Shingeki no Kyojin no es mío.
Capítulo 0: Tú y tus horripilantes historias.
-Eso no tiene nada que ver contigo. –Los presentes estallaron en carcajadas ante sus palabras.
-Era de esperarse. –Dijo Mike encogiéndose un poco de hombros. Hanji, por otro lado, seguía haciendo un gracioso puchero. –Rivaille siempre ha sido así.
-¡No es justo! –Chillo Hanji.
-¡Es cierto! –Esta vez, y para sorpresa de todos los presentes, Erwin intervino, haciendo un berrinche similar al que hacía Hanji momentos atrás. Levi atinó a mirarlo y, socarronamente, le levantó una ceja; su interminable café, aún posado en su mano izquierda.
-Ugh; no me lo esperaba de usted, Erwin. –Dijo Isabel, fingiendo incomodidad. – Aunque… -Su cara se coloreo casi tanto como su cabello. –También tengo algo de curiosidad…
-Desde que no sean celos, todo estará bien. –Se mofó Farlan a su lado.
Inevitablemente la cara de Isabel comienza a brillar con fuerza, su sonrojo logra extenderse hasta su cuello mientras las risas de los demás presentes aumentan su nerviosismo.
-¡E-eso no es cierto! –Chillo, su rostro sonrojado lograba ser hasta algo adorable. En medio de las carcajadas, Farlan atina a lanzarle un brazo por los hombros, sutilmente pidiéndole que lo perdonara por su broma.
Llegado el punto en que Erwin logra calmarse, limpia una pequeña lagrimilla que escapó del borde de uno de sus azules ojos. Mira a Levi quien solo soltó un par de carcajadas roncas, y lo hostiga a continuar con sus inexpresivas facciones, siendo Levi casi la única persona quien puede leerlo con tan relativa facilidad. Claro, dándose, también, en el caso contrario. Alguna clase de lazo cósmico y años de amistad.
Porque si, Erwin, Hanji y Levi se conocen desde que eran unos amorfos fetos. Claro que no literalmente. Pero si para llegarse a considerar amigos de la infancia.
-Ah. –Suspira exageradamente Rivaille. –Si tanto insisten.
-¡Yay! –Chilla Hanji y, por inercia, todos se acercan un poco más para cerrar la distancia alrededor del protagonista. A excepción de una persona.
El ambiente era realmente ameno, casi como una película vieja de los años 30' o similar a ese raro cuadro que la tía de Levi solía tener en la sala, donde unos cuantos perros fumando, jugaban póker. Generalmente era así cada que el más bajo del grupo volvía de uno de sus constantes y largos viajes.
El hombre apodado como Levi brillaba con una sensualidad casi sobrenatural, bajo la luz de la sala, casi parecía su silueta en un cortometraje a blanco y negro o un hermoso cuadro en carboncillo. De esos hombres, sorprendentemente eróticos, tal como esos actores que trataban de cortejar a Marilyn Monroe hace ara más de 50 años.
Cuando estira su mano para tomar y prender un nuevo cigarrillo, sus dedos destacan, largos, delgados y blancos, contrastando irónicamente con la extensión de su cuerpo. Lo prende y lleva a su boca, sonrisa ladina presente. Un gesto inconscientemente sensual.
-Le Primevère… -Dijo, con un marcado y perfecto acento francés, único en cuyos es este su lengua materna. –Era una mujer hermosa, una diosa. –Y se encogió de hombros. Levi jamás fue de contar las historias de sus amoríos temporales, pero luego de tanta insistencia de sus amigos por ya tantos años, hasta logró hacerlo con un sorprendente gusto y habilidad. Los presentes comenzaron a ansiar que Levi trajera consigo una nueva maravillosa y apasionante historia. Más si era de amoríos. – Estar con ella era más placentero que sidra traída por el mismo Dionisio, joder. Sus facciones, eran casi de una muñeca de porcelana blanca. Sus ojos eran algo grandes, algo verdosos, algo cafés y sorpresivamente expresivos.
-Vaya, suenas a todo un enano enamorado. –Chillo Hanji, absorto en la historia de su joven amigo.
-Posiblemente. –Le dijo, ante la medio atónita mirada de Erwin. Se encogió de hombros y sopló a su ardiente café en leche. –Era natural, era una persona un poco cándida. Irremediablemente, cautivadora. Alguna especie de gato.
Y bebió su café, lento. Sintiendo como el pálido líquido se deslizaba por su tráquea, quemando el interior de su garganta.
-… ¿Tal vez cautivó tu corazón, Levi? –Pregunto Farlan con suspicacia. Nuevamente Levi se había encogido de hombros.
-Cautivo mis deseos más bajos. –Al instante Hanji exagero una risita picara.
-Así que paso… eso. –Afirmó, mirándolo con algo de morbosidad, Isabel al lado de Farlan, se puso un poco roja.
-Digamos que fue algo como: "Fue una mañana de invierno, ellas y sus 21 amores. En la torre más alta y sus dulces caderas, su pequeña cintura algo morbosa". –E hizo una pequeña pausa. –También tenía unas tetas despampanantes. –Agregó haciendo reír nuevamente al grupo.
-Eso suena más como tú. –Chillo Farlan tratando de recordar como respirar.
Levi dio un sorbo más a su café, nuevamente el líquido se deslizó hacia su estómago, pero esta vez sin quemar. Lanzo el último vaho de humo de cigarro y lo apago contra el cenicero aun en la mitad. Hizo un brusco movimiento con sus hombros y liberar tensión antes de levantarse.
-Aunque… pareciera que Levi siente algo especial por esa mujer. –Planteo Erwin, sus azules ojos aún sobre el delgado y musculoso cuerpo de su mejor amigo. Ya anteriormente Levi había avisado que se retiraba hasta muy entrada la madrugada, posiblemente a solucionar un par de asuntos pendientes o visitar a otra –u otro, Erwin ya no lo sabía- de sus amantes ocasionales, por lo que no había necesidad de intercambiar más despedidas. Ni pedirle que se quedara un poco más, pues ya lo había hecho.
Ante el casi descarado comentario de Erwin, Levi sonrió con picardía. Llevó su mano hasta el respaldo de la silla en la cual estuvo momentos antes y jaló con gracia –una irónica elegancia- y fuerza su chal; lo alzó hasta posarlo con su típica altivez en su hombro.
-Pues sí. Lo hago. –Le respondió a Erwin mientras sus pasos comenzaban a hacer eco dentro del recinto. Hanji levantó una ceja, mirando su filoso perfil, aunque no logrando conectar con sus ojos.
-¿Ah, sí? ¿Y por qué? –Pullo con curiosidad.
Nuevamente Levi logro soltar una sensual risita ronca, con sus ojos perdidos en el vacío, posiblemente rememorando ese pasado cercano. Sin embargo, el hombre no detuvo su andar.
-Pues, -Dijo él parando por menos de dos o tres segundos. –Era virgen. –Y continuó rumbo al gran perchero del fondo, en busca de sus demás prendas de invierno.
Ah… así que era eso.
Esa persona aun al margen de la situación sonrió con una repentina melancolía. Así que Rivaille le seducía que una de sus putas francesas fuera virgen. Casi que chilló de forma audible: él no era virgen.
Oh, no. En lo absoluto. Lo había dejado de ser hace mucho tiempo atrás… estaba seguro que sus paredes anales no lo apretarían con la misma intensidad que las carnes de esa joven mujer, o que sus mejillas y cuerpo corrompido no se tornaran rojas de vergüenza, dando esa cándida y erótica imagen que el viajero relata con excitación. Posiblemente tampoco actuaría con sumisión, entregándose en cuerpo y alma a sus desbordantes pasiones, que sus piernas temblaran o sus labios inexpertos no supieran cómo llevar un fogoso beso.
Virgen… Vaya, en ese momento anhelo serlo nuevamente.
-¿Estas bien? –Erwin estaba a su lado, viendo su rostro melancólico y abstraído.
-¿Q-que? A-ah… sí. Estoy bien.
Erwin vio su sonrisa algo forzada y frunció el ceño medio confundido.
-B-bueno. Entonces, ¿Qué te pareció el relato de Levi, Eren? –Erwin lo hizo en voz alta, tratando de incorporarlo en la conversación.
-Sí, sí, Eren. ¿A qué mola? –Chillo Hanji. – Tu qué crees, ¿Levi vuelve o no por su pequeña francesa?
Su incomodidad fue disimulada con perfección y plasmó una gran sonrisa en sus casi perfectos rasgos faciales.
-Quien sabe, señorita Hanji. –Respondió con tranquilidad en la voz. –Pero la historia fue algo… interesante. Desde el comienzo.
Para ser sincero, Eren estaba nervioso. No solo todos los presentes tenían sus ojos sobre él sino también estaba completamente seguro que Levi escuchaba sus palabras, aunque ya estuviera vestido y sus pies estuvieran a pocos pasos de la puerta.
Y ahí lo notó. Ah… Levi se iba. Se iba algo lejos por un tiempo que no podía calcular. Se iba y tal como antaño algo un poco cálido y un poco doloroso se instalaba en su corazón. Lo peor sería que se iba, sin siquiera haber hecho un pequeño recuerdo con él directamente… o haber visto sus ojos o rozado disimuladamente sus nudillos, lo que fuese.
Eren casi no era dueño de sus propias emociones, mucho menos, sus reacciones.
-Pero aun así, es usted todo un casanova, ¿no? Señor Rivaille.
Ante el llamado del joven, Levi se paralizó con la mano sobre la perilla. Por varios, muchos, segundos que parecieron eternos.
-Ya sabes, no puedo evitarlo, Eren. –Respondió con un tono sorprendentemente neutro y salió del lugar.
Maldito.
Él, su madre, sus antecesores y descendientes. Y, sobre todo, la forma con sabor a miel, naranjas y vino, en la que su nombre resonó a través del recinto con el tono ronco de las cuerdas sonoras de Rivaille Ackerman.
Eren ahogó un chillido y su frustración entre los brazos de Erwin, quien lo tomó de una forma casi esporádica.
