Disclaimer: Fairy Tail y sus personajes son propiedad de Hiro Mashima.
Una nota útil: La época en la que está ambientada esta historia está INSPIRADA en la serie The Musketeers de la bbc (digamos siglo XVII-XVIII) para que puedan darse una idea de la vestimenta de los personajes. Siendo un AU me he tomado libertades artísticas, y si bien la historia se desarrollará coherente a su tiempo, puede que en ocasiones existan pequeños detalles que no vayan muy acordes a la época.
Muchas gracias por leer.
Aullido a media noche
por Coppelia Redfox
Prólogo. Muerte
Medianoche y la oscuridad reinaba en el bosque que rodeaba al pueblo de magnolia, una noche anormalmente fría, misteriosamente silenciosa y envuelta en una tranquilidad demasiado profunda como para poderlo creer. Una tranquilidad inquietante para los sentidos atentos que podían predecir el peligro inminente que se ocultaba en las entrañas de un bosque que era conocido por ser misterioso y salvaje. La niebla había descendido desde las grandes montañas y serpenteaba por entre los imponentes árboles, densa, precisa, ocultando en ella cuerpos y espíritus que se movían como sombras difusas, seres que buscaban ocultarse de los ojos de aquellos lo suficientemente atentos para descubrirlos. Y en cielo como si también presintiera la tragedia, la luna buscaba esconderse entre las nubes, evitando presenciar los terrores que estaban por acontecer en las profundidades del bosque.
Medianoche y la oscuridad caía sobre el bosque. Y a lo lejos un aullido finalmente rompió el silencio.
Él corría desesperadamente, con todos sus sentidos atentos y sintiendo que sus pisadas nerviosas y torpes delataban su presencia, aunque en realidad estas apenas y hacían un suave murmullo al caer firmes sobre la tierra y las ramas mientras a travesaba la espesura del bosque. Las lágrimas nublaban su vista luchando ferozmente por salir pero él no podía permitirse ser débil, no cuando todo lo que estaba sucediendo había sido su culpa. Se había alejado de casa debido a un berrinche, una tontería causada meramente por su terquedad y su orgullo. No se dignó a volver la mirada a pesar de que su padre le advirtió que no debía salir. Por su mente nunca pasó la posibilidad de que algo malo podría pasarle por alejarse, siempre lo hacía. Y menos aun pensó que su padre iría a buscarlo, después de todo nunca lo hacía, era él quien siempre terminaba regresando con la mirada baja y el orgullo algo herido ¿Por qué esta noche sería diferente?
No lo pensó hasta que sintió una inquietud que inundó su alma cuando un grito resonó por el bosque e inundó cada uno de sus sentidos, estremeciendo dentro de lo más profundo de su corazón, revelándole las consecuencias de sus actos al tiempo que, resonando en sus tímpanos, un aullido profundo y salvaje logró hacerlo correr de vuelta con su padre. El vaho de su respiración agitada se entremezclaba con la niebla, ya no prestaba atención a su alrededor lo único que deseaba era llegar a tiempo y no ser descubierto, se dejó guiar por sus sentidos, por la adrenalina que parecía carcomer sus venas, paso a paso, pisada a pisada en un camino que le resultaba eterno.
Se maldijo por haberse alejado tanto, se obligó a resistir, a seguir corriendo a pesar de que su cuerpo comenzaba a dolerle. Cuando escuchó de nuevo ese par de sonidos que rompieron el silencio, se detuvo, un aullido y un grito desgarrador. Su corazón latió con furia y fue entonces cuando lo vio, herido de muerte sangrando en el suelo, corrió a su lado sin ser dueño de su cuerpo, guiado por el miedo y el arrepentimiento, no, no podía ser verdad, él no podía estar muerto, esa cosa que se escondía hábilmente en el bosque no podía haberlo matado. No a él, no a Metalicana.
-¡Papá! Vamos levántate hay que irnos vamos levántate- le dijo moviéndolo frénicamente, colándose bajo una de las poderosas patas del lobo que yacía en el suelo, intentando en vano ayudarlo a ponerse en pie.
-¡¿Por qué regresaste?! ¡Lárgate mocoso!- fue la respuesta severa que Gajeel recibió, el cachorro de brillante pelaje negro fijó sus grandes ojos rojos en aquel lobo, con confusión, con miedo, no podía creer lo que veía, no quería creer que el gran Metalicana, que alguien tan poderoso como su padre, se encontrase ahora derrumbado con su pelaje gris plata manchado de color carmesí como prueba de lo que sería inevitable.
-No voy a dejarte aquí bola de pelos- lo enfrentó llamándolo por aquel mote despectivo que siempre usaba cuando se sentía fastidiado, aunque su voz sonó más como un lamento, como una súplica herida e inútil, cerró los ojos intentando contener las lágrimas, intentando ser valiente, sintió la cálida caricia de su padre sobre su cabeza, un lengüetazo que no le daba desde que le habían brotado sus primeros dientes, se estaba despidiendo, lo sabía.
-Vete, el rastro de sangre atraerá a los demás, viajan y atacan en grupo si te quedas aquí te mataran- le dijo él con voz trémula, Gajeel se negó a creerlo pero entonces los vio, vio a aquellas bestias crueles de mirada aguda y asesina, esas bestias que los cazaban, bestias de dos patas con las que lamentablemente compartía parte de su sangre. Humanos. Se pegó a su padre en un acto de valiente debilidad y afiló la mirada dispuesto a atacar, a no abandonarlo, Metalicana gruñó y con una de sus poderosas patas lo empujó de su lado y lo miró a los ojos.
–Vete y no mires atrás, te daré tiempo- fue la sentencia final. Una sentencia a la que Gajeel no podía apelar.
El lobezno se puso de pie murmurando un "Volveré" mientras se alejaba de quien fuese su único protector a pesar de que no era lo que deseaba. Dolía, dolía demasiado porque en el fondo sabía que iba a perderlo y aunque huir no era algo que le gustase, lo hizo, la mirada severa de su padre al darle tal orden le había dejado en claro que no tenía opción, que debía correr, esconderse y ponerse a salvo, después de todo ¿Qué podía hacer alguien de su corta talla y edad? Nada, era tan solo un lobezno testarudo y brusco, no podía hacer absolutamente nada más que rogar que ambos pudieran ponerse a salvo y reencontrarse.
Se alejó corriendo mientras que de reojo vio como su padre se levantaba para defenderse con lo que le quedaba de fuerza, empecinado a no dejarse matar tan fácilmente. Con la mirada cubierta de lágrimas y el corazón roto, Gajeel corrió sin mirar atrás y entonces cuando se encontró lo suficientemente apartado y oculto de los cazadores, escuchó un aullido, primero doloroso y finalmente suave y nostálgico que se perdió entre el aire y el silencio helado. Una despedida.
Más de media noche y la oscuridad reinaba en el bosque que rodeaba a la ciudad de magnolia, una noche fría más de normal, una noche silenciosa y en el cielo, la luna se tiñó de rojo.
Cuando Gajeel abrió los ojos creyó que todo había sido una pesadilla, no fue hasta que vio y olió la sangre que supo que todo había sido verdad, que lo había perdido. No supo cómo o cuando fue que volvió siguiendo el rastro de su padre, no podía recordar que fue lo que sintió al ver el cuerpo de Metalicana ensangrentado y decapitado en el suelo y menos aún podía recordar cuanto tiempo llevaba oculto bajo de este, acurrucado entre el pelaje gris ahora de opacada belleza debido a la sangre seca y a la nieve. Lo único que pasaba por su mente era, miedo, ira, frustración. Cuidadosamente salió de debajo del cuerpo de su padre, lo empujo suavemente con su hocico como si esperase que mágicamente reviviera aunque sabía que era imposible, lo miró esperando oír un regaño, recibir un zarpazo, anheló con todo su ser notar algo, pero no había nada. Se arrepintió y tras disculparse silenciosamente, Gajeel hizo lo único que le quedaba por hacer, irse.
No supo por cuánto tiempo caminó sin rumbo, ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ya no le quedaban fuerzas, el mundo se había convertido en un agujero descolorido, insípido y cruel, carente de todo sentido y solitario, quería dejarse morir, quería olvidarse de todo. El lobezno se derrumbo en la nieve, agotado y casi muerto en vida, ya no tenía ninguna esperanza.
-Ho…hola- una voz dulce e infantil se hizo sonar.
Gajeel se levantó con brusquedad aunque sus patas débiles le hicieron volver a caer, gruñó, una humana ¿Cómo es que no la había escuchado u olido antes? que idiota. Miró con sus afilados ojos rojos a la criatura que ahora se le acercaba, una niña, una campesina probablemente de unos cinco o seis años y de aspecto humilde, que desprendía un aroma a fresas y a lavanda, ataviada con un vestido andrajoso y unos guantes y botas tan desechos que seguramente no le protegían del frio, en sus manos cargaba con una canasta que era igual de vieja que sus ropas, tenía las mejillas sonrojadas por el choque del aire helado contra su delicada piel, los labios partidos y algo de hollín en la nariz, sin embargo lo que más resaltaba de su vestimenta era una capa roja como la sangre, tan fina y delicada que en contraste con sus demás ropas parecía de un valor inmensurable además de quedarle inusualmente grande. La pequeña se acercó a él mientras rebuscaba algo. Gajeel gruñó de nuevo ¿Iba a matarlo? ¿Alguien tan pequeña como ella ya tenía en la sangre la maldad de los hombres? no podía creerlo, aunque quizá fuese lo mejor, quizá si lo mataba, terminaría su suplicio y pudiera así reunirse con su padre.
–No tengas miedo no te hare daño- habló de nueva cuenta la niña bajándose la capucha de su capa dejando caer un hermoso y peculiar cabello azul.
El lobezno le gruñó con desconfianza, mostrando sus dientes afilados en señal de advertencia. La pequeña retrocedió un poco, pero decidida fijó sus ojos marrones en los ojos rojos que la miraban, intentando transmitir un poco de calma y confianza, de su pequeña canasta, la cual colocó sobre la nieve, buscó y sacó un pedazo de carne de venado fresca, Gajeel sin poderse resistir al aroma, se le acercó desconfiado y reservado olisqueando la carne en busca de veneno o algo peor, pero al no detectar nada de un mordisco brusco le arrebató el trozo, provocando que la pequeña diera un salto y se mirara preocupada los dedos, suspirando de alivio al verlos completos y sin heridas.
-¿Tienes hambre no? Pobrecito te juro que no te haré daño- insistió amable sacando mas carne de entre sus cosas para ofrecerla al lobo, quien a segura distancia la comía mirándola con curiosidad y recelo.
Gajeel no comprendía porque esa pequeña lo ayudaba, no comprendía porque esa mirada tan profunda lo ponía nervioso, pero no era como si fuese a desperdiciar un buen trozo de carne fresca conseguido sin esfuerzo y menos aun tras días sin cazar.
-¡AAAAH!- un grito a sus espaldas provocó que ambos voltearan, una asustada y el otro molesto -¡Levy! ¿Pero qué estás haciendo? ¡Eso es un lobo!- dijo una niña rubia ligeramente mayor quizá por uno o dos años que se había acercado a su compañera para ver qué era lo que la hacía demorarse.
–Shhh, Lucy lo vas a asustar- respondió Levy ignorando por completo el tono utilizado por la rubia, el cual denotaba temor y desaprobación.
-Levy eso no debería preocuparte ¿Te has vuelto loca? su madre seguramente anda por ahí y nos matará si nos ve, no es más que una bestia salvaje vámonos, además nos regañaran si no volvemos con las compras pronto y ya le has dado la mitad de la carne- insistió jalando la capa de la menor quien solamente soltó una risa suave, tierna e infantil.
-Está bien- cedió y miró al lobo que le devolvió una mirada arisca y casi engreída, sacó unos trozos mas de carne y los dejó en el suelo antes de levantarse y sacudirse las ropas –Adiós lobito cuídate- le dijo a Gajeel quien miraba a ambas chicas con molestia, presentando atención a su conversación que se iba perdiendo poco a poco mientras se alejaban
-¿Por qué lo ayudaste Levy? a veces no te comprendo- escuchó la voz de la rubia, Levy soltando un suspiro se cubrió de nuevo la cabeza con la capa roja sin dar respuesta, miró de reojo al lobezno negro que dejaban atrás y como si una parte de ella comprendiera algo que la otra no le sonrió una vez más antes de tomar la mano de la niña rubia murmurando un "Se-cre-to" y seguir por su camino sin mirar atrás.
Gajeel se sorprendió por la mirada y la sonrisa recibida, era como si por una fracción de segundo aquella niña hubiese leído su alma dejando al descubierto todos sus secretos "Humana tonta" pensó dando media vuelta y dejando la carne que le habían ofrecido, no necesitaba ayuda de nadie, sin embargo detuvo sus pasos y miró el camino por el que las dos niñas se habían ido, dio un gruñido y con brusquedad tomó la carne en su hocico y se internó en el bosque sin imaginar que pasarían varios años para se volviera a encontrar con esa pequeña mocosa. Sin saber que ese encuentro cambiaria su vida para siempre.
¡Hola! Pues bien aquí está la primera parte de este fic. Es apenas una pequeña introducción de esta historia la cual espero sea de su agrado. Me encanta Fairy Tail y la pareja de Gajeel y Levy es mi favorita así que finalmente me animé a escribir algo sobre ellos.
Muchas gracias por leer y por dejar sus reviews nos vemos en el siguiente capítulo. :)
