionar ante el júbilo que aquél desconocido irradiaba. Lo miró con extrañeza—. ¿Cómo te sientes? —preguntó al momento de sacar algo del bolsillo de sus vaqueros. Cerró sus ojos cuando una luz cegadora apareció frente a él. Un quejido salió de su boca—. Lo siento, lo siento. Olvidé que podrías estar algo...bueno, sensible —una risita nerviosa salió del desconocido. Con cuidado y avisándole antes, volvió a encender la pequeña luz, examinando sus ojos. Cuando terminó su breve examen pareció lucir sumamente satisfecho.

—¿Feliz de dejarme casi ciego? —preguntó entre dientes. El desconocido rio enérgicamente, dándole una palmada en el hombro. Después de eso extendió su mano hacia el hombre que tenía enfrente.

—Mi nombre es Matthew Ross —dijo con una sonrisa formada en sus labios—. Te ruego que entiendas mi entusiasmo. He esperado conocerte desde hace ya un tiempo —el hombre frente a él, a pesar de tener ambas cejas arqueadas mostrando su confusión, le tendió la mano y ambos la sacudieron.

—Dominic Santiago —un suspiro lleno de satisfacción escapó de la boca de Matthew en cuanto Dom se presentó—. Esto ha sido halagador, pero en serio necesito que me des un poco de agua.

—¡Oh, por supuesto! Espera un segundo, ya vuelvo —y apresuradamente salió de la habitación, sus pasos volviéndose cada vez más lejanos. Dom estaba completamente confundido, ¿qué demonios le pasaba a ese sujeto? Era como si fuera una gran revelación que Santiago despertara. Se preguntó mentalmente cuánto tiempo había estado durmiendo. Momentos después, Matthew volvió a entrar al cuarto con una botella de agua a la mitad. Se la tendió a Dom, quien rápidamente la abrió y permitió que un suspiro lleno de placer escapara de su boca al momento en el que el líquido bajó por su garganta. Se terminó el agua en menos de lo que Matthew esperaba.

—¿No tienes más, Matthew? —Dom cuestionó con su voz notoriamente menos rasposa que antes. El hombre se encogió de hombros.

—Fue lo único que pude conseguir; prometo que te daré más en cuanto te explique todo lo que pasó. Supongo que te interesará saber tu historia —Dominic asintió en silencio, sus ojos perdidos en el vacío—. Ah, y por cierto, llámame Matt.

Al escuchar eso, el Gear sonrió con suavidad.

—Dom —Matthew sonrió de igual forma y tomó la botella de agua ya vacía de las manos de Santiago—. Y entonces... Matt, ¿qué demonios pasó? —el hombre suspiró y se cruzó de brazos, mordiendo su labio inferior.

—Sé que tal vez sea algo sorprendente de escuchar, pero trataré de ser lo más gentil posible —Matthew suspiró, buscando las palabras exactas—. Estuviste en coma por un año.

Dom dejó que una risa incrédula escapara de su boca. ¿Él? ¿En coma? Por supuesto. Justo cuando iba a hacer un comentario sobre la supuesta broma de Matthew, pudo ver sus ojos y vio la seriedad que adornaba sus facciones, y en ese instante se dio cuenta de que no era mentira. Su sonrisa se desvaneció y entonces todo comenzó a volver a él. Marcus, Sam, Anya, Mercy. Pudo ver fuego a su alrededor y entonces el sudor comenzó a aparecer en su frente. Escuchó la explosión, Marcus hablando por el intercomunicador, pidiéndolo que se detuviera. Se puso de pie abruptamente ignorando el dolor que sintió recorrer su cuerpo, sujetando a Matthew de la chaqueta, quien dejó escapar un quejido sorpresivo.

—¿Dónde está? —su respiración se volvió a alterar. Al ver la confundida mirada de Matt en él siguió preguntando—, ¿dónde está Marcus? ¿Dónde está Sam? ¿Qué me pasó? —las manos de Matthew empujaron a Dom, quien aterrizó en la cama. Era obvio que ahora era más débil que toda persona en el planeta. Trató de tranquilizarse respirando hondamente, sus ojos perdidos en el vacío.

—Escucha, sé que debe ser algo... impresionante de escuchar, pero cuando te encontramos estabas solo —Matthew explicó lentamente, tratando de tranquilizar a Dom—. No conozco a Marcus ni a Sam, y estabas en Mercy. Por suerte el fuego no te tocó directamente, pero aún así tenías heridas muy graves.

Dom tenía la boca ligeramente abierta en forma de 'o', sus ojos amplios y su respiración errática. Su pecho se elevaba y volvía a bajar constantemente, tenía una mano puesta sobre su corazón. Creía que podía darle un ataque de pánico en cualquier momento.

—Entonces... entonces, ¿he estado muerto para ellos por... por un año? —era lógico pensarlo. Se sentía extremadamente confundido y todo a su alrededor le daba vueltas. Subió su mirada sólo para ver a Matthew asentir en silencio. Dom se quedó sin aliento al ver la confirmación, cerrando sus ojos mientras un quejido escapaba de sus labios. Muerto para sus amigos, para Delta, para su hermano. Muerto para todo aquél que alguna vez lo apreció o se interesó en él. Muerto para... Sam. No supo porqué, pero el hecho de pensar que Samantha creía que él estaba muerto fue el más doloroso pensamiento. Arqueó ambas cejas, tragando con fuerza.

—Tengo que regresar —al principio fue un susurro, su suave voz perdiéndose en el espacio. Después, la gravedad del asunto lo bañó como un balde de agua fría—. ¡Tengo que regresar! —exclamó de pronto, poniéndose de pie y sintiendo sus ojos ligeramente humedecidos, acercándose una vez más hacia Matthew—. No puedo quedarme aquí, tengo que irme —dio dos pasos hacia la puerta, cuando de pronto, Matt se puso frente a él, obstruyéndole el paso. Dom quiso apartarlo de un golpe, pero sabía que no tenía la fuerza suficiente para hacer eso—. Escucha, gracias por mantenerme vivo todo éste tiempo, pero tienes que dejarme ir con mis amigos.

—Y lo hare, Dom, créeme —Matthew trató de ser razonable—. Sólo necesito examinarte un poco para que vea si todos tus signos vitales están bien y si estás listo para viajar. Estamos a dos días de Mercy en coche, no estás en estado de poder viajar tanto.

—¡Ah, por favor! —Dom exclamó, poniendo los ojos en blanco. Quiso argumentar en contra pero bien sabía que Matt tenía razón—. ¿Dónde tienen mi armadura?

Matthew se quedó pensativo unos momentos.

—Cuando la quitamos de tu cuerpo nos dimos cuenta que estaba, bueno, muy dañada —Matt explicó, soltando una nerviosa risa—. Nuestro mecánico ha estado haciendo lo imposible estos últimos meses para poder arreglarla, espero que no te moleste —las facciones de Dom se suavizaron, entendiendo que esos civiles por alguna extraña razón habían hecho demasiadas cosas buenas por él. Asintió lentamente, volviendo a sentarse en la cama—. Te traeré ropa y un poco más de agua. En un segundo vendrá Rachel, es muy buena cortando el pelo, y supongo que preferirías quitarte eso —con su dedo índice, Matthew señaló la barba de Dom, la cual estaba esponjada y evidentemente más larga que antes. Santiago volvió a asentir viendo cómo Matthew le sonreía y se dirigía hacia salida, marchándose de la habitación, dejando a Dom con sus pensamientos como única compañía.


Por muy extraño que sonara, Baird se vio inmerso en la conversación dela pelinegra minutos antes de decidir que era tiempo de regresar a sus habitaciones para descansar un poco. Fue inclusive algo molesto abandonar su conversación, pero el cansancio se había hecho presente en su cuerpo y le rogaba por ir a la cama. Había seguido sus necesidades y ahora se encontraba en su habitación, tratando de conciliar el sueño mientras veía con vago interés el techo que se erguía sobre él. Se sorprendió ligeramente cuando cerró los ojos y una imagen de la pelinegra se proyectó en su mente. Habían charlado de todo y de nada en el bar, y había sido cómodo platicar con ella de una forma que jamás creyó que fuera posible. Por alguna extraña razón se sentía feliz y satisfecho.

Soltó una risa cansada, dándose la vuelta y escondiendo su rostro en la almohada.

Tal vez el día siguiente era su turno de comprarle un par de tragos a Sam.

Qué les ha parecido? Espero en serio que les haya gustado! Matthew Ross fue inspirado por el Dr. Carlisle Cullen de la saga de Crepúsculo, pero un poco más joven y menos pálido. No pregunten por qué vi la saga de Crepúsculo, pero en cuanto vi a Carlisle me enamoré de él xD, y de ahí nació Matthew Ross. Espero y le haya agradado el OC, y nos vemos en el próximo capítulo! Muchas gracias a mi Beta Jhezz que ha regresado para apoyarme *corazón* y que me ha ayudado en éste capítulo! En serio, gracias:) . Bien, eso es todo. Bye, bye!