¿Por qué?
Una sutil y simple pregunta.
¿Por qué?
No lo entendía, ¿qué era lo que había ocurrido? Él, que era el soldado más poderoso. Él, que había acabado con su propio padre. Él, que había luchado contra todo.
Entonces ¿Por qué?
No comprendía como aquella chatarrera, una sucia y vulgar chatarrera, lo había dejado tan mal parado, tirado en la nieve, mientras sangraba, notando por todo su cuerpo el palpitar de la sangre hasta llegar a sus extremidades, como un aviso de los errores que había cometido. Anunciándole de mala manera en que rincón de su ser tenia las pruebas de su fracaso, enmarcadas ahora en carne quemada por la hoja del sable del que antaño fue su maestro.
¡Oh! Claro que lo notaba, esa desazón por la derrota. Su brazo, su hombro, su pierna, su abdomen e incluso su rostro, mostraban las heridas supurantes en carne viva. La sangre corría por su cintura perdiéndose en la oscura tela de sus vestimentas hasta caer en la nieve pulcra y blanca comenzando a teñirla del rojo carmín de la misma. Su sable, aun encendido, hacia que parte de esas pruebas que manchaban la nieve se fueran evaporando provocando que el ambiente adquiriera un extraño aroma. Aroma que comenzaba a inundar su nariz y que por mucho que quisiera no podría olvidar.
Miraba hacia la dirección por la que aquella joven había huido sin saber cómo reaccionar a tal duro golpe del destino. No estaba en sí, el shock se apoderó de él mientras el suelo a sus pies se iba desplomando a pasos agigantados acercándose hacia su posición.
Apenas unos instantes más ahí parado y caería junto a todas las rocas al núcleo de aquel pseudo planeta que comenzaba a desestabilizarse.
Pero algo alcanzó sus oídos más allá del estruendo de la destrucción. -...lo! -Un grito. Una voz en la lejanía. Parpadeó varias veces, aun sin ser capaz de moverse de su posición. ¿Qué decía? Se preguntó a si mismo mientras buscaba con la mirada el origen de aquella voz que lo había sacado de ese mundo de inquietudes que en tan solo unos segundos se apoderó por completo de él.
-...lo ...re! -No la entendía. Miro hacia un lado, sin centrar su vista en nada, un bulto oscuro se acercaba poco a poco a él. Unos segundos y la figura poco a poco fue cogiendo forma ¿un soldado? Si, era un soldado se dijo a sí mismo, no era un stormtrooper, sino un oficial, pero ¿qué decía?
-¡Kylo corre! -El oficial tiró de él con todas sus fuerzas en cuanto alcanzó su situación. Aquel brusco movimiento le hizo reaccionar, se agarró al suelo que tenía a su alrededor ayudándose con ello a escapar del derrumbe. El oficial cayó contra el suelo por el impulso, pero sin mediar palabra ni dejar que el tiempo corriera, soltó el agarre del moreno y alzándose en pie le dio la espalda para correr lejos de aquel lugar, retomando el camino andado, a prisa y sin vacilar. No había tiempo ese sitio se derrumbaría en segundos y eso era lo más leve que podía ocurrir. Las explosiones a lo lejos así le confirmaban que todo aquel planeta quedaría convertido en escombros en apenas minutos.
El caballero de Ren apretó con fuerza la mandíbula, alzó su mano hacia el hombro, le doria, la herida ahora se afanaba por torturarlo a causa del tirón que el oficial había dado para sacarlo de aquel fatídico lugar. Le ardía. Gruñó ante ese hecho, el guante estaba completamente impregnado en sangre cuando lo retiró de la zona herida.
Su pierna por otro lado no se quedaba atrás, intentaba hacerle la competencia al resto de las heridas, obligándolo a perder el equilibrio en cuanto el caballero hizo un amago por echar a correr. Cayó al suelo hincando su pierna herida. El oficial desvió su vista un momento, solo uno, y no pudo evitar volver para de nuevo tirar de aquel que en tamaño le sacaba demasiado como para cargarlo.
-¡Suéltame! -Bramó y acto seguido hizo un movimiento brusco que le dolió más de lo que creía.
El soldado paró en seco. Solo un instante. Clavó su mirada cargada de ira en el caballero. Su aliento agitado por la carrera mostraba vaho, cada vez que respiraba, a causa de las bajas temperaturas. Chistó la lengua desviando la vista con molestia. Su mejilla sangraba y sus ropas no estaban en las condiciones ideales, todo a causa del mal estado de aquel planeta.
Tragó con dificultad cogiendo aire en el proceso, antes de volver de nuevo su vista hacia el moreno. Aquel maldito bastardo no era capaz de aceptar la ayuda ni en sus peores momentos, le ofrecía la vida en vez de aquel planeta que se convertiría en una bola de fuego en segundos y aun así seguía negándose. Eran los pensamientos que recorrían la mente del soldado, que dudando si dejarlo o no allí abandonado. Desvió la vista hacia el objetivo de su huida, la nave estaba cerca, lo suficiente para alcanzarla antes de que todo se echara a perder.
Si irguió una última vez frente al caballero. El caso tras este se acercaba a cada segundo. Quedarse allí no era una opción. Infló sus pulmones con todo el aire que pudo contener y tras soltarlo, alzó la voz.
-Haz lo que te dé la gana, no pienso morir por tus caprichos. Si quieres quedarte aquí adelante. Es tu decisión, pero no la mía. -Escupió las palabras antes de comenzar a correr. Esa nave era la única salida. Lo sabía y era consciente de que el caballero también lo sabía. Tendría que moverse, tarde o temprano lo haría, el suelo bajo sus pies no tardaría en desaparecer y la única vía de escape estaba en su frente.
Corrió esquivando ramas, en más de una ocasión se tropezó a causa de que la nieve ocultara las rocas del camino, pero sin dudarlo se recomponía a prisa para seguir corriendo.
¿Dos? ¿Tres? No supo exactamente los minutos que le costó llegar hasta la nave. Se adentró a prisa en el interior. Sus pasos sonaron por el metal de forma atropellada. Se frenó un instante antes de dejar atrás la rampa de acceso. Miró hacia atrás, y como había predicho el caballero corría hacia su dirección. Era lento, las heridas lo ralentizaban. Gruñó para sí mismo el soldado, no podía permitirse perder más tiempo. Ren debía correr si quería salir de allí.
El oficial recorrió las tripas de aquel pájaro de metal en cuestión de segundos. Se escurría en los giros bruscos hacia la cabina, viéndose obligado a agarrarse a lo que más cerca tenía para poder seguir.
Cuando alcanzó la cabina se abalanzó sobre el asiento del piloto, prácticamente saltó para sentarse en él. Sus manos comenzaron a moverse con rapidez y conocimiento, pulsaba botones a diestro y siniestro, mientras no apartaba la vista de las pequeñas pantallas que en su frente iban mostrando los datos sobre el estado de la nave.
El sonido de los motores comenzó a escucharse. Estaba dispuesto a despegar. Una leve mirada hacia atrás le hizo esperar unos segundos. Guardó silencio miró fijamente el marco de la entrada de aquel habitáculo y casi conteniendo la respiración agudizó el oído. No le daría más tiempo. Solo 10 segundos y despegaría estuviera o no él en la nave.
El tiempo pasaba lento, su respiración agitada se escuchaba sin su aprobación. Las gotas de sudor caían por debajo de la gorra entremezclándose con la sangre y suciedad que ahora tiznaban su rostro, dejando entrever en su paso las mejillas tiznadas de pecas.
Su mirada fija y atenta al pasillo esperando una ínfima muestra de que el caballero se encontraba a bordo. Dos segundos, solo dos segundos más restaban y despegaría. Hasta que un ruido en el interior de la nave alcanzó su oídos. Un golpe seco contra una de las paredes. Eso era suficiente.
Como si la orden de despegar se hubiera gritado se puso en marcha. Los motores rugieron al igual que el metal de la nave.
La figura oscura del caballero se apoyó con fuerza contra una de las paredes. El metal crujió bajo su peso. Se giró para dejarse caer, escurriéndose en el proceso hasta el suelo. El rastro de la sangre quedó marcando la misma como prueba irrefutable de que la herida en su abdomen era de gravedad. Iba a más, con cada uno de sus movimientos se acrecentaba.
Apoyó su cabeza contra el metal. Apretó con fuerza los dientes. Alzó su mano hasta la zona herida. Se autoimponía el no demostrar dolor, era signo de debilidad. Logró evitarlo durante el enfrentamiento con la chatarrera, pero ahora era incapaz de reprimir la mueca de dolor. Un quejido escapó sin su consentimiento.
Desvió su vista un segundo hacia su diestra, la compuerta se estaba cerrando en pleno despegue. Alargó su mano para agarrarse a lo primero que alcanzó para no escurrirse por los bruscos movimientos. Apenas se soltó cuando vio que no corría peligro, cuando la compuerta se había cerrado por completo. Aquel simple esfuerzo le supuso aún más carga a su cuerpo ya dañado.
No se había percatado de que tan grave podría ser el disparo que había recibido por parte del wookie, pero ahora en frío parecía ser la peor de todas las que marcaban su cuerpo. Apretó los labios en un intento por acallar los nuevos quejidos que amenazaban por salir, a la par que con cuidado se deshacía del fajín. Lo dejó caer a un lado con pesadez, la tela estaba completamente empapada por la sangre. Agachó su vista, la herida era de gran tamaño, la carne quemada por todo su alrededor no mejoraba su aspecto. Respiró profundamente, dejando escapar el aire lentamente hasta que no pudo más. Un pequeño trozo del fajín se estaba prácticamente fusionado con la piel. Cerró los ojos con fuerza, quería retirarlo, pero el pinchazo al que derivó su intento le hizo frenar de inmediato. No sería capaz, no sin las herramientas necesarias.
En la cabina, mientras todo ocurría, los árboles se cruzaban por delante azotando la nave con fuerza., Bolas de gas ardiendo empezaban a aparecer en los alrededores, consumiendo todo lo que estaba cerca, carbonizando en segundos. La nave intentaba coger altura. La tensión del piloto se palpaba en el ambiente, sus intentos por escapar de aquel lugar que sería la tumba de muchos, parecían no concluir.
Una fuerte explosión en la cola propulsó lo suficiente la nave para que se elevara lo suficiente y pudiera coger la velocidad necesaria para escapar de aquel lugar. Activo la híper velocidad. Era prácticamente imposible que la nave se propulsara a tanta velocidad en tan breve espacio de tiempo, pero suplicó a todo lo que pudiera imaginar porque así fuera. Contuvo la respiración. Sus manos le dolían por aferrar con fuerza el mando. Fijó su vista en el espacio entre dos árboles, era el único camino sin obstáculos. Esperó al momento exacto, y apretó el botón.
El espacio inundó todo a su alrededor, no supo exactamente cuánto tiempo pasó en hipervelocidad, pero cuando logró salir de ella, el negro absoluto lo dominaba todo. Buscó con la mirada, estrellas aquí y allá, algunos planetas serían fácilmente accesibles de ser necesario. Se dejó caer contra el asiento. Soltó los mandos y un suspiró aliviado inundó la cabina.
Alzó ambas manos hacia su rostro, retirando el polvo y restos de sangre. Una tez pálida tildad de pecas se dejó ver bajo tanta suciedad. -Ya estamos a salvo. -Se permitió musitar en un susurro, mientras se quitaba la gorra oficial dejándola de lado, mostrando un pequeño moño recogido con numerosas horquillas, y apoyando ambos brazos contra el mando dejaba caer su cabeza, cansada y aliviada a partes iguales por haber escapado.
Puso el piloto automático antes de, con gran pesar, levantarse de su asiento. Caminó por los escasos pasillos mientras se desabrochaba parte de la chaqueta. Se dobló las mangas hasta los codos y busco con la mirada al caballero. Las quejas y gruñidos del susodicho le guiaron hasta su ubicación.
Se paró al principio de aquel espacio que hacía las veces de entrada de carga, estaba ahí sentado mascullando, a saber que, mientras se miraba la herida en el abdomen, y golpeaba con el puño de su brazo sano el suelo de la nave.
La oficial se paró en su frente, mirándolo con severidad. El caballero alzó la vista, su mirada cargada de ira se clavó en los ojos oscuros de la castaña. Esta chistó la lengua, se giró sobre sus talones y buscó en el interior de la nave el botiquín de primeros auxilios que todas las naves llevaban equipadas precisamente para situaciones como esta. Cuando apareció el moreno no apartó su vista de sus movimientos. Ella se paró en firma, ante él. -Túmbate. -Ordenó autoritaria sin hacer desaparecer su clara molestia en el rostro.
-A mí nadie me da órdenes. -Espetó con odio, en un Intento de gritarle que se quedó cortó. -Y mucho menos una escoria como tú. -Agregó con molestia mirándola fijamente.
La mujer se abalanzó contra él tras dejar caer el botiquín contra el suelo. -¡Una escoria que te acaba de salvar la vida! -Lo agarró de las ropas y le propinó un puñetazo en el rostro. -¡Deja de comportarte como un maldito niño malcriado! -Le gritó a escasos centímetros, mientras lo sacudía con fuerza aferrándose a sus ropas.
-¡Nadie ha pedido tu ayuda! -le respondió al instante haciendo acopio de todas sus fuerzas para devolverle el golpe, mientras respiraba agitado por el esfuerzo. La muchacha cayó de espaldas contra el suelo. Tardó un segundo pero en cuanto recobró la compostura le retó con la mirada. Era odio y rabia lo que ambos desprendían. Se limpió con el brazo un resquicio de sangre que había brotado de sus labios.
Un duelo de miradas se instauró en ese momento, la inamovilidad de ambos y el silencio lo inundaron todo. ¿Cuál sería más arrogante? ¿Cuál tendría más acumulado en ese preciso momento? ¿Quién cedería a su opuesto?
La joven tomó la iniciativa. Se levantó en cuestión de segundos, se movió veloz contra el caballero. Lo empujó con todas sus fuerzas contra el suelo. El quejido y la mueca de asombro y dolor se apoderó del rostro de moreno. La oficial se colocó a horcajadas sobre el caballero ejerciendo toda la fuerza que pudo acompañándose de su propio peso.
Kylo se removió en un intento de zafarse de ella, alzó sus manos, una apretó con fuerza la cadera de la joven para empujarla clavando sus dedos en el proceso. La otra a pesar del dolor se posicionó en su hombro para poder tirarla hacia atrás. Hizo fuerza, tomó impulsó lo más que pudo contra el suelo en el que estaba ahora apoyado. Y cuando iba a ejercerla contra ella, la mano de la joven apretó con fuerza en su herida del hombro. Clavó su dedo en el interior. Un pinchazo lo recorrió por completo hasta la punta de los dedos. Gritó, no pudo evitarlo.
La oficial aprovecho esos segundos. Lo inmovilizó con su peso. Apartó la mano que se clavaba en su cintura. Se giró en un rápido movimiento y sentándose en el pecho del caballero dándole la espalda, inmovilizó con sus rodillas los brazos de este.
-¡Quítate de encima! -le ordenó a voces.
-¡No! -No se giró siquiera para mirarlo, intentaba desde su posición alcanzar el botiquín, alargó su brazo cuanto pudo hasta alcanzarlo con la yema de los dedos.
-¡Te arrepentirás de esto, te despedazare en cuanto me libere! -Se removía sin cesar provocando que la castaña tuviera que apoyarse en el suelo en más de una ocasión para no caer y perder el agarre.
-¡Para ya! -Logró agarrar el botiquín atrayéndolo hasta su lado.
El caballero la miraba con odio, en cualquier otro momento la habría matado, pero no le quedaban fuerzas ni siquiera para retirarla de encima. Se sacudió pero por más intentos que hizo por escapar del agarre le fue en vano. Mascullaba entre dientes imposibilitado de moverse.
Por su parte la joven oficial intentaba entre equilibrios levantar las ropas del caballero exponiendo su abdomen y parte del pecho, todo que podía estando ella encima. Chistó una nueva vez la lengua al ver la herida que mostraba el moreno. Era grande, no podría coserla y las quemaduras a su alrededor tampoco ayudarían a la hora de tratarla. Cogió un pequeño paquete de gasas esterilizadas y lo abrió con los dientes. De inmediato agarró unas pinzas y un antiséptico, se preparó como pudo. Limpió la zona con el poco cuidado que pudo tener a causa del constante movimiento del caballero, y cuando lo creyó suficiente aferró las pinzas.
-¡Estate quieto, intento curarte! –Le gritó mientras se giraba levemente hacia atrás y le mostraba las pinzas. –Si no quito eso de la herida antes de que comience a cicatrizar, luego no habrá forma de hacerlo sin que tengan que cortar la piel. –Le advirtió hablando del trozo de tela.
Un último gruñido fue previo a la aparente inamovilidad del caballero. La joven alzó una ceja dudosa. ¿Le había hecho caso? Desvió su vista hacia el moreno. Negaba con la cabeza mientras miraba al techo sobre ellos.
-Date prisa de una vez y quítame eso. –Le ordenó de mal humor cuando la pilló mirando, antes de mascullar algo que la joven no llegó a entender.
-Estoy en ello. –Mintió antes de volver su atención a la herida. Se tomó el tiempo necesario, iba con el máximo cuidado que podía tener. Poco a poco fue retirando la tela, una mueca de dolor se apoderó de su rostro, cuando vio como esta se pegaba a la carne. –Perdón. –Musitó en cuanto tiró del trozo para acabar de separarlo. Un quejido y un espasmo del caballero le delataron que le había dolido.
-En vez de pedir perdón ya podrías quitarte de encima mío. –Espetó mientras se afanaba por soltar uno de sus brazos. La castaña le permitió hacerlo y rápidamente lo llevó sobre su rostro para taparse parte de él.
-Ya está. –Le señaló mostrándole el trozo sin siquiera voltearse, mientras que con la otra mano intentaba limpiar la zona que había quedado descubierta tras retirarlo. El moreno miró por debajo del brazo y seguidamente volvió a ocultar su rostro.
-Date prisa y acaba.
-No sé cómo cerrar esto. –Confesó con el ceño fruncido. –Es grande…
-Grápalo.
-A sus órdenes. –Ironizó sin mucha confianza encogiéndose de hombros. Rebuscó en el botiquín, había una grapadora, era algo necesario en los enfrentamientos. Preparó la zona y... –Voy a ello. –colocó la primera grapa. No hubo reacción por parte del caballero. De nuevo miró hacia atrás para confirmar que estuviera bien. Lo poco del rostro que quedaba a la vista estaba contraído, apretaba sus labios con fuerza intentando acallar las quejas. Suspiró con pesadez y prosiguió hasta quedar satisfecha con el resultado.
-Ya está. –Sentenció levemente retirando los utensilios. –Ahora, necesito, que sin quejas… -recalcó esa palabra, mientras se retiraba con cuidado de encima de él, vigilando cualquier reacción negativa que pudiera venir en su contra. -te voltees. -Hizo una pausa cuando lo encaró. -Tengo que mirar si ha alcanzado la espalda.
El caballero se movió de forma leve, la encaró y se mantuvo en silencio el tiempo suficiente para que la oficial se preparara para defenderse. Ya conocía de sobra los arranques de ira de aquel hombre. Acercó la mano al botiquín, buscando cualquier cosa que pudiera serle útil como arma, y aguantándole la mirada esperó.
Se sentó como pudo agarrándose la herida y sin dejar de mirarla, se colocó dándole la espalda. Un breve suspiro de alivio destensó a la oficial. –Quítate la parte de arriba. –Le señaló volviéndose a preparar. La mirada de advertencia del caballero le sonsacó una leve risa, que la relajó temporalmente. –No voy a poder tratarte las demás heridas con la ropa por medio. Esta no es la única que tienes. –Le señaló la del abdomen que había alcanzado la espalda. El moreno acabó accediendo a regañadientes, se retiró con cuidado la prenda, la mujer tuvo que ayudarlo en ciertas ocasiones, cuando la herida del hombro le dificultaba el hacerlo.
-No estoy inválido. –Le espetó.
-Prácticamente. Deja de quejarte y acepta la ayuda.
Durante una larga hora todo fueron curas, vendas y silencio, en ocasiones interrumpido por algún quejido, pero al fin y al cabo silencio. El caballero miraba con irritación las actuaciones de la castaña sin perder detalle, mientras esta ignorando sus constantes miradas de desaprobación intentaba acabar cuanto antes.
La ultima venda estaba puesta la oficial recogió los utensilios y sentándose contra la pared en frente al caballero, lo miró esta vez con claro reproche. -Sabía que algún día ocurriría esto. -Confesó acusadora. -Pero no espere que fueras a ser tan sucio y ruin. –Espetó cargando sus palabras en odio. Masculló algo entre dientes desviando su vista a sus manos donde jugaba con un frasco vacío del antiséptico que había usado. El moreno afiló su mirada mientras esperaba a la reacción que preveía que tendría. –¡Joder Kylo! ¡Era tu padre! -Alzó la vista mientras gritaba. En un impulsó le lanzó el frasco con toda la fuerza que pudo. El caballero alzó el brazo para esquivar el impacto, consiguiendo que el bote rebotara en él y callera al suelo donde rodó hasta chocarse contra una de las paredes.
-Debía matarlo. -Fue su única respuesta desviando la mirada hacia el infinito.
-¿Cuantos años llevo a tu lado? -Preguntó exaltada. -¿8? ¿10? ¡Diría que más! -Alzó ambos brazos con desesperación. -Te dije que te apoyaría en lo que pudiera, que te ayudaría. -Seguía hablando, mientras lo señalaba. -Pero no a esto, estás perdiendo la cordura. -Se levantó dirigiéndose hacia el caballero agachándose a la vez que agarraba el cuello de sus ropas, las cuales había vuelto a ponerse, obligándolo a mirarla. -Esto ya no es cosa de luz u oscuridad, ¡es mero ensañamiento absurdo! -Le volvió a gritar muy cerca de su rostro, a lo que este respondió.
-¡Era lo único que me podía llevar nuevamente a la luz! -Gritó él.
-¡No seas estúpido! La luz está en todo, no en una sola persona. Un acto, una situación, un sentimiento. ¡Todo! Cualquier cosa te puede llevar de vuelta a la luz si está en tu naturaleza, deberías comenzar a entenderlo y dejar de cegarte con las estúpidas enseñanzas de ese viejo loco.
-¡El me enseña el camino de mi abuelo! -El caballero gritó mientras imitaba a la muchacha agarrando la solapa de su chaqueta.
-¡Té manipula! ¡Te está usando! ¡En cuanto pierdas la utilidad para él te desechará! -Gritó una última vez antes de empujarlo a la vez que se soltaba del agarre.
Se alzó entre gruñidos, le dio la espalda molesta y farfullando se dirigió a él. -Eres un estúpido.- Susurro antes de desaparecer por uno de los pasillos. –¡Y mueve tu maldito culo y vete a descansar! –Le ordenó desde la distancia recobrando los gritos. –No pienso soportar más tus quejas y hasta que no lleguemos a alguna base no hay forma de que te administre calmantes.
-¡A mí nadie me da órdenes!- Respondió de igual forma el caballero –¡Y mucho menos tú! –golpeó con fuerza la pared a su espalda.
-¡Acostúmbrate! ¡Mientras no dejes de hacer estupideces no voy a parar!
Un día la mataría, pensaba. Acabaría con ella, la destrozaría y la tiraría en cualquier planeta deshabitado para que nadie la encontrase jamás.
Mientras se repetía aquello se levantaba con dificultad en dirección a la única cabina de descanso de la que disponía la nave. Pequeña, apenas constaba con unas tablas acolchadas que desplegaban desde las paredes. Nada que no fuera para un mero rato de reposo tras una batalla.
Gruñó por lo bajo, era insoportable y aun así ahí estaba haciendo lo que esta había ordenado. Se maldijo entre dientes al verse a sí mismo obedeciendo. Era ilógico. Había matado a su padre horas antes. Se había atrevido y aun así, aunque en esos momentos fuera lo que más deseaba, matarla, torturarla y despedazarla, le era imposible, era la única que se atrevía a hacerle frente, le golpeaba, le gritaba y después de todo seguía viva.
Era jodidamente tan irritante.
EDITADO: 12/04/2018
