Capítulo 1: El despertar.
Perla hundió el pico en la suave cama de su nido y un olor familiar la golpeó de inmediato: un abrumador desconsuelo le cerró el estómago y le partió el corazón. Le subió un hormigueo por el cogote y más tarde se formó un nudo en su garganta que amenazó con asfixiarla. Entró en pánico. Aparte del leve murmullo del aire frío y de los ocasionales gemidos del agua fluyendo por el suelo por la reciente tormenta, en el nido reinaba el silencio total. Estaba sola. Tuvo una arcada de bilis y rápidamente la escupió fuera de su garganta.
Blu se había ido y jamás regresaría. Ésa era la cruel realidad. Nunca volvería a acariciar de suavidad de sus plumas, a intercambiar en secreto una broma con él durante una cena con amigos, a lloriquearle al llegar a casa tras una dura pelea que tuvo con su hija porque necesitaba algo tan simple como un abrazo; nunca volvería a compartir la cama con él, ni la despertarían cada mañana con sus fuertes estornudos, ni reiría con él hasta dolerle la barriga, nunca volverían a discutir sobre a quién le tocaba apagar la luz cuando estaban en el hábitat artificial de Tulio. Lo único que le quedaba eran un grupo de recuerdos y una foto de él, que cada día iba cayendo aún más en el olvido.
Su plan había sido muy fácil: pasar juntos el resto de sus vidas. Un plan que todos consideraban el mejor. Nadie dudaba de que fueran grandes amigos, amantes y almas gemelas destinadas a estar juntas. Pero dio la casualidad de que un día el destino cambió de parecer.
El final había llegado demasiado pronto. Después de quejarse de una migraña durante varios días, Blu se avino a seguir el consejo de Perla y fue a ver a Tulio. Lo hizo un viernes, aprovechando la hora del almuerzo. El doctor pensó que el dolor de cabeza se debía al estrés o al cansancio y aventuró que en el peor de los casos quizás debería revisarle los ojos. A Blu no le gustaba como sonaba aquello. Le molestaba la idea de tener que hacerse un experimento en los ojos. No debería haberse preocupado, pues resultó que su problema no residía en los ojos, sino en las heridas que sufrieron sus órganos vitales luego de intentar suicidarse.
Perla dio un largo bostezo y, temblando por lo frío que estaba el suelo, se puso de pie. Blu sólo tenía veinticinco años. Ni mucho menos había sido el muchacho más sano de la Tierra, pero gozaba de la suficiente salud para… bueno, para llevar una vida feliz. Cuando ya estaba muy enfermo, bromeaba a propósito de haber vivido con demasiada prudencia. Debería haber salido más de casa, haber bebido más y haber realizado largos viajes de vacaciones con su familia… y no les digo más, porque la lista aún sigue. Aunque él se riera de todo eso, Perla veía pesar y arrepentimiento en sus ojos. Arrepentimiento por las cosas para las que nunca había sabido tener tiempo, los lugares que nunca había visitado, y pesar por la pérdida de experiencias futuras. ¿Acaso lamentaba la vida que había llevado con ella? Perla jamás dudo de que la amara, pero temía que tuviera la impresión de haber desperdiciado un tiempo precioso.
Hacerse mayores era algo que Blu y Perla querían evitar a toda costa, pero con el tiempo todos tienen que envejecer.
Perla vagaba de un lado a otro mientras sorbía lágrimas saladas. Tenía los ojos enrojecidos e irritados y la noche parecía no tener fin. Ningún lugar en la casa le proporcionaba el menor consuelo. Los rincones que contemplaba sólo le devolvían silencios. Anheló que las ramas abrieran sus brazos hacia ella, pero tampoco se dieron por aludidos.
A Blu no le hubiese gustado nada de esto. Exhaló un hondo suspiro, se secó las lágrimas y procuró recuperar el sentido común. No, a Blu no le hubiese gustado en absoluto.
Igual que todas las noches durante las últimas semanas, Perla se sumió en un profundo sueño poco antes del alba. Cada día despertaba incómodamente recostada en un lugar distinto; hoy le toco una rama de un árbol ajeno. Una vez más, una voz femenina interrumpió sus agonizantes pensamientos.
"¿Qué pasa?" – contestó adormilada. Tenía la voz ronda de tanto llorar, pero ya hacía bastante tiempo que no se molestaba en disimular. Su mejor amigo se había ido para siempre y nadie parecía comprender que ninguna cantidad de alegría o aire fresco iba a llenar el vacío de su corazón.
"Oh, perdona, linda, ¿te he despertado?" – preguntó la voz inquieta de su madre.
Desde que los padres de Perla habían aparecido, siempre tenían la misma conversación. Cada mañana su madre la visitaba para ver si no se había suicidado o si había sobrevivido a la eterna noche de la soledad. Siempre tenía miedo de despertarla y, no obstante, aliviada al oírla respirar; a salvo al constatar de que su amiga se había enfrentado a los fantasmas nocturnos.
"No, sólo estaba durmiendo, no te preocupes" – siempre con la misma respuesta.
"Karen y Lisandro han salido a dar un paseo y estaban pensando en ti, cielo"
¿Por qué aquella voz tranquilizadora y comprensiva conseguía siempre que se le saltaran las lágrimas? Imaginaba el rostro preocupado de sus amigos, sus ceños fruncidos y sus frentes arrugadas por la inquietud. Pero no eso sosegaba a Perla. En realidad hacía que recordara por qué estaban preocupados y que no debían estarlo, o al menos eso creía ella. Todo tendría que ser normal. Blu debería estar allí junto a ella, poniendo su mirada tonta e intentando hacerla reír mientras sus padres los miraban con rostros serios, pues pasa que Blu no le caía bien a su padre, él decía que era un irresponsable y su madre decía que era un muchacho encantador. Un sinfín de veces Perla tenía que tapar su pico para evitar reír en medio de la charla. Entonces Blu seguía la charla mientras Perla daba saltitos a su alrededor, haciendo muecas y bailes atrevidos para captar su atención, cosa que muchas veces conseguía, y, para su suerte, cada vez que captaba su atención terminaban haciendo el amor en la cama.
Siguió conversando con su madre contestando siempre con monosílabos , oyendo sin importarle nada.
"Es un día precioso, Perla. Te sentaría muy bien salir a dar un paseo. Respirar un poco de aire fresco"
"Sí… Supongo que sí…" – otra vez el aire fresco, la supuesta solución a sus problemas.
"Igual, pasaré por aquí más tarde para charlar un rato"
"No, gracias, mamá. Estoy bien"
Se hizo el silencio.
"Bueno, de acuerdo… Ve a visitarme si cambias de idea, estoy libre todo el día"
"De acuerdo"
Otro silencio.
"Gracias de todos modos" – agregó Perla esforzándose en sonreír.
"De nada. En fin… cuídate, hija"
"Lo haré"
Perla estaba por marcharse, pero escuchó la voz de su madre otra vez:
"Ah, Perla, por poco lo olvido"
"¿Qué pasa?"
"Mi nieto, Lisandro, me habló sobre un sobre que había dejado su padre, todos pensamos que es para ti, lo digo por si quieres recogerlo"
"Lo dudo mucho. Lo más probable es que esté diciéndome cuanto me odia"
"No, me parece que no es eso, cariño, creo que es para decirte algo muy especial"
Perla dejó caer su mirada.
Aquí termina este capítulo…
No tengo nada que comentar.
Un saludo, gracias por leer.
Send me a Review please xD!
PD: a todas esas personas que leen mi historia y que no están registradas en la gran comunidad de Fanfiction, les invito con gran amabilidad a que se registren y hagan Fics de RIO o lo que deseen, sé que al principio se preguntarán "¿Y si mis historias no son buenas?" No pasa nada, nadie es perfecto y les aseguro que cuando yo me registré hace varios meses me estaba preguntando lo mismo, y ahora mírenme, me va bien, vamos damas y caballeros, les pido con amabilidad que se registren y ayuden a Fanfiction a alimentar sus secciones de RIO y/o de otras películas, series, libros, etc.
Zir Agron OUT!
A los Fans de RIO recomiendo que entren al RIO Forum Play Roll, allí podrás crear a tu propio personaje y tener una maravillosa aventura junto a los demás personajes de otros usuarios… lo recomiendo mucho =D!
REVIEW REVIEW REVIEW!
¿Ven ese botón ahí abajo que dice "Review"? ¿Sí? ¡Pincha ese botón y escribe! :D
¿Te ha gustado la historia? ¡Entonces comenta!
Saludos desde Argentina.
